Читать книгу Lunes por la tarde 20 - José Kentenich - Страница 6
ОглавлениеINTRODUCCIÓN
En enero de 1961 el Padre Kentenich comenzó a diseñar sistemáticamente una espiritualidad matrimonial. Las memorias de María Fenelon nos ofrecen un cuadro de aquel tiempo:
Por amor a los matrimonios jóvenes...
"Muy cordial era la atmósfera reinante en las reuniones de los lunes a la tarde", nos cuenta la señora Fenelon, "uno no se sentía extraño allí..." En diciembre de 1960, luego de dos visitas que realizaron a la familia Wacker, la señora Fenelon fue invitada, junto a su esposo Ricardo (+ 1976), a una conferencia del Padre Kentenich.
"En sus palabras había algo especial...que yo estaba buscando. Algo que despertaba en mí el deseo de volver. Yo quería seguir asistiendo. Y creo que Riqui también, a pesar de que ya estaba bastante ocupado. Por entonces todavía era miembro de la Legión de María y por eso su atención estaba repartida...Sin embargo la personalidad del Padre Kentenich lo había cautivado desde el principio. Y no tanto a mí. Por otra parte, es cierto que lo que el Padre decía realmente me conmovía; y me hacia volver. Yo sólo quería escucharlo de nuevo."
Los Fenelon no eran los únicos "neófitos" en las reuniones de los lunes a la tarde que se organizaban en Milwaukee. Más o memos por esa misma época siete u ocho matrimonios tomaban contacto con el grupo.
"Nosotros éramos un matrimonio joven, con niños de corta edad. Los otros, salvo la familia Yank, tenían hijos más grandes...Creo que todos se alegraron, como el mismo Padre Kentenich, de que se integraran al grupo matrimonios más jóvenes..."
Pero el Padre Kentenich no sólo se alegraba de este hecho sino que en él descubría una señal y un deseo de Dios:
"Poco tiempo después de nuestro primer encuentro, el Padre Kentenich cambio el tema, la orientación de sus conferencias, y paso a hablar sobre la vida conyugal. Pienso que lo hizo en consideración a los matrimonios más jóvenes...Así pues dictó una serie de conferencias sobre el matrimonio." ·
La Sra. Fenelon agrega:
"Creo que él sabía que no podríamos educar a nuestros hijos hasta que nosotros mismos no estuviésemos formados...
Cuando vio a los matrimonios jóvenes, ahí entonces comenzó con una educación sistemática de la vida familiar."
El presente tomo inaugura la edición de esas conferencias. En ellas el Padre Kentenich esboza una espiritualidad específicamente matrimonial y familiar destinada a los laicos. No expone linealmente sus ideas, sino que introduce a sus oyentes en el tema de una manera cíclica. Desde diferentes ángulos ilumina los puntos esenciales para el éxito de una familia cristiana.
"Repetía de las más diversas formas, ora con tales, ora con cuales imágenes y palabras, la idea central, para que calase lentamente en lo profundo." (p. 120)
Una espiritualidad específicamente matrimonial
El Padre Kentenich solía recalcar la consigna de que la espiritualidad de los laicos no debía ser un "remedo" de aquella de los religiosos. En una sociedad fascinada por la continua aparición de nuevas posibilidades para la modelación del mundo y el goce de los bienes terrenales -vale decir, por el valor intrínseco de las "causas segundas"— tenemos que mostrarles a los laicos como llegar a la santidad a través de las realidades terrenas, a través del uso correcto de las cosas temporales. Y la vida conyugal y familiar pertenecen en su esencia al conjunto de dichas "cosas temporales, de ‘las causas segundas’".
"El arte consiste en modelar nuestra vida matrimonial de tal modo que a través de ella lleguemos a la santidad." (p. 90)
Para el Padre Kentenich el amor sexual entre el hombre y la mujer no sólo es concesión a la dimensión de los instintos, sino realización del ser del hombre, satisfacción de su más alta dignidad.
"Los esposos son el reflejo más perfecto del Dios Trino, y precisamente lo son en el momento del acto conyugal." (p.67)
Condición para ello es que los cónyuges se encuentren como personalidades y que "consumen el acto de tal modo que éste sea un acto de perfección (cristiana)". El acto es perfecto en la medida en que la unión corporal sea expresión de una profunda comunidad espiritual. El amor sexual debe estar unido al amor erótico, espiritual y sobrenatural de los cónyuges; debe ser expresión de una simpatía y entrega recíprocas.
Un amor de estas características tiene que crecer y madurar, en todas sus formas, pasando de un amor inmaduro y egoísta hacia una forma embebida plenamente de los principios cristianos: hacia una fidelidad abnegada y permanente. La vida conyugal será fermento de santos cuando el amor sexual esté más y más en armonía con una elevada moral, cuando en él palpiten los valores del espíritu y crezca en la dimensión de lo sobrenatural.
Una educación sistemática
"El matrimonio es una comunidad de vida lo más profunda y duradera posible. Pero ante todo es una comunidad de amor." (p.27)
Esencial para la existencia y fecundidad del matrimonio es por lo tanto la educación del amor y hacia el amor. El Padre Kentenich aborda la realidad con ideas claras y gran conocimiento de la vida y de las personas.
