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9 de abril de 1956

ESQUEMA

SOBRE LA HISTORIA DEL RECONOCIMIENTO DEL DEMONIO

Queremos colocar este mes bajo la consigna

«hoja de rosa por hoja de rosa», confianza por confianza

Lo que nos hace difícil la confianza es la psicosis de angustia del tiempo actual

Causas de la angustia condicionadas por la época

• impresiones no digeridas

• influencia extraordinaria del demonio

• vaciamiento de sentido del dolor

Esta tarde nos ocuparemos de la influencia extraordinaria del demonio en el tiempo actual

Antes que nada: ¿qué nos dice el pensamiento católico sobre el demonio?

Primera ley fundamental: Hay tres potencias que hacen historia:

la voluntad libre del hombre, Dios y el demonio

• Hay potencias de primer plano y de segundo plano

• Los factores principales son las potencias de segundo plano: Dios y el demonio

Segunda ley fundamental: Hay tiempos en los que la influencia del demonio es mayor que en otros

• Un tiempo semejante es el que vivimos hoy

• Dios y el demonio luchan entre sí por el corazón del hombre

¿Qué nos dice la literatura moderna sobre el demonio?

Ya no se cree más en el demonio

Detrás de esa actitud se encuentra la mayor muestra de habilidad del demonio: él mismo hace creer al mundo que no existe más

Debemos considerar más profundamente tres puntos:

• la historia del reconocimiento del demonio

• la historia de vida del demonio

• la forma de luchar del demonio

Primero, una palabra sobre la historia del reconocimiento del demonio

La Sagrada Escritura cuenta con la realidad del demonio como persona

Hasta el fin de la Edad Media, el cristianismo sostuvo firmemente esta doctrina

La época moderna ha olvidado al demonio

• La razón consiste en que ha colocado en primer plano al hombre y en segundo plano a Dios y al demonio

• Es verdad que muchas cosas malas en el mundo pueden explicarse por el pecado original

• Pero cuando se trata de una maldad extraordinaria, está detrás el demonio

En virtud de ese reconocimiento, la literatura moderna se ocupa

nuevamente con el demonio

Hay una relación entre el reconocimiento de Dios y el reconocimiento del demonio

¿Qué se sigue de lo dicho para mí personalmente?

Tenemos que contar con la potencia del demonio en nuestros hijos

Tenemos que aplicar los medios correspondientes para vencer al demonio

• Bendición y exorcismo

• Amor a la Santísima Virgen

Cuanto más nos unimos a la Santísima Virgen, tanto más interés tiene en nosotros el demonio

• Una antigua concepción afirma que los muros de los conventos están ocupados por legiones de demonios

• El demonio tiene un interés especial en las personas que aspiran a la santidad

El demonio influye en los estados de angustia del alma

• Con la angustia se relaciona la tristeza

• La tristeza abre la puerta al demonio

La alianza de amor con la Santísima Virgen es muy importante porque, por una parte, incita al demonio, pero, por la otra, también lo vence

El 2 de febrero pasado, cuando sellamos nuestra alianza de amor en el santuario, elegimos como símbolo de nuestro intercambio de corazones la rosa roja1.Desde ese momento, hemos comenzado a iluminar el contenido simbólico de la rosa2.

Queremos colocar este mes bajo la consigna «hoja de rosa por hoja de rosa». Todavía recordamos lo que simboliza para nosotros la hoja de rosa3.En ella vemos, por un lado, el color, el color verde. Es símbolo de la confianza. Por el otro lado, vemos la nervadura. Ella significa la confianza también en las mayores dificultades. Y si pensamos en las puntas del borde aserrado de la hoja de rosa, tomamos consciencia de que esa confianza no sólo resiste en las mayores dificultades sino también ante las metas más elevadas.

Las metas que perseguimos son sumamente grandes, sea que pensemos en la santidad de nuestra familia o en la renovación del mundo. En efecto, es imposible imaginarse metas aún mayores. Y son tanto mayores cuanto más nos examinamos a nosotros mismos, es decir, cuanto más observamos qué débiles somos. Por eso, una vez más: ¡confianza por confianza! La Santísima Virgen confía en nosotros, y nosotros confiamos en ella.

Para captar un poco más profundamente el significado de la confianza hemos reflexionado sobre la pregunta: ¿qué es lo que hace tan difícil la confianza en la actualidad? Es la psicosis de angustia de nuestro tiempo. Psicosis: no es una angustia habitual sino una angustia enfermiza.

