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Capítulo II
Llegó el momento de bajar

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Encarna (43), alumna del curso de formación en España, inicia esta experiencia trabajando su intolerancia, su actitud crítica y la exigencia consigo misma y con los demás. Es necesario aclarar que, cuando una persona inicia su trabajo terapéutico a partir de sus emociones, lo más frecuente es que surja una situación significativa en su primera infancia, en su nacimiento o vida fetal o en una vida pasada. Sin embargo, aquí Encarna se encontró directamente en el espacio entre vidas antes de encarnar, algo que suele ocurrir ocasionalmente.

Domingo 18 de octubre de 2009

Terapeuta: ¿En qué momento sientes la intolerancia?

Encarna: Cuando no me parece bien lo que escucho alrededor de mí o cuando veo acciones que no me gustan. Me molesta mucho. Me giro y me voy.

T: Muy bien, cuento hasta tres e irás a la ocasión más fuerte en la que experimentaste la crítica y la intolerancia.

E: No veo nada. Estoy en ningún sitio.

T: Y si supieras, ¿dónde estás cuando no estás en ningún sitio?

E: Estoy rodeada de luces violetas. Son como circulitos de luz que van girando alrededor de mí. Hay mucha paz.

T: ¿Cómo eres tú cuando estás rodeada de luces?

E: No siento que yo tenga forma. Me siento como si yo fuese una luz más. Sé que todas esas energías están ahí, pero no las ves.

T: Y si supieras, ¿qué estás haciendo allí?

E: Yo creo que estoy esperando. Tengo que bajar al mundo otra vez.

T: Entonces, ¿qué es ese lugar donde estás esperando para bajar al mundo otra vez?

E: Estoy en lo que se llama “La Luz”.

T: Muy bien, entonces, ¿qué ocurre?

E: Aquí se repasa todo lo que se ha dejado sin hacer en otras vidas. Me están comentando lo que debería trabajar en mi próxima vida.

T: ¿Y quiénes son los que te comentan eso?

E: Son energías. Aquí no hay cuerpos.

T: ¿Cuántas energías son las que te acompañan allí?

E: No se pueden contar.

T: ¿Cómo describirías a estas energías?

E: Son vibraciones, no son cuerpos físicos.

T: ¿Y qué te transmiten estas vibraciones?

E: Que tengo que bajar y que llegó el momento. Tengo que aprender a dar amor desinteresadamente, a trabajar el mundo espiritual y a ayudar a los demás. Entre ello, está trabajar la intolerancia.

T: ¿Y de dónde te viene la intolerancia?

E: Creo que viene de exigirme a mí misma y, entonces, también exijo a los demás.

T: ¿Qué vas a hacer para trabajar la intolerancia? ¿Cómo vas a trabajar la intolerancia?

E: Pues, pasando situaciones donde se presente la intolerancia.

T: Muy bien, ¿cómo sigue eso?

E: Voy a bajar al mundo físico a recobrar un cuerpo para poder evolucionar y ayudar a los demás.

T: ¿Y cuál será el lugar escogido para bajar en el mundo físico?

E: Mi vida como Encarna. Me aconsejan y yo decido que está bien.

T: Muy bien, ¿cómo sigue ese proceso para bajar?

E: Una vez elegido el trabajo, elegimos los padres, la familia adonde vamos a ir.

T: ¿Y cómo se eligen los padres?

E: Los eligen entre todos los maestros, entre todas las energías. Son consejeros.

T: ¿Y qué te dicen esas energías con respecto a quienes serán tus padres?

E: Es la familia apropiada para poder trabajar. Me lo comentan y a mí me parece bien.

T: ¿Para qué te van a servir estos padres?

E: Me van a dar mucho amor y ahí también tengo que aprender a ser tolerante.

T: Y estos padres, ¿qué van a aprender contigo?

E: Pues quizás lo mismo, a ver las cosas de diferente manera.

T: Avanza un poquito más y cuéntame qué ocurre.

E: Pues ya es el momento de bajar.

T: ¿Cómo haces para bajar?

E: Yo soy como una bolita chiquitita de luz y voy mirando el entorno.

T: ¿Y cómo pasas del plano de la energía al plano físico? ¿Cómo se hace eso?

E: Ya estoy dentro de mi madre.

T: ¿Y cómo llegaste al vientre de tu madre?

E: Me colé.

T: Cuéntame cómo entras en el vientre de tu madre.

E: Entré por la barriga. Voy entrando y saliendo.

T: ¿Y en qué momento entras en la barriga de tu madre?

E: Cuando soy pequeñita, como un cacahuete.

T: ¿Y qué sientes al entrar allí?

E: Siento mucha paz. Hay mucho sitio y puedo nadar.

T: ¿Y qué siente tu mamá cuando estás ahí dentro?

E: Mi madre está contenta.

T: ¿Qué está pensando tu mamá?

E: Pues que ya tendrá dos; por allí hay otra niña.

T: ¿Y tú qué sientes cuando allí hay otra niña?

E: Bien, ella está jugando por allí.

T: ¿Y qué dice tu papá cuando sabe que tú estás ahí?

E: Él también está muy contento.

