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CAPÍTULO ٣

MIGUEL (TIPOS DE YOGA, PRINCIPIOS HERMÉTICOS Y MEDITACIÓN CON MIS HIJAS)

Me sentía como un remolino dando vueltas en busca de algún lugar donde pudiera ir aprendiendo cosas. Recordaba algunas historias de mi estancia en Cancún pero, después de tanto tiempo, descubrí que habían quedado más sensaciones que prácticas concretas.

No era yo solo. Había muchísima gente buscando y hablando sobre cierto tipo de yoga y de meditación. Que si nuevo chamanismo, que si budismo, que si metafísica, curso de milagros, radiestesia, aromaterapia, constelaciones familiares, reiki, registros akáshicos, temazcales, ayahuasca, meditación vipassana, biodanza, trabajos con mantras, palabras de poder, etc. Vamos, un sinfín de alternativas diferentes para aprender y avanzar en ese camino de conciencia que se había avivado tan rápidamente. Parecía que era el momento ideal para subir unos escalones en esa dirección… A ver que nos encontrábamos.

Estando en Albacete, escuché sobre un sitio de yoga, así que me apunté. Cuando fui a preguntar, la chica de recepción me dijo que podía probar una clase gratis y justo en 15 minutos empezaba una. Me animé y entré, no era momento para dudas y pensamientos. Ya en la sala, observé todo como si fuera el primer día de colegio de un niño: no sabía qué usar, qué hacer ni dónde ponerme, así que «Sobre la marcha los planos», como decía un dicho de mi pueblo manchego.

Cogían una esterilla y la ponían en el suelo, yo también. Empezaban a hacer unos calentamientos, yo también (ahí me di cuenta de que la ropa que llevaba no era muy elástica que dijéramos). Noté que éramos como veinte personas y el único hombre era yo. Bueno, mi parte masculina se ponía contenta… En fin. Entró la profesora, era alta y muy delgada, con una larga cabellera morena y una sonrisa agradable.

—Buenas tardes, bienvenidos, mi nombre es Azucena. Empecemos la clase recordando conceptos. El yoga que hacemos es tipo Hatha cuyo objetivo es que, a través de ejercicios concretos y respiraciones, estiremos y oxigenemos todo el cuerpo a la vez que conseguimos una paz y relajación que equilibre nuestras vidas dela vida estresante diaria, la del mundo exterior.

De momento sonaba bien, aunque me seguía sintiendo muy raro. Era muy diferente del típico gimnasio de llegar y machacar. La profesora nos iba explicando acerca de la respiración, así como ejercicios paso a paso para estirar los músculos pero, por mucho que intentara llegar a las posturas, parecía casi imposible. La profesora tuvo que venir a decirme:

—No te esfuerces tanto, intenta llegar a donde veas, pero sin sufrir, ya tu cuerpo irá avanzando a su ritmo.

Mientras, ella me iba retocando la postura hasta el punto en que debería estar correctamente colocado. Después de varias posturas y algún consejo, dijo:

—Prestad atención a las zonas del cuerpo en donde notéis una molestia o que se resientan, o estad centrados en la postura sin otros entretenimientos.

Después de un rato con los ejercicios, nos mandó tumbarnos bocarriba, con los ojos cerraditos, en posición relajada y nos tapamos con una manta (yo pensé: «Aquí me duermo») y con palabras suaves, fue dirigiendo lo que era el inicio de meditación.

—Sed conscientes de cada ruido de la sala —comenzó a decir—, de cada ruido exterior. Respirad por la nariz y sed conscientes de cómo entra aire por las fosas nasales y de cómo sale el aire de nuevo por la nariz. Ahora imaginad que cuando inhalamos el aire que entra es de color blanco y lleva energía pura; y cuando exhalamos, el aire que sale es de color negro y va limpiando nuestra energía interior… Una vez más… No os identifiquéis con los pensamientos, dejadlos pasar. Ahora decidimos estar con nosotros mismos, ya habrá tiempo para esos pensamientos. Ahora nosotros somos lo más importante… Respirad…

Al rato de esta práctica, nos dejó unos minutos en silencio. Un silencio que hablaba, solo que en ese momento aún no sabía qué me estaba diciendo. Me puse a pensar si los demás estarían sintiendo algo parecido.

