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Capítulo III
Tengo que enseñar que somos luz

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Gabriela (32), estudiante de psicología, vivía con la sensación de no querer estar en la Tierra. Sabía que su nacimiento había sido complicado, ya que fue un parto de nalgas en el cual su mamá terminó muy lastimada. Gabriela estaba segura de que trabajar su nacimiento la ayudaría a sanarse, de modo que, al inicio de su sesión terapéutica, le pedí que fuera directamente al vientre de su madre.

Martes 25 de noviembre de 2008

Terapeuta: Muy bien, respirá profundamente y, al contar hasta tres, estarás allí, dentro del vientre de tu mamá, un poco antes de nacer. Uno, dos, tres. ¿Cómo es estar dentro de la panza de esta mamá?

Gabriela: Veo un feto, pero yo no siento nada.

T: ¿Y dónde estás vos cuando ves este feto?

G: Yo estoy dentro de la panza de mi mamá, pero no estoy dentro del feto.

T: ¿Y cómo es eso? ¿Dónde estás?

G: Estoy como apoyada en las paredes del útero.

T: ¿Y qué estás haciendo allí, apoyada en las paredes del útero?

G: No quiero entrar ahí.

T: ¿Y a qué se debe que no querés entrar ahí?

G: No sé pero... ¡¡no puedo volver!! ¡No puedo volver a la Luz! —con desesperación—. Tengo la Luz detrás de mí, pero no hay forma de volver. ¡No me dejan volver!

T: ¿Quiénes no te dejan volver?

G: Unos seres que me están mirando.

T: ¿Cómo son estos seres?

G: Son blancos, y me dicen que no puedo volver, que tengo que nacer —llorando—.

T: ¿Y para qué tenés que nacer?

G: No lo sé.

T: Cuento hasta tres y retrocederás un poco antes de estar dentro de la panza de tu mamá, cuando todavía estabas en la Luz. Uno, dos, tres. Fijate, ¿cómo es estar allí?

G: Es lindo. Todo es luminoso. Yo siento que me río; estoy feliz.

T: ¿Quién más está allí?

G: Hay chicos —con tono de sorpresa—, creo que son almas de niños. Yo les enseño cosas a esos niños; les hablo de la Tierra. Yo, desde ahí, quiero a la Tierra. Es como que, en ese momento, yo ignoro que voy a tener que volver. Me había olvidado de que tenía que volver. ¡Yo soy muy feliz ahí! —llorando—. ¡Pero ahí me vienen a buscar esos seres!

T: ¿Cómo son esos seres?

G: Son largos, tienen algo así como alas o túnicas.

T: ¿Y qué te dicen cuando te vienen a buscar?

G: Me miran y yo sé que tengo que ir. Es como si me dijeran: “sabés que tenés que volver”. ¡Y yo no quiero!

T: ¿A qué se debe que no querés volver?

G: ¡Es que yo estoy bien ahí! —llorando intensamente—. En la Tierra pierdo esa luz. ¡Pierdo mi luz!

T: Y si supieras, ¿para qué tenés que volver?

G: Tengo que enseñar que somos Luz, que esa es nuestra esencia, que no debemos olvidarnos de eso. Tenemos que aprender a ser espíritus dentro de un cuerpo. Yo sabía todo eso, no sé por qué no quiero volver.

T: Y si supieras, ¿a qué se debe que no querés volver?

G: Me da miedo olvidarme de este lugar… Ya me estoy yendo… Miro a esos seres y me despido.

T: ¿Cómo es que te vas?

G: ¡Resignada, totalmente obligada! —llorando desconsoladamente—. Miro a los chicos y ellos me despiden. Yo me voy con la cabeza gacha, me están llevando a otro lugar.

T: ¿Y adónde te llevan? ¿Cómo lo hacen?

G: Es como cuando te apoyan la mano y vos te dejás llevar. Ya no me resisto más, aunque la resistencia es adentro.

T: ¿Adónde te llevan?