Por eso hemos reflexionado mucho sobre las preguntas: ¿qué se entiende por angustia? ¿Cuáles son las causas de la angustia? ¿Y cuáles los antídotos contra la angustia? No queremos repetir lo que ya hemos elaborado en esa línea4.

Cuando hablamos de las causas de la angustia condicionadas por la época, señalamos tres: primero, la situación del alma; segundo, la situación de la época; tercero, la situación de la religión.

De la situación del alma hemos hablado por cierto in extenso. Por situación del alma hemos entendido sobre todo las impresiones no digeridas que se han hundido en nuestro subconsciente y que ahora se hacen notar en mayor o menor medida.

Permítanme que vuelva sobre el tema de la situación de nuestra alma y que insinúe todavía una segunda y una tercera causa. Como segunda causa quiero mencionar una influencia extraordinaria del demonio en el tiempo actual. Eso significa que el demonio tiene hoy una influencia extraordinaria en los hombres y procura potenciar los estados de angustia a niveles monstruosos, desmesurados.

Y después está la tercera causa, el vaciamiento de sentido del dolor.

Resumo, pues, una vez más: cuando pensamos en la situación de nuestra alma en el contexto de la angustia tenemos que tener presentes tres momentos: impresiones no digeridas que calan hondo y que producen un efecto cercano al shock; segundo, una influencia extraordinaria del demonio; y, tercero, vaciamiento de sentido del dolor.

Esta noche queremos ocuparnos un poco con la influencia extraordinaria del demonio en el tiempo actual.

En este punto merece ciertamente la pena que, antes que nada, asumamos una clara postura católica, o sea, que sepamos qué nos dice el pensamiento católico sobre el demonio y la influencia demoníaca.

Resumiendo podemos recordar aquí que, según el pensamiento católico, son tres las potencias que hacen la historia universal —y no sólo la historia universal sino también la historia de la familia y la historia personal—.

Supongan, por ejemplo, que tuviesen ustedes un historiador que quisiera escribir la historia de su árbol genealógico, o sea, la historia de su familia. ¿Qué escribiría, probablemente? Escribiría todos los acontecimientos exteriores. Es decir, los acontecimientos exteriores, lo que ha sucedido en lo exterior.

Lo mismo vale si estudian, por ejemplo, una historia de Norteamérica. ¿Qué figura allí anotado, registrado? En el fondo, sólo lo que han hecho los hombres.

Con ello tienen ustedes una potencia en la historia universal, la potencia de la voluntad humana. Supongamos, por ejemplo, que tienen que exponer qué hicieron los senadores tales o cuales. ¿Qué hizo Roosevelt?5 No sé qué hicieron todos ellos. Hay que fijarse en la historia. Pero ésa es sólo una de las potencias que han hecho la historia universal, o sea, la historia de Norteamérica.

Hay todavía otras dos potencias, sobre las cuales no aparece nada en los libros de historia. Esas potencias son el demonio y Dios. O sea, las potencias que hacen historia son tres: Dios, el demonio y la voluntad libre del hombre.

Si quieren introducir una distinción, trazar una línea divisoria, pueden distinguir entre potencias de primer plano y potencias de segundo plano. Las potencias de segundo plano son las que no se ven: el demonio y Dios. Y la de primer plano es la voluntad humana.

Como es natural, resulta extraordinariamente difícil delimitar ahora qué hacen las potencias de primer plano y qué las de segundo plano. Pero sobre todo tenemos que sostener firmemente que los factores principales son los de segundo plano. Ellos son los más importantes, los más esenciales.

Tienen que imaginarse lo siguiente: Dios y el demonio están en eterno antagonismo. Y ambos buscan instrumentos: la voluntad humana. El demonio quiere tener la voluntad humana como instrumento, y Dios también quiere tener la voluntad humana como instrumento. Por eso deben decirse que los hombres que se encuentran en primer plano en la historia universal están o bien al servicio del demonio o bien al servicio de Dios; dicho de otro modo, o bien son instrumentos del demonio o bien instrumentos de Dios.

Pero eso vale también acerca de nosotros. Tomen por ejemplo a su familia. Tomen por ejemplo la historia de su parroquia o la historia de su comunidad. Naturalmente, en ella verán en primer plano sólo a seres humanos que actúan, que desarrollan una acción. Pero, en lo esencial, ellos son o bien instrumentos en la mano de Dios o bien instrumentos en la mano del demonio.

Esto tienen que retenerlo por de pronto como ley fundamental, como postura. Hay tres potencias en la historia universal: Dios, el demonio y la voluntad libre del hombre. Y estas tres potencias están siempre en acción.

