Читать книгу Lunes por la tarde… Tomo 2 - José Kentenich - Страница 8

Оглавление

25 de marzo de 1956

ESQUEMA

LA ALIANZA DE AMOR COMO CONSAGRACIÓN DE FAMILIA

La alianza de amor de hoy tiene un carácter singular y único

Por vez primera, toda una familia se regala a la Santísima Virgen

La Santísima Virgen contempla hoy con mirada cálida a esta familia

Sobre el significado de una consagración de familia como ésta nos ilustra la Sagrada Escritura. De allí destacamos tres visitas

Primero: la familia de Zaqueo, jefe de publicanos

La casa de Zaqueo recibe la visita del Señor

• La actitud: Zaqueo no está apegado a la riqueza, sino que tiene anhelo de Dios.

También en la actualidad hay a menudo hombres ricos que están insatisfechos, que buscan valores más elevados

• El encuentro: El Señor sella una alianza de amor con la familia de Zaqueo

• La bendición: toda la familia permaneció fiel al Señor

Hoy ha llegado la salvación también a la casa de la familia Horning

• La actitud: tampoco la familia Horning está apegada a los bienes terrenos, pues hace donaciones a los pobres

El materialismo moderno se expresa en Norteamérica como afán por un estándar de vida y como fanatismo por el deporte

• El encuentro: la Santísima Virgen toma hoy a esta familia

bajo su protección especial y quiere regalarla a Dios

• La bendición: la familia quiere llevar una vida santa en el mundo actual

Segundo: la familia de Zacarías

La actitud: la Santísima Virgen visita la familia; como mediadora de gracias quiere hacer mucho bien a la familia

El encuentro: la casa de Zacarías experimenta una doble bendición de parte de Dios

• Isabel comienza a profetizar

• Zacarías recupera el habla

• El niño es santificado en el seno materno

La bendición permanente: la familia entera se convirtió en una familia santa

San Juan Bautista se yergue ante nosotros como vigorosa figura de varón y como figura virginal de lirio grande en la riqueza interior

• grande en la pequeñez

• grande en la madurez

• grande en la pureza

En nosotros se despierta el anhelo: ¡ojalá también nuestra familia pueda engendrar vigorosas figuras de lirio como él!

Tercero: el joven matrimonio de Caná

La Santísima Virgen visita con el Señor a la joven familia y le presta ayuda en el apuro de no tener más vino

También para la familia Horning vale, en virtud de la alianza de amor: en virtud de la alianza de amor: no tienen más vino.

La Santísima Virgen asume la responsabilidad por todo al decir, una y otra vez: ¡no tienen más vino!

Ella pone como condición: haced lo que él os diga

La Santísima Virgen va en busca de familias que le ayuden a cumplir su gran misión

Queremos pedir la gracia de que también nuestra familia pertenezca por entero a la Santísima Virgen

Mi querida familia de Schoenstatt:1

La pequeña celebración que, sin gran apariencia exterior, nos reúne hoy en este lugar, tiene un carácter singular. Diría, casi, que tiene un carácter único.

¿Qué quiere decir «un carácter singular»? Aparentemente, esta celebración no es más que la última que hemos vivido juntos en este lugar. ¿En qué consiste entonces la singularidad de la celebración de hoy? La alianza de amor que hoy se sellará es exactamente la misma que la que hemos sellado aquí el 2 de febrero pasado2. ¿En qué estriba la diferencia?

Basta que contemplemos con más detalle a los contrayentes de alianza que están hoy frente a nosotros y frente a la Santísima Virgen. Si los contemplamos uno por uno, encontramos que hoy tendremos una consagración de familia, una consagración mutua de familia. Esto significa que una familia entera, con hijo y todo, se consagra hoy a la Santísima Virgen, y que la Santísima Virgen sella la alianza de amor con esa familia.

