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D. La situación religiosa

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En general, el pueblo judío vivía su fe religiosa. El templo era el gran lugar de culto. El primer templo lo construyó Salomón, y fue destruido por los soldados de Nabucodonosor, cuando tomaron Jerusalén. Después del destierro, los judíos reconstruyeron un templo en el mismo lugar, pero era un edificio pobre. Herodes el Grande ordenó la construcción del templo en el que llegó a estar Jesús. Era un templo magnífico, cuya construcción se inició hacia el año 20 a. C. y que terminó hasta 62-64 d. C. Pocos años después, sería destruido por el ejército romano (70 d. C.).

Además, existían las sinagogas, que no eran lugares de culto, pues ahí no se hacían sacrificios, sino que eran lugares de reunión, donde, en determinados días, especialmente los sábados, se reunían los judíos para orar y para escuchar las enseñanzas de los doctores acerca de la Ley y los profetas. En tiempos de Jesús había muchísimas sinagogas en Palestina, pues hasta las más pequeñas aldeas tenían la suya.

Los encargados del culto eran el sumo sacerdote, los sacerdotes y los levitas, todos debían ser descendientes de la tribu de Leví, y los sacerdotes, de la familia de Aarón. El sumo sacerdote era el jefe religioso del pueblo; su cargo era vitalicio y hereditario, pero bajo la dominación romana, los procuradores del poder romano los instituían y destituían a su antojo. Valerio Graco, procurador anterior a Poncio Pilatos, instituyó a varios, entre ellos a Anás, el año 6 d. C., que fue destituido después de muerto Augusto (14 d.C.); le sucedieron sus tres hijos y luego su yerno, Caifás, quien condenará a Jesús. Los sacerdotes hacían los sacrificios en el templo y atestiguaban la curación de los leprosos. Los levitas eran los encargados del orden en el templo y de auxiliar a los sacerdotes.

Los actos litúrgicos eran los sacrificios y la oración. Había un sacrificio incruento de un puñado de harina mezclado con sal y vino; y sacrificios cruentos, de diversos animales. Cada mañana y cada tarde, a nombre de todo el pueblo, se ofrecía el sacrificio de un cordero sin mancha; previamente, se procedía a la incensación del altar de oro, la cual le tocó hacer a Zacarías, según narra el Evangelio de Lucas. La oración se hacía de pie y, algunas veces, de rodillas con los brazos y manos extendidos hacia el cielo; para orar, algunos judíos se sujetaban a la frente y al brazo izquierdo unas cajitas de pergamino que contenían textos bíblicos, llamadas “filacterias”.

La vida cotidiana estaba impregnada por la ley mosaica. Los expertos en conocerla e interpretarla eran los escribas o doctores de la ley, que no eran sacerdotes, sino laicos instruidos, en parte teólogos y en parte juristas. Llegaron a formar un grupo compacto que, en general, era proclive a los fariseos. La interpretación que hacían fue conformando una tradición oral, la “tradición de los padres”, en la que se explicaban y desarrollaban los preceptos de la Ley, y que se puso por escrito a partir del siglo ii d. C., y es conocida como Mishná; en ella se contaban 248 preceptos positivos y 365 negativos. Esta elaboración de la Ley caracterizó, y sigue caracterizando, al pueblo judío. Los escribas tenían más influencia en el pueblo que los sacerdotes comunes.

En la población judía de Palestina, había diversos grupos religiosos que se distinguían por su modo de interpretar y vivir la misma religión judía: los fariseos, los saduceos, los esenios y los samaritanos.

