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16 de Enero de 1961

ESQUEMA

Disposición

LA VIDA CONYUGAL ES UN CAMINO HACIA DIOS

- Pensamientos preliminares

 El punto de partida fue en las bodas de Caná; la elevada apreciación de Cristo por el matrimonio y la familia

 Exigencia del mundo católico: Salvación de la familia

 Nuestro tema: la vida específicamente matrimonial

- Opiniones predominantes hasta hoy en el catolicismo

 Sobrevaloración de la vida virginal: quien quiere llegar a ser santo, debe permanecer virgen.

 Asimismo fue la actitud hasta entonces respecto al mundo.

 Quien quiera llegar a ser santo ha de abandonar el mundo. La gente del mundo debe imitar a los religiosos.

 La problemática de los laicos: ¿hemos de abandonar el mundo y dejar los adelantos a los no católicos?

 Un nuevo sentimiento de vida exige un camino afirmando lo terreno para llegar a Dios a través de las cosas terrenas.

 Necesitamos una espiritualidad específicamente laical y un apostolado laical.

- La espiritualidad laical en relación a la vida familiar

Conceptos errados que condujeron a preferir el trabajo fuera de casa y esquivar los problemas de la vida familiar. Según el orden de ser, la familia es el apostolado más importante para los esposos.

- Espiritualidad laical y vida familiar

 No solamente la vida familiar es un camino a Dios, sino también la vida específicamente conyugal: el matrimonio es un sacramento.

 La enseñanza de la Iglesia respecto al triple sentido y fin del matrimonio.

 Una mirada al tiempo: golpes contra el matrimonio como tal.

 Respuesta a la problemática actual : el matrimonio es una comunidad permanente de amor y de vida. La satisfacción del instinto sexual representa un valor.

 El matrimonio como comunidad de amor: el hombre es imagen de Dios trino; importancia de cultivar el carácter personal en la entrega conyugal.

 El acto conyugal debe integrar las cuatro formas de amor : sexuserosamorcaritas

Ellos son una protección para el acto conyugal como acto personal.

 La mujer ha de preocuparse por el elemento espiritual en el amor.

 El cultivo de las cuatros formas de amor es expresión de nuestra espiritualidad matrimonial como espiritualidad laical.

 Que la Santísima Virgen nos ayude a comprender esto de la mejor manera.

CONFERENCIA

16 DE ENERO DE 1961

LA VIDA CONYUGAL ES UN CAMINO HACIA DIOS

La boda de Caná:

Santificación del matrimonio y la familia

¿Qué hacer con tantas conferencias? ¡Son demasiadas! "Nada mas difícil de soportar que una serie de días de fiesta", dice un dicho alemán. Para variar, uno después quiere probar una comida algo más pobre o directamente ayunar un poco.

Esta tarde quisiera hablarles sobre un tema al cual hacía alusión el evangelio de ayer: el matrimonio. Pensemos en nuestro propio matrimonio, en todas las vivencias que lo precedieron y en todo lo que siguió después. Digo lo siguiente:

En los últimos encuentros nos ocuparnos continuamente de la realidad del sufrimiento en nuestra vida.

Les propongo que a partir de ahora nos dediquemos por un tiempo a reflexionar sobre cómo anda nuestra vida conyugal como tal. El evangelio de ayer nos invita a hacerlo. ¿Recuerdan? Se trataba de las bodas de Caná1.

A menudo se suele preguntar qué hacían Jesús y la Santísima Virgen en una fiesta de boda, por qué participaban precisamente de un casamiento. Se comprendería mejor quizás que hubiesen ido juntos a la sinagoga o fijado un tiempo de ayuno.

En tercer lugar, se suma que el Señor obra en esa oportunidad el primer milagro, el primer prodigio tangible, marcando así el inicio de su vida pública.

Quizás conozcamos ya la respuesta corriente que se suele dar a estas preguntas: Jesús quería santificar la vida matrimonial y expresar su respeto por el estado matrimonial. Evidentemente la respuesta es correcta. Consideremos además que hasta ese momento el Señor había pasado treinta años de vida en el seno de la Sagrada Familia. Teniendo en cuenta todas estas cosas se demuestra entonces que Jesús santifica en aquella hora el matrimonio o al menos da testimonio de su respeto por el matrimonio sí, no solamente por el matrimonio sino también por la persona casada.

