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ОглавлениеCAPÍTULO II
La democracia en la doctrina filosófica y política
De Pericles a Rawls
I. Los detractores
La instauración de la democracia en la Grecia antigua no fue pacífica e indiscutida.- Muy por el contrario, entre los pensadores encontró siempre más detractores que panegiristas, incluyendo entre los primeros al mismo Platón. El “Anónimo Ateniense” del Pseudo Jenofonte es el primer documento de prosa ática violentamente antidemocrático. Dice que la democracia es el poder de los mal nacidos (kakoi), de los que trabajan, de los que piensan en lo privado y no en lo público.- “La democracia es en consecuencia una maquinaria por entero y necesariamente mala, estructurada para otorgar la mayor cantidad posible de beneficios a los malos y ocasionar el mayor daño posible a los buenos”18, escribe Galli comentando la posición de quienes repudiaban el sistema, casi todos ubicados del lado aristocrático, que, con su instauración, habían perdido el poder.
II. Pericles (c. 495 a. C.- 429 a. C.).
Influyente político y orador, hombre virtuoso y honesto, Pericles tuvo decidida influencia en la democracia de Atenas, como que fue denominado el “primer ciudadano”. Gobernó la ciudad más de treinta años, hasta su muerte, y fue un defensor a ultranza de la democracia, tanto que fue tildado por sus detractores como “populista”.
Su discurso fúnebre dedicado a los caídos en la Guerra del Peloponeso en el año 439 a.C., describe a la Atenas democrática, a la que llama “la escuela de la Hélade”, con singular elocuencia: “Nuestra política no copia las leyes de los países vecinos, sino que somos la imagen que otros imitan. Se llama democracia, porque no solo unos pocos sino unos muchos pueden gobernar. Si observamos las leyes, aportan justicia por igual a todos en sus disputas privadas; por el nivel social, el avance en la vida pública depende de la reputación y la capacidad, no estando permitido que las consideraciones de clase interfieran con el mérito. Tampoco la pobreza interfiere, puesto que si un hombre puede servir al estado, no se le rechaza por la oscuridad de su condición”19.
III. Platón (427-347 a.C.)
Las ideas filosóficas de Platón, relacionadas con el Estado y el gobierno ideales, están expuestas principalmente en su obra “La República”, modificadas luego en sus diálogos tardíos (“Político” y “Las Leyes”).
Para Platón, lo más importante para el hombre sería la Justicia, el Estado estaría basado en una necesidad ética de Justicia.- En el Estado, ésta sólo se logra a través de la armonización de las clases sociales, en el individuo, en las partes del alma de cada uno.- Concebía una sociedad de estructura tripartita de clases, cada una de ellas respondía a una parte del alma individual.- La clase de los artesanos o labradores, correspondían a la parte del “apetito” del alma; la de los guerreros o guardianes, al “espíritu”, y la de los gobernantes y filósofos, a la “razón”.-
No acordaba con los principios de la democracia ateniense, decía que muy pocos estaban en capacidad de gobernar.- En lugar de la retórica y la pasión, las que deben gobernar son la razón y la sabiduría.- Por ello, se pronuncia por un gobernante ideal, el “rey-filósofo”: “Hasta que los filósofos gobiernen como reyes o, aquellos que ahora son llamados reyes y los dirigentes o líderes, puedan filosofar debidamente, es decir, hasta tanto el poder político y el filosófico concuerden, mientras que las diferentes naturalezas busquen solo uno solo de estos poderes exclusivamente, las ciudades no tendrán paz, ni tampoco la raza humana en general”20.
Concebía a la monarquía como el estado ideal.
IV. Aristóteles (384-322 a.C.)
Los estudios aristotélicos habrían de ejercer una influencia decisiva en los análisis de los sistemas políticos. Su visión descansaba fundamentalmente en el concepto de “constitución”, que define como “una organización de funciones, que todos los ciudadanos distribuyan entre sí según el poder que poseen las diferentes clases”.- Para Aristóteles, “deben existir tantas formas de gobierno como modos de disponer las funciones, según las superioridades y las diferencias de las partes del Estado”. Con una gran dosis de realismo, decía que “el mejor (gobierno) suele ser inalcanzable y, por lo tanto, el verdadero legislador y estadista debería conocer no solamente aquello que es mejor en abstracto sino además lo que es mejor dadas las circunstancias”.