G: Hay una mesa y hay tres seres que son más importantes que estos otros que me llevan. Ellos están contentos, no dan importancia al hecho de que yo no quiera venir.

T: ¿Y qué te dicen estos tres seres?

G: Me dicen que por fin llegó esta vida y que va a estar buena. Que esta es una vida linda, porque ya no vengo a sufrir.

T: Eso es. ¿Qué más?

G: Tengo que ayudar al dolor de los otros. Es como que me dicen: “¡Qué bueno! Llegó este momento”. Ahí me convencen un poco, es como que me siento especial. Me muestran escenas de mucho dolor y me dicen que eso ya terminó para mí y que ahora me voy a enfrentar al dolor de muchos. Como si todo ese dolor que yo ya pasé fuese mi escuela y mi sabiduría.

T: Seguí.

G: Como yo viví tanto dolor en otras experiencias, ahora entiendo todos los niveles del dolor y puedo ayudar a otros, porque ya no me identifico con el dolor de ninguno.

T: Muy bien, avanzá un poco más y fijate, ¿cómo sigue todo eso?

G: Me dicen que voy a ser mujer y que voy a tener mucha sensibilidad, y me advierten algo…

T: ¿Qué te advierten?

G: Que tengo que estar acá, en la Tierra. Que no tengo que querer estar allá cuando esté acá, porque ¡siempre hago lo mismo!

T: ¿Qué es lo que hacés siempre?

G: ¡Quiero estar allá cuando estoy acá! Entonces me dicen: “Te quedás allá (en la Tierra), porque si no, nunca te vas a quedar acá, definitivamente, como vos querés”.

T: Muy bien seguí, ¿qué más?

G: Ahí me muestran a mis padres. Veo una pareja joven… ¡No! ¡No quiero! ¡No quiero ese papá! —llorando—.

T: ¿Qué pasa con ese papá?

G: Me hizo daño cuando fue mi marido en otra vida, pero me dicen que yo tengo que ayudarlo, que yo ya superé eso y que ahora tengo que enseñarle a desarrollar el amor.

T: Seguí, ¿qué más?

G: Ahora lo veo más inocente… ¡ay! ¡Me están mostrando todo su dolor! Tuvo una infancia muy dura. Me muestran escenas de su infancia y ahí siento compasión. Él es como los niños que recién estaban conmigo, y me dicen que no me olvide de eso.

T: ¿Y qué hay con tu mamá?

G: Mi mamá, a ella la conozco.

T: ¿De dónde la conocés?

G: Ya fue mi mamá en otra vida. ¡Es tan linda…! Ella también sufrió mucho, pero es un alma evolucionada. Es un alma que pidió ese dolor, es diferente. Ella sabía que tenía que pasar por todo ese dolor. Y me espera con amor, ella me ama mucho. Yo la quiero mucho a esa mamá.

T: Seguí.

G: Ya me están despidiendo…

T: Muy bien, ¿qué te dicen cuando te despiden?

G: Que ellos, los seres, siempre estarán conmigo, que habrá mucha gente en mi vida que vendrá a verme y que ellos estarán siempre. Hay dos seres que son fundamentales, me parece que son ángeles. Tengo uno a la derecha y otro a la izquierda. Nos vamos los tres juntos. Vienen conmigo porque el trabajo es duro y me dicen que los necesitaré todo el tiempo. Así que eso me da tranquilidad, pero yo no los voy a ver.

T: Y entonces, ¿qué pasa?

G: Estoy haciendo el esfuerzo de acordarme de eso. ¿Cómo voy a hacer para acordarme de que siempre están ahí?

T: Ahora tomá conciencia de que ellos están siempre ahí. ¿Qué más?

G: Yo voy adelante y ellos me escoltan.

T: ¿Por dónde van?

G: Es como que nos perdemos así en la Luz. Avanzamos y ya veo mi casa. Ahí está mi mamá. Me parece que todavía no sabe que está embarazada, porque yo llego después.

T: ¿Después de qué?

G: Después de que se unieron las células.