Un segundo principio que tienen que sostener: hay tiempos en que la influencia del demonio es mayor que en otros tiempos. Y hoy en día existe la concepción generalizada de que vivimos en un tiempo en que el demonio actúa de forma extraordinaria.

Dicho de otro modo, hay tiempos en la historia universal sobre los que hay que decir que, muy en el trasfondo, estaba actuando el demonio. Es como cuando el oleaje, por ejemplo, de un río, se encrespa moviéndose de un lado a otro. Pero no hay tormenta, es más bien la presencia de algunas ondas.

Pero hoy vivimos en un tiempo en que el mar está agitado por una borrasca. Es decir que, hoy, el demonio ha adquirido una influencia desenfrenada sobre el mundo, sobre la humanidad. En ese sentido suele decirse que hoy se están saldando cuentas que vienen de siglos atrás. Es decir: si, antes, el demonio actuaba de forma más tranquila, hoy recupera todo lo que antes no podía actuar.

Pero ¿de qué se trata, propiamente, en este gran combate entre el demonio y Dios? Ya he dicho en general que ambos tienen en la mira la voluntad libre del hombre. Permítanme que, en lugar de ello, diga, con más exactitud, que miran al corazón del hombre.

Es como si Dios marchase por el mundo, abriese las manos y reiterara siempre lo que leemos en la Sagrada Escritura: «Hijo mío, dame tu corazón»6. ¡Quiero tu corazón! Pero el demonio marcha también por el mundo y reclama: ¡dame tu corazón!

Se cuenta —por supuesto, es sólo una saga— que un viejo monje iba una vez por el desierto y se encontró de pronto con un cazador. El cazador estaba vestido de rojo. Ya sabemos quién era. Era el demonio disfrazado de cazador. Ambos se encuentran y mantienen un diálogo. Entonces, el monje pregunta al cazador de forma espontánea e ingenua qué hacía, qué quería cazar. Y el cazador rojo le dio a resolver un acertijo.

Dijo el cazador: voy de cacería. ¿Qué busco? El medium lunae. ¿Qué significa esa expresión? La mitad de la luna. La luna es un disco redondo. Si se la parte por la mitad, se tiene una «C».

Y continuó el cazador —el acertijo no terminó todavía—: segundo, busco el medium solis, es decir, el centro del sol. ¿Qué significa? Es la letra O. El centro (de la palabra latina sol) es la O. Tenemos, pues la C y la O. Enseguida veremos lo que significa.

Ahora viene la tercera palabra del acertijo: initium radii. ¿Qué significa? El comienzo del radio. El comienzo (de la palabra) es R. Por eso: C – O – R: cor. Es en latín, y significa corazón.

¿Qué es él,7 entonces? Es el ladrón de corazones, el cazador de corazones. Ése es el demonio, que en todas partes quiere hacerse con los corazones.

Pero también Dios nuestro Señor busca en todas partes los corazones. Por eso dice la Sagrada Escritura tan a menudo: ¡Hijo mío, dame tu corazón! Por eso la devoción al corazón de Jesús, al corazón de María. En ellas está siempre visible el corazón. No sólo el corazón de Jesús sino también el corazón de María. Siempre corazón, corazón, corazón. Siempre el corazón. Con ello tienen ustedes la disposición fundamental que tenemos que mantener ante el demonio.

Si se preguntan ahora a ustedes mismos o si preguntamos a nuestra literatura qué dice sobre el demonio, creo que tenemos que constatar dos cosas.

En líneas generales, al demonio se lo ha llevado a la tumba. El demonio duerme, no existe más. No se cree más en el demonio.

La mayor muestra de habilidad del demonio consiste en que hace que el mundo crea que no existe. Ya lo dijo el viejo Goethe: «Esta gente menuda no cree nunca en el demonio, y aunque la tuviese asida por el cuello»8.Y mientras el mundo no cree más en él, él puede seguir haciendo de las suyas.

Quiero contarles de nuevo una pequeña historia. Así, las cosas penetran más profundamente que si sólo las digo teóricamente.

Un párroco viajaba en un tren junto con todo tipo de gente. Entre los pasajeros había también un comerciante. Éste tenía interés en poner en aprietos al párroco. Mientras el párroco y otros pasajeros conversaban sobre una u otra cosa, interviene de pronto el comerciante y dice: señor cura, tengo algo importante, una noticia importante. ¿No ha leído usted ayer en el diario de Berlín? Allí decía que el demonio ha muerto. Y que dentro de dos días lo enterrarán. Usted está cordialmente invitado a estar presente en el entierro.