En el libro IV de la “Política”, la puntualiza como el gobierno de los libres y de los pobres, y la distingue del gobierno de los ricos y de los nobles, por lo general una minoría. Para él, “la democracia no es necesariamente el dominio de la opinión fluctuante del pueblo…puede ser también el gobierno, no de la asamblea popular, sino de las leyes”21.
Aplica a la democracia el concepto de “politeia”, una versión moderada que si no es perfecta al menos es buena, una clase media numerosa (en realidad habla, en terminología antigua, de una “mezcla de ricos y pobres”), que no tienen ni mucho ni poco, y que por lo tanto pueden autogobernarse serenamente.
Define “tres tipos de constitución ideal -cada uno de los cuales describe una situación en la que quienes gobiernan persiguen el bien común- y tres tipos de constitución pervertida -cada uno de las cuales describe una situación en la que quienes gobiernan persiguen objetivos mezquinos y egoístas-. Los tres tipos de constitución, ideales o pervertidos, se diferencian por el número de personas a las que permiten gobernar”22.
La monarquía es el gobierno de uno en la forma ideal, y la tiranía en su forma pervertida. El gobierno de pocos es la aristocracia en su forma ideal, y la oligarquía en su forma pervertida. Finalmente, el gobierno de muchos es la organización política en su concepto ideal y la democracia en su forma pervertida.
Para Aristóteles, “la base de un Estado democrático es la libertad”, concepto que los partidarios posteriores de la democracia pondrían marcado énfasis.
V. Nicolás Maquiavelo (1469-1527)
El escritor florentino fue uno de los teóricos políticos más importantes del Renacimiento, se le atribuye la famosa frase el fin justifica los medios, la que resume muchas de sus ideas.
Fue criticado por lo que se considera una falta de conciliación de las ideas expuestas en sus dos obras principales. En los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, se proclama partidario de la república, desde la base que toda comunidad tiene dos espíritus contrapuestos, el del pueblo y el de los grandes (que quieren gobernar al pueblo), que están en constante conflicto.
En dicha obra sostiene que el mejor régimen es una República bien organizada, como la romana, que logre dar participación a los dos partes de la comunidad, para contener el conflicto dentro de la esfera pública. Considera que la aristocracia, la tiranía, la democracia o la monarquía no lograrían dar ese equilibrio, por lo que son inestables.
Con insuperable ejercicio de ironía, escribe su obra cumbre, El Príncipe (1513), publicada póstumamente en 1531. En dicha obra destaca la figura del príncipe, cuya virtud política (saber aprovechar los momentos de fortuna y escapar a los desfavorables) supera a la república. Esta figura presenta analogías con la figura romana y republicana del dictador, investido de poderes absolutos durante un breve período y teniendo que rendir cuentas posteriormente ante la república. En este último sentido, se sostuvo que no fue tal la contradicción entre los dos textos principales de Maquiavelo.
VI. John Locke (1632-1704)
Éste filósofo y médico inglés, fue considerado como uno de los más influyentes pensadores del Siglo de las Luces y conocido como el “Padre del Liberalismo Clásico”. Tuvo una influencia decisiva en la construcción de la teoría del contrato social.
En su Segundo tratado sobre el gobierno civil (1690), si bien adoptó los elementos fundamentales de la clasificación aristotélica, se manifiesta como un “partidario inequívoco de la igualdad política, la libertad individual, la democracia y la regla de la mayoría”23.
Parte de la base del estado de naturaleza que precede a la socialización humana, en la que los hombres viven sin subordinación y libres de actuar dentro de los límites de la ley natural. La constitución de la sociedad política representa un contrato social entre quienes “han consentido formar una comunidad o gobierno…dónde la mayoría tiene el derecho para actuar e imponerse a los demás”. De tal modo, dos ideas resultan fundamentales: el consentimiento de los gobernados y la regla de la mayoría. De allí que, según Locke, ningún gobierno es legítimo a menos que goce del consentimiento de los gobernados, y ese consentimiento no puede darse salvo mediante la regla de la mayoría.
El pensador inglés formula el principio fundamental que la fuente última del poder soberano es el pueblo, de allí que reconoce el derecho de rebelión popular si un gobierno viola la confianza popular. Este pensamiento tiene influencia decisiva en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, cuando expresa “que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho de reformarla o de abolirla e instituir un nuevo gobierno”.