He aquí los elementos fundamentales de la familia: por un lado los esposos, que constituyen una familia. Jesús no se casó, su Madre vivió virginalmente su compromiso conyugal con José2. Pero el Señor en cambio pone de manifiesto su valoración del matrimonio, de los esposos, y de lo que es consecuencia del matrimonio: la familia.

Vale decir que la mirada del Señor se dirige plenamente hacia la célula primordial de la sociedad humana, el matrimonio y la familia. Y nosotros somos casados. Por lo tanto, desde el punto de vista del orden de ser objetivo, el tema toca el nervio más íntimo de nuestra vida anímica.

Si se informan un poco sobre las corrientes de pensamiento presentes hoy en todo el mundo católico percibirán en todas partes el mismo clamor: ¡Hay que salvar a la familia! ¡Concentrémonos en la familia! Es cierto, tenemos que hacer apostolado en todas las áreas, pero el apostolado más grande es el apostolado de la familia, vale decir, salvar a la propia familia.


Nuestro tema:

La vida específicamente matrimonial

Creo que esta tarde debería detenerme en algunas dificultades que ustedes enfrentan en su propia vida. Dejo por eso de lado formalmente el tema de la vida familiar y paso a enfocar el de la vida conyugal. En nuestra calidad de padres de familia podemos considerarnos desde dos ángulos: primero como esposos y esposas; y luego como padres y madres. Como padres y madres estamos relacionados con nuestros hijos, y como esposos y esposas estamos el uno frente al otro, especialmente desde la perspectiva de la vida específicamente matrimonial, y dicho más exactamente, desde la perspectiva del acto conyugal.

Opiniones predominantes hasta hoy en el catolicismo

* Sobrevaloración de la vida virginal

Les quiero recordar una frase célebre. Hace alrededor de cien años fallecía Ozanam3. Asociamos su nombre a las obras de beneficencia, por las cuales hizo tanto. Fue también un famoso literato - historiador, profesor de La Sorbona, en la universidad de Paris. Murió en 1853. La noticia corrió por toda la Alemania católica, por todo el mundo católico, y naturalmente por Italia.

Había en este último país un joven obispo de apellido Pecci. Más tarde seria elevado a la dignidad de Papa con el nombre de León XIII4. En otras oportunidades hemos hablado de él, no sólo de sus encíclicas marianas sino también de sus reformas en el campo económico y social, que expuso en sus encíclicas sociales. Es verdadero padre del movimiento social dentro del catolicismo contemporáneo.

Pues bien, la noticia llego hasta él. Y un día se hallaba en una reunión donde se vertían opiniones sobre Ozanam. Todos los asistentes estaban de acuerdo en que se trataba de un gran hombre, de un santo. Pero uno de los presentes añadió; " ¡Lástima que no pudiera librarse de la trampa del casamiento!" ¿Qué quería decir con estas palabras? Que si Ozanam no se hubiera casado, entonces si hubiese sido un hombre perfecto. Un comentario que habla a las claras de una determinada visión de las cosas.

El obispo Pecci -en aquel momento era obispo y luego sería Papa- le contestó de la siguiente manera: " -¿Sabe Ud. lo que está diciendo con esto? ¿Ud. opina entonces que Jesús instituyó seis sacramentos y aparte una trampa ?" La respuesta suena bastante jocosa, pero es muy certera.

En el comentario que le hicieron al obispo Pecci subyace una actitud de fondo común en muchos ambientes católicos, aún vigente en nuestros días. En general se tiene la sensación de que lo más importante es que el hombre no se case, que hay que conservar el estado virginal, un estilo de vida virginal. Lo otro es simplemente debilidad. Es lógico, el hombre busca poseer algo...una mujer, por ejemplo. Ello constituye en el fondo una concesión a la debilidad humana, pero en realidad no debería ser así. El que busca la santidad se decide por la virginidad, y se hace sacerdote o monja o algo semejante. El que se casa pierde la oportunidad. Podrá ir al cielo, es cierto, estará allí en un rincón...pero no en la cercanía de Dios, debajo del manto de María Santísima. No, ese privilegio no es para los casados...