T: ¿Y qué encontrás en la panza de tu mamá cuando llegás?

G: Hay un embrión.

T: Muy bien, ¿qué tiempo tiene ese embrión, más o menos?

G: No sé, dos semanas… Es muy chiquito, y yo pienso que voy a entrar en él cuando falte menos tiempo. Por ahora me quedo afuera.

T: ¿Afuera dónde?

G: Ahí, en la cocina, alrededor de mi mamá. Estoy como pegada a ella, pero sin entrar. Estoy a la altura de la panza, pero no entro porque ahí está muy apretado.

T: ¿Y cómo está tu mamá cuando vos estás ahí en la cocina? ¿Que está pensando tu mamá?

G: Mamá tiene síntomas y piensa que está embarazada. Parece que me buscaron, porque ella está esperando quedar embarazada. Así que ahí estoy; veo a mi hermana… ¡a ella también la conozco!

T: ¿De dónde la conocés?

G: Fue mi mamá y también fue mi hija. Veo imágenes de dos vidas anteriores. ¡Ella me quiere mucho! —llorando—. Ella también sufre y es como que en eso yo la voy a entender. La vida de ella es más dura que la mía y yo la tengo que ayudar. ¡La veo tan inocente…! La veo a ella y eso hace que me den ganas de quedarme.

T: Muy bien, seguí, ¿qué más?

G: Ahí llega mi papá; parece que ya saben que estoy.

T: ¿Y qué dicen tus padres cuando saben que estás?

G: Mi mamá está contentísima y él está pensando que la casa es chica. Piensa que llegó el momento de mudarse porque no vamos a entrar todos. Pero papá quiere un varón.

T: ¿Y qué sentís vos cuando sabés que tu papá quiere un varón?

G: Que de todas formas no me iba a querer… Nuestra historia es bastante problemática. Yo pienso en mi mamá y en mi hermana y, si él no me quiere, no me importa.

T: Muy bien, avanzá al momento en que entrás en ese cuerpo que se está gestando. Uno, dos, tres. ¿En qué momento entrás?

G: Parece que es en el octavo mes.Entré porque no había forma de volver, así que entré para ir acostumbrándome.

T: Muy bien, contame, ¿cómo entrás? ¿Cómo hacés para entrar?

G: Es como si me pegara así —uniendo las palmas de sus manos—.

T: ¿Y qué pasa cuando te pegás? ¿Cómo lo hacés?

G: Primero me achiqué, me miré y fui tomando la medida de ese cuerpo en mi mente para que no me doliera tanto. Entré justo. Es como que hice un molde exactamente igual y me pegué al cuerpo. Dolió, pero fue rápido.

T: Eso es, ¿qué sentís cuando estás ahí?

G: Es horrible estar ahí —suspirando con quejidos—. ¡Eso es muy chico y yo soy gigante! ¡Me cuesta achicarme tanto! ¡Duele! Entonces, es como que voy entrando de a poco a todos los órganos. Es un golpe fuerte y después lleva tiempo ir entrando.

T: ¿Cuánto tiempo te lleva entrar?

G: Varios días, porque descanso de a ratos.

T: Seguí, ¿qué más?

G: Yo sigo trabajando. Es como ir impregnando ese cuerpo con luz; esa es la palabra. Es como si ese cuerpo fuese un pedazo de carne sin vida y, a medida que yo lo voy impregnando, se lo ve luminoso. La luz va iluminando todos los órganos.

T: Seguí.

G: Una cosa; yo no pienso en nada, no quiero pensar en nada. Mis ángeles están ahí, pero yo ni los miro. ¡¡Los envidio!! —con tono de bronca—, porque ellos no tienen que nacer. ¡Me mandan a mí! Me acompañan todo lo que quieran pero, ¡soy yo la que tiene que estar ahí adentro! Total, ellos la pasan bien… Siempre les digo eso.

T: ¿Qué les decís?

G: ¡Que a la que le toca estar encarnada es a mí! ¡Que me dejen de aconsejar!