Para el inglés la democracia no requería de una unidad política pequeña, por lo que se pensaba que refería su teoría para ser aplicada en Inglaterra o en cualquier estado-nación. Creía que el demos debería estar constituido por todos los adultos varones, excluyendo casi sin fundamento explícito a la mujer de los derechos políticos. No desarrolla demasiado las instituciones políticas necesarias para gobernar, aun cuando el gobierno por consentimiento que pregona supone casi obligatoriamente la representación.
VII. Montesquieu (1689-1755)
Este filósofo y ensayista, perteneció al movimiento de la Ilustración francesa, y sus estudios más relevantes fueron referidos a la teoría de la división de poderes.
A través de su obra maestra, El espíritu de las leyes (1748), tuvo una firme influencia sobre Rousseau, y también sobre los padres fundadores norteamericanos, como John Adams, Jefferson y Madison.
Montesquieu rechaza la clasificación de Aristóteles, y distingue tres tipos de gobierno: la monarquía (una persona gobierna sujeta a leyes preestablecidas), el despotismo como deformación (gobierna a su voluntad y capricho) y el gobierno republicano (o popular), el que puede ser de dos tipos: la democracia (el pueblo en su conjunto está investido del poder supremo) y la aristocracia (sólo una parte del pueblo).
Destaca la virtud pública, el deseo de alcanzar el bien común, como esencial al gobierno republicano (sea democrático o aristocrático). Habrá de tener fuerte eco en el Federalista N° 10 de Madison, cuando afirma que sin una virtud pública firme, es probable que la república democrática sea destruida por el conflicto entre diversas «facciones», cada una de las cuales persigue su propio interés mezquino a expensas del bien público más amplio.
En su contribución fundamental, Montesquieu dice que: “En cada Estado hay tres clases de poderes: por el legislativo, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el ejecutivo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones y por el judicial, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares”.
VIII. David Hume (1711-1776)
Este pensador escocés fue un miembro destacado de la Ilustración, y se sostiene que tuvo una gran influencia en los padres norteamericanos.
Muchos lo vieron como un conservador político, por su expresada desconfianza a los intentos de reformar la sociedad. No formó parte ni de los Whigs ni de los Tories, se mostró simpatizante de la democracia, aunque con restricciones. Creía en el progreso social, que se daba, según él, en sociedades civilizadas, abiertas, pacíficas, sociables.
Partidario de la separación de poderes, de la descentralización y de la extensión del sufragio a todos los propietarios, su influencia sobre Madison tal vez fue mayor que la de Montesquieu, sobre todo en el Federalista 10, cuando Madison descarta el término democracia para el tipo de gobierno basado en la representación, prefiriendo el de república, todo con el fin de disminuir el potencial destructivo del faccionalismo.
IX. Juan Jacobo Rousseau (1712-1778)
El filósofo franco-helvético, fue el pensador más influyente de la Revolución Francesa. Su legado de pensamiento tal vez esté expresado en su obra cumbre El contrato social (1762), cuando expresa que “el hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”.
Si bien fue considerado como el demócrata más radical, su obra se presenta contradictoria respecto a su concepción de la democracia como sistema aplicable para el gobierno de las grandes comunidades.
Según Rousseau, la democracia es incompatible con las instituciones representativas, “en el instante en que un pueblo consiente en ser representado, ya no es libre, ya no existe”. Ante la imposibilidad de las democracias directas en los estado-nación, Rousseau es pesimista en lo referido a las posibilidades de la democracia como forma de gobierno.
Decía que “es contrario al orden natural que los muchos gobiernen y que los pocos sean gobernados...resulta inimaginable que el pueblo se reúna permanentemente para dedicar su tiempo a los asuntos públicos”. Coincidiendo con los críticos de la época, sostenía que “no hay gobierno tan susceptible a las guerras civiles y a las agitaciones intestinas como el gobierno democrático o popular”, rematando con contundencia que “si existiera un pueblo de dioses, su gobierno sería democrático. Un gobierno tan perfecto no es para los hombres”.
Contrario al gobierno por representación, sólo en un momento lo admitió de manera general, cuando se discutía la forma de gobierno de Polonia, al decir que no había otra alternativa que la representación, sin dar mayores detalles.