Quiero avanzar un poco más. Estoy cargando un poco las tintas, pero esta visión de las cosas es real dentro del catolicismo. La idea que le da sustento es la siguiente: Si nosotros, los casados -no como laicos sino formalmente como casados- queremos ser santos. ¿Qué debemos hacer? Tenemos que imitar a los religiosos, y no hay otra alternativa válida. Se nos propone así una espiritualidad conventual. Y cuanto más imitemos la espiritualidad conventual, tanto más seguro será que vayamos al cielo.

* Desprecio del mundo

Esta concepción trata de manera similar al mundo. No sólo le estorba el matrimonio como tal sino incluso el mundo entero. Fíjense que los religiosos deberían rechazar el mundo, pero no lo hacen así. Pero ellos deberían hacerlo. ¿Qué queda para nosotros, los casados? Vivimos en el mundo —ya es un vergüenza que debamos vivir en él- y se nos propone por un lado apartar de nosotros ese mundo y por el otro incursionar un poco en la vida conventual.

De ahí la tremenda inseguridad ¿Dónde? Entre los laicos. A ello se agrega el auge de las invenciones de la técnica y la industria modernas. Hoy los bienes terrenales se producen en serie y el mundo se hace más y más fascinante para el hombre. Si nosotros ciframos nuestra gloria y grandeza en despreciar el mundo...Entonces, serán los otros, los no católicos, quienes emprendan las grandes conquistas. ¿Y nosotros? Allí, sentados en algún rincón. Los otros realizarán los descubrimientos y sabrán aprovecharlos para alcanzar un alto desarrollo industrial. ¿Y nosotros? Allí, postergados en algún rincón. ¿Cómo es posible...?

* Replanteamiento del valor de las cosas temporales

Entre los católicos de todo el mundo está despuntando un nuevo sentimiento ante la vida. Es el sentimiento vital de la humanidad actual que ha comenzado a cundir también por las filas católicas.

La conclusión es que debemos colocar más en primer plano las cosas terrenales. E indicarle al laico caminos para asumir, utilizar y valorar las cosas terrenas y cómo llegar a la santidad a través de ellas.

Repasen la literatura actual y constatarán más y más esta tendencia. Hay un hecho curioso que se repite a lo largo de los milenios: Dios guía muchas veces a su Iglesia valiéndose de corrientes adversas a ella. De ahí que tales corrientes tengan siempre su ventaja. Si la Iglesia existiese como un ente aislado y volcado sobre sí mismo, no se podrían dar muchos progresos en ella.

Comprueben un poco si nuestra espiritualidad laical no es en líneas generales copia de la espiritualidad de los religiosos, lo que constituye un contrasentido. La vocación de los religiosos conventuales es apartarse lo más posible de las cosas temporales. Pero nosotros, los laicos, estamos llamados a ir hacia el mundo, a meternos en él. Necesariamente tenemos que ver con las cosas terrenales. En nuestra calidad de laicos no hemos sido creados para rehuirlas. Más aun, hay que volver a aprender a amarlas. Sí, amarlas. Incluso al dinero, los bienes materiales, la belleza de la naturaleza humana, el arte y la ciencia. Precisamente porque tenemos que tratar con ellos. En este sentido existe hoy en la Iglesia un peculiar y fuerte movimiento de revalorización como nunca antes se había registrado en su historia.

Elaborar una espiritualidad netamente laical

Proponemos entonces una espiritualidad específicamente laical. ¿Cómo es esa espiritualidad que debo cultivar como laico?

Tomemos un ejemplo. Tengo una hija que es religiosa, o bien un hijo que es sacerdote o religioso. ¿Habré de estar siempre mirando con el rabillo del ojo lo que ella o él hacen para imitarlo? No; " Yo cultivo una espiritualidad laical y eso con orgullo y tú puedes tener y vivir tu propia espiritualidad de religioso."

Vean ustedes esto se siente actualmente: Si el laico no aprende esta actitud, entonces el catolicismo ya puede ir haciendo el equipaje... ¿Qué quiero decirles? Que los religiosos ya no están para abordar el mundo, sino que somos nosotros los que debemos ir hacia él y asumirlo. Si no amamos correctamente al mundo y no les enseñamos a los demás a aprovecharlo correctamente, ¿qué consecuencias le acarreará esa falencia al catolicismo? La consigna urgente es, pues ¡apostolado de los laicos!

Seguramente muchos acogerán con gusto esta exhortación y responderán: ¿Apostolado laical? ¡Excelente, cuenten conmigo! ¿Qué suele pedírsele a los laicos en este sentido? Comulgar con mayor frecuencia, venerar a María Santísima... Sí, claro, todo esto está bien, pero no llega a lo central del asunto. Demostremos a través de nuestro ser como se puede amar al mundo, especialmente todas las nuevas conquistas en el área de la técnica y de la economía, para así a través de ellas alcanzar a Dios. ¿Se dan cuenta la gran misión que ello entraña?

Espiritualidad laical y vida familiar

Lo mismo vale para el matrimonio. Distingamos nuevamente entre matrimonio considerado formalmente como matrimonio y la familia considerada formalmente como tal.

Fíjense lo que suele ocurrir en la familia. A menudo encontramos personas religiosas que se dicen: " ¡Cuántos disgustos hay que enfrentar en la familia! ¡Cuántas cosas desagradables que nos quitan tiempo para orar! Por eso, ¡basta de familia! Haré lo estrictamente necesario por ella y punto. ¿Acaso no estoy para salvar mi alma?"

También se da el caso de mujeres que tienen la tendencia a irse lejos de casa, una fuerte inclinación a pronunciar discursos y participar en cuanta labor organizativa se les presente. ¿Y en qué estado están sus hogares? ¡Dios nos libre! Polvo sobre los muebles, la ropa sin lavar y el esposo sometido a un tratamiento de ayuno... ¿Qué está esperando sus comidas favoritas? ¡Pues que ahora aprenda a mortificarse! ¿Y los niños? Ya no tengo tiempo para mis hijos; tengo que dictar conferencias; tengo que organizar cosas fuera de casa...

¿Se dan cuenta de lo que quiero decirles? Mi descripción es un tanto drástica, ¿verdad? No pretendo decir que en todos lados sea así ¡pero cuantas personas hay que se comportan aun peor en su matrimonio!

Piensen en el esposo que repite: Yo, yo soy el hombre de la casa; el que lleva los pantalones. Soy el que trae la plata a casa; así que basta de reclamos...Me debo a mis tareas en la Iglesia y el Estado...

* El principal apostolado del padre y de la madre de familia

Sí, todo esto es verdad. Tenemos tales compromisos. Pero una de las tareas más esenciales es la de estar presente en mi casa con mi familia. Vale decir que debo colaborar con mi esposa en la educación de los hijos. No digamos entonces que estamos cansados, y que " los mocosos" nos dejen en paz. Es caer en una actitud extrema. Uno de los cónyuges quiere estar todo el día trabajando afuera. Tiene su cuota de razón; por eso es difícil hallar el justo equilibrio. Ahora bien, no pasemos por alto el siguiente razonamiento: Según el orden objetivo del ser, yo tengo que estar a la cabeza de una familia, por lo tanto mi apostolado central será velar por mi familia.

Una actitud extrema es la de desentenderse de la familia y estar continuamente fuera de ella; la otra es la de regresar y no querer ser " molestado" por nadie. Es cierto, me merezco un rato de reposo y tranquilidad, me lo he ganado, pero no olvidaré que mi responsabilidad está aquí, en la familia.

Si quiero llegar a ser algo grande, un santo, mi espiritualidad laical me exige, en mi condición de padre de familia, estar ante todo para ella.

* Espiritualidad laical y vida conyugal

Esto no vale sólo para la vida familiar sino también para la vida conyugal, para nosotros en nuestra condición de esposo y esposa, para nuestra mutua relación. Nuestra vida conyugal no es un añadido, sino parte de mi ser, de mi esencia. No digamos que queremos ser esposos y cultivar nuestra vida conyugal como algo accesorio. No; todo eso debe ser para nosotros un camino hacia Dios. Incluso el acto conyugal no tiene que ser cualquier cosa, algo accidental, no; él es un camino hacia Dios.

Ustedes advierten que ésta es una espiritualidad específicamente laical, más aun, que se trata de una espiritualidad específicamente conyugal y familiar.

Por supuesto, si tengo el prejuicio de que la " auténtica" espiritualidad es la de los religiosos...Pero ocurre que no puedo tomar mucho de ella. Si considero que la espiritualidad conventual es el ideal, entonces las consecuencias serán, por ejemplo, o no tener relaciones conyugales, o a lo sumo consumarlas en tales y cuales tiempos y modos. Y finalmente la consigna será la de renunciar todo lo posible a ellas. Sólo se las " tolerará" con la creencia de que no tienen nada que ver con espiritualidad ni santidad.