T: ¿Y qué pasa cuando te dejan de aconsejar?

G: Y... ¡me va re-mal! —riendo—. ¡Ahí es cuando me pongo triste y me quiero morir! Así que siempre vuelvo a ellos.

T: Avanzá un poquito más. ¿Qué está pasando?

G: Mi mamá tiene los dolores. Ya sabe que yo voy a nacer y adentro me están apretando. El cuerpo de ella se aprieta, se contrae.

T: Muy bien, colocaré un almohadón sobre tu cuerpo y, al contar hasta tres, sentirás cómo el cuerpo aprieta más. Uno, dos, tres. ¿Qué se siente ahí?

G: ¡Ay, tengo ganas de salir! ¡Quiero salir de acá!, pero mi mamá tiene mucho miedo y yo le digo que no tenga miedo, porque nos va a ir peor a las dos si ella tiene miedo. Lo va a hacer más complicado. ¡Es ella la que complicó todo! ¡No fui yo!

T: ¿Cómo es eso de que ella complica todo?

G: Tiene terror porque el médico de ella no está y le dijeron que a este médico le dicen el carnicero. Que siempre lastima a todas.

T: Y eso, ¿qué te hace a vos?

G: Me hace tener miedo, ¡si yo ya estaba tranquila! ¡Ya estaba resignada!

T: Seguí.

G: Ya estamos ahí, ya estamos en el quirófano. No sé por qué no me di vuelta. Yo traté, pero no pude.

T: ¿Qué pasa que no te podés dar vuelta?

G: Es como que apoyo los pies para impulsarme y dar una vuelta, pero no puedo, no tengo fuerza —riendo—. ¡Quiero dar la vuelta y no puedo! Y bueno, de alguna forma me van a sacar. Y me quedo ahí, ¡y me siento!

T: ¿Cómo es eso?

G: Y... me cansé tanto que me senté. Y pienso, “abrirán acá y me sacarán por arriba”. Van a abrir la panza por acá —señala por encima de su cabeza— y me van a sacar por acá. Pero no, ¡el pelotudo este no se da cuenta! Y me va a sacar por abajo. ¡Me va a lastimar! ¡Yo estoy totalmente sentada y el pelotudo me va a sacar por abajo! ¡No puedo creer lo que están haciendo!

T: Eso es.

G: Este tipo está en otra. ¡Está caliente con el que se fue porque ahora el que tiene que atender a las pacientes es él! ¡Pobrecita mi mamá! ¡Este es una bestia! ¡Hay cada bestia acá! Eso es lo que me da bronca de estar acá.Gente siendo médico que es un desastre… No quieren a nadie, ¡les falta amor! No hay amor ahí, en ese quirófano. ¡No veo amor en ninguno!

T: Eso es.

G: ¡Ahora estoy fuera del cuerpo otra vez!

T: ¿Afuera, dónde? ¿Dónde estás?

G: Estoy en la camilla, al lado de mi mamá.

T: ¿Qué estás haciendo ahí afuera?

G: Estoy esperando que decidan qué van a hacer. Quiero ver por dónde me van a sacar. Y, mientras los miro a todos, veo a una enfermera que es buena. Yo les puedo ver la luz; eso es lo que pierdo.

T: Eso es, seguí.

G: Ahí deciden; yo no sé lo que dicen, pero me van a sacar sentada. ¡Y mi pobre madre está ahí, luchando!

T: Y entonces, ¿qué ocurre?

G: Y, ahí tengo que entrar en el cuerpo, porque si no el bebé no hace nada de fuerza. Y es como que hago fuerza, pero hago fuerza así, sentada, y me empiezan a tironear y mi mamá grita mucho.

T: ¿De donde te agarran?

G: De la cola.

T: Eso es, seguí.

G: Salgo entera… ¡Ay! ¡A mi mamá la lastimaron! Hay mucha sangre, mucha, mucha sangre. Yo termino enojada porque la lastimaron a mí mamá. Ahí me sacaron… Es como que estoy ahogada… Me falta el aire….