Y digo que esta consagración, esta celebración, es única, no sólo singular. ¿Qué significa esto, en la práctica? Es la primera vez que celebramos aquí una consagración, una alianza de este tipo. Es la primera vez que toda una familia se regala a la Santísima Virgen en alianza de amor.

Y realmente no me resulta difícil imaginarme con cuánta calidez mira hoy la Santísima Virgen a esta familia. Ella sabe cuánto valora el Señor la familia. Durante treinta años se dedicó él en su juventud a la familia. Y ella misma, la Santísima Virgen, visitó y regaló gracias a las familias cuando, durante su vida histórica, hizo su aparición como mediadora de gracias3. Ella sabe que, también hoy, el mundo a cuya renovación ella tiene que ayudar sólo puede ser renovado a través de familias renovadas, santificadas.

Ella quisiera tener a la familia toda: no sólo a los padres, sino también a la generación joven. Quisiera tener a ambas generaciones y sellar una alianza de amor con ambas. Ella sabe, al igual que nosotros, que quien tiene a la juventud, tiene el futuro. Y no en vano nos dice en el Acta de Fundación: quisiera atraer hacia mí a los corazones jóvenes y educarlos como instrumentos aptos en mi mano4.

Considero como algo evidente que, en el día de hoy, la Santísima Virgen mire con ojos inmensamente cálidos a esta joven familia, como «cubriéndola con su sombra».

Pienso que estaré cumpliendo un deseo de ustedes si me esfuerzo ahora por exponer un poco todo el significado de una tal consagración de familia. Y la mejor manera en que puedo y debo hacer esta exposición es internándome un poco con ustedes en la Sagrada Escritura.

¿Hay en la Sagrada Escritura alguna enseñanza que ilustre todo lo grande que encierra en sí una tal consagración de familia? La Sagrada Escritura no habla de consagraciones de familia. En lugar de ello, habla de visitas.

Quisiera destacar tres visitas que aparecen en la Sagrada Escritura y, basándome en esa ilustración, explicar qué importancia tiene una consagración de familia de este tipo. ¿Cómo son las tres visitas a las que me refiero? ¿Qué familias reciben la visita?

Se trata ante todo de la familia de Zaqueo, jefe de publicanos.

En segundo lugar, se trata de la visita a la casa y a la familia de Zacarías.

Y en tercer lugar, se trata de la visita a la familia y a la casa de los jóvenes esposos de Caná de Galilea.

Aquí tenemos al mismo tiempo el símbolo para una familia de más edad y otra más joven. Tenemos una familia madura: la familia de Zacarías. Tanto el hombre como la mujer eran ya de edad avanzada. Y la otra familia5 era todavía joven, estaba apenas en formación.

Tenemos, pues, tres visitas a una familia. Contemplemos un poco estas tres visitas con una mirada muy serena.

Comenzamos por Zaqueo. Tres son los pensamientos que queremos considerar aquí brevemente.

Primero, consideramos el tema,

preguntamos después por la interpretación del sentido,

y en tercer lugar por la bendición.

En realidad, la situación, el hecho, el tema debería resultarnos conocido6. El Señor había iniciado su actividad pública. Obraba un milagro tras otro. A través de los milagros quería demostrar que era el Salvador, que era Dios, el Dios hecho hombre. La masa del pueblo lo sigue. Los eruditos, los «capitalistas», no quieren saber en general nada de él.

Pero hay un jefe de publicanos llamado Zaqueo, del cual se afirma que era un hombre rico7. En nuestro lenguaje: era un capitalista. Había escuchado hablar mucho del Señor y tenía la necesidad de encontrarse con él. De pronto, oye decir que viene por allí, por esa calle. Pero como es de baja estatura, teme que, tal vez, no pueda verlo cuando pase por allí. Por eso se adelanta a la multitud y se sube a un árbol. Quisiera verlo a toda costa. Por supuesto, también quisiera que él lo viese.

El Señor pasa junto al árbol, mira hacia arriba, ve a Zaqueo y, entonces, le dice: Zaqueo, baja, que hoy quiero hospedarme en tu casa. La masa del pueblo que lo rodea se admira. ¿Cómo es posible que ese Salvador se hospede en lo de un pecador?

¿Qué responde el Señor? No se preocupa de las habladurías de la gente. Es más, pronuncia una frase enormemente significativa: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues el Hijo del hombre ha venido a liberar a los pecadores de sus pecados8.

Ahí tenemos, pues, la visita. El Señor visita la casa de Zaqueo.

Si observamos con más detenimiento el asunto, si queremos penetrar con nuestro intelecto la situación, tenemos que distinguir:

primero, la actitud del alma,

segundo, el encuentro, y

tercero, la bendición.

Veamos la actitud: ¿qué actitud tenía Zaqueo? Una actitud singular. Hace un momento dije que era un capitalista, que era muy rico. Pero no estaba apegado a esa riqueza, a las cosas materiales. Estaba exento de un apego desordenado al dinero y a los bienes, a las cosas terrenas.

¿Hemos de presentar pruebas de esta afirmación? En la Sagrada Escritura dice explícitamente que Zaqueo declara al Señor: repartiré la mitad de mis bienes entre los pobres. Y si he cometido alguna injusticia en mi servicio, en mi cargo, devolveré no sólo eso sino cuatro veces más9.

Está claro, entonces: a pesar de que era rico, no tenía un apego desordenado a la riqueza, a las cosas terrenas. Por eso, también es simbólico su gesto de dejar la tierra, de ascender a lo alto, de trepar a un árbol.

Una vez más pregunto por la actitud, la actitud interior de Zaqueo en este encuentro. A pesar de que tenía bienes y era rico, a pesar de que no estaba apegado a las cosas terrenas, estaba interiormente insatisfecho consigo mismo y tenía una gran aspiración de ir hacia lo alto, hacia algo más elevado, algo espiritual, algo religioso, algo profundo.

No raras veces encontramos también hoy en la vida que hay personas que son ricas pero que están totalmente insatisfechas en su interior. Es decir que los bienes no dan la felicidad.

Un ejemplo de Pullman,10 el inventor de las comodidades para dormir en los trenes. Evidentemente, era millonario, multimillonario. De él se cuenta que, un día, vio a un simple trabajador que tomaba muy contento su almuerzo. Dijo entonces Pullman: ¡si yo pudiese comer tan contento y tranquilo como este simple trabajador! ¡Cuántas dificultades, cuántas preocupaciones tengo para mantener y aumentar mi capital! Nunca puedo estar tranquilo.

Lo mismo se cuenta de Krupp,11 el «rey de los cañones». Su abuelo sufría de cáncer al estómago. Era también millonario y había atesorado mucho dinero. Pero no podía comer. Siempre temía que, si comía, sufriría una indisposición de estómago. Por eso, cuando veía comer a un simple trabajador, se sentía siempre insatisfecho y decía: ¡Qué hago yo con mis millones!

Como ven, el dinero y los bienes no procuran en sí la felicidad. Así lo encontramos también en Zaqueo. En su caso, notamos que no estaba apegado a las cosas terrenas, por lo cual tenía un fuerte anhelo de lo alto. Dice con gran claridad en la Sagrada Escritura que a toda costa quería ver al Señor12. Quería encontrarse con él. ¿Por qué quería encontrarlo? Esperaba de él una respuesta a la acuciante pregunta: ¿cómo puedo llegar a ser feliz? Ahí tenemos, pues, la actitud de Zaqueo.

¿Y cómo fue el encuentro? Una vez más, tenemos que preguntar a la Sagrada Escritura. Es un encuentro mutuo. Zaqueo subió presuroso al árbol. No se avergonzó de hacerlo: la gente, ¿qué dirá la gente? ¡Yo, el capitalista, subo al árbol frente a este desconocido y quiero verlo a toda costa!

Con gran anhelo mira desde el árbol al Señor que se acerca. ¿Y qué hace el Señor? Mira hacia arriba y lo ve. Los dos pares de ojos se encontraron y penetraron unos en los otros. Se encontró un corazón con el otro. Ambos sellaron una alianza de amor. Y lo que dijo la mirada del Señor lo expresó también su boca: baja rápido del árbol, que hoy tengo que hospedarme en tu casa. ¡Y qué rápido bajó Zaqueo! El Señor le dijo: ¡baja rápido! Hoy quiero hospedarme en tu casa.

Como ven, la alianza se eterniza. El Señor quiere permanecer un día entero en su casa para consolidar la alianza de amor con él. Y el Señor sabe que las masas murmuran porque hace algo semejante. También hoy en día sucede de ese modo: si un capitalista hace algo bueno, se dice: sí, sí, tendrá sus intenciones, sus intenciones capitalistas. Pero no siempre es ése el caso, como tampoco lo fue esa ocasión.

Y ahora viene la gran frase: ¿qué dice el Señor? Hoy ha llegado la salvación a esta casa. ¿Qué significa «a esta casa»? Ha llegado la salvación a toda esta familia. Es decir, no sólo a Zaqueo, sino a toda la casa, a toda la familia.

Así aparece a menudo en la Sagrada Escritura. El padre que dirige la familia determina la actitud de la familia. Así lo vemos también más tarde, cuando el centurión fue a ver al Señor y quería ver curado a su hijo. El Señor lo curó, y, en vista de ello, el centurión creyó. Pero como era el padre de la familia, que determina la actitud de la familia, dice el Evangelio: toda la casa creyó con él13.

Entonces, ¿qué encuentro fue éste? Un encuentro de amor entre el Señor y toda la familia de Zaqueo.

¿Y cuál fue la bendición? ¿Qué efectos tuvo la bendición? Después, el Señor se separó, se separó exteriormente de la familia. Pero, interiormente, la familia permaneció fiel a él y a la alianza con él. La tradición nos relata que, posteriormente, el apóstol Pablo consagró obispo a Zaqueo14. Y podemos suponer que la misma actitud de fidelidad ante el Señor, la actitud de amor, fue mantenida por toda la familia. En efecto, según la concepción bíblica, el padre es símbolo de toda la familia.

Hoy ha llegado la salvación a esta casa. ¿A qué casa me refiero ahora? A la familia Horning. Hoy ha llegado la salvación a esta casa, a esta familia, pues toda la familia recibe hoy al Señor. En efecto, la alianza de amor con la Santísima Virgen es, en última instancia, una alianza con el Señor.

Si queremos, podemos detenernos ahora aquí y elaborar nuevamente los mismos puntos que escuchamos anteriormente. Preguntamos

primero, por la actitud,

segundo, por el encuentro,

tercero, por la bendición.

¿Cómo es la actitud? Si la actitud del padre marca la dirección de la actitud de toda la familia, ya sabemos, entonces, cuál es.

Zaqueo era rico. ¿Qué encontramos en este caso? Sin embargo, Zaqueo no estaba apegado a los bienes terrenos. Se esforzaba por incrementar su riqueza pero no estaba apegado a ella, sino que hacía beneficencia tras beneficencia. Regaló la mitad de sus bienes a los pobres.

La comparación es evidente: ¡cuánto bien hace la familia15 por los pobres, por la Iglesia! ¡Y con cuánta fuerza se mantiene libre la familia del materialismo moderno! No es que como hijos de Schoenstatt y familia de Schoenstatt no podamos ser ricos. Pero no debemos estar apegados, apegados de forma desordenada a Mammon, a la riqueza.

¿Cómo es el materialismo moderno aquí en Norteamérica? Sólo necesito mencionar dos palabras:

primero, es un afán por el estándar de vida y,

segundo, un fanatismo por el deporte.

¿Qué entiendo por afán por el estándar de vida? Es el fuerte impulso a elevar cada vez más el nivel de vida, el estándar de vida, a elevarlo más y más para comprender y adorar ese estándar de vida como si fuese una religión, como un dios.

Es evidente que cada cual debe vivir de acuerdo a su posición social. Está claro que quien pertenece a las clases de mejor posición económica tendrán un coche diferente que los demás. Pero una cosa es vivir de acuerdo la propia posición económica y otra es estar apegado a ese estándar de vida como a un dios, como a la religión.

No es difícil constatar que, a pesar de su riqueza, la familia Horning no se ha entregado hasta ahora a esos ídolos modernos.

Un segundo ídolo moderno, un sucedáneo de la religión, es el fanatismo por el deporte.

Está claro que los jóvenes tienen que practicar deporte. Todo un pueblo puede practicar deporte. Para un hombre joven, el deporte reviste gran importancia, es expresión de la posesión de sí mismo por parte de la personalidad. Pero no es eso lo que entiendo por fanatismo del deporte.

La forma en que el deporte se ha configurado hoy en día en Estados Unidos es la de un deporte pasivo y colectivo. Por un lado, organización racional en el trabajo. Por el otro, a través del deporte se impulsa más y más a que emerja en el pueblo estadounidense una misteriosa profundidad. Es el misterioso impulso del corazón a entregarse en alguna parte. Antes era a Dios a quien se entregaban totalmente el hombre y el pueblo cristiano. Hoy, son cosas terrenales, es el deporte. Basta que observemos atentamente cómo se comporta el pueblo en su conjunto cuando se celebran los grandes eventos deportivos. Comparen la visita a esos eventos y la visita a la iglesia. No es que no debiéramos participar también en esos eventos deportivos ni alegrarnos por ellos. Pero lo que no debemos es concebir el deporte como sucedáneo de la religión y de Dios.

Comparen ahora la actitud en un caso y el otro:16 riqueza, pero independencia interior de la riqueza. Y, en lugar del apego a la riqueza, el fuerte anhelo de lo alto, el anhelo de estar siempre junto a Dios y de encontrar, a través de las cosas terrenas, el camino hacia Dios. Así pues, la actitud en un caso y el otro es la misma.

¿Y el encuentro? Hoy ha llegado la salvación a esta casa. Hoy, la Santísima Virgen acoge a esta familia bajo su especial protección y quiere regalarla y consagrarla totalmente a Dios, el Eterno, el Infinito.

¿Cuál será, cual habrá de ser y tendrá que ser la bendición de una visita semejante? A semejanza de lo sucedido en la familia de Zaqueo, la bendición será una vida santa en el mundo actual, superficializado, secularizado.

Permítanme que abra una vez más la Sagrada Escritura. Una segunda visita. ¿Quién recibe aquí la visita? Una vez más, se trata de una familia: la familia de Zacarías17.

La situación nos es conocida: Zacarías quería tener un hijo con su mujer. Años de oración y súplica no habían conducido a la meta. Por fin, después que ambos habían llegado a viejos, Dios el Señor dice sí a su petición. Zacarías recibe la aparición de un ángel que le avisa del hecho. Pero él no cree. Por eso, en castigo, debe quedar mudo. Y debe poner a su hijo por nombre Juan.

Hoy, en que celebramos la fiesta de la Anunciación a la Santísima Virgen, el ángel le anuncia: tu prima va a tener un hijo. De inmediato, dice la Sagrada Escritura, la Santísima Virgen se fue con prontitud a la región montañosa para servir a su prima en el alumbramiento18. ¿Qué tenemos aquí? La Santísima Virgen visita a la familia de Zacarías.

Contemplemos, pues, una vez más detalladamente, primero, la actitud, segundo, el encuentro, y tercero, la bendición.

¿Con qué actitud va la Santísima Virgen con prontitud a la región montañosa? Es la actitud de la mediadora de gracias: ella quisiera hacer mucho bien, hacer el bien en lo terreno, pero también en lo espiritual.

Y ahora, el encuentro. Apenas la Santísima Virgen llega a la casa, ésta experimenta una múltiple bendición.

Primero, la mujer comienza a profetizar;

segundo, el hombre recupera el habla; y

tercero, el niño es santificado y salta en el seno materno.

Como vemos, la mujer comienza a profetizar. Adquiere una profunda captación de todo el orden sobrenatural. Y lo que hasta ese momento no había sabido, se le vuelve de pronto claro: María, que está allí para ayudarle, se ha convertido en Madre de Dios. «¿De dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?» Por eso: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno». Y, finalmente: «En cuanto tu saludo llegó a mis oídos» —¿quién debe saludar primero, quién debe hablar primero, quién debe realizar primero el acto de amor? La Santísima Virgen tenía que venir— «saltó de gozo el niño en mi seno». «¡Feliz la que ha creído!»19. Como ven, con esto se desveló a Isabel toda la personalidad de la Santísima Virgen y su puesto en el plan de salvación.

¿Y el hombre? De pronto, queda libre de su mudez20. Y comienza a alabar a Dios. Lo hace en nombre de su familia. Y si leen lo que Zacarías proclamó, hallarán que también él ha sido profundamente introducido en todo el orden de salvación. Ve muchas cosas que otros hombres no ven. Ve la misericordia de Dios en su pueblo y en el mundo entero. Y reconoce la posición de su hijo, de Juan, en todo el orden de salvación. «Será profeta del Altísimo, irá delante de él a preparar el camino del Señor»21. Como ven, encuentro con María, una bendición de Dios.

¿Y el niño? Está todavía en el seno materno, y salta. Se había anunciado a Zacarías que, estando aún en el seno materno, quedará lleno del Espíritu Santo22. Y ahora que la Santísima Virgen viene y saluda, el Niño es liberado del pecado original en el seno materno. Por eso es costumbre en la Iglesia celebrar el nacimiento, y no (sólo) la muerte de san Juan Bautista23. El pueblo cristiano tiene afecto a este acontecimiento y ha adquirido la costumbre de encomendar a la Santísima Virgen ya a los niños que se encuentran el seno materno.

Éste es el encuentro de esta familia con la Santísima Virgen.

¿Qué hay que comprender como fruto permanente, como bendición permanente de este encuentro? Toda la familia se ha convertido en una familia santa. Por eso hablamos de san Zacarías, de santa Isabel y de san Juan.

Por la característica propia de la fiesta de hoy pienso que deberíamos considerar un poco más detenidamente a san Juan como san Juan, que fue elevado por Dios a través de ese encuentro de amor.

¿Cómo se yergue hoy ante nosotros san Juan como hijo de esa familia? Como una vigorosa figura de varón y como una delicada e intocada figura virginal de lirio.

¿Qué significa una vigorosa figura de varón? Basta con que leamos lo que el Señor dice posteriormente sobre él. ¿No le había anunciado ya antes (el ángel) a Zacarías: «será grande ante el Señor»?24 ¿En qué consiste la grandeza de san Juan?

Grande es él en la apertura a Dios,

grande en la pequeñez,

grande en la madurez,

grande en la pureza.

¡Grande en la riqueza! Juan está totalmente abierto a Dios y a lo divino. Ésa es la verdadera santidad: estar abierto a Dios y a lo divino. Hoy se tiene un concepto totalmente diferente de grandeza y de riqueza. Se extiende la mano hacia la genialidad de la ciencia, la genialidad del arte, la genialidad de la técnica y de la industria. Seguro, también el santo puede ser un genio de ese tipo. Pero esa genialidad no lo hace santo. ¿Qué lo hace santo? ¿Qué lo hace rico? La apertura a Dios, (la capacidad) de ver a Dios a través de todas las cosas y de permanecer constantemente en contacto y en unión con Dios.

Ésta es la riqueza de san Juan: estar constantemente en contacto con Dios, en contacto con el Señor.

Él es grande en su riqueza, grande en su pequeñez. ¿Qué dice de sí mismo? Ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias, de las sandalias del Señor25.

Él es grande en su madurez. ¿En qué estriba la madurez, la madurez moral? ¿Qué dice el Señor? ¿A qué habéis venido al desierto? ¿Qué queréis ver? ¿A un hombre vestido con ropas suaves? Juan no es así. ¡Es una vigorosa figura de varón! ¿Qué queréis ver en Juan? ¿A un hombre arrastrado de un lado a otro por el viento? ¡Qué va! ¡No es un hombre que esté siempre mirando lo que hacen los demás! Es un hombre que tiene el coraje de nadar contra la corriente. Es una vigorosa figura de varón26.

Continuemos: es grande en su riqueza, grande en su pequeñez, grande en su madurez, grande en su pureza. He ahí ante nosotros a la figura virginal de lirio. Para nosotros es evidente: donde reina y triunfa la Santísima Virgen tiene que estar arraigada la pureza. No en vano la Sagrada Escritura caracteriza a la Santísima Virgen así: el ángel fue enviado a una virgen, y el nombre de la virgen era María;27 ambas veces se reitera la palabra «virgen». Por eso se aplica a la Santísima Virgen todo lo que se dice en el Cantar de los cantares acerca de los lirios, las azucenas. Como azucena entre cardos, así es mi amada, así es la Santísima Virgen entre las hijas de Israel28.

Y si contemplamos hoy ante nosotros al Señor y a la Santísima Virgen tal como bendicen la casa, la familia de san Zacarías, y si vemos cómo bendijeron la casa a través de esa figura vigorosa de varón y figura virginal de lirio, se despertará también en nosotros el anhelo de que nuestra familia pueda engendrar asimismo hijos como él.

Si contemplamos el altar, hoy no vemos solamente rosas sino también azucenas. Eso debe señalarnos qué fuerte es también nuestro anhelo de que, de nuestras familias, broten azucenas.

¿Qué entendemos por azucenas? Son hombres virginales que se entregan de forma total e indivisa a Dios. Por supuesto, es una gracia el ser llamado a un carisma tal, a una tal condición de azucena. Pero donde la Santísima Virgen posa su pie, allí crecen azucenas, no sólo rosas.

¿Habremos visto ya lo suficiente en la segunda familia y en la segunda visita de la Santísima Virgen? ¿Entendemos qué significado tiene una consagración de familia como ésta?

¿Y la tercera visita? Una familia joven. Apenas se habían casado. Celebraban sus bodas. La Santísima Virgen visita junto con el Señor a esa familia29.

¿Y qué obra esta visita? Basta con que escuchemos dos frases que aquí se pronuncian, que pronuncia la Santísima Virgen. Es casi como si ella repitiera el Acta de Fundación: «Señor, no tienen más vino».

Como ven, la Santísima Virgen está preocupada por las pequeñas cosas de esta familia. No tienen más vino. Sí, ya han bebido suficiente vino, pero están en un aprieto: se les ha acabado.

¡Cuán a menudo se dirá nuestra joven familia:30 no tenemos más vino. No tenemos más el vino del amor a Dios, que es necesario para que nuestra familia llegue a ser santa y pura. No tenemos más el vino de una vigorosa firmeza de carácter, a fin de imponernos en la vida actual. Entonces le escuchamos decir una y otra vez a la Santísima Virgen, en virtud de la alianza de amor: no tienen más vino.

O, más adelante, vienen las preocupaciones por la educación de los hijos. La Santísima Virgen asume la responsabilidad también por el hijo que la madre lleva en su seno. También el niño debe ser regalado y consagrado hoy con los padres. No tienen más vino: es una y otra vez la preocupación de la Santísima Virgen en virtud de la alianza de amor que hoy sella con la familia.

Pero ¿qué condición pone ella? «Haced lo que él os diga». Eso significa para nosotros: seguir siendo una familia católica, aplicar en la familia los principios de Cristo. Es lo mismo que está en el Acta de Fundación: amo a los que me aman, cuido de ellos. Pero primero deben demostrar que me aman viviendo de forma auténticamente cristiana, aspirando a la palma de la santidad31.

Mi querida Familia de Schoenstatt, así es la alianza de amor que la Santísima Virgen sella hoy con una familia.

Y puedo imaginarme muy bien que todos los padres que el 2 de febrero sellaron la alianza de amor dicen ahora: ¡Oh, si mis hijos estuvieran ya preparados! ¡Si también yo pudiese decir: mi casa y yo nos hemos consagrado por entero a la Santísima Virgen, y ella nos utiliza como su instrumento!

La Santísima Virgen va hoy desvalida por el mundo. Tiene la gran misión de depositar el mundo a los pies de Cristo. Por eso anda en busca de familias y, entre las familias, especialmente las de la generación joven.

Nuestra familia Horning sellará así hoy en su conjunto su alianza de amor con la Santísima Virgen. Y nosotros nos alegramos de corazón con ella.

Y nosotros, los padres de otras familias, queremos pedir a la Santísima Virgen una gracia semejante para nuestra familia.

Por eso, todos queremos depositarnos a nosotros mismos, depositar todos nuestros deseos y a todos nuestros hijos en la patena, y ofrecérselo todo de nuevo al Dios trino por las manos de la Santísima Virgen. Esperamos, entonces, que de esta pequeña fiesta del día de hoy brote una inmensa bendición para nosotros, para nuestros hijos y nuestros nietos.

1 Plática en el santuario.

2 El P. Kentenich se refiere a la consagración de matrimonios celebrada el 2-2-1956 (véase tomo 1 y siguientes). El carácter especial de la alianza de amor del 25-3-1956, para la cual el P. Kentenich pronuncia esta plática, estriba en que es la primera vez en que una familia entera se entrega a la Santísima Virgen: el señor y la señora Horning, junto con el hijo que esperan.

3 Bodas de Caná Jn 2, 1-12

4 Véase Schönstatt, Primera Acta de Fundación, n. 11 (versión publicada en 1919).

5 El joven matrimonio de Caná.

6 Véase Lc 19,1-10.

7 Véase Lc 19,2.

8 Véase Lc 19,9s.

9 Véase Lc 19,8.

10 George Mortimer Pullman, 1831-1897, empresario estadounidense que construyó en 1858 el primer coche cama para ferrocarril.

11 Alfred Krupp, 1812-1887, empresario siderúrgico alemán que se especializó en la fabricación de cañones y fue proveedor de material bélico para el ejército alemán.

12 Véase Lc 19,3.

13 Véase Jn 4,53.

14 Véase Josef Schmid, «Zacchäus», en: K. Rahner et al. (dir.), Lexikon für Theologie und Kirche, t. 10, Friburgo de Brisgovia 1965, col. 1303.

15 Referencia a la familia Horning.

16 El P. Kentenich se refiere a la familia de Zaqueo y a la familia Horning, que también era de buena posición. El señor Horning era agente inmobiliario.

17 Véase Lc 1,15-80.

18 Véase Lc 1,39.

19 Véase Lc 1,39-45.

20 Más tarde, cuando pone nombre a su hijo. Véase Lc 1,63s.

21 Véase Lc 1,76.

22 Véase Lc 1,15.

23 Fiesta de la natividad de san Juan Bautista el 24 de junio, y del martirio de san Juan Bautista el 29 de agosto.

24 Véase Lc 1,15.

25 Véase Lc 3,16.

26 Véase Lc 7,24-28.

27 Véase Lc 1,26.

28 Véase Cant 2,2.

29 Véase Jn 2,1-11.

30 Se refiere a la familia Horning

31 Véase Schönstatt, Die Gründungsurkunden, Vallendar-Schönstatt ⁵1987.

Lunes por la tarde… Tomo 2

Подняться наверх