Por otra parte leemos y escuchamos que Jesús no sólo santificó la vida familiar sino también la específicamente conyugal.

Retomemos a la vida familiar y meditemos sobre el hecho de que el Señor permaneció treinta años en el seno de su familia. El católico activo de hoy no puede entenderlo. ¡Por favor! ¡Cuántas cosas podría haber hecho a lo largo de esos años! ¡Hubiese podido cambiar la faz del mundo! Quizás se habría podido quedar algunos años en casa... ¡pero treinta!

Dejemos por ahora el tema y volvamos a enfocar la vida específicamente conyugal, a la que Jesús en el evangelio de ayer ponía especialmente en primer plano. En este punto sería oportuno comentarles brevemente el contexto cultural de la boda de aquellos tiempos. Pero lo haré más tarde. Espero hacerlo, siempre y cuando no me olvide.

* El matrimonio es un sacramento

Lo que me interesa destacar más en esta tarde ya que comenzamos tocando ese tema- es estudiar la espiritualidad específicamente laical en relación con la vida específicamente conyugal. La vida conyugal no debe ser una trampa para mí. La familia no es un sacramento, pero el matrimonio sí. Por lo tanto tengo que aprender a aprovechar mi vida específicamente conyugal para sumergirme más hondo en Dios.

Permítanme preguntarles qué entienden ustedes por sentido y finalidad del matrimonio. ¿Cuál es el sentido y el fin, "the reason the sense5" no de la familia sino del matrimonio? Dejemos por ahora a la familia de lado.

Recordemos lo que sabemos al respecto. ¿Qué hemos aprendido ya sobre este tema? ¿Logramos integrar ese saber en el contexto de la problemática actual en torno del matrimonio? Siempre se nos dijo que el matrimonio, la vida conyugal, tenía tres fines. Los citaré primeramente en su versión latina y añadiré la interpretación pertinente:

* Fines del matrimonio

Los fines del matrimonio son: procreatio prolis, la generación y educación de los hijos; mutuum adiutorium, el apoyo mutuo de los cónyuges; y el apaciguamiento del instinto6.

Valdría la pena detenerse para distinguir en qué relación se encuentran estos fines entre sí. Por ahora no me abocaré a este problema, sino que apuntaré a otros que hoy nos están quemando en las manos.


Contemplen el panorama actual que ofrece el tema matrimonial. ¡Cuántas corrientes distintas giran en torno de lo que es el matrimonio! Existe en primer lugar " el matrimonio a prueba". ¿Somos compatibles o no? Si no lo somos, ¡adiós! ¡Si te he visto no me acuerdo! O bien el divorcio...Ustedes saben mejor que yo cuantos divorcios hay hoy en día. Y luego el punto del control de la natalidad. ¿Qué significa todo esto? Son golpes que se le asestan al matrimonio.

Todas estas tendencias de la actualidad suscitan en cada católico y en el ámbito de los dirigentes de Iglesia, el siguiente interrogante: ¿Cómo es exactamente el perfil del matrimonio católico? ¿Cuál es su sentido? Para estar en sintonía con los planteos de hoy, creo que deberíamos poner en primer plano el segundo fin del matrimonio que hemos mencionado más arriba: mutuum adiutorium, vale decir, ayuda mutua. Pensamiento que me gusta volcar en la siguiente formulación: el matrimonio es una comunidad de amor y de vida lo más profunda y duradera posible. Recalco que sobre todo es una comunidad de amor.

Por ejemplo, supongamos que padecemos un problema de fertilidad y no podemos tener hijos. ¿Qué nos queda entonces? La comunidad de amor del matrimonio. Más aun, una comunidad de amor permanente.

Naturalmente mantiene su vigencia el otro fin, el de la satisfacción del instinto. También aquí existe entre los católicos la sensación de que la satisfacción del instinto es una mera concesión a la debilidad humana. Observen que se trata nuevamente del desprecio de los valores de la naturaleza ‘misuse’7 (mal uso). En la satisfacción de la apetencia sexual subyace también un valor. Y en el matrimonio nos concedemos un derecho mutuo a ello. Desarrollemos una nueva visión de estas cosas.

