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Presentación Elogio de la escuela:
Pensar un oficio
más allá de la profesión

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Caroline Jaques Cubas y Karen Christine Rechia 1

Entre mi dedo y mi pulgar

la pluma pesada descansa; ajustada como un arma.

Debajo de mi ventana, un limpio sonido áspero

cuando la pala se hunde en el suelo lleno de grava:

mi padre, cavando. Yo miro abajo

hasta que la tirante espalda entre los surcos,

inclinándose, emerge como hace veinte años

doblándose a su ritmo a través de los surcos de papa

donde él estaba cavando.

Con la bota enclavada en la agarradera, el eje

contra el interior de la rodilla, apretado con fuerza,

él arrancaba tallos altos, enterraba el filo brillante

esparciendo las nuevas papas que habíamos cogido

amando su fría dureza en nuestras manos.

Por dios, el viejo sabía usar una pala.

Igual que su padre.

Mi abuelo cortó más turba en un día

que ningún otro hombre en el pantano de Toner.

Una vez le llevé leche en una botella

mal tapada con un papel. Se enderezó

para tomársela. Luego siguió

cortando y rebanando con precisión, lanzando césped pesado

sobre su hombro, yéndose más abajo

detrás de la buena turba. Cavando.

El frío olor del mantillo de papa, la aplastada

turba empapada, los rápidos cortes de un filo

en las raíces vivas, despiertan en mi cabeza.

Pero no tengo pala para seguir a hombres como ellos.

Entre mi dedo y mi pulgar

la pluma pesada descansa.

Yo cavaré con ella.

Seamus Heaney.

Oficio, repetición, linaje, cuerpo, lentitud. El poema de Seamus Heaney que inaugura esta presentación no trata del oficio de profesor. Pero sus versos dibujan imágenes que han atravesado nuestras conversaciones y conformado nuestra manera de ver, pensar y hablar sobre lo que somos y lo que hacemos.

Sostener la pluma, en la primera y en la última estrofa, aparece, en esta lectura, como la evocación de un gesto: el gesto de la vida estudiosa. En ese sentido, cuando el arma se sustituye por la pala, el gesto se lentifica, se vuelve menos inmediato, más insistente, gana aires de oficio y de modo de vida. Aquí una primera aproximación: creemos que ser profesor es un modo de vida (Larrosa, 2018). Un modo que se hace visible a través de formas particulares y de gestos precisos. De esos que moldean el cuerpo al oficio. Pensar el oficio como un modo de vida nos lleva a verlo como eso que “hace que alguien se comporte de un modo consecuente con lo que es” (Larrosa y Rechia, 2018: 300). La forma, así, pasa a ser constitutiva de lo que se es.

No es la primera vez que la forma captura nuestra atención. Ha estado presente en nuestras conversaciones sobre la escuela, sobre la educación y, ahora, en este libro, sobre el profesor. Publicado en 2018, el libro Elogio de la escuela anunciaba ya, en sus páginas iniciales, la potencia de la forma en detrimento de la función. En aquella ocasión, la palabra elogio fue tomada en su sentido etimológico y se convirtió en una proposición:

Elogio. Del latín elogium y del griego elegeíon. Con la raíz indoeuropea leg. Remite a una inscripción, normalmente un dístico, escrita sobre una tumba o sobre una imagen con la intención de alabar o elogiar al difunto o al personaje. De ahí su parentesco con epitafio (formada por el prefijo epi, sobre, y el sustantivo taphos, tumba) y con elegía (composición poética, normalmente escrita en dísticos, para lamentar la pérdida de algo o de alguien). (Larrosa, 2018: 12)

Elogiar la escuela podría ser tanto cantar sus cualidades como su final. En ambos casos, se trató de destacar la forma y de mostrar la escuela. Convertirla en asunto, ponerla sobre la mesa y prestarle atención. Y así se hizo.

Insistimos en ello y volvemos ahora a nuestro elogio del profesor. Imbuidos en la idea de linaje, presente tanto en los versos de Heaney como en los textos que componen el presente volumen, no pensamos en el profesor desde un modelo general o un tipo ideal, sino en un profesor encarnado que, en lugar de palas para cavar, hace uso de otras herramientas (libros, cuadernos, lápiz, pizarra, tiza) a través de las cuales constituye su artesanía y sus gestos fundamentales.

