Читать книгу El diablo - Jorge Manzano Vargas SJ (†) - Страница 15
CONCLUSIÓN
ОглавлениеNo podemos negar que el poder del mal está ahí. Y, tradicionalmente, la fe ha utilizado la figura del diablo para expresarlo ¿Qué significa, entonces, el demonio como representación de este poder?
1. No se trata de un dios malo frente a un dios bueno, como sucedía en el dualismo iranio. Solamente hay un Dios fuente de toda la realidad y señor de toda la historia.
2. Dios no es la causa del mal. En los diversos relatos populares sobre el origen del demonio en cuanto ser malo, siempre se dice que el demonio se opuso a Dios libremente. El mal es fruto de la oposición a Dios.
3. El mal es un misterio. Tal vez mejor que ningún otro símbolo, la figura del diablo subraya el carácter de misterio que tiene el poder del mal. El mal y su fuerza es anterior a mi propia decisión personal. Cuando llegamos al mundo, nos encontramos ya aquí el pecado y la muerte, el mal y el sufrimiento. La existencia humana está afectada por la separación de Dios anteriormente a la propia responsabilidad (esto se expresa en la fe cristiana por medio del pecado original). El poder del mal es anterior a la actuación y responsabilidad de la humanidad. No es creado por Dios. Nos encontramos, pues, ante un misterio. En palabras de Pablo VI: “El mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa”. (48)
4. Todos los males que afectan al hombre tienen una única raíz: el egoísmo. En el caso del demonio, las categorías de su actuación son la muerte, la tentación y la mentira.
5. A la pregunta de si el demonio es un ser personal, responden algunos afirmativamente, ya que tanto los diferentes títulos con que se describen sus manifestaciones —principados, potestades, espíritus malignos, etcétera—, como toda su actuación descubren proyecciones de una inteligencia que actúa con fines concretos y de una voluntad dotada de libre albedrío. Otros opinan que sería un exceso atribuirle el ser persona, pues un ser personal es capaz de relación, de apertura, de amor. En el caso del demonio, su personalidad radica en enfrentarse a Dios y al hombre (de ahí su nombre hebreo: el adversario). Es un poder que combate, que está en una relación de enfrentamiento con Dios, con la historia y conmigo. El diablo no es apertura, sino cerrazón; no es amor, sino egoísmo. Es negación de la relación, la anti–relación, la cristalización del egoísmo.
6. El mal ha sido vencido por Jesucristo. El diablo, el poder del mal en su centro y en sus manifestaciones, en su misterio y en su fuerza, ha sido vencido definitivamente por Jesucristo, cuya vida y enseñanzas se despliegan totalmente en la dirección contraria: la del amor y el servicio. El amor de Jesús desenmascara y supera todo egoísmo, y encuentra su culminación en la cruz; en la pasión y muerte de Jesús queda para siempre resquebrajado el poder de Satanás. En Jesucristo, muerto y resucitado, triunfa definitivamente el poder de Dios:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? En todo esto logramos plenamente la victoria gracias al que nos ama; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni el presente, ni el futuro, ni las potencias, ni el alto cielo, ni el abismo profundo, ni ninguna otra creatura podrá separarnos del amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro. (49)