Se podrán imaginar que todo el pasaje del compartimiento del tren rió de buena gana. Pero el párroco no era tonto. Escuchó un poco y, de pronto, comenzó a buscar algo en su maletín. ¿Y qué extrajo de él? Su cartera. Coge diez céntimos de la misma y se las da al hombre que había dicho eso. Él lo mira y dice: ¡Diez céntimos! ¡Santo cielo! Ah —dice el párroco—, tengo costumbre de regalarle siempre diez céntimos a los pobres huerfanitos9.A los niños huérfanos o a quienes ya no están del todo en (…). Por supuesto, las risas se dirigían ahora al otro lado.

En fin, lo importante ahora es que podemos decir que, en general, el mundo actual, también el mundo cristiano actual, vive en base a la idea de que el demonio ya no existe más.

Pienso que habría tres pensamientos que tendríamos que considerar lentamente con más profundidad. Les diré primero unas palabras sobre la historia de la influencia del demonio o del reconocimiento del demonio; segundo, unas palabras sobre la historia de vida del demonio; y, tercero, unas palabras sobre la forma de luchar del demonio.

Primero, entonces, unas palabras sobre la historia del reconocimiento del demonio.

¿Qué nos dice la Sagrada Escritura acerca del demonio? ¡Oh, nos dice muchísimas cosas, y cosas importantes y graves sobre el demonio! En especial el apóstol san Pablo no se cansa de hablar del demonio y de la influencia demoníaca.

Es interesante: a Pablo lo escuchamos con gusto porque Pablo es un teólogo sumamente profundo. Tuvo profundas, profundas percepciones de los planes divinos. Nos dice muchas cosas sobre la filiación divina, sobre la condición de miembros de Cristo. Y a la Iglesia católica de hoy le gusta mucho escuchar eso, ¿no es verdad? Pero Pablo nos habla también inusualmente mucho sobre el demonio.

Según la enseñanza de Pablo, todo el mundo, también el aire, está lleno de demonios. Después: las estrellas están ocupadas y habitadas por demonios. ¿Entienden qué significa eso? El demonio, sobre el cual Pablo se esmera en hablar una y otra vez, es un poder, una potencia. Y por eso está claro que no sólo tenemos que luchar contra la carne y la sangre, contra el mundo, sino también contra los espíritus malignos.

Y después escuchamos de san Pedro la conocida frase que dice: «El diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar»10.Como un león rugiente, ¿verdad? ¡Imagínense a un león que ronda por ahí rugiendo!

Vean, pues, con cuánta fuerza cuenta la Sagrada Escritura con la realidad del demonio. Hay algunos libros modernos que hablan del demonio, es verdad. Pero entienden por el demonio sólo el mal que actúa en el mundo, no a una persona. Según la Sagrada Escritura, existen demonios como personas. Y, entre los demonios, hay uno que tiene todo el mando en sus manos: el principal de los demonios, Beelzebub11. He aquí una primera frase en la historia del reconocimiento del demonio.

Y esto continúa después. La Iglesia católica, el cristianismo, ha mantenido la doctrina del demonio, y del demonio como personalidad real.

Pero en la época moderna, o sea, después del fin de la Edad Media, se habla aquí y allá todavía del demonio, pero sólo como el mal en el mundo, no del demonio como una persona. Y así prosigue, siglo tras siglo, de modo que casi hay que decir que la opinión pública ha enterrado al demonio: el demonio está en la tumba.

No sé si ustedes se han preguntado ya alguna vez de dónde puede venir esto. Pues viene de lo siguiente: la época moderna ha colocado al hombre en primer plano. Y ha hecho que Dios y, en general, todas las potencias de segundo plano, pasaran cada vez más al trasfondo. El hombre está en primer plano y, con el hombre, el actuar humano.

También la ciencia moderna ha colocado siempre al hombre en primer plano. Por eso, la biología, la psicología, las ciencias naturales, la técnica: ¿qué ven todas ellas? Siempre está el hombre en primer plano. No se dirige la mirada hacia Dios. Tampoco se dirige la mirada hacia el demonio. Sólo se ve al hombre.

¿Qué hay de verdad en ello? Si piensan en el hombre en su relación con el demonio, se plantea la gran pregunta de qué hay en el hombre que lo inclina hacia el mal. ¿Hay en él alguna fuerza que explique el mal sin que haya que suponer la existencia de un demonio?