Los textos que aquí se presentan responden a otra proposición redactada, como una llamada, para un conjunto de actividades convocadas bajo el nombre de Elogio del profesor y que tuvieron lugar en septiembre de 2018, en Florianópolis, Santa Catarina:

Las nuevas formas de definir la “función docente” (esas que se derivan de la así llamada “cultura del aprendizaje”) están destruyendo el oficio de profesor. Con el espantajo de la ‘crítica al profesor tradicional’, el chantaje empresarial de la calidad y la innovación, la redefinición neoliberal de las funciones de la escuela y la ayuda de un lenguaje anti-institucional y antiautoritario digno de mejor causa, ese oficio que Hannah Arendt relacionaba con la transmisión y la renovación del mundo común está siendo descualificado y arrasado, y las personas que lo ejercen están siendo reconvertidas en mediadores, coachers, animadores de aula, entrenadores en competencias, gestores de emociones o facilitadores de aprendizajes, al mismo tiempo que están siendo sometidas, cada vez más, al control y al reciclaje permanente, a la precariedad laboral, a la pérdida de su autoridad simbólica y de su autonomía profesional y, lo que es peor, a la disolución del sentido público (y, por tanto, independiente) de su trabajo2.

Incitados por esa llamada, los autores de este libro respondieron a la proposición dedicando tiempo y atención a las formas y los gestos que, de alguna manera, componen este oficio común. En tanto que dedicar la debida atención al profesor exigía una cierta materialidad, la edición brasilera del libro Esperando no se sabe qué (2018b)3, de Jorge Larrosa, nos sirvió como materialización del oficio y de nuestro asunto común4, así como el libro P de profesor (Larrosa y Rechia, 2018), que trata del mismo asunto, construido como un diccionario sobre ese mismo oficio5 y que fue, también, colocado “sobre la mesa” en nuestras conversaciones.

Puesto que el “Elogio del profesor” se caracterizó, como hemos dicho, por ser un conjunto de actividades con un tema en común y con la participación de diferentes personas que compartían su buena disposición y su ánimo estudioso, presentamos aquí lo que resultó de ese esfuerzo colectivo.

En la primera parte del libro, “Elogios”, los autores presentan sus cantos personales, celebrando aspectos particulares del oficio en lo que tiene de público y de común. En “Hacer escuela. La voz y la vía del profesor”, Jan Masschelein retoma algunos aspectos de su defensa de la escuela, particularmente los que se refieren a las tecnologías y al ethos del profesor, resaltando lo que se refiere al maestro de escuela. Por su parte, Fernando Bárcena presta atención al estudio y a los espacios del estudio en “Noticias del interior de un aula. Desde un cierto amor al estudio”. A partir de relatos bastante personales, dibuja el oficio de profesor como un modo de vida, a veces solitario y a veces melancólico, en el que se refleja su amor por el mundo y por el estudio. Como cierre de esa primera parte, Jorge Larrosa hace algunas preguntas en relación con la noción arendtiana de mundo y su relación con la escuela y con lo que en ella se enseña. En ese sentido, presenta algunas escenas escolares y hace interesantes observaciones teóricas dirigidas a dignificar y a dar lugar a los “gestos ínfimos de los profesores” en la cotidianeidad escolar. A partir de la distinción entre las “cosas de comer”, las “cosas de usar” y las “cosas de mirar” de Santiago Alba Rico –inspirada en Hannah Arendt– en la salida de campo a un cementerio mediterráneo se hacen presentes las nociones de transmisión, comunicación y renovación del mundo. Además, al explicitar una idea de mundo, Larrosa también atribuye a la escuela tanto su salvaguarda como su autoridad.

En “Notas al margen”, la segunda parte de este libro, los textos son resultado de ejercicios de lectura de los libros de Jorge Larrosa citados anteriormente. Hacen comentarios y dirigen preguntas a su autor, los cuales son respondidos en una invitación a una conversación que no se cierra.

Gláucia Dias da Costa, en “Manos de maestro. Una conversación con Jorge Larrosa”, discurre acerca de El profesor artesano y destaca lo que ella llama los dos movimientos del texto. Por un lado, el desarrollo reflexivo de un curso tras su finalización y, por otro, los caminos recorridos por el propio profesor a partir de la pregunta: ¿qué es eso de ser profesor?”.

