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CAPÍTULO ١

LA APARICIÓN DE LA MÁQUINA

Era el tema central del momento, daba igual quién lo comentara: ejecutivos, albañiles, amigas en una fiesta, funcionarios, tenderos; o dónde se comentara: en los bares, en la calle, en las empresas… Era motivo de captación de una atención importante de las conversaciones y de los informativos de todas las cadenas de televisión y radio. Decían que se había inventado una máquina que era una versión amplificada y desarrollada del IRMF (Imagen por resonancia magnética funcional), que permite mostrar imágenes de las regiones cerebrales que ejecutan una tarea determinada y evaluar el nivel de conciencia del sujeto. Originalmente inventada en el 2012 y ahora, en el 2020, amplificada a un nivel tan sorprendente que se podía calibrar en solo 7 segundos la actividad neuronal emocional del sujeto y a su vez evaluar en una comparativa con otros millones de personas, la capacidad de conciencia que definiría el grado de buena persona y, por lo tanto, la confianza que generaba esa persona en el mundo actual.

La invención de tal magnitud había sido realizada por una empresa líder en tecnología en China llamada Xing Lái o XL, aunque, hasta el día de hoy, era un secreto la identidad de la persona o personas fundadoras de dicha empresa.

Las pruebas se habían realizado en todo el mundo, desde el Tíbet hasta España, desde EE.UU. hasta Alemania, en diferentes sitios como templos y centros de meditación hinduistas (áshram), en universidades y hasta en cárceles y en personas de todo tipo. Ante la controversia y transcendencia de tal información que podía plasmar la máquina, se eligió a dos personas de 101 países diferentes, con un total de 202 personas que iban dando fe de todos los datos entregados y de los sucesos acontecidos.

Se generaron dudas y muchas descalificaciones por parte de algunos informativos y de diferentes políticos del momento. Imagino que la posibilidad de perder el poder, de manejar la verdad a su antojo era un riesgo que no querían correr. Gracias a infinidad de grupos ecologistas y asociaciones creadas en favor del invento se desarrolló un movimiento revolucionario que por fin, unido por algo realmente importante como la defensa de la verdad, hizo posible que no se quedara en el olvido este proyecto, igual que ya había pasado con infinidad de otros buenos proyectos en la historia de la humanidad.

Y así, una vez comprobado que la fiabilidad de la información de la máquina estaba por encima del 99,9 %, se empezaron a dar patentes para que las empresas pudieran crear el producto y hacerlo muy accesible.

Su manejo era sencillo. Se introducía un usuario y una contraseña en el panel numérico para acceder a otros datos anteriores del usuario. Se colocaba un casco en la cabeza, separado en unas láminas, que mandaba una vibración al cerebro y recogía los datos necesarios para su evaluación, y en una pantalla mostraba el porcentaje actual de conciencia y la diferencia con el último chequeo. De esta forma, sabías si los últimos sucesos te habían afectado en positivo o en negativo, por lo que era un test privado y medible de la mejora personal en un camino más correcto y verdadero incluso del día a día.

Se definieron unos baremos basados en las valoraciones emitidas dentro de un intervalo del 1 al 100. Estos eran:

Grupo 1: del 1 al 5, hay muchas posibilidades de intención de provocar daño, calculado en un 30 %.

Grupo 2: del 6 al 10, las posibilidades de intención dañina se reducen hasta quedar en un 6 %.

Grupo 3: del 11 al 22, solo hay un 0,2 % de posibilidades, por lo que sería una persona altamente fiable.

Grupo 4: del 23 al 50, las intenciones de daño son prácticamente nulas y además se empiezan a generar intenciones altas de ayuda y compasión. Trabajos de autobservación.

Grupo 5: del 51 al 90, es en definitiva gente que lleva un camino personal de trabajo de conciencia muy alto.

Grupo 6: del 91 al 95, es el nivel de compasión y conciencia que la máquina revela de los grandes maestros de diferentes partes del mundo, seleccionados o voluntarios para realizar las pruebas definitivas.

Grupo 7: del 96 al 100, a fecha de hoy aún no se ha conocido a nadie en este nivel.

Al principio, las dudas eran enormes. Había también una gran parte de miedo, bien a que la información no fuera del agrado del usuario, bien a que el amor propio se viera tocado; incluso otro tipo de miedos, como dedicarle un dinero y un tiempo a algo que podría ser una mentira en sí misma.

Poco a poco los más valientes que lo probaban iban hablando positivamente de la máquina y fueron generando curiosidad, misma que con el tiempo se transformó en admiración por el tipo de información tan diferente y a la vez tan especial que comunicaba de cada persona.

Entender que, aunque no nos diera una puntuación alta, podría ser positivo, dio paso, tras varios debates y tertulias de personas bien consideradas en el mundo, a que en realidad saber la información de nuestra situación personal es la mejor vía para darnos cuenta e iniciar un proceso de vida más saludable para todos. Esto fue un punto importante de empuje para todo el proceso universal. El miedo se fue transformando en autodeterminación hacia una mejora personal tal y como pudo ser en su día la eliminación de un grado importante de ignorancia y a su vez el incremento del conocimiento propio.

Se empezaron a crear muchas salas y actividades de observación emocional y, las que ya estaban abiertas, pronto fueron creciendo exponencialmente. Estuvieron desbordadas en poco tiempo. En definitiva, era un movimiento en el que prácticamente todo el mundo estaba interesado.

Grandes asociaciones se creaban cada día para suplir esa carencia que, en tan poco tiempo y con la necesidad de cubrirla, fomentaban un tipo de negocio que no solo era negocio, sino que además era la forma de ayudar a crecer a los demás, a la vez que uno mismo crecía con el proceso de dedicarle energía y compartir continuamente con otras personas interesadas en el mismo tema. Asimismo, esto generaba una gran cantidad de vínculos emocionales importantes.

También nacieron asociaciones para, de alguna forma, crear ciertas pautas y directrices para los diferentes cursos de nueva creación en relación con temas como equilibrio entre la parte práctica y teórica, o sobre cómo gestionar personas cuyo nivel de conciencia fuera demasiado bajo y necesitaran más apoyo del habitual.

Con el paso del tiempo, se fueron compartiendo infinidad de casos de personas, inicialmente con un grado bajo, que con voluntad y constancia fueron creciendo más rápido que otros que empezaban con un grado mayor. Esto era una prueba de que hace más el que quiere y pone una intención importante en su progreso que el que puede pero no le dedica esa determinación crucial para conseguir los objetivos propuestos.

Y así, se experimentaron grandes vivencias personales en este camino de autoconocimiento, donde unos eran más mentales y necesitaban alimentar las emociones desde el corazón; otros eran más emocionales y necesitaban cierto grado intelectual para equilibrar el conjunto; e incluso otros que, aunque ya tenían un grado importante de conciencia, se daban cuenta de que, como decía Sócrates en su apología: «Solo sé que no sé nada». Y es que estamos continuamente aprendiendo y con cada paso que damos solo nos queda dar gracias por poder SER y SABER cada día un poquito más para ir entendiendo y disfrutando de las grandes claves de la vida, que todos los días nos ponen delante de nuestros ojos y así, por fin, poder verlas.


La máquina de la consciencia

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