T: ¿Qué está pasando que te falta el aire?

G: Tengo algo en la nariz… no sé qué es. ¡Tengo que respirar porque ya me cortaron el cordón!

T: Seguí.

G: La enfermera buena se da cuenta de que no respiro bien. Ahí me salí otra vez del cuerpo; como no podía respirar, me salí otra vez.

T: Eso es.

G: Estoy esperando que revivan al bebé. Pienso: ¡tanto lío y ahora ya veo que me muero!

T: Eso es, seguí.

G: ¡Lo miro al bebé ahí y espero que alguno se avive de que me tienen que destapar la nariz!

T: Seguí.

G: Ahí ponen algo en la nariz; sentí dolor así que debo de estar adentro del bebé. Entré porque si no el bebé no iba a respirar. Así que me metí dentro del bebé.

T: Seguí.

G: A mi pobre madre se la llevan para otro lado. Tiene hemorragias. Está casi inconsciente y tiene mucha gente alrededor.

T: ¿Y qué pensás cuando ves así a tu mamá?

G: No sé por qué pide esas cosas; ¡ella pide esas cosas!

T: ¿Cómo que ella pide esas cosas?

G: Ella cree que evolucionar es sufrir y no es así.

T: Muy bien, contaré hasta tres y retrocederás al momento en que comienzan las contracciones y te permitirás experimentar tu nacimiento más profundamente para terminar con todas estas sensaciones. Uno, dos, tres. ¿Qué está pasando?

G: Estoy apretada. ¡Ay, estoy atorada! Estoy esperando que me agarren. Yo hago fuerza, pero estoy trabada. Soy muy grande para pasar por ahí.

T: ¿Y qué pasa con tu mamá cuando vos estás atorada, trabada?

G: Mamá está sufriendo. Le dicen que aguante que ya salgo, que soy yo la que me trabé. Pero no, ¡es culpa de él! ¡Es culpa de él que no supo qué hacer! Yo quería salir, porque veo a mi mamá sufriendo.

T: Eso es.

G: Me empiezan a tironear acá, de la cola. ¡Ay! ¡No pasa el aire! ¡Ay! ¡Me duele! ¡Me sacan cosas! —comienza a toser—. Uno me puso una máscara y el otro me lava.

T: ¿Qué dicen cuando te lavan?

G: Que el médico es una bestia. Pero este médico es otro, no es el que me sacó. Y hay unas mujeres que se miran con cara de “¡este es un hijo de puta!”. Se dieron cuenta de que el médico se pasó, que casi me muero. Pobrecita, dicen, me acarician. Me duele todo y a mi mamá se la llevaron.

T: ¿Y en qué momento te encontrás con tu mamá?

G: Parece que es más adelante, no sé cuánto tiempo pasó, mamá tiene cara de cansada.

T: ¿Y qué dice tu mamá cuando te ve?

G: Está desesperada por verme. Está re-feliz. Dice: ¿por qué no querías venir? Pero lo dice con la mente, ella sabe quién soy yo. Y me besa, me acaricia, me quiere mucho.

T: ¿Y qué dice tu papá cuando te ve?

G: ¡Está contento! Tuvo mucho miedo de que me pasara algo. Papá me quiere.

T: Muy bien, ahora, a la cuenta de tres, yo voy a cortar el cordón umbilical y vas a completar tu nacimiento. Uno, dos, tres (simulo el corte del cordón). Ahora fijate una cosa más. En ese momento, cuando no podías respirar, ¿dónde está tu alma?

G: Cuando mi alma vio que el bebé se ponía violeta se metió dentro de él.

T: Muy bien, pero con tantas salidas y entradas que tuviste, fijate si hay alguna parte de tu alma que haya quedado afuera de tu cuerpo.

G: Sí, hay una parte que no está.

T: Muy bien. ¿Dónde está esa parte de tu alma?

G: ¡Esa parte ni siquiera bajó! ¡Está en la Luz!

T: ¿Y qué está haciendo allí, en la Luz?

G: Está mirando, está con bronca porque sabe que yo la voy a ir a buscar. Mi alma está mirando y los ángeles están detrás de vos.

T: ¿Cómo es eso?

G: Hay un ángel a cada lado de vos. Son mis ángeles, pero te están ayudando a vos. ¡Los ángeles estaban esperando que preguntaras eso! —riendo—. ¡Tenían miedo de que no lo preguntaras! Ahora están tranquilos.

T: Muy bien. Seguí.

G: Por allá viene la Luz, está bajando bien detrás de tu cabeza. Y mi alma está allá, mirando, y no quiere venir. ¡Me mira y no quiere venir!

T: Hablale a tu alma y decile: “hace treinta y dos años que estoy aquí. Yo hice el trabajo más duro. Ya es hora de que vuelvas conmigo. Necesito que regreses conmigo para estar completa y hacer lo que hemos venido a hacer. No nos podemos quedar en la Luz. Tenemos que estar en la Tierra y hacer lo que vinimos a hacer y, si hacemos todo bien, regresaremos a la Luz”.

G: “Vení, ya lo escuchaste. No estés tan triste. Esto no es tan malo; se puede ser feliz aquí. Yo voy a hacer todo lo que tenga que hacer para ser feliz y no vas a sufrir más. Vení. Yo te voy a cuidar. Yo te voy a proteger. Nadie va a lastimarte”. Ahí está, ya está, dicen mis ángeles. Ahora estoy completa.

T: Ahora hablale a ese médico y decile todo lo que necesites decirle.

G: “¿Por qué no te hiciste carnicero si te gusta tanto la sangre? ¡Y cortabas reses en vez de humanos! ¡Bestia! ¿Qué hacés siendo médico?”. ¡Ah! Pero este tipo está lleno de energías oscuras. ¡Eso le pasa! ¡Pobre tipo, está todo tomado! Esos son los que gozan, los que disfrutan con el dolor. Va a tener que pedir ayuda en algún momento.

T: Pedile que te devuelva la energía que te quitó.

G: “Sí, devolveme la energía que me quitaste cuando me lastimaste a mí y a mi mamá y la hiciste sufrir. ¡Ya vas a venir como mujer, vos! ¡Y te vas a arrepentir! Dame mi energía, ¡ahora!”.

T: Eso es.

G: Los ángeles me están diciendo más cosas que tienen que ver con esto. Me dicen que yo voy a ayudar a los que tienen esas energías oscuras. Esa es mi tarea principal. ¡Y eso es lo que estas energías no quieren que yo haga! ¡Estas energías sabían a qué venía yo!

T: Muy bien, ¿qué te gustaría decirle a tu mamá?

G: “Mamá, yo no compliqué las cosas, yo quería salir. Pero vos siempre sentís que si el cuerpo no te duele, tu espíritu no se purifica. Tenés que aprender que no es así. El cuerpo es para amar, no es para sufrir. El cuerpo es para poder tocar, acariciar, besar, abrazar. El cuerpo no es para que se enferme, ¡ese es nuestro desafío! No enfermar el cuerpo. ¡Amarlo! Cuidalo, mamá, no te enfermes más” —llorando—.

T: Eso es.

G: Mi mamá lo entiende, pero me dice que no conoce otra forma todavía.

T: ¿Hay algo que le quieras decir a tu papá?

G: A mi papá le falta mucho todavía. Él me quiere, pero todavía tiene mucho que sanar, en particular su soberbia. Él tuvo mucho poder y ahora no tiene poder, y yo le estoy enseñando que el amor no es obligar a que los demás sean como uno quiere que sean. Mi papá sufre porque yo no soy lo que él hubiese querido que yo fuese y ese es su aprendizaje.

T: Muy bien, recordá entonces lo que viniste a hacer, tu propósito como Gabriela. ¿Qué te dijeron en la Luz?