T: Muy bien, avanza un poco más dentro de la barriga de tu mamá. ¿Qué está pasando?

E: Estoy creciendo, esto se está haciendo más pequeño. Mi hermanita viene corriendo y se abraza a la barriga de mamá. Me dice que vamos a jugar.

T: Avanza un poco más.

E: Mamá está cansada; trabaja mucho, lleva la casa y le ayuda a mi papi.

T: ¿Y qué sientes tú cuando tu mamá trabaja mucho?

E: Pues que debería cuidarse más. Y yo la cuido también; le mando energía.

T: ¿Y cómo le mandas energía a tu mamá?

E: Con mi pensamiento, la lleno de luz.

T: Muy bien, avanza un poquito más y fíjate qué está pasando.

E: Me estoy colocando.

T: ¿Y cómo haces para colocarte?

E: Me doy la vuelta y me pongo boca abajo. Me coloco poco a poco; es como que te vas resbalando con la cabeza para abajo. Ya sólo cabe esperar el momento de salir.

T: Muy bien, ¿y qué está pasando con tu mamá mientras tú te vas colocando?

E: Ella sigue trabajando. Parece que le duele y yo me encojo porque le está doliendo. Cada vez le va doliendo más. Ya quiero salir.

T: Y entonces, ¿qué haces?

E: Pues meto más la cabeza y empujo para abajo. Veo un túnel… ¡Es muy pequeño! No sé si yo podré pasar. Mejor me espero a ver qué pasa.

T: Y entonces, ¿qué pasa?

E: A mamá le duele y quiere que yo salga ya. Hay más gente en la habitación. Hay dos mujeres. Una es la que le va a ayudar. Le pone las manos aquí —tocándose la barriga— ¡y me está empujando! ¡Voy saliendo! ¡Me están empujando! ¡Esa mujer me está empujando! ¡Esa mujer es una pesada!

T: ¿Y qué sientes cuando esa mujer te está empujando?

E: ¡Que se podría estar quieta! ¿Pero quién es ella para empujarme? Dice que siga un poco más y me sigue empujando.

T: ¿Qué pasa ahí dentro cuando comienzan a empujarte?

E: ¡Que yo no me quiero mover! ¡Si estoy bien! Yo sólo quiero esperar el momento en que yo quiera, no cuando quiera ella. Es que estoy mirando y se ve un túnel negro y no sé si voy a poder salir por ahí. Y esa mujer me sigue empujando y cada vez me resbalo más para abajo y voy saliendo.

T: Muy bien, ¿y qué pasa al entrar en ese túnel?

E: ¡Que me aprieta! ¡Ah! Voy a salir de prisa porque me aprieta.

T: Y mientras tanto, ¿qué hace tu mamá?

E: Mi mamá hace fuerza para que yo salga. Ella sí que me ayuda. Bueno… voy a salir pues estoy aquí y me voy a quedar aquí. La otra sigue empujando y no tengo más remedio que salir… Ya salí.

T: Muy bien, y ¿cuál es el momento más difícil de tu nacimiento?

E: Cuando meto la cabeza.

T: Y cuando metes la cabeza, ¿cuáles son tus reacciones físicas?

E: Estoy apretada.

T: ¿Y cuáles son tus reacciones emocionales cuando estás apretada?

E: Tengo que salir.

T: ¿Y cuáles son tus reacciones mentales cuando estás apretada y tienes que salir?

E: Voy a salir rápido y así tardaré poco.

T: Ahora fíjate de qué manera todas estas sensaciones están afectando tu vida como Encarna. Esto de que “estoy apretada, tengo que salir y voy a salir rápido así tardaré poco”, todo esto, ¿qué te hace hacer en tu vida como Encarna?

E: Me hace pensar mucho las cosas, analizarlo todo.

T: Y todo esto, ¿qué te impide hacer como Encarna?

E: Supongo que ser más libre y más decidida.

T: Muy bien, ahora, al contar hasta tres, cortaré el cordón umbilical y vas a completar tu nacimiento y terminarás de salir de allí. Uno… dos… tres. (Simulo el corte del cordón)Comienza a respirar tomando conciencia de que estás viva respirando en tu cuerpo como Encarna. Y recuerda, ¿qué es lo que tu alma viene a hacer como Encarna?

E: Trabajar por y para la Luz.

T: ¿Y qué más te dijeron en la Luz?

E: Me dijeron que no tenía que ser tan exigente. Que tenía que trabajar tanto conmigo como con los demás. Que tenía que ser más tolerante.

T: Muy bien, recuerda eso ahora y fíjate, ¿qué dice tu mamá cuando te recibe?

E: Que soy muy bonita.

T: ¿Y qué dice tu papá cuando te ve?

E: “¡Otra niña!”. Papá quería un niño.

T: ¿Y qué sientes tú cuando tu papá quería un niño?

E: Es lo que hay.

T: ¿Y qué dice tu hermanita cuando te ve?

E: Está contenta, me quiere coger.

T: Una cosa más. Háblale a esa mujer que te empujó y dile todo lo que necesites decirle.

E: ¡Pues que no hace falta dar esos empujones! Cuando llega el momento, llega el momento y tampoco tiene que ser tan fuerte. Seguramente es tu trabