Читать книгу Hasta donde llegue la vista... - José Flores Ventura - Страница 10

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“El Mode”, el indigente del oriente

Deambulando por las calles del oriente de la ciudad, el hombre más cuerdo de todos los que ahí habitamos no se inmuta ante el extremo calor ni ante las balas que, casi a diario, pasan zumbando por Otilio y el periférico, sus lugares predilectos, bajo la sombra del puente. Con pantalón rasgado, a veces sin camisa, si tiene frío un suéter tomado a un medidor de agua se lo quita; si necesita zapatos, más arriba, acude al mercado; no faltan donantes que le den algo, y tampoco lugares a los que no pueda llegar. Come cuando el hambre lo llama, trozos de melón y sandía recoge en la basura del supermercado y los ingiere hasta llenarse.

Por su modo de hablar, se nota que alguna vez fue normal y hasta culto, aunque platicando con él, me preguntó: “¿El cuerdo de qué lado está?”. No cabe duda de que conoce de la vida y la política, además de las ciencias, pocos hay como él, todo un Demóstenes de las calles. A los niños pequeños y a las señoras les da temor cuando lo ven pasar, por su aspecto sucio y maloliente, pero a mí me dio curiosidad verlo leer a diario el periódico y vagar a todo lo largo de Otilio, su calle preferida, desde Las Tetillas hasta la González, hablando para sí, visitando los tianguis locales, las aceras y los rincones sombreados, donde duerme por unos instantes.

“El Mode”, le llaman; se para junto a los voceadores muy de mañana y, entre tanto que se venden los periódicos, arranca páginas para leer las noticias frescas antes que nadie; por eso es un hombre enterado de las tragedias de la ciudad. Si le pregunto cómo vio las elecciones, contesta:

Esto es pura basura, como aquél al que le dieron a escoger cuatro formas diferentes para fallecer: ahorcado con la lengua de fuera, fusilado con la tripa rellena de plomo, electrocutado todito achicharrado o de hambre comiendo trozos de lo que halle. Cuatro elecciones obligados a escoger, yo por eso a ni uno le iba, por más despensas podridas que me dieran para comer. Más vale vivir como yo, al rato más compañía tendré; a como veo las cosas, ya los veré limpiando parabrisas.

Si le pregunto del fin del mundo para finales del 2012, me dice: “Le tengo más miedo a una devaluación con el cambio de la presidencia que al mismo fin del mundo, si éste llegara sería lo mejor para todos, así acabarían las penas del todo”.

“¿Cómo ves la época violenta que vivimos?”, le pregunto con temor de enojarlo: “Las cucarachas, cuando son muchas, se comen unas a otras ante la escasez y lo reducido de su territorio, hasta que quedan muy pocas, y entonces su prole vuelve a crecer; por lo pronto hay que esperar a que casi se acaben, pero nunca desaparecen”.

¿Dígame usted quién es el loco?, ¿aquel que se preocupa de todos los días ir al o buscar trabajo, tolerar los aumentos cada mes, como el de la gasolina, vivir a la espera de que no lo asalten sin poder reclamar, o aquel que sólo se preocupa de nuevas aventuras que, día a día, ha de tomar? “Si tengo frío, me cubro con ropa que halle, con el calor me quito la suficiente para no ser llevado por la poli, y calzado hay mucho en los postes colgado.”

“¿Y de tu forma de vida?”: “No es que la halla deseado, de niño quise ser ingeniero o licenciado, pero las causas me obligaron a mendigar por infamias del pasado, pero fue lo mejor, que hasta mi existencia he valorado ya que, aunque me dicen ‘loco’ o ‘indigente’, la verdad es que no pago impuestos ni me preocupa el trabajo como a la mayoría de la gente, y voy a donde me dicta mi conciencia, conociendo calles y lugares hasta donde me llega la noche, y no falta alguien que me regale cobijo teniendo como techo las estrellas en la banca de una plaza arbolada”.

Al cabo de un rato de espontánea charla, prosigue de subida por la calle hasta perder su desbaratada figura, y sus palabras hacen eco en mi mente… Mejor que compadecerlo, me compadezco yo mismo.

Hasta donde llegue la vista...

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