Les he presentado así toda una serie de problemas de actualidad. ¿Cuál será nuestra respuesta? Se nos está acabando el tiempo de esta conferencia. Continuaremos la próxima semana. Es una lástima, porque ya estábamos motivados y receptivos para el tema.

No importa; al menos trataré de destacar dos puntos. En primer lugar, el hombre es imagen del Dios Trino: y en segundo lugar, en el plan de Dios está consignado que ambos sexos se complementen mutuamente.

Es necesario analizar estos dos pensamientos para comprender mejor el contexto en el cual se enmarca nuestra comunidad de amor y el sentido que tiene el hecho de que consumemos el acto conyugal, considerando que somos imagen del Dios Trino.

* Carácter personal del acto conyugal.

Integración de las distintas formas de amor

Imagen del Dios Trino...Tres personas y un sólo Dios. Algo similar ocurre aquí: en el matrimonio debo conservar el carácter personal - the value of the personality8 —y al mismo tiempo ser con el cónyuge una sola carne. Vale decir que también en el acto conyugal-intercourse9 — debo cultivar mi carácter personal.

Arribados a este punto, creo que sería oportuno traer a colación los siguientes términos: sexus, eros, amor, cáritas10, agápe.

Naturalmente, primero hay que explicarlos, ¿verdad? Fíjense que todas estas formas del amor tienen que estar integradas en el acto conyugal. A ustedes, en su calidad de esposos, no necesito exponerles que es el amor sexual. Padre y madre, vale decir, esposo y esposa, tienen derecho al acto sexual y con ello al placer sexual. Pero para que esta unión no se convierta en un acto animal debo realizarlo como persona. ¿Qué significa eso?

- Eros

El eros opera como una protección del amor sexual. No me extenderé mucho sobre el tema. Hoy el término " erótico" se emplea de muchas maneras hasta el punto de que uno no sabe a qué se refiere el autor con él. Unos entienden tal cosa y otros tal otra. Yo les digo sólo lo que me gustaría que entendiésemos de ahora en adelante con esa palabra: la mutua complacencia que siente el uno por el otro.

That is mutual pleasure, the result of the feeling. Do you understand, what that is? It is not only spiritually; it is very naturally. It is a feeling. Do you understand what I want to say?11

Les hago un pequeño comentario a modo de ilustración. Ayer me visito una joven pareja de novios que pronto se van a casar. Pueden imaginarse cómo se comportaban. ¡Si hubieran visto sus miradas! ¿Qué cómo eran? Tal cual la de ustedes cuando estaban en esa misma situación. La mirada de cada uno era como un sol que iluminaba al otro. ¡Con qué afecto se daban la mano y se abrazaban! Después me enteré de que aquel muchacho antes de su noviazgo no sabía nada de gestos de ternura. ¿Se dan cuenta? Éste es el amor de eros al que me refería hace un momento. Es la fascinación ante la belleza del otro. Puede ocurrir que me digan que ese otro no es objetivamente hermoso; pero para mí sí lo es. Para mí es la muchacha más bella que pueda haberme jamás imaginado. Y lo mismo le ocurrirá a ella. Esa fascinación tiene una gran fuerza. Frente a la que me atrae, todas las demás son nada.

Observen, por favor, que esto no tiene nada que ver con lo sexual. Más aun, es una protección del amor sexual. Para que lo sexual no se convierta en algo animal, tiene que estar siempre rodeado de la atmósfera del eros.

Repasemos otro ejemplo. Supongamos soy una esposa que quiere ser santa. Y sé que a mi esposo le gusta verme con tal o cual peinado o con tal otro vestido. Pero, ¿cómo? ¿Acaso no quiero ser santa? Tengo que ser lo más sencilla posible en mi indumentaria. ¡Allá mi esposo con sus gustos...! No quiero en absoluto que me quiera. Sólo me importa que Dios me quiera. ¿Qué tengo que ver yo con mi esposo? Esas son cosas de antes...

Fíjense cuán falsa es esta actitud. Parte de la santidad de la esposa es que ella se arregle para su marido. Naturalmente ese arreglo no debe ser pecaminoso, pero si agradar al esposo. A su vez, éste tiene que comportarse de tal manera que agrade a su esposa.