Terminamos la clase, hablé con un par de compañeras, me parecieron diferentes a la mayoría de las chicas que solía conocer en las salidas durante el fin de semana. No sé, como más calmadas o con las cosas más claras; aún no tenía suficiente información para poder ver exactamente qué era. Después de hablar con la profesora, decidí apuntarme al curso de yoga Hatha. Eso sí, la próxima vez iría con ropa un pelín más elástica.

Tenía dos clases semanales, los martes y viernes por la tarde. Mientras, aprovechaba para ir informándome por internet de los tipos de yoga. Descubrí que el yoga estilo Hatha era el más físico; luego estaba el estilo kundalini, que se trabaja con mudras (posturas de las manos), pranayamas (respiraciones concretas) y con trabajos de fuego interior y voluntad. También existe el estilo Nidra, que es totalmente relajado, mediante la escucha de palabras y sintiendo emociones. Y otro más que me llamó la atención, el estilo Rajha, que se utiliza para el desarrollo mental. Vaya, pensaba que este tipo de actividades no estaba tan expandido y resulta que había detrás todo un mundo lleno de misterios por conocer.

El siguiente día de clase, ya más concienciado, presté atención a la decoración del centro, en especial, a los cuadros con dibujos. La mayoría resultó que eran mandalas (círculo o rueda) y signos tibetanos de palabras con ciertos significados, como el OM (que tenía un dibujo que ya había visto anteriormente) o el Bodhi (rueda del Dharma), que significaba iluminación, así como algunas figuras de diferentes religiones o filosofías. Le pregunté a Azucena por qué había tantas cosas en el aula.

—Sobre todo ayudan a que haya una vibración acorde con lo que trabajamos —empezó a decir—. Por ejemplo, el OM significa compasión o ese mandala que está detrás de ti, redondo y con predominio del color amarillo, se creó con una intención, algo así como «desde mi verdadero yo, tengo y envío simpatía y luz». Luego, las imágenes y figuras reflejan un tipo de intención, dependiendo de la religión a la que pertenezcan. Por ejemplo, la madre divina, que es la virgen María en el cristianismo, Isis en el antiguo Egipto, Ixchel o Tonantzin en la cultura maya o Guan Yin del taoísmo, por mencionar algunas, dan un significado de amor sin límites y de ayuda a la transformación interior.

—Imagino que, dependiendo de lo que quieras transmitir en tus clases, pones unos mandalas o figuras concretas —le dije.

—Sí, claro. Sobre todo ahora buscamos armonía, pero sin olvidar ese sacrificio que físicamente hay que hacer para ir mejorando con esfuerzo y voluntad.

—Azucena, una cosa, con el tema de la vibración individual de cada cosa o del conjunto de las cosas que tienes, ¿a qué te refieres?

—Es uno de los siete principios universales de Hermes Trimegisto.

—¿Hermes? ¡Ah! Ese nombre me suena de la metafísica, de cuando vivía en México. —Recordé al instante.

—Sí, Trimegisto significaba algo así como el tres veces grande y Hermes, se dice, era un gran maestro de la antigüedad. De ahí viene la palabra «hermético», ya que en su día solo se comunicaba la información crucial de boca a oído a otras personas que pudieran entender este lenguaje de la vida. Ha habido tiempos en los que el desconocimiento y el poder hacían que se castigara incluso con la muerte solo por hablar de estas cosas, porque siempre han existido personas a las que no les interesaba o les daba miedo que la gente supiera cosas transcendentes para el ser humano. Y fíjate que se remonta a más de tres mil años pero, aunque para muchos esta información está olvidada, sigue estando presente, queramos o no.

—Vaya, chica, pues sí que me has despertado la curiosidad. ¿Y ese Hermes es el que hablaba de la vibración?

—Sí, la sinergia. Ha sido uno de los grandes maestros que han compartido este saber. Más o menos dice que todo en su principio es energía. Por ejemplo, un átomo tiene positivo, negativo y neutro y está en continuo movimiento. Muchos átomos crean más energía y esta, al estar en movimiento, vibra. Al vibrar, produce unas ondas que, si estás muy sensitivo, puedes sentirlas, y si no lo estás, te llegan, pero como no las ves ni las entiendes, te pueden afectar para bien o para mal sin ni siquiera darte cuenta. A esto lo llamamos tener despierto el sexto sentido, que es el emocional.