X. John Stuart Mill (1806-1873)
Filósofo inglés, importante teórico de la doctrina ética del utilitarismo. La famosa formulación de Mill del utilitarismo, se conoce como el «principio de la mayor felicidad» («greatest-happiness principle»): “uno debe actuar siempre con el fin de producir la mayor felicidad para el mayor número de personas, dentro de lo razonable”.
El argumento utilitarista por el cual Mill considera que la sociedad puede ejercer el poder sobre el individuo, es el principio del daño o principio del perjuicio (“harm principle”).
En su obra Sobre la Libertad sostuvo que “El único propósito con el cual puede ejercerse con justicia el poder sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada, contra su voluntad, es prevenir el daño a los demás. Su propio bien, ya sea físico o moral, no es justificación suficiente”.
Con fundamento en el utilitarismo filosófico abogó por libertades fundamentales tales como la libertad de asociación y la libertad de pensamiento y discusión.
Considerado como el primer feminista, elabora argumentos poderosos en favor del voto femenino, hasta el momento negado por todos los filósofos que lo precedieron.
En su libro Consideraciones sobre el gobierno representativo (1861) precisa rasgos de gobierno muy importantes, todavía no aplicados en la Europa Continental ni en los Estados Unidos.
XI. Jhon Dewey (1859-1952)
Fue considerado el filósofo estadounidense más importante de la primera mitad del siglo XX, y aunque sus principales textos versaron sobre educación, dejó importantes conceptos sobre la democracia.
Ese especial énfasis que pone en la educación para el alcance de hábitos democráticos en la ciudadanía, lo llevó a denominar a las escuelas públicas como iglesias de la democracia.
En Democracia y educación (1916), señaló que, más que una forma de gobierno, la democracia es un modo de vida asociada en la que los ciudadanos cooperan entre sí para solucionar los problemas comunes a través de vías racionales. Para él, la democracia es la forma de gobierno más deseable, dado que solamente ella provee las clases de libertad necesarias para el autodesarrollo y el crecimiento individual (entre otras, libertad de intercambiar ideas y opiniones con otros, libertad para formar asociaciones con otros para alcanzar objetivos comunes, libertad para determinar y luchas por la propia concepción de la buena vida).
La participación democrática, según Dewey, supone hábitos mentales críticos e inquisitivos que sólo se adquieren en la edad temprana, mediante la educación.
Si bien su aporte no fue abundante en orden a propuestas concretas sobre las formas que debían adoptar las instituciones democráticas, sostuvo que nadie puede desarrollar su pleno potencial salvo en una democracia social o en un estado de bienestar democrático, abogando por firmes facultades de regulación. Dentro de las características más importantes de la democracia social, incluyó el derecho de los trabajadores a participar en el control de las empresas que los emplean.
Criticó duramente a quienes opinaban que la gente en general es incompetente para decidir sobre las cuestiones públicas, rechazando toda forma de elitismo democrático.
XII. Jürgen Habermas (nacido en 1929)
El filósofo alemán rescata en el ejercicio democrático la interacción mediada por el lenguaje, que amplía lo que para Karl Marx se reducía al trabajo como eje social.
A partir de lo que llamó una situación de discurso ideal, argumenta la idea de lograr un consenso racional. Los participantes intercambiarán, sin límite de tiempo, opiniones sobre la base de la razón y en una atmósfera absolutamente libre de cualquier coerción no racional, incluso la física y psicológica.
Ese modelo, aun cuando resulte difícil llevarlo a la práctica, servirá como base para la discusión pública libre y abierta, a través de las cuales se resuelvan en las democracias reales los grandes interrogantes políticos y las políticas públicas.
XIII. John Rawls (1921-2002)
Considerado uno de los filósofos políticos más importantes del siglo XX, el estadounidense es, tal vez, el teórico más relevante del estado de bienestar capitalista democrático moderno.
Rescata la teoría contractualista que había sido abandonada luego del siglo XVIII, y a partir de la misma de desarrolla el concepto del velo de ignorancia, en su libro Teoría de la justicia (1971).
