Читать книгу Lunes por la tarde... Reuniones con familias - 21 - José Kentenich - Страница 6
ОглавлениеINTRODUCCIÓN
En primer lugar el P. Kentenich continua la temática del tomo vigésimo “El amor conyugal como camino de santidad”. Lleva así a sus oyentes a
La escuela de San Juan Evangelista.
El Fundador de Schoenstatt está convencido, al igual que el águila” de entre los cuatro evangelistas, de que sólo una fe viva es capaz de vencer al mundo (cf. 1Jn 5, 4). Tener fe viva significa también soportar las dificultades concretas de las cuales no queda exento ningún matrimonio, las desilusiones que se reciban de parte del cónyuge, las preocupaciones laborales, las enfermedades de los hijos y todo otro tipo de problemas, y madurar por ellas en un amor mayor.
El P. Kentenich vierte las verdades del Evangelio en imágenes actuales. Por ejemplo, la de la cápsula que vuela allá de nuestra atmósfera. Los primeros viajes espaciales tripulados llevados a cabo por norteamericanos y rusos a principios de 1961 habían conmocionado al mundo. El P. Kentenich estaba igualmente conmovido por la grandeza que Dios le había prestado al espíritu humano, pero su mirada va más lejos, cala más profundamente, y así utiliza la imagen del viaje espacial para aludir al sentido de nuestra vida:
“¿Cómo se llama la cápsula a la que debemos ingresar? ¡El espíritu de fe! Porque de esa forma, con el paso del tiempo, no sólo seremos capaces de superar la gravedad terrestre, de vencer al mundo... sino que pasaremos por encima de todo el orbe para entrar finalmente en el corazón de Dios... Sí; todos deberíamos ser astronautas…”
¡Entrar en la cápsula adentrarse en el espíritu de fe! El P. Kentenich habla con gran entusiasmo sobre este imperativo. Sus oyentes lo siguen. La pequeña cápsula espacial, que ellos confeccionan y llevan consigo a la próxima reunión, es expresión de que espiritualmente caminan junto a él.
Un punto culminante
El 20 de mayo de 1961 sella su Alianza de Amor el nuevo grupo de matrimonios más jóvenes1 que se había acercado a los encuentros del lunes por la tarde. La secretaria del P. Kentenich se había encargado de prepararlos a dicha consagración. La ceremonia tuvo lugar en el Santuario, adornado con rosas, como anteriormente en ocasión de la consagración del primer grupo,
Llama la atención como este segundo grupo, al cabo de pocos meses, se declara dispuesto a ingresar a la “cápsula” de la Alianza de Amor. El P. Kentenich sabe de la fuerza del buen ejemplo:
“Si les preguntamos a nuestras familias jóvenes por qué se han declarado dispuestos con tal rapidez, ¿qué nos contestarán? No hace falta inventar ninguna respuesta, ya que ellos mismos la han dado ya en varias oportunidades: La generación mayor nos ha impresionado profundamente, pero no por sus palabras, sino por su testimonio de vida, por su vida verdaderamente schoenstattiana. Por eso desaparecieron con rapidez todas las dificultades que teníamos”...
Fíjense como nos hemos convertido en una hermosa familia en una sola alma y un solo corazón. Una familia donde nos encendemos los unos a los otros, donde nos elevamos los unos a los otros.
En su conferencia con motivo de la consagración, el P. Kentenich habla de la Alianza de Amor como de tres puertas: una que nos permite ingresar a Schoenstatt, arca que Dios ha regalado nuestro tiempo; otra que nos lleva a la cápsula que el Padre Dios nos ofrece como meta de nuestra vida; y finalmente la puerta hacia una comunidad familiar que se nos presenta como encarnación de una Alianza de Amor original.
Imágenes certeras
Las imágenes son capaces de proyectarse en la vida cotidiana y de marcar nuestra rutina diaria con mayor intensidad que las ideas. El P. Kentenich conocía esta cualidad de la imagen. Así pues, luego de la consagración, enfoca nuevamente el tema del hilo de la fe en la Divina Providencia. En esas oportunidades se detiene en la imagen de la mano que representa la intervención divina en el mundo y en la vida humana.