—Jolín, pues sí que hay tema para aprender, ¡madre! Muchas gracias por tu tiempo, Azucena, mil gracias.

—Nada, hombre, gracias a ti por interesarte por este conocimiento y prácticas. Es bastante raro que los hombres presten atención a estas cosas, parece que la necesidad de la conciencia gracias a la máquina va a ser de grandes proporciones. —Sonrió con cierta ironía afable.

En los siguientes días, leí cosas sobre Hermes. Descubrí que había un libro que hablaba de los siete principios universales que se llamaba Kybalión, de los tres iniciados. Aunque era muy resumido, la información provenía a su vez de una tal Tabla esmeralda, que a su vez se basaba en principios de alquimia y de la Gran Obra, conceptos fascinantes que descubriría más adelante conforme fui adquiriendo más conocimiento y comprensión.

Los siete principios (que a su vez tienen subprincipios) son:

1.º Principio del mentalismo: Todo es mente, el universo es mental. Uno de los subprincipios es la famosa ley de atracción de la que tanto se habla en relación con el libro El secreto.

2.º Principio de correspondencia: Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba y como es adentro es afuera. Esto, a su vez, tiene siete planos de influencia entre los que están el físico, el mental y el espiritual (emocional).

3.º Principio de vibración: todo está en movimiento, todo vibra.

4.º Principio de polaridad: Cada cosa tiene dos polos, un par de opuestos, que en realidad son 2 extremos de la misma cosa, idénticos en naturaleza pero diferentes en grado, los extremos se tocan. (Cuando entendí este principio y lo empecé aplicar en mí, me cambió la vida).

5.º Principio del ritmo: Todo se mueve como un péndulo, el ritmo es la compensación.

6.º Principio de causa y efecto: La suerte solo es un nombre que se le da al principio no identificado, hay muchas causalidades, pero nada escapa a este principio.

7.º Principio de género: Todos los planos tienen parte masculina y parte femenina en diferentes grados, en el plano físico es la sexualidad.

Otro día de clase, y con la confianza aumentada en Azucena, quedamos para tomar algo y aproveché para preguntarle más cosas; a la vez, «el roce hace el cariño». Salió el tema de la meditación.

—Mira, Miguel, los tipos de respiración y las visualizaciones son solo, digamos, un 5 % de una verdadera meditación. El objetivo final es observar los pensamientos y las emociones y educar a la mente a pensar cuando la necesitemos y no cuando ella quiera para vibrar y focalizar correctamente, ya que toda la vida le hemos dado ese poder y ahora parece que no tenemos la capacidad de parar los pensamientos y evitar que lleguen a un grado en el que podemos somatizar, como dicen los médicos, y enfermar. De esa manera, no solo podemos evitar un proceso de depresión (ansiedad, pérdida del apetito, insomnio, cambios de estado de ánimo, etc.), si no tener la capacidad de dedicarle el tiempo que queramos a las soluciones y decisiones, y parar y dedicarnos a otras cosas cuando vemos que se ponen muy densas.

—Oye, chica, eso me lo tendrás que repetir, que tú lo dices como de carrerilla y esa forma de meditar no es la que nos enseñas o, por lo menos yo, aunque sí veo que me sienta muy bien, no soy capaz de parar la mente a voluntad.

—Claro, hombre, para eso hace falta mucha práctica. De momento, que por lo menos entiendas que poder, se puede. Cada vez que te pones a ello, avanzas un pasito más. Es como el que quiere correr una maratón, que debe ponerse a correr casi a diario y aun así le costará meses de entrenamiento, pero cada día que sale a correr, avanza un poco en su objetivo. Bueno, de todas formas, de momento, si quieres saber más, lee sobre los tipos de meditación, que hay muchos, y seguimos con este tema, que es bastante profundito…