La diferencia fundamental entre Rawls y la mayoría de los filósofos que defendían los principios democráticos, desde Mill hasta mediados del siglo XX, es que éstos fundaban sus teorías en consideraciones utilitaristas -los sistemas de gobierno con carácter democrático tienen más posibilidades que otros sistemas de producir un mayor grado de felicidad (o bienestar) a una mayor cantidad de gente-; en cambio, Rawls lo hizo en orden a los principios de justicia, igualdad y derechos individuales (no utilitaristas).
Imaginó una situación hipotética, en la que se interrogaría a un grupo de personas –antes de su ingreso al compromiso del contrato social-, ignorantes de todos los hechos sociales y económicos, para que definan las instituciones políticas bajo las cuales querrían vivir.- Teniendo en cuenta que, tras el velo de ignorancia, ninguna conocería el grupo social al que pertenecería (menos aún si éste está privilegiado o desfavorecido en el contexto social) y por lo tanto rechazaría las instituciones justificadas por motivos utilitaristas.
De tal modo, las personas se verían inducidas a adoptar reglas que tengan que ver con la ética y la justicia en las relaciones sociales, tales como la igualdad en el grado de libertad de las personas, la posibilidad universal de buscar cargos y lugares de mayor recompensa, y la distribución de la riqueza en la sociedad, que debería ser tal que quienes tienen menos estén mejor de lo que estarían bajo cualquier otra distribución, sea pareja o desigual.
¿POR QUÉ LA DEMOCRACIA ES MEJOR?
Que en el siglo XXI la mayoría de los habitantes del mundo vivan en países en los que rige el sistema democrático, debería llevarnos a concluir que es el mejor sistema de vida y de gobierno.- Sin embargo, el incumplimiento de muchos objetivos sociales e individuales de la democracia contemporánea, han llevado a muchos autores a teorizar acerca de la existencia de un “malestar” con la misma.- Ciertamente que, puestos en el análisis de las precondiciones teóricas para la organización de la vida civilizada, seguramente surgirán parámetros que nos conducirán a determinar los sistemas más adecuados. Cuestión distinta es, a la luz de los resultados, la demostración de la idoneidad del sistema para el cumplimiento de las precondiciones que nos llevaron a determinar como el mejor.
1. ¿El sistema democrático está determinado por un imperativo moral? La pregunta que formulamos de modo liminar es el presupuesto del análisis. En la definición de un sistema de convivencia, ¿juegan exclusivamente razones utilitarias o también razones morales? ¿hemos de considerar parámetros éticos de legitimidad para la elección de la forma de gobierno?, ¿existe una razón moral que legitima el gobierno democrático por encima del resto? ¿la monarquía o la aristocracia padecen de un vicio de inmoralidad del que carece la democracia? Estos interrogantes tuvieron su respuesta a lo largo de la historia, en el análisis de los filósofos desde la antigüedad hasta el presente.
Se estableció de modo generalizado en la doctrina política moderna, que las dos bases fundamentales de la democracia son la libertad y la igualdad, de modo tal que resultan valores que son inherentes y resultan los pilares éticos sobre los cuales se asienta el sistema.
En nuestra opinión, siguiendo a Rawls, consideramos que existe en la democracia un componente moral que la legitima como el resultado natural de la esencia humana. El derecho de decidir acerca de su propio destino, es ínsito a la esencia del ser humano como individuo y como conviviente con otros de su misma especie. Si la democracia es la posibilidad de vivir y gobernarse en el marco de las decisiones, las capacidades y los intereses de los propios seres humanos, moralmente no existen justificativos que avalen que determinadas personas de la sociedad –una élite- tengan personalidad atributiva por sobre las otras.
De manera tal que, tanto la monarquía, la aristocracia, la autocracia y todo sistema que imponga la superioridad de una parcialidad iluminada, ya sea de una persona o de un grupo, por sobre el conjunto, no tiene justificativo racional ni moral.
2. ¿Cuáles son los justificativos utilitarios de la democracia? Con parámetros de eficiencia y resultado, ¿por qué hemos de considerar a la democracia como el mejor sistema para manejarnos en una sociedad? ¿por qué es mejor un gobierno popular? ¿por qué una comunidad estaría mejor gobernada si las decisiones se adoptan con la opinión del mayor número de personas posible? ¿por qué la democracia es mejor que la monarquía o que la aristocracia? ¿por qué una persona “iluminada”, o una élite capacitada, no son potencialmente más idóneas para adoptar mejores decisiones que un universo de personas, muchas sin la preparación adecuada? ¿Es la democracia sistémicamente más adecuada para el gobierno de una comunidad? ¿Su vigencia depende de sus resultados?
