Читать книгу Jota y el misterio de las botellas - Jorge de Leonardo - Страница 9

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Si alguna persona podía decir orgullosa que era de pueblo, no había más que oír hablar a la abuela de Susana. Toda su vida se reducía a Telares, con escasas visitas a la ciudad para visitar al médico, comprar ropa o ver a su nieta. Alguna excursión había hecho con la asociación de vecinos, es verdad, pero no entendía su mundo más allá del río.

Era el primer verano que Susana pasaba con su abuela. Sus padres tenían que trabajar y subían solo los fines de semana. El cabello pelirrojo, recogido siempre con una coleta, y las innumerables pecas que surcaban su cara mostraban todavía un aspecto infantil a sus casi doce años. Por eso, no le extrañó que ese chico quisiera jugar con ella. Se llamaba Saúl y vivía en el pueblo.

Al principio no le había caído demasiado bien. Todo el rato soplando su flequillo hacia arriba y con cierto aire de superioridad por el mero hecho de ser de allí. Con el paso de los días, a base de ir a la poza del riachuelo a bañarse y de coincidir en las sesiones de cine juvenil que proyectaba el ayuntamiento en un pequeño salón de actos, acabaron haciendo buenas migas.

—Ayer conocí a un niño nuevo. Vive en una de las casas que hay en la entrada del pueblo —comentó Saúl.

Estaban sentados sobre una pequeña tapia que limitaba con un huerto. La sombra de una higuera los protegía del fuerte sol de las primeras horas de la tarde.

—Y seguro que lo asustaste —sonrió Susana de forma pícara.

—Qué va… Quería acercarse al río y yo le dije por dónde era mejor. No me hizo caso, y si no llego a sujetarlo, se hubiera caído al agua.

—¡Vamos a buscarlo! —La niña saltó al suelo decidida.

—¿Para qué? —Saúl parecía confundido.

—Para qué va a ser. Para jugar con él. —Susana comenzó a caminar sin mirar atrás. Sabía que aquel muchacho, a pesar de sus modales algo bruscos, acabaría siguiéndola hasta la casa del niño nuevo.

—Cariño, preguntan por ti.

Jota alzó la cabeza del cómic que estaba leyendo.

—¿Por mí? —preguntó incrédulo—. ¿Quién?

—Una chica y un chico.

Cruzó el jardín, expectante. Al comprobar quién acompañaba a una niña pelirroja, hizo una mueca de hastío.

—¿Qué haces aquí? —Su voz salió seca, sin emoción.

—¿Así saludas a tus viejos amigos, chavalote?

—Te dije ayer que no me llamaras así.

Susana se interpuso entre los dos, para tratar de poner paz.

—Bueno, dejadlo ya —cortó tendiéndole a Jota la mano de forma solemne—. Me llamo Susana.

—Yo soy Jota —dijo tras unos segundos, apretándola sin demasiada convicción.

—¿Jota?, me gusta, suena bien —contestó la niña, risueña.

Saúl parecía algo celoso.

—¿Qué clase de nombre es ese?

—Seguro que es un apodo, ¿verdad? —Susana hablaba muy deprisa, buscando cambiar de tema. Jota emitió un largo suspiro de impaciencia—. ¿Te vienes a dar una vuelta? —le invitó la chica.

—¿Con ese? —Señaló amenazadoramente a Saúl con el dedo.

—¿Tienes algo mejor que hacer?

Pensó que si se quedaba en casa, Bea le acabaría atormentando con sus juegos de hermana pequeña, o tendría que ayudar a su padre a lavar el coche. Ambas opciones le apetecían más bien poco.

—De acuerdo —anunció dirigiéndose únicamente a Susana—. Espero no arrepentirme…

Jota y el misterio de las botellas

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