“Elogios y elegías”, primera parte de Esperando no se sabe qué, recibió la atención de Ana María Preve y de Maximiliano López. A partir de una cierta tristeza al mirar para el aula, la escuela y la universidad, Ana María Preve escribe “Hacer que alguien se dé cuenta de algo. Notas reflexivas” y observa lo poco que queda después del enorme esfuerzo destinado a cumplir las obligaciones que tienen que ver con lo que debe ser presentado por un profesor. Al mismo tiempo, destaca el papel del estudio y de los ejercicios en la forma particular como el autor “canta el oficio dándole existencia”. En “Gratuidad y promoción” y en “Lo inapropiable”, Maximiliano López parte de la observación atenta de la sala de aula para revisitar ideas constitutivas de la noción de skholé como la de separación, la de cultivo de una relación estudiosa, y la de igualdad.

Luiz Guilherme Augsburger se dedica a la segunda parte de Esperando no se sabe qué, “Incidencias y coincidencias”, y considera las conversaciones sostenidas por Jorge Larrosa en tres meses de cursos y conferencias por América Latina sobre el oficio y sobre el modo de vida que se constituye a partir de maneras particulares de ser. A partir de ahí, en “Philia, phylum y el oficio de profesor. Pensar de nuevo viejas palabras”, se atiene a las palabras “amistad” y “linaje” para repensar y ejercitar el combate (o no) por el sentido de las palabras. Esas mismas conversaciones y los temas que las atraviesan interesaron a Fernando Bárcena que, en “La novela (camuflada) de un profesor andante” nos invita a compartir un itinerario formativo bastante personal.

La tercera parte de este Elogio, “Una skholé para profesores”, consiste en diversas anotaciones sobre el oficio de profesor a partir de lecturas y vivencias compartidas. El tema abordado por Caroline Jaques Cubas en “Notas sobre las prácticas en la formación de profesores. La preparación en un oficio intransitivo” es la formación inicial de profesores. Ahí, la autora trata de las prácticas supervisadas como de una skholé para profesores, en la medida en que esta etapa inicial de su recorrido de formación permite transformar el oficio en materia de estudio. Por tanto, destaca la relevancia de un diálogo efectivo y horizontal entre escuela y universidad, situando en él la única posibilidad efectiva de atender a las materialidades del oficio y a sus gestos fundamentales.

Karen Christine Rechia, en “Hay todo un mundo debajo de ti. Breves anotaciones sobre la escuela y las preguntas e imágenes que la atraviesan”, hace una operación de aproximación con la película Encuentros en el fin del mundo, del cineasta Werner Herzog, con la intención de formar una cierta mirada hacia la escuela y sus sujetos, así como hacia el sentido que se le da a la formación docente en su interior. Destaca la posibilidad de producir algunas imágenes en el mundo escolar, vislumbrándolo desde un encima y un debajo del hielo, como portadoras de, al menos, esas dos miradas.

En “Cuando el mundo nos mira. Sobre el privilegio de haber tenido profesores”, Fabiana Olarieta habla de una cierta nostalgia del lugar de alumna, de “alguien que se quedó sin profesores”, y utiliza esa idea de pérdida para pensar el oficio de profesor. Al mismo tiempo, afirma que sólo a partir de los propios profesores es posible formar un cierto mirar para el mundo y un cierto hacer-se profesora.

La última de esas conversaciones, mediada por Adriana Fresquet, intenta aproximar dos concepciones de “plano” a partir de dos áreas como el cine y la educación. Con el título de “Plano de cine / plano de aula”, el cineasta y profesor de cine Cristiano Burlan y el filósofo de la educación y profesor Jorge Larrosa cotejan elementos del cine y del aula, así como las diferencias y semejanzas entre el saber y el hacer en los dos oficios.

La cuarta y última parte del libro, “Ejercicios”, presenta una serie de actividades distintas que tuvieron lugar en momentos diferentes y con grupos diversos. Todas ellas se encuentran en la medida en que tratan de dedicar atención y, así, posibilitar un pensamiento detenido y cuidadoso sobre el oficio de profesor.

Melissa Ferreira inicia su “Ejercicios escolares para impedir que el mundo se deshaga” deteniéndose en los distintos sentidos atribuidos a la palabra ejercicio. Después de tratarlo como una especie de gimnasia de la atención, presenta una colección de ejercicios realizados durante un curso impartido por el profesor Jorge Larrosa en septiembre de 20186. Entre ellos destacamos “historias invisibles”, “cartas de amor” y “retrato de profesor” como representativos de una cierta disciplina de la mirada. Una mirada que, cuando es atenta, interesada y disciplinada, permite la apertura de mundos, la tarea insoslayable que caracteriza al oficio.