Las razones filosóficas de la superioridad del sistema democrático sobre otros, fundamentadas en el utilitarismo, fueron expuestas por los autores desde Mill hasta mediados del siglo XX.
Sin embargo, la justificación pragmática a las concepciones utilitarias, están dadas por las experiencias que determinaron una expansión sustancial del sistema durante los siglos XX y XXI24:
3. Fallas en los sistemas no democráticos. Las alternativas, antiguas y modernas, padecieron problemas que las hicieron poco atractivas. Con la victoria aliada en la Primera Guerra Mundial, los antiguos sistemas de la monarquía, la aristocracia y la oligarquía dejaron de ser legítimos. La derrota italiana y alemana en la Segunda Guerra Mundial, desacreditó la alternativa fascista. Con el colapso económico y político de la Unión Soviética en 1990-91, el comunismo se redujo notablemente en el contexto mundial y se hizo nada atractivo para nuevas incursiones. Las dictaduras militares de las décadas de los 80’ y 90’ en América Latina, desaparecieron por razones similares.
4. Economía de mercado.- La debacle de los sistemas no democráticos, trajo también el desafecto por los sistemas fuertemente centralizados con control estatal. La expansión económica generada por sistemas descentralizados, favorecieron el desarrollo democrático, el pronto acceso a información confiable, niveles de educación relativamente altos, la facilidad para el movimiento de personas y el Estado de derecho. ¿Es el sistema capitalista una precondición para la democracia?
Si bien el capitalismo, en opinión de Carlos Galli25, no es en sí mismo democrático (nace con el colonialismo, la esclavitud, la servidumbre, la piratería), “constituye la precondición histórico social de la democracia –necesaria pero no suficiente-, es decir, el desarrollo en algunas áreas de Occidente de condiciones de vida material y de producción económica que incluyen estratos cada vez más amplios de la población en procesos de movilidad, de crecimiento y de emancipación de las autoridades tradicionales (nobles, eclesiásticos, gran burguesía mercantil, sistema social de grupos corporativos)”.
5. Bienestar económico. La promoción de grandes sectores de la población mundial a un superior estándar de vida, en función de la economía de mercado, provocó el florecimiento de los sistemas democráticos. La prosperidad económica de un país incrementa las posibilidades que un gobierno democrático alcance el éxito, así como la pobreza genera la posibilidad de gobiernos demagogos antidemocráticos que prometen soluciones simples e inmediata a los problemas.
6. Cultura política. En muchos países, a pesar de haber atravesado agudas crisis económicas y políticas, se explica la continuidad de la democracia por el hecho de que en sus sociedades existía una cultura de creencias y valores democráticos ampliamente compartidos. En países con cultura democrática débil, es probable que las crisis reviertan hacia un régimen no democrático.
Cuáles serían los rasgos que destacaron en la democracia del siglo XX:
a. Menos probabilidades de autocracias. Está probado que con ella es menos probable –no imposible- que el gobierno sea ocupado por autócratas autoritarios.
b. No a la Guerra. Las democracias no libraron guerras entre sí.
c. Prosperidad. Los países tienden a ser más prósperos que aquellos que viven en sistemas no democráticos.
d. Desarrollo Humano. La salud, la educación, el ingreso personal y otros indicadores resultan sustancialmente mejores en países democráticos.
e. Libertades, derechos e intereses. Sin dudas que las personas gozan de una más amplia gama.
f. Responsabilidad política. El pueblo asume la responsabilidad moral por el peso de sus propias selecciones.
g. Autogobierno. Oportunidad de vivir bajo las leyes de propia elección.
h. Igualdad política. Mayor que en otros sistemas.
18 Galli, ob.cit.,p15
19 (Discurso fúnebre de Pericles tal y como lo recogió Tucídides (II, 37).
20 Platón, “La República”
21 Galli, ob. Cit. P.16
22 Dhal, ob. Cit., p.22
23 Dhal, ob.cit, p.23
24 Dahl, ob. Cit.
25 Galli, ob. Cit., p.34