G: Tengo que ayudar a la gente a que recuerde que somos luz y que el cuerpo es para estar acá. ¡Pero después no lo quieren dejar! ¡No se acuerdan! Tengo que recordarles eso. Cuando estamos acá, estamos acá, pero a la hora de irse, ¡hay que irse! ¡No retrasar la partida ni quedarse dando vueltas sin cuerpo! Eso es fundamental.

T: Muy bien, ¿hay algo más que quieras agregar?

G: No. Ahora que estoy completa, con mi alma acá, yo voy a estar mejor.

***

Apenas comenzada su experiencia, Gabriela exhibe una actitud que se reitera en la mayoría de las personas cuando llega el momento de iniciar una nueva vida: la resistencia a dejar la Luz para encarnar en un cuerpo físico. Aun así, Gabriela sabe muy bien, desde un principio, cuál será su propósito en esta vida.

Gabriela nos brinda detalles valiosísimos sobre cómo se produce su encarnación. Si bien es cierto que cada persona lo vive a su manera y no todos coinciden en la misma descripción, es a través del relato de cada uno de los protagonistas como podemos hacernos una idea de cómo se efectúa esta transición del plano espiritual al plano físico.

Gabriela afirma que llega al vientre de su madre después de que se unieran las células iniciales, cuando el embrión tenía unas dos semanas de desarrollo. Claro que la valoración del tiempo del embrión es muy subjetiva y es una apreciación que se hace desde la mente racional.

En el proceso de encarnación que relata Gabriela hay un hecho trascendental. Gabriela dice que ella impregna su futuro cuerpo con luz, como si ese cuerpo fuese una carne sin vida. Este detalle es muy importante, a mi juicio, porque nos revela una realidad poco conocida. No basta una buena implantación y la provisión de elementos nutrientes a través de la sangre materna para que el embrión sea viable. Lo que asegura el desarrollo del embrión es la energía vital que el alma le provee. Sin esta energía vital el embrión no puede desarrollarse.

Para entrar en el cuerpo que se está formando, Gabriela dice que toma las medidas del cuerpo en su mente y tiene que hacer un molde exactamente igual para poder pegarse a él. Tal vez se refiera al cuerpo etérico o doble etérico, que es un doble exacto del cuerpo físico. No es esta la única vez que me he encontrado con esta afirmación. Esto nos revela una participación activa del alma durante la embriogénesis.

Parecería que este proceso de entrada del alma en el cuerpo físico lleva su tiempo, ya que Gabriela dice que tiene que entrar de a poco en todos los órganos. Vale la pena recordar este dato ya que, a la hora de la muerte, siguiendo el proceso inverso, el alma debe retirar su energía de cada órgano y de cada célula para poder desprenderse definitivamente del cuerpo que estaba habitando, y este proceso puede llevar entre una hora a tres días hasta completarse.

No parece haber un momento único y preciso para la entrada del alma en el cuerpo físico. Gabriela dice que lo hace en el octavo mes, pero hay personas o almas que lo hacen antes y otras después. De todos modos, la encarnación física recién se completa alrededor del séptimo año de vida. Además, según Gabriela, duele entrar en el cuerpo.

Otra constante común que menciona Gabriela es que puede entrar y salir del cuerpo mientras se está gestando e inclusive en el momento del nacimiento. En particular, Gabriela se sale del cuerpo antes de nacer cuando ve venir las complicaciones, vuelve al cuerpo para que el bebé haga fuerza y una vez más vuelve a salirse cuando el bebé no puede respirar. Esto significa que puede que haya muchas personas que no están completamente encarnadas en esta vida y, por lo tanto, no disponen de toda su energía y de todo su poder para llevar a cabo su propósito. Por lo general, la pérdida de una parte del alma ocurre en circunstancias traumáticas acaecidas en la infancia o incluso después, pero también puede ocurrir en el momento del nacimiento. Por este motivo le indiqué a Gabriela que llamara a la parte de su alma que se había salido para que regresara a su cuerpo. Fue curioso y sorprendente que Gabriela dijera que sus ángeles estaban esperando que yo le indicara precisamente eso.