Sólo tenemos que mirar nuevamente la Sagrada Escritura, y allí escuchamos lo siguiente: la naturaleza del hombre está inclinada al mal desde la infancia12. Es verdad: para explicar el mal que he hecho, el mal que sucede en el mundo, el que sucede en la política, no necesito en todos los detalles al demonio. Muchas cosas puedo explicarlas por la corrupción de la naturaleza humana a través del pecado original. Tienen que recordar qué efectos ha tenido el pecado original.

Antes del pecado original, la naturaleza humana estaba en plena armonía. Recordarán todo lo que hemos dicho ya sobre el animal en el hombre, sobre el ángel en el hombre, sobre el hijo de Dios en el hombre13. En ese entonces, el animal se subordinaba con buena disposición al ángel, y el animal y el ángel seguían al hijo de Dios. Por eso había en la naturaleza humana una maravillosa armonía.

Pero ahora, a través del primer pecado, el hombre ha cortado sacrílegamente la armonía entre ángel, e hijo de Dios. ¿Y los efectos? El castigo consistió en que Dios cortó la armonía entre animal y ángel. Por eso, ya desde aquel tiempo hablamos de la concupiscencia.

De ese modo oímos decir a Pablo, que tanto sufrió por ese estado de cosas: «¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?» «Puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero»14. Ésta es la escisión en la naturaleza humana.

Por eso digo que, para explicar el mal en el mundo, no siempre tenemos que recurrir al demonio. Muchas cosas se explican por la escisión de la naturaleza. Pero tenemos que agregar: aunque en el caso particular resulta difícil decidir dónde ha actuado el demonio y dónde actúa la naturaleza enferma, aunque tenemos que admitir que así es, tiene que haber criterios según los cuales se pueda estimar: ahora no hay duda de que está actuando el demonio.

Son, como ven, dos poderes: la naturaleza enferma, una naturaleza mala, y, por el otro lado, el demonio. Ambos se unen después muchas veces.

Ahora se plantea la pregunta: ¿cuándo actúa indudablemente el demonio como una potencia en la vida humana? Repito: es difícil explicarlo en el caso particular, pero hay casos en los que es inequívocamente claro.

Sólo es preciso que recuerden, por mencionar un ejemplo, cuántas crueldades ha cometido la naturaleza humana en Occidente. Es así: donde la maldad sobrepasa un cierto grado, donde se trata de una maldad fuera de lo común, pueden suponer siempre con seguridad que, para su explicación, no basta la escisión en la naturaleza humana sino que hay también un influjo inmediato del demonio. Por ejemplo, si recuerdan lo que tal vez hayan escuchado sobre los campos de concentración o sobre los asesinatos masivos, sobre los experimentos ajenos y contrarios a la naturaleza que se han realizado en masa, dirán de inmediato: tan mala no es la naturaleza humana como para que pudiese cometer semejantes cosas.

A partir de un reconocimiento tal, la literatura moderna, también la novela moderna, se ha ocupado de nuevo con el demonio15. Si antes hablamos del entierro del demonio, ahora tenemos que hablar de la resurrección del demonio o, por lo menos, de la fe en el demonio. ¿Entienden lo que quiere decir? De pronto, la humanidad comienza a creer de nuevo en la realidad del demonio, en la personalidad del demonio. Basta que miren las novelas modernas. Verán, entonces, que son muy distintas que antes.

Y ahora, ustedes podrían plantear la pregunta: ¿qué relación intrínseca hay entre todos estos elementos? Verán: a la larga, no se puede negar las verdades últimas. Dios nuestro Señor cuida de que lo que hemos olvidado, lo que hemos perdido de vista, regrese con el tiempo más y más a la consciencia plena y despierta.

Ya les he dicho: una de las razones que explican el hecho de que se haya olvidado al demonio es la fuerte acentuación del hombre, de las fuerzas humanas y de las capacidades humanas. Con ello tiene que ver al mismo tiempo una segunda razón: cuanto más pasa el hombre a primer plano, tanto más pasa Dios al segundo plano.

Ahora bien, la psicología de la religión nos dice que se da un hecho peculiar: cuando Dios y el demonio luchan entre sí y la sociedad humana procura asumir una posición respecto de Dios y del demonio, la influencia del demonio desaparece primero del sentir de los hombres16. Así entendemos que, si bien la humanidad siguió sosteniendo a Dios, olvidó al demonio.

