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CENTRARSE EN LA PERSONA

El caso de la 2329, el hígado de la 2, la hemoglobina de la 8, el timbre de la 16, y dale y dale. Por más que en todos los congresos de salud y de acompañamiento se hable de la necesidad de personalizar y humanizar la atención a las personas, seguimos anclados en dinamismos que no favorecen una consideración integral de la persona. Voces reiteradas en diferentes lugares del mundo reivindican un modelo de atención centrado en la persona, tanto en la enfermedad como en la dependencia. Es una clave fundamental para la visita al enfermo.

¿Conseguiremos realizar los cambios necesarios para promover una medicina centrada en la persona? ¿Será que la atención a los enfermos y a la dependencia superará viejos modelos de atención individualizada, pero al fin y al cabo seriada, porque es igual para todos en cuestiones de hospitalidad, de institucionalización, de normas de funcionamiento y protocolos? ¿Estamos realmente en camino? ¿No habíamos empezado con el surgimiento de la psicología humanista y con el desarrollo de la psicología positiva y los movimientos en torno al holismo?

Los significados

Hay quien presenta este modelo de «atención integral centrada en la persona» como algo bien articulado en dos características consustanciales: la integralidad y la centralidad de la persona.

Cuando hablamos de atención integral, clave del acompañamiento y visita a los enfermos, lo que se busca es el desarrollo de una forma de atender y de una serie de servicios que van más allá de la mera prestación de atenciones médicas biologicistas y centradas en las necesidades. Se busca una articulación de los programas y servicios que permita el desarrollo máximo de los proyectos vitales de las personas en su entorno.

Por otro lado, además de la integralidad, la atención ha de estar centrada en la persona, es decir, ha de ir más allá de la atención individualizada clásica, muy centrada en las necesidades detectadas en la persona, y deberá hacer el esfuerzo por adaptarse a las características individuales de cada uno, estimulando y apoyando que la persona participe activamente en su proceso de atención, cuyo objetivo final es siempre el apoyo para el desarrollo de los proyectos de vida a los que aspire cada cual.

En el fondo, desde el modelo de atención integral centrada en la persona, los servicios formales se constituyen como valiosos apoyos para el bienestar de las personas. La visita al enfermo debería inspirarse en este enfoque.

Salud personal, no solo biológica

Este es el fondo del modelo de acompañamiento personal –relación de ayuda, counselling– que impartimos en el Centro de Humanización de la Salud desde hace quince años.

En realidad, en el fondo, la visita al enfermo debería impregnarse de los conocimientos del mundo del counselling, detrás del cual hay una antropología, obviamente. En todos los escenarios pretendidamente humanizadores se habla de «holismo», de consideración integral de la persona. En efecto, uno de los indicadores de un cuidado humanizador es la consideración de la persona ayudada en sentido holístico. La palabra «holístico» no está en el Diccionario de la Real Academia. Proviene del griego holos: todo, entero, total, completo, y suele usarse como sinónimo de integral.

El counselling centrado en la persona comporta acompañar en sentido holístico. Esto significa considerar a la persona en todas sus dimensiones, es decir, en la dimensión física, intelectual, social, emocional, espiritual y religiosa. Este modelo es sumamente útil para pensar todo tipo de visita al enfermo.

El counselling tiende a promover salud integral (holística). Es decir, queremos que la persona visitada haga experiencia de salud en su cuerpo; la haga también como armonía y responsabilidad en la gestión de su vida (con sus recursos, límites y disfunciones).

Así, una persona está sana físicamente cuando, al considerar su cuerpo, lo cuida y lo trata más que como cuerpo animal; lo ve en su aspecto de corporeidad: el ser humano entero en el cuerpo, superando viejos dualismos que veían a este como cárcel del alma y, en todo caso, con sus connotaciones negativas. El cuerpo humano, en efecto, evoca y vehicula la dimensión relacional. Se da salud física, pues, también con grandes límites en el cuerpo, como de hecho sucede cuando las personas sufren diferentes tipos de discapacidades.

De la misma manera, acompañar a la persona en sentido holístico supone generar salud también en el ámbito mental. La salud mental no es solo ausencia de patologías psíquicas, sino que la entendemos como apropiación de las propias cogniciones, ideas, teorías, paradigmas, modos de interpretar la realidad, libres de obsesiones y visiones cerradas y pretendidamente definitivas de las cosas y de la vida. A esto puede contribuir mucho el counselling.

Igualmente, la visión integral de la persona en el counselling comporta acompañarla a promover salud relacional, salud en la dimensión social. Se dará salud relacional cuando se pueda decir que una persona se relaciona bien consigo misma porque experimenta un cierto equilibrio en la relación con su cuerpo, porque promueve el autocuidado, la belleza, la autoestima. Una persona vive sanamente su dimensión relacional cuando experimenta paz con su «ser tierra», cuando se relaciona positivamente con toda la geografía humana física, cuando sabe disfrutar y tiene capacidad de posponer la gratificación. Una persona vive sanamente las relaciones con los demás cuando estas están impregnadas de buen uso de la mirada, cuando es capaz de experimentar ternura y vivir el contacto corporal de manera respetuosa y positiva, sin huir de él, pero sin invadir la intimidad ajena ni exhibir la propia. Una persona indica salud relacional cuando se reconoce interdependiente.

La visita al enfermo

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