—Sí, profundo, profundo…

Pues allí estaba yo de nuevo esa noche leyendo sobre tipos de meditación. Había de tipo «contemplativo», en la que no hace falta abrir los ojos sino ser consciente de cada sentido físico. La «budista», basada en mandar amor y compasión a todo el mundo. De tipo «mantralizada», donde se usan palabras de poder y mantras para usar la vibración para realizar cambios. De tipo «activa», en la que se medita en movimiento, como los sufíes con sus vueltas y vueltas. La de tipo «vipassana de goenka», que se basa en ser conscientes de cada parte del cuerpo y, mediante las sensaciones en la piel, descubrir qué tenemos adormecido o, al contrario, demasiado movido. Aunque la que más me llamó la atención era la «transcendental». Se supone que mediante una especie de autohipnosis somos capaces de entrar en unos niveles bajos de hercios de la mente y, a su vez, más cercanos a los sentimientos donde se producen los cambios más profundos y duraderos (transcendentales) de comprensión, conexión y apertura del sexto sentido. Con este conecté mucho ya que mi problema era ser demasiado mental y, aunque me había leído algunos libros que me ayudaron bastante, como El caballero de la armadura oxidada, El principito o El monje que vendió su Ferrari, podría ser la clave para terminar totalmente con ese autocontrol y llegar a un equilibrio más verdadero.

En una de las webs, vi un tipo de meditación de conexión con los ángeles protectores y me vino a la mente un recuerdo de México, donde existen los «llamadores de ángeles», que son como bolas de metal muy bien decoradas con otra bolita dentro que suena al moverla y que usan para llamarlos cuando quieren proteger la casa o algún viaje concreto (vamos, para cualquier cosa que se pudiera pedir protección). Me decidí a probarla en mis dos hijas, por supuesto. Mis mujercitas maravillosas que más quería proteger en esta vida.

Mari Nieves fue la primera en nacer. Ya tenía 18 años y era alta, guapa, femenina y bailarina de hip-hop con varios premios reconocidos; era la más parecida a mí en sentimientos y con la que había tenido mucho apego desde pequeña. Luego estaba Noelia, la segunda, ahora con 16 años, rubia, ojos azules, alta, deportista, su pasión era el fútbol y varios equipos la querían fichar, aunque se le daban bien todos los deportes. Tenía una sincronía física muy elevada y estaba dos o tres años por delante de sus congéneres en el deporte que se pusiera; era la más parecida a mí en gustos, nos encantaba compartir los videojuegos y las series manga. Era más reservada que su hermana, pero con un potencial que, cuando ella misma se reconozca, se sorprenderá.

Uno de los fines de semana que iba a verlas, se lo propuse. La grande me ayudó a convencer a la pequeña y, en la habitación que compartían con dos camas, nos propusimos tener la experiencia. Las dos se acostaron y, con intentos iniciales de relajación, empecé a leer la meditación guiada. Tenía a mi favor que de pequeñas les leía mucho y siempre me decían que mi voz las tranquilizaba bastante y se quedaban dormidas en poco tiempo, así que igual me ayudaba a crear un estado de relajación más rápido, aunque esperaba que no demasiado y me quedara hablando solo.

El proceso de la meditación comenzaba con unas respiraciones y un conteo del 1 al 10. Después, una visualización en la que se está en una playa sintiendo viento, escuchando el mar, el agua que les acariciaba los pies… Hacían una llamada a su ángel de la guarda para recibirlo, abrirle la puerta de su vida y pedirle protección desde el amor. Entonces, llegaba alguien rodeado de luz y les decía algo al oído y terminaba despidiéndose con un abrazo; todo ello creado en un ambiente de mucho cariño y amor.

Una vez terminada la meditación, Mari Nieves dijo que al final lo vio, pero que le había costado mucho y no escuchó nada, si es que le dijo algo. Noelia se levantó muy sorprendida y contenta porque lo había visto perfectamente, que se había sentido muy bien, que le había hablado, que parecía muy real. Vamos, que a pesar de parecer ser una persona con más corazas, había conectado más en ese proceso de meditación y de desconexión mental. Nos quedamos contentos con lo que había compartido.

Con el tiempo, meditaron alguna vez más y me acompañaron a algún curso, pero ellas tenían su propio proceso; sobre todo, adherido a su edad y solo con el paso de tiempo y múltiples experiencias, despertarían su curiosidad para conocer más cositas de este tipo.

Volviendo al tema del curso de Azucena, y después de compartir temas profundos, llegó un momento en que este tipo de yoga no me llenaba bastante y seguí buscando en Albacete. Descubrí que, aunque relativamente pequeña, cuando uno conecta con esa fe interior, las cosas simplemente llegan cuando uno está preparado para recibirlas.

La máquina de la consciencia

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