La distinción entre fariseos y saduceos parecen haberse constituido alrededor del año 170 a. C., cuando fue la persecución del rey de Siria Antíoco Epifanes (215 a 164 a. C.), que intentaba imponer en Palestina el helenismo, con sus dioses y cultos, y terminar con la religión judía. Su intento dividió la población judía en dos bandos, los que resistieron a la persecución y se adhirieron con energía y sin mezcla de elementos paganos, a la religión de sus padres, que finalmente fueron llamados fariseos, y los que contemporizaban con el poder constituido y aceptaban las nuevas influencias, que fueron los saduceos. En el siglo primero, estos estaban naturalmente ligados a los partidarios de Herodes, a los herodianos. Los fariseos daban gran importancia al cumplimiento de la Ley, de acuerdo con las prescripciones de la tradición, por lo que solían asociarse con los escribas, y por eso en el evangelio, Jesús se dirige a veces conjuntamente a “escribas y fariseos”. Los saduceos decían que debían cumplirse solamente los preceptos de la Ley contenidos en el Pentateuco, por lo que despreciaban las tradiciones de los escribas, pero no eran laxos en el cumplimiento de los preceptos escritos en dicha parte de la Biblia; por otra parte, negaban la resurrección de los muertos.

Los esenios conformaban un grupo que no se menciona en el Nuevo Testamento; eran una especie de monjes del judaísmo, vivían en comunidades, poseían todo en común, practicaban el celibato, eran austeros y ordinariamente habitaban en pequeñas aldeas; hacían profesión de gran pureza de costumbres, como lo manifestaban sus vestiduras blancas; no tomaban parte en los sacrificios del Templo, y sólo enviaban ofrendas para los sacrificios incruentos. El interés por ellos creció a partir del descubrimiento de los rollos de Qumran. Se ha conjeturado que Juan el Bautista, y aun María, tuvieron contacto con ellos.

Los samaritanos eran los habitantes de Samaria, que se distinguían de los de Judea porque pensaban que el lugar por excelencia para adorar a Dios era el monte Garizim, mientras que los de Judea y Galilea, decían que era Jerusalén.

La vida religiosa del pueblo era, en general, fiel a su religión monoteísta, y no obstante las diferencias entre grupos, todos reconocían la importancia de la Ley, y, salvo los samaritanos, el papel central del templo en Jerusalén. La gente celebraba con regularidad los sábados y las fiestas, y hacía las peregrinaciones anuales a Jerusalén con ocasión de las tres grandes fiestas:[46] la Pascua, que conmemoraba la liberación de Israel del poder egipcio, y se celebraba el día 14 Nisan, es decir el día del primer plenilunio de primavera; en la misma fecha se celebraba conjuntamente la fiesta de los panes ácimos, en la que se consagraban a Dios las primicias de la nueva cosecha del año; la fiesta comenzaba con la cena pascual la noche del día 14 Nisan, y se continuaba durante siete días. La fiesta de Pentecostés (o de las semanas) se celebraba siete semanas después de la fiesta de los panes ácimos y tenía por objeto dar gracias a Dios por las cosechas de cereales; en los años en que vivió Jesús, esta fiesta se había convertido en una acción de gracias por la renovación de la alianza del Sinaí. Y la fiesta de los Tabernáculos o campamentos, que celebraba la terminación de todas las cosechas, del día 15 al 22 del séptimo mes, lo que equivale a fines de septiembre y principios de octubre en nuestro calendario; el nombre de la fiesta hacía alusión a los tabernáculos o tiendas que los judíos acostumbraban a poner en sus campos o viñas para vivir ahí mientras duraba la recolección; pero también hacían alusión a las tiendas en que vivían mientras peregrinaban por el desierto. Fue tomando alguna importancia, y se menciona en el Evangelio de Juan, la fiesta de la Dedicación (Janukah) el día 25 del mes Kisleu (nuestro diciembre), que conmemoraba el día en que Judas Macabeo purificó el templo de Jerusalén, profanado por Antíoco.

Practicaban la oración privada: en la mañana y en la tarde hacían oraciones especiales y solían acompañar con oración las actividades ordinarias como las comidas. Practicaban el ayuno, que estaba prescrito, al menos, el segundo y el quinto día de la semana.