Es necesario percibir la mano de Dios en la vida cotidiana, aún cuando se nos presente recubierta con guante de hierro, y estrecharla con gratitud y calidez. Ese será el triunfo sobre el mundo, será el fruto de nuestra fe.
Rara vez la mano de Dios nos toca directamente, ya que muy a menudo lo hace a través de manos humanas. En este punto cobran especial importancia las manos de nuestros padres, al igual que las de nuestros sacerdotes, las cuales nos comunican la vida divina en los sacramentos.
Un padre auténtico
Es conmovedor constatar como el P. Kentenich sabe esbozarle a su auditorio el ideal del padre que a lo largo de toda la vida lleva a sus hijos en el corazón, siendo para ellos una imagen del cuidado, del amor y de la sabiduría paternales de Dios.
En este campo el Fundador de Schoenstatt descubre una importante consigna para el tiempo de hoy: el renacimiento de la figura paterna. En efecto, vivimos en un tiempo sin Dios y sin padre. He aquí el diagnostico que saca luz la causa más profunda de muchas irregularidades en convivencia humana.
El P. Kentenich se dedica con esmero a su pequeño círculo de oyentes, porque sabe que la paternidad terrenal debe ser renovada y reeducada según el modelo de la paternidad de Dios. Familias cristianas sanas son simiente de comunidad nueva. Por este motivo, e inspirado en la Sagrada Escritura, el P. Kentenich no se cansa de hablar sobre la solicitud paternal de Dios, que si se ocupa de los pájaros del cielo y de los lirios del campo, con mayor razón se ocupar del hombre.
Dios tiene contado cada uno de nuestros cabellos y ninguno de ellos cae sin su consentimiento. Esta imagen da pie al P. Kentenich para proponer otra, la de los enamorados que muestran sumo interés hasta por las más insignificantes del otro. Lo que nos está presentando la Sagrada Escritura a través de tales imágenes y otras similares, puede designarse como “locura de amor” del Padre Dios hacia nosotros. De ahí que “sea tan hermoso ser auténticamente católico y creer que el Padre del Cielo esta ‘loco de amor’ por nosotros”.
La misión de María Santísima
Cuando la tarea de ser sobre la tierra transparentes de la paternidad divina nos parece demasiado grande para nuestras fuerzas humanas, el P. Kentenich nos llama la atención sobre la Santísima Virgen. A ella se le ha confiado la misión de conducirnos hacia Dios Padre y educar verdaderos hijos del Padre. En su calidad de sabio pedagogo, el P. Kentenich se refiere una y otra vez a ambos aspectos tanto a la meta de nuestra vida, que es regresar al Padre llevando a muchas otras personas con nosotros, cuanto al camino que recorremos de la mano de la Madre del Señor. Y este nos tranquiliza y serena.
La irradiación del P. Kentenich
Una oyente describe así los efectos que en ella causaban las palabras del P. Kentenich:
“Por lo común yo iba a las conferencias del P. Kentenich llevando una cantidad de preguntas para formularle. En aquel tiempo yo me hallaba en la mitad de mis años cuarenta y mi esposo me había confiado prácticamente por entero la educación de nuestros hijos. Pero cuando volvía a casa, me sentía serenada en mi interior y con plena certeza de lo que tenía que hacer.”
Otro testimonio resume las experiencias vividas de la siguiente manera:
“¡Qué hermosos días aquellos! ¡Con qué alegría esperábamos los encuentros de los lunes por la tarde!”
Que esa alegría sea también la nuestra a la honra de leer estos textos y dejar que a través de ellos el P. Kentenich nos dé su opinión sobre los interrogantes de nuestra propia vida.
Hna. Pia Buesgue
1 Hacia fines de 1960 y principios de 1961 varios matrimonios nuevos se habían sumado a las reuniones del lunes por la tarde. Cf tomo 20: El amor conyugal como camino de santidad, Ed. Schoenstatt, Santiago de Chile…