Ahora podemos decir, a la inversa: el demonio vuelve a llamar la atención sobre sí mismo. La humanidad siente de nuevo que hay un demonio, un poder real. De allí puede inferirse que, tarde o temprano, también Dios se hará notar más fuertemente. Así pues, nos encaminamos hacia una época en que se reconocerá más fuertemente el poder del demonio y la personalidad del demonio.

¿Qué se sigue de todo eso para nosotros personalmente, sea que piense en mí o en mis hijos?

Si Dios le ha dado en la actualidad semejante poder al demonio, el demonio tiene también poder sobre mí y sobre mis hijos. Entonces tengo que contar con la potencia del demonio en mí y en mis hijos. Aun cuando, en el caso particular, resulte difícil determinar que lo que actúa aquí es sólo la debilidad de la voluntad humana, y, allá, la potencia del demonio, hay que contar con esa potencia.

Ya el solo hecho de que yo cuente fundamentalmente con ella es un gran avance. Por ejemplo, si noto que se despiertan en mí pasiones tremendas, o siento lo mismo en mis hijos, no debo decir solamente: ¿qué tengo que hacer, psicológica y pedagógicamente?, sino que debo preguntarme también: ¿qué debo hacer para atenuar la influencia del demonio en mí y en mis hijos?

Son los viejos pequeños recursos católicos que nuestros abuelos aplicaban tan a menudo: bendecir a nuestros hijos o bendecirnos a nosotros mismos. ¿Qué es la bendición? Es como una suerte de exorcismo.

Existe asimismo un exorcismo17 que se considera como tal también en cuanto al nombre, o sea, que no es sólo una bendición, sino un exorcismo oficial. Hay una oración mayor, formulada por León XIII18. Existe también un exorcismo menor, que dice así: «Exsurgat Deus, et dissipentur inimici eius». «Levántese Dios y se dispersen sus enemigos». Después, se pronuncia la bendición.

Conozco a una familia, a un padre digno y anciano que lo reza. Tiene a todos sus hijos fuera, actúan en el exterior, en diferentes países. Es uno de aquellos padres que hablan poco, que no pronuncian grandes discursos. Pero cada noche, antes de irse a dormir, sale delante de la puerta y bendice a sus hijos a los cuatro vientos. ¿Qué significa bendecir a los hijos? En la práctica, significa que el demonio debe apartarse de ellos y que Dios debe llegar a ser nuevamente Señor sobre ellos. ¿Entienden la fe profunda que hay detrás de ello? Tenemos que contar más con el poder del demonio.

Supongamos, por ejemplo que un hijo adolescente se resiste año a año a mi influencia y está siempre en contra: si conozco el tiempo actual, no aplicaré solamente los medios pedagógicos habituales para superar la situación, sino que, en silencio, y sin que el muchacho lo perciba, también le daré la bendición, en la consciencia de que el demonio tiene que apartarse de ese muchacho. Del mismo modo, si yo mismo me encuentro año tras año en graves tentaciones, debo contar con la influencia del demonio.

Permítanme revelarles que yo personalmente lo hago19 cada mañana en dirección a los cuatro puntos cardinales, y al hacerlo tengo presentes a todos aquéllos que Dios ha conducido hasta mí. ¡También ustedes se cuentan entre ellos! Es decir: lo hago para que la influencia del demonio se aparte de ellos. Y no es preciso hablar mucho de ello: simplemente, se lo hace.

Uno de los recursos más importantes para superar la influencia del demonio es el amor a la Santísima Virgen. Más adelante se lo expondré con todo detalle.

Pero, sólo para insinuarlo ahora: la Santísima Virgen, en virtud de su posición, no es solamente la colaboradora permanente del Salvador sino también la antagonista personificada del demonio. Ése es su oficio. Por oficio, ella tiene que aplastar la cabeza del demonio.

Por eso, la alianza de amor con la Santísima Virgen es una alianza de lucha contra el demonio, una declaración de lucha contra el demonio. En la medida en que estoy apegado a la Santísima Virgen y conduzco a mis hijos a la Santísima Virgen, estoy en posesión del contrapeso más fuerte contra la influencia del demonio.

Ahora bien, no sé qué usos y costumbres tienen ustedes en casa. En realidad, es una costumbre auténticamente católica que los padres bendigan siempre a los hijos, sobre todo a los pequeños, antes de que se vayan a dormir. Debería hacerlo sobre todo el padre. Por supuesto, tiene que darse en base a una fe profunda. Y cuando los niños ya han crecido no les gusta en general que se lo haga exteriormente. Hay que hacerlo en silencio y privadamente.

Lo mismo cuando mis hijos están ausentes, por ejemplo, si están estudiando fuera en alguna parte. Qué sencillo es darle a cada uno la bendición. En Alemania suele decirse: «le doy la bendición», o sea, se coge agua bendita y se da la bendición hacia los cuatro puntos cardinales. Y cuanto más silenciosamente se hace, cuanto menos se percatan de ello otras personas, tanto mejor. No es preciso hacer mucha alharaca. ¿Qué presupone este gesto? La fe profunda en la realidad de Dios y la fe en la realidad del demonio.

Por último, permítanme reiterarles: también cuando fuertes pasiones bullen y actúan en uno pueden contar siempre con que el demonio está interesado en ello y sopla para atizar el fuego. Más adelante, cuando les hable de la forma de lucha del demonio, trataré más extensamente este punto.

Antes o en días anteriores les he hablado mucho sobre la angustia. Hay toda una cantidad de causas naturales para que el hombre actual se vea impulsado siempre de un lado a otro por la angustia. Pero créanlo: si Dios libera de algún modo al demonio del infierno, el demonio se esfuerza por reforzar este estado de angustia. Porque el hombre torturado por la angustia se convierte después en un juguete del demonio.

Resumiendo, entonces: si piensan en la historia del culto al demonio o del reconocimiento del demonio, tienen que admitir que vivimos en un tiempo en el que el demonio tiene una influencia más fuerte, pero también en un tiempo en que la influencia del demonio se reconoce de vuelta cada vez más.

Incluso deben contar con que no sólo se interesen por ustedes algunos demonios, sino que, según sea el caso —si, por ejemplo, se han regalado ustedes a la Santísima Virgen—, se interese por ustedes un montón de demonios. Así tienen que imaginárselo (…).

Esto se lo expondré in extenso más adelante, cuando les hable de la historia de vida del demonio. Entonces les explicaré cómo el demonio tiene en la mira a la Santísima Virgen. Es una enemistad a muerte entre la Santísima Virgen y el demonio. Ahora el demonio ya no puede hacer más nada contra la Santísima Virgen. Con ello, es evidente que atacará a quienes se han regalado a la Santísima Virgen. Pero no tenemos que preocuparnos para nada. Cuanto más se interesen por nosotros los demonios, tanto más la Santísima Virgen es la que aplasta la cabeza del demonio. Pero eso no vale para un demonio cualquiera, por ejemplo, para un demonio que está en África, sino para los demonios que me persiguen a mí.

Por lo demás, es la antigua concepción de los religiosos que los muros de los monasterios están ocupados por legiones de demonios. O sea, no son sólo uno o dos, o cien demonios20. Como es obvio, esto no puede demostrarse. Es sólo una concepción general. Pero el motivo profundo estriba en el hecho de que cuanto más significa un hombre para Dios, tanto más se interesa en él el demonio. ¿Entienden por qué? Es una vieja regla estratégica: si hiero al pastor, tendré al rebaño. Una vez que he asesinado al jefe del ejército, éste último corre de aquí para allá, y ya no tiene jefe21.

Y los sacerdotes deberían ser ese tipo de jefes en el reino de Dios. Por eso debe entenderse que los demonios tengan un interés especial en las almas fervorosas. Y si como familia de Schoenstatt estamos también llamados a la santidad, y si queremos regalarnos enteramente a la Santísima Virgen, tenemos con contar con que el demonio esté interesado de manera muy especial en nosotros. También en nuestros hijos. Por eso tenemos que renovar nuestra alianza con la Santísima Virgen, a fin de que ella derrote al demonio y a su séquito.

En ese sentido hay innumerables relatos. No digo que todos ellos sean verdad (en sentido histórico). Así, por ejemplo, hay toda una cantidad de historias de monjes. Estas historias documentan la representación de que los muros de los monasterios están rodeados de demonios. Una historia cuenta que un monje había tenido tentaciones tremendas. Quería abandonar el desierto, casarse, y arrojarse en brazos de todos los pecados del mundo. Pensaba que no podía resistir más la soledad. Cuando fue a ver al padre abad, éste le explicó que el demonio tenía especial interés en él. Por eso le pintaba constantemente esas imágenes. El abad le recordó asimismo las tentaciones de Jesús, pues el demonio tentó a Jesús también en el desierto. Y le hizo referencia también a san Pablo. Pero el monje no quedó satisfecho. Todo eso está muy bien —dijo—, pero no puedo soportarlo. El demonio me tiene en sus garras.