Existía en el pueblo una viva esperanza por la venida del Mesías. De esto dan testimonio los evangelios, pero también los libros judíos escritos entre el siglo ii a. C. y el siglo ii d. C. De su estudio, se ha demostrado que entonces se aplicaban al Mesías 456 pasajes de la biblia hebraica. Dado que el pueblo había sufrido la dominación política de Persia, Siria y últimamente de Roma, asociaron la idea del Mesías a la de un restaurador de la independencia política.

[1] Antigüedades judaicas, XVIII, 116-119.

[2] Antigüedades, XX, 200.

[3] Antiquitates Judaicae, XVIII, 63-64. Traduzco al español el texto inglés que propone Meier I, p. 60. Entre corchetes pongo las palabras que Meier considera, con aparente razón, que son interpolaciones hechas por una mano cristiana. Las referencias a este autor corresponden a los volúmenes I y II citados en las referencias al final del texto.

[4] Véase Ocariz, F., Mateo Seco, L. F. y Riestra, J. A., El misterio de Jesucristo, pp. 83-84.

[5] Epistula X,96.

[6] Claudius, 25.

[7] Nero, 16.

[8] Citadas por Eusebio en Historia Ecclesiastica, IV, 9.

[9] Una muestra de esta predicación está en los discursos de Pedro recogidos en los Hechos de los Apóstoles (Hch 8, 4, 12; 3,12-26; 2,14-36, y sobre todo 13,16-41).

[10] Un resumen de esta catequesis previa en Hch 10,37-43. La estructura de esta catequesis es reconocible en el Evangelio de Marcos, quien puso por escrito la predicación de Pedro.

[11] Se considera que Q se conoce por las coincidencias de Mt y Lc en oposición a Mc. Sobre esta cuestión, véase más adelante, en el rubro la cuestión sinóptica.

[12] Cuando el Sanedrín les prohíbe a Pedro y Juan predicar en el nombre de Jesús, ellos responden (Hch 4,20) que “no podemos dejar de hablar lo que hemos visto y oído”.

[13] Hch 15, 23-29.

[14] Lc 1,2.

[15] Mc 1,1.

[16] Lc 1,4.

[17] Jn 21,24.

[18] Jn 19,35.

[19] Esto se infiere de la afirmación que hace dos veces en su Evangelio (2,19 y 2,51) de que los sucesos de la infancia de Jesús, María “los guardaba en su corazón”; no tiene sentido hacer esta referencia si no fuera porque Lucas transmite recuerdos que oyó de María.

[20] Para una exposición detallada de las noticias fidedignas o dudosas que se conservan de los cuatro evangelistas conviene véase O. Hophan, Los apóstoles, Madrid, Palabra, 1982.

[21] Citado por Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica III, 39,16 (principios del siglo iv).

[22] Hay una leyenda etíope sobre la muerte de Mateo, que fue luego vertida al latín como Passio Mathei, que se recoge en el breviario romano, según la cual, después de haber convertido al rey y a la familia real, fue muerto por orden de un hermano del rey, mientras celebraba la Santa Misa.

[23] En su obra Diálogo con Trifón, 106,3.

[24] En su obra Adversus Haereses, III,1,1; III,10,5.

[25] En Mc 14,51-52, donde se narra el episodio del joven que soltó la túnica para escapar de los soldados que aprehendieron a Jesús, los intérpretes suponen que ese joven fue el mismo Marcos, pues es un suceso que sólo viene en este Evangelio y es completamente irrelevante en la historia de Jesús.

[26] Comentario, Introducción al Evangelio de san Marcos, p. 1026, n.2.

[27] Que lo escribió en Roma, lo afirman Clemente de Alejandría, hacia el año 200a, Tertuliano, hacia el 220.

[28] Citado por Eusebio, Historia eclesiástica 3,39, 14-15; véase Comentario, Introducción al Evangelio de san Marcos, p. 1026. Sobre esa base y otros testimonios antiguos se ha mantenido la afirmación de que Marcos transmite la predicación de Pedro.

[29] En Enchiridion Biblicum, Nápoles, Pontificia Comisión Bíblica, 4a. ed., 1961, n. 1.