Como sucede en la mayoría de los casos, Gabriela tenía vínculos previos y asignaturas pendientes con quienes serían sus padres en esta vida. Es lo habitual. Como ya lo hemos visto, la experiencia de aprendizaje, corrección y evolución es para todo el grupo familiar. En el caso de Gabriela, se da la particularidad de que ella ya había estado en relación tanto con su madre como con su padre y su hermana.

Pienso que Gabriela nos deja una enseñanza magnífica para todos. Más allá del propósito que cada uno de nosotros trae para esta vida, todos estamos aprendiendo a ser espíritus dentro de un cuerpo. Somos luz, y el cuerpo es para estar aquí, en este mundo. El problema es que, al encarnar en un cuerpo físico, nos olvidamos de nuestro verdadero origen, pero Gabriela nos recuerda que el cuerpo no es ni para sufrir ni para enfermarlo. El cuerpo es para amar.

Un año después de esta experiencia Gabriela me escribía lo siguiente:

Querido José Luis:

Después de leer la historia de Sandra en tu libro “El viaje del alma”, comprendí que allí, en el momento de mi nacimiento, estaba la raíz de todos mis malestares. Durante muchos años viví con la sensación de que yo no quería venir a esta vida como Gabriela. Desde que yo tenía unos diez años de edad, me acompañaba una sensación de vacío enorme en mi pecho, como si fuera un agujero que me provocaba una sensación de nostalgia y angustia sin saber el porqué. Después de hacer el trabajo con vos, José Luis, experimenté un cambio espontáneo. Dejar de sentir ese vacío de manera inmediata a la regresión fue realmente sorprendente. Recuerdo muy bien que las mañanas que siguieron al trabajo realizado contigo, apenas me despertaba, prestaba especial atención a mi pecho para ver qué era lo que sentía. Tenía temor de que el vacío volviera. Fue maravilloso comprobar a diario que esa sensación tan extraña que durante tantos años vivió conmigo se había ido para siempre.

A partir de allí se sucedieron otros cambios importantes en mi vida. Lo primero fue que dejé de quejarme por mi vida. Al contrario, hoy veo que mi vida es una bendición. Amo mi trabajo y en cada ser que me consulta veo a un maestro que me enseña algo nuevo cada día. Ahora estoy más cerca de terminar mi carrera, pero no corro; disfruto cada tramo y me interesa saber más y disfrutar lo que aprendo sin desesperarme, dando un paso a la vez. Un dato importante es que, al sentir que por fin estaba dentro de mi cuerpo, el peso de los kilos de más que tenía comenzó a hacerse insoportable. A medida que aumentaba mi conexión con mi cuerpo, esta sensación se hacía más intensa todavía. Así fue que decidí iniciar un tratamiento y reduje mi peso en doce kilos, lo que me aportó más salud y mayor flexibilidad. Por otro lado, al asentarme por completo en la Tierra y recordar el motivo que me trajo hasta aquí, cosa que logré al recuperar la parte de mi alma que me faltaba, comencé a llegar a mucha más gente. Como consecuencia de esto mi trabajo se duplicó y hoy tengo muchas personas haciendo regresiones en mi consultorio.

Con mi amigo Roberto, que también se entrenó con vos, hemos desarrollado una técnica que nos permite trabajar con la sanación del alma a distancia. Ya no sólo ayudamos a limpiar el campo energético de la persona de posibles entidades sino que también podemos llegar al origen de determinados síntomas accediendo a la vida en la cual se inició el problema, cerrando esa memoria como si la persona estuviese haciendo la regresión junto a nosotros.

En lo personal, he comenzado a trabajar con constelaciones familiares, lo que me ha permitido sumar, a la sanación de mi alma, la sanación del alma de mi grupo familiar y tengo proyectado formarme en esta técnica luego de dar el último examen de psicología.

Espero que la lectura de esta experiencia les sirva a otras personas tanto como me sirvió a mí, en su momento, leer tus libros anteriores.

El propósito del alma

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