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Alejamiento entre transnacionalismo y estudios transdiscipinarios

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La discusión entre el transnacionlismo y lo que hemos llamado las posturas transdisciplinarias tuvieron momentos de diálogo productivo. Un ejemplo de ello lo encontramos en la reunión que, auspiciada por la Fundación Wenner Green, se dio en Mijas, España, en 1994, con el título “Transnationalism, Nation­State Building, and Culture”, con la presencia de Bela Feldman Bianco, Partha Chatterjee, Nina Glick Schiller, Stuart Hall, Michael Kearney y Aihwa Ong, entre otros, que marcaba un momento en que se hacía posible la construcción de un acercamiento que produjera una mirada multifacética desde los estudios transnacionales.

Sin embargo, desde la perspectiva de la antropología este proceso se dio en un periodo de crisis al que se denominó el “momento experimental de la antropología” (Marcus y Fischer, 1986), en el que crecieron, al decir de Marcus (1995), las “ansiedades metodológicas”. Los cambios disciplinarios que provocó empujaron, en algunos casos, a la antropología a un punto de ruptura. Al menos éste fue el caso en el departamento donde yo estudié, donde se formaron dos departamentos de antropología: uno como “ciencia antropológica” y otro con una mirada crítica de las posiciones “objetivistas” de la disciplina (situación que perduró durante diez años). Esta tensión en la antropología se expresó en las posturas del transnacionalismo disciplinario en contra de las posturas transdiciplinarias, en particular la de los estudios culturales, y puede encontrarse en los argumentos de dos autores de gran relevancia para el pensamiento transnacional: Michael Kearney y Aihwa Ong.

La preocupación de Michael Kearney (2004a) tenía que ver con el papel de la disciplina antropológica para poder comprender lo humano de una manera “robusta”. Él trabajaba en el Departamento de Antropología de la Universidad de California en Riverside, organizado en los cuatro campos: arqueología, antropología física, antropología lingüística y antropología cultural. Su preocupación era que él identificaba fuerzas centrífugas dentro de la antropología que tendían a separarla por subdisciplinas. El advenimiento de los “estudios culturales” agregaba una tensión adicional entre una antropología humanística y una científica. Esta tendencia a la separación, pensaba él, era probablemente uno de los retos más significativos para la antropología, y fue la razón por la cual adoptó una opinión crítica de cara a los “estudios culturales”, los cuales percibía como una postura que subestimaba la importancia del sustrato biológico de los humanos y del entorno ecológico. Esta problemática ha sido un tema de discusión importante en la literatura estadounidense (Segal y Yanagisako, 2005). Kearney propugnaba por el enfoque de los cuatro campos en la antropología; al mismo tiempo, pensaba, se requiere mantener el enfoque que estudia las bases materiales de la existencia y los enfoques humanísticos que la interpretan como parte de un mismo cuerpo de pensamiento. Estos dos ejes de integración eran la premisa para una teoría integral que permitiese un análisis holístico de lo humano. Éste, según él, era un problema teórico, pero también un problema de la socio logía de la ciencia, pues la disciplina requiere de grupos epistémicos de investigadores que puedan interactuar para pensar en sintonía.

Aihwa Ong, otra prominente antropóloga estudiosa de la transnacionalidad, se expresó también de manera contundente en contra de los “estudios culturales”, los cuales, veía ella, se alejaban de las “grandes narrativas” y con ello de la capacidad de estudiar los aspectos materiales de la condición transnacional. Su argumento fue que el acercamiento de los antropólogos con las humanidades después de la Guerra Fría cedió terreno a posturas que tomaron el estudio de la cultura como texto, generando un discurso “poscolonial elitista que ignora las estructuras de poder en la construcción de la identidad y el cambio social” (Ong, 1999:241). El riesgo, sostenía Ong, era que el resultado de este diálogo interdisciplinario fuese una “antropología ‘lite’ que no fuera capaz de capturar el juego entre ‘cultura y formas materiales de vida’” (Ong, 1999:242). Desde sus primeros estudios, el trabajo de Ong se caracterizó por su interés en el papel de la cultura para comprender la dinámica entre subordinación y resistencia en contextos laborales. Recurrió al instrumental de Foucault para estudiar la relación entre cultura y capitalismo, destacando el papel de las “microtecnologías de poder” con las cuales los sujetos del capitalismo se regulan a sí mismos (Foucault, 1988a:83). Debido a que Foucault no analizó directamente las relaciones entre las prácticas discursivas y la reproducción sistémica del capitalismo, también recurrió Ong al trabajo de Frederic Jameson para explicar que la reproducción cultural tiene una base en la reproducción simbólica del capitalismo (Jameson, 1991:291).

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