[30] Citado en Comentario, Introducción al Evangelio según san Lucas, p. 1061.

[31] Ibidem.

[32] El esquema común es: 1. Preparación del ministerio. 2. Predicación en Galilea. 3. Desde Galilea a Judea y Jerusalén. 4. Ministerio en Jerusalén. 5. Pasión, Muerte y Resurrección.

[33] A esta parte del Evangelio de Lucas se le ha denominado el “gran viaje”, que se entiende en un sentido teológico de predicación y extensión de la Buena Nueva, o también “la gran inserción de Lucas”.

[34] Una exposición breve, pero completa de estas teorías en Casciaro, pp. 145-151.

[35] Combinando ambas teorías acerca de los sinópticos, se me ocurre esta otra: el primer Evangelio es la versión aramea de Mateo, que contiene principalmente dichos de Jesús. Lucas escribe su Evangelio, posiblemente en Acaya, en los años sesenta, y traduce al griego las palabras arameas de Jesús. Esta traducción de Lucas fue tenida en cuenta por quienes hicieron la versión griega de Mateo, y de ahí las coincidencias entre ambos evangelios, a veces literales, que no procederían de la supuesta fuente Q, sino del evangelio arameo de Mateo. Mientras Lucas componía su Evangelio, Marcos hacía lo propio en Roma, y quizá trabajaron sin compartir sus redacciones, lo que explicaría que Lucas no tenga (la “gran omisión”) el pasaje de Mc 6,45 a 8,26, que sería muy adecuado para los lectores de Lucas, y que Marcos no tenga los pasajes de Lucas, llamados la “gran inserción”, que relatan muchos episodios relacionados con el último viaje de Jesús a Jerusalén (Lc 9,51-19,28). Juan, hacia los años 90, redacta su Evangelio conociendo los tres sinópticos, con la finalidad de transmitir su propio testimonio, completar los sinópticos, especialmente con las noticias del ministerio en Judea, aclarar algunos puntos que le parecen oscuros, como el día que tuvo lugar la Última Cena.

[36] Respecto del Evangelio de Mateo, deben considerarse las fechas de redacción de cada una de sus dos versiones; la versión en arameo, que fue la más antigua, y me parece que fue el primero de todos los evangelios, y la versión griega o versión revisada que bien pudo ser posterior a los otros dos sinópticos.

[37] Esa es la opinión común hoy entre los especialistas; véase Meier I, p. 43.

[38] Ibid, p. 44 y Comentario, Introducción a los Santos Evangelios, pp. 968-969.

[39] El Fragmento (o Canon) Muratori, de fines del siglo ii, advierte que hay libros que todos tienen como sagrados e inspirados, entre los cuales cita los cuatro evangelios; otros, que no todos tienen como sagrados o inspirados y no pueden leerse en las iglesias; unos más, que, aunque no son reconocidos como inspirados, pueden leerse privadamente, y otros que la Iglesia rechaza, por ser apócrifos o agnósticos.

[40] John Meier I, p. 122.

[41] Meier, op. cit., p. 124, quien refiere que Cristopher Tuckett (Nag Hammadi and the Gospel Tradition. Studies of the New Testament and Its World, Edinburgo, Clark, 1986) después de analizar este material, concluye que, salvo el Evangelio de Tomás, nada de este material muestra una fuente independiente de los sinópticos.

[42] Ibid., p. 127. Analiza también las opiniones de otros autores que llegan a afirmar que tal Evangelio de Tomás da muestras de poseer fuentes de los dichos de Jesús, independientes de los evangelios sinópticos, y previas a ellos, pero Meier considera que no pueden probar sus afirmaciones, pp. 128 a 131.

[43] Ibid., pp. 139-140.

[44] Se puede ver una descripción del país de Jesús, así como de la sociedad en que vivió en Fillion I, pp. 31-110.

[45] Gen 13,15-16.

[46] Casciaro, pp. 83-85.

Historia de Jesús de Nazaret

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