Fidelidad en el amor no sólo significa evitar el pecado sino "tratar de granjearse diariamente el amor del cónyuge".
Se necesita una solida educación del amor para hacerse feliz, perfeccionarse y amarse el uno al otro como hijos de Dios y miembros de Cristo. El Padre Kentenich caracteriza a la vida conyugal como una incomparable escuela de amor.
La vida conyugal no tiene que significar "la muerte del amor" sino, al contrario, convertirse en una escuela de amor y santidad.
Espigando en las Cartas de San Pablo, el Padre Kentenich introduce a sus oyentes en el significado, cualidades y vigencia del auténtico amor al prójimo. Sobre este telón de fondo de la vida y la misión del Apóstol de los Gentiles, el P. Kentenich interpreta los textos bíblicos y los aplica a la vida matrimonial. Lo que a primera vista podría aparecer como un mandato aislado de moral sexual cristiana, es asentado sobre los principios fundamentales de la elección cristiana: la dignidad y la libertad del hombre que ha pasado a ser una nueva criatura en Cristo.
La espiritualidad de Schoenstatt
Cuánto más altos sean los ideales propuestos, tanto más fuerte la experiencia de la debilidad propia, y tanto más grande el peligro de resignarse y pensar que los esfuerzos serán inútiles. Y así la moral matrimonial católica es considerada por muchos como una sobre exigencia, como algo imposible de vivir realmente.
Ante este panorama, el Fundador de Schoenstatt nos llama la atención sobre una vida integral a partir del sacramento del matrimonio y de la unión, en la gracia, con Dios y María Santísima.
El P. Kentenich señala que una de las causas de la compleja crisis que sufre la vida matrimonial en el mundo de hoy radica en la tensión entre los diferentes aspectos de la finalidad y el sentido del matrimonio. La unidad de amor de ambos cónyuges incluye satisfacción y ordenamiento del instinto sexual. ¿Cómo expresar y cumplir con ese amor, armonizándolo a la vez con el ejercicio de la paternidad responsable (determinación del número de hijos)? A estas y muchas otras preguntas el Padre Kentenich responde diciendo lo siguiente:
"Cultivar la totalidad orgánica del amor mutuo... llevar una vida cristiana heroica, en la fuerza del Espíritu Santo." (p.199)
Alcanzaremos este objetivo en la medida en que le encomendemos a la Sma. Virgen la educación de nuestro amor. El Padre Kentenich ensenaba a los matrimonios a ver en la Alianza de Amor con Dios y la Virgen una profundización y seguro de su propia alianza matrimonial. Y a tener fe en que, de manera inversa, la alianza de amor entre los cónyuges se convertirá para ellos en la más hermosa expresión de su amor a Dios y María Santísima.
Concebida y practicada de este modo, la vida matrimonial es en todas sus formas un camino hacia la verdadera santidad, si bien distinto del camino de los religiosos. El Padre Kentenich anima incesantemente a sus oyentes a "competir" con los religiosos en la carrera por llegar el grado más alto del amor natural y sobrenatural.
Las enseñanzas del Padre Kentenich representan una aplicación consecuente de la espiritualidad de Schoenstatt a la vida matrimonial. Se valora la santidad de la vida diaria y la piedad de Alianza y se las pone como fundamento de una "espiritualidad matrimonial autónoma". Algo que la Iglesia ha tenido en su mira en especial desde el Concilio Vaticano II.
Tanto en la Constitución sobre la Iglesia (LG 11, 40, 41) como en otros documentos del Concilio Vaticano II y en el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, se reconoce claramente al matrimonio y la familia como una vocación a la perfección cristiana. Desde el comienzo, de su pontificado (1978), el Papa Juan Pablo II señaló continuamente la esencia, dignidad y misión del matrimonio y de la familia cristianos, advirtió sobre los peligros que corre en el tiempo actual y exhorto (especialmente a los padres a sumarse a la construcción de una cultura de la verdad y del amor. Y así volvió a hacerlo recientemente, en su Carta a las Familias, con motivo del "Año de la Familia 1994" proclamado por las Naciones Unidas.
Las conferencias del Padre Kentenich que se publican en el "Año de la Familia 1994" constituyen un valioso aporte para los objetivos del mismo. El Padre Kentenich era un educador carismático que no sólo supo señalar un elevado ideal sino también caminos muy concretos para su puesta en práctica en la vida cotidiana del matrimonio y de la familia. Él nos propone un auténtico pensar orgánico, capaz de abarcar y asumir todas las realidades en su amplio campo; un amar orgánico en el cual el amor natural y el sobrenatural se unen y complementan; y finalmente un vivir orgánico cuya pureza e integridad le presta credibilidad.
El Padre Kentenich habla como instrumento de la Virgen, de la Madre tres teces Admirable de Schoenstatt, quien desde su Santuario quiere manifestarse en la "Iglesia doméstica", en el matrimonio y la familia, como Madre y Educadora de la Iglesia posconciliar.
Hna. M. Mattia Amrhein