¿Se dan cuenta de lo que quiero decirles? Somos imágenes del Dios que es Trinidad, que es tres personas, por eso en el matrimonio no hay que prescindir de la dimensión de lo personal. Y para que el acto conyugal no sea un acto animal, los esposos deben cultivar siempre ese amor de eros, más allá de lo avanzados que estén en edad.


- Amor

Al eros sucede otra estructura de protección: el amor, el amor espiritual. En mi esposa descubro también valores espirituales. Sí, quizás es ¡ist sie so very smart!12 Debo rescatar dichos valores, y cultivarlos. Y viceversa, ¡qué orgullosa debo estar de que mi esposo tenga tantas capacidades, de que sea tan hábil! ¿Se dan cuentan de aquello a lo que apunto? Medítenlo.

- Cáritas

Y llegamos así a un último nivel del amor. Es el que llamamos agápe o cáritas, el amor sobrenatural. Observen que el amor que le profeso a mi esposa debe ser también un amor sobrenatural. ¿Por qué amar a mi esposa? Porque su cuerpo es asimismo morada de la Santísima Trinidad. Ella es una personalidad llena de Dios. Valoraré y protegeré esa realidad.

Sería éste el momento de hablar en detalle sobre el tema. Pero lo haré de forma resumida, para que hoy mismo puedan llevarse puntos puntos de reflexión a casa. Más adelante volveremos sobre él.

¿Qué misión tiene sobre todo la mujer en el matrimonio? Velar para que el acto conyugal y la vida conyugal no carezcan del elemento espiritual el amor. Sobre todo compartir la responsabilidad de no dejar que decaiga el eros ni se descuide el amor sobrenatural.

Observen que ésta es la espiritualidad matrimonial. Por eso, si el religioso dice: " Vanitas vanitatum"13, yo, como esposa, le diré a mi hija14."Querida, esto es bueno para ti; pero mi caso es radicalmente distinto, mi espiritualidad es matrimonial". No digamos que no podemos hacer otra cosa sino imitar a los religiosos. Nuestra espiritualidad matrimonial consiste en armonizar todas esas formas del amor sobre las cuales hemos hablado. Cuidaré de que nosotros, esposo y esposa, cultivemos el amor sexual, el amor de eros, el amor espiritual y el amor sobrenatural. De tal modo que le diré a mi hija: "Para ti el amor sexual y el amor de eros no significan nada. Para ti sólo importan dos tipos de amor: el espiritual y el sobrenatural".

Les resultará un poco extraño que hable sobre estos temas. Porque..., ¿cuándo han escuchado hablar así sobre ellos? Es muy raro que en las homilías se haga referencia a tales puntos. A lo sumo se lo hace de manera muy general y cada uno lo interpreta y se imagina lo que quiere.

Por otro lado, hace dos años hablamos detalladamente sobre estas cosas, si bien desde otro punto de vista. Por entonces reflexionábamos sobre las leyes del amor en la familia.

Pidámosle ahora a María Santísima que nos dé una pequeña lámpara a fin de tener luz para comprender mejor todo esto. Es necesario que así sea, dado que ya no somos niños pequeños y hace tiempo que ha pasado el primer amor. Ha llegado la hora de comprobar de nuevo como tiene que ser verdaderamente el amor.

Intuyo las preguntas e interrogantes que se están suscitando en ustedes. Más tarde habrá ocasión de responderlos.

1 Cf. Jn. 2, 1-12

2 EI de José y María se considera un verdadero matrimonio; pero no hubo consumación carnal.

3 Federico Ozanam, 1813-1853, fundador de las Conferencias Vicentinas.

4 Vicente Joaquín Pecci, elegido Papa con el nombre de León XIII. Su pontificado se extiende desde 1878 a 1903.

5 Sentido y fin

6 Remedium concupiscentiae

7 Mal uso

8 El valor de la personalidad

9 Acto sexual

10 Acentuamos los términos latinos " amor" y " caritas", para recordar al lector su correcta pronunciación y remarcar, especialmente en el primero, que se trata de una palabra cuyo campo semántico difiere del que tiene comúnmente el vocablo " amor" en el lenguaje corriente. N. del T.

11 Una complacencia a nivel de los sentimientos, sin afectación de la genitalidad. Esto es lo que se designa propiamente como amor de eros.

12 Muy inteligente

13 Vanidad de vanidades

14 La hija pertenece a una orden religiosa

Lunes por la tarde 20

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