El segundo ejercicio que se presenta fue realizado a partir de los preparativos del II Seminario Internacional “Elogio de la escuela. Sobre el oficio de profesor” que tuvo lugar en el 2018. Durante un año, de 2017 a 2018, un grupo de docentes de educación básica del Colegio de Aplicación (Universidad Federal de Santa Catarina), de educación superior (Universidad del Estado de Santa Catarina) y de estudiantes y ex-estudiantes de prácticas, se reunió para producir ejercicios y pensamientos sobre el oficio docente, en una escuela que forma profesores. Cada participante se dedicó a perseguir un gesto, un espacio habitado, una serie de objetos, un modo de ser profesor, y se propuso estudiarlo y hacerlo público para el estudio de los otros. El resultado de dichos ejercicios fue una exposición de fotografías y videos. Los textos que la acompañaban pueden ser leídos en “Elogio al oficio docente. Una exposición”.

La última parte de estos ejercicios está centrada en el libro P de profesor, de Jorge Larrosa y Karen Rechia. El diálogo con la obra fue “encargado” a Thereza Cristina Bertazzo Silveira Viana que lo llamó “Profesora y estudiante. Una conversación con Jorge Larrosa y Karen Rechia”. La autora dice que aceptó el desafío desde el lugar que ocupa como profesora de sociología en la educación básica y en una escuela pública. En el proceso, entre una y otra palabra del “vasto diccionario”, como ella dice, se dio cuenta de que la exigencia de decir algo inteligente o inspirador sobre la obra le impedía seguir adelante en la lectura. De ese modo, el ejercicio que ella se propone es leer el libro como una estudiante, anotando palabras, subrayando el libro, dialogando con el texto. En sus propias palabras, “volví al inicio del libro y comencé una nueva lectura. En cuanto leía, despidiéndome de mi papel de profesora y convirtiéndome poco a poco en estudiante, fui dejándome llevar, despreocupadamente aunque no desatenta, por la lectura de cada palabra”. Su texto, más que ofrecer consideraciones sobre la obra, registra y refleja un (bello) recorrido formativo.

Seamus Heaney observa desde la ventana a su padre cavando. La manera como su cuerpo se mueve y produce ciertos gestos encadenados e incorporados hace que el hijo admire el saber hacer del padre: “por dios, el viejo sabía usar una pala. Igual que su padre”. Y así, a través de la ventana de la memoria, evoca una escena de infancia con el abuelo, en el pantano, cuando cortaba cubos de turba. Al mismo tiempo en que, por medio de esa operación, coloca los oficios del padre y del abuelo a distancia, observándolos y describiéndolos, presenta esos oficios como modelos de inspiración de una forma de ser y de actuar. Su viejo “sabía usar la pala”, su abuelo cortó más turba “que cualquier otro hombre en el pantano de Toner”.

Arar, escribir, enseñar, son modos de hacer que envuelven materialidades y gestos que hacen perdurar, todavía en estos tiempos, un cierto tipo de trabajo arduo y constante, portador de un cierto tipo de responsabilidad, herederos de un cierto mundo común y compartido.

Entre el dedo y el pulgar, la pluma pesada descansa. Juntemos a ella el lápiz, la tiza, la pizarra y el cuaderno. Y vamos a cavar con ellos.

Referencias bibliográficas

Larrosa, J. (ed.) (2018) Elogio de la escuela. Buenos Aires. Miño y Dávila editores.

Larrosa, J. (2018b) Esperando não se sabe o quê: sobre o ofício de professor. Tradução Cristina Antunes. Belo Horizonte. Autêntica.

Larrosa, J. (2019) Esperando no se sabe qué. Sobre el oficio de profesor. Barcelona. Candaya. Hay edición argentina en Buenos Aires. Noveduc.

Larrosa, J. (2020) El profesor artesano. Materiales para conversar sobre el oficio. Barcelona. Laertes.

Larrosa, J. y Rechia, K. (2018) “Oficio”, en P de profesor. Buenos Aires. Noveduc.

Larrosa, J. y Rechia, K. (2018b) P de Professor. São Carlos: Pedro & João Editores.

Simons, M. y Masschelein, J. (2014). Defensa de la escuela. Una cuestión pública. Buenos Aires. Miño y Dávila editores.

Elogio del profesor

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