Entonces, el abad le dijo: Mira hacia ese lado. Y el monje vio todo un ejército de demonios. Mira ahora al otro lado, dijo el abad. Y allí había no sólo un ejército sino un sinnúmero de ángeles.

El monje extrajo de ello la siguiente lección: aunque el demonio tenga influencia sobre nosotros, los espíritus buenos, Dios y la Santísima Virgen, tienen una influencia aún mayor.

En resumen, por tanto: pienso que ahora deben de entender ustedes que el demonio ejerce también una influencia en los estados de angustia de nuestra alma. La angustia es en realidad la maestra de todos los males.

Con la angustia se relaciona la tristeza. Tal vez conozcan el bello adagio que dice: «El demonio pesca en aguas turbias». Es decir, en la práctica: si el hombre está triste, el demonio tiene por dónde entrar: todas las puertas le están abiertas.

Por eso, los maestros espirituales enseñan que una de las fuentes principales de la tristeza es el demonio. Otras son las dificultades de la vida, el temperamento melancólico. El demonio conoce el lado débil de un ser humano y sabe conectarse con ese lado débil.

Pienso que por esta tarde hemos escuchado suficiente sobre el demonio. Más adelante será interesante que hablemos de la historia de vida del demonio y, después, de la forma de luchar del demonio, a saber, del método según el cual lucha contra nosotros.

A partir de todo lo dicho podrán notar qué importante es para nosotros la alianza de amor. La alianza incita al demonio pero, por el otro lado, también vence al demonio.

1 Véase tomo 1, p 99 y siguientes.

2 Estas frases introductorias son inaudibles en la grabación y han sido tomadas de una versión autorizada del texto realizada por la traductora.

3 Véase la plática del 18-3-1956.

4 Al parecer, tiene que tratarse de pláticas pronunciadas por el P. Kentenich sobre el tema en el período que va del 18 de marzo al 9 de abril de 1956. Hasta ahora no han podido encontrarse grabaciones ni apuntes de esas pláticas.

5 Probable referencia a Franklin D. Roosevelt, 31º presidente de Estados Unidos, que gobernó de 1933 a 1945.

6 Prov 23,26.

7 El demonio.

8 J. W. von Goethe, Fausto. Primera parte, 2118s.

9 Alusión a la frase bíblica: «Vuestro padre es el diablo» (Jn 8,44).

10 1Pe 5,8.

11 Véase Mt 12,24: «Mas los fariseos, al oírlo, dijeron: “Éste no expulsa los demonios más que por Beelzebul, Príncipe de los demonios». La grafía Beelzebub, utilizada tiempo atrás, se remonta a la traducción de la Vulgata.

12 Véase Gén 8,21.

13 La visión del hombre como microcosmos en el que se unen los grados de ser del cuerpo, del espíritu y del alma en estado de gracia (animal, ángel, hijo de Dios) se remonta a Tomás de Aquino.

14 Rom 7,24; 7,19.

15 Anton Böhm publicó en 1955 un libro titulado Epoche des Teufels [Época del demonio]. Alois Winklhofer plantea también en 1961 en su Traktat über den Teufel [Tratado sobre el demonio] la pregunta de si la época contemporánea puede designarse como la «época del demonio», y menciona ejemplos para la representación del demonio en la literatura moderna, entre ellos los autores Bernanos, Langgässer, Lewis y Greene.

16 El P. Kentenich repite para la traductora: la psicología de la religión nos dice que la relación fundamental entre Dios y el demonio por un lado, y la relación entre los hombres, Dios y del demonio por el otro, se regula en la mayoría de los casos así: cuando el hombre pierde el contacto con los poderes del más allá, pierde primero el contacto con el demonio y, después, el contacto con Dios.

17 El exorcismo es una oración especial de rechazo del demonio. Mientras que el llamado exorcismo mayor sólo puede ser realizado por sacerdotes con autorización expresa del obispo, el exorcismo menor puede ser rezado por todos. Reza, por ejemplo, como sigue: Levántese Dios omnipotente, se dispersen sus enemigos y huyan de su presencia todos los que le odian. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

18 León XIII, cuyo pontificado se extendió entre 1878 y 1903.

19 El P. Kentenich se refiere a dar la bendición.

20 En la Antigüedad, una legión representaba la agrupación más numerosa del ejército, integrada por 4000 a 6000 infantes, 300 jinetes y el correspondiente bagaje.

21 Después de esa frase se interrumpe la grabación. Los párrafos que siguen están basados en una versión escrita anónima.

Lunes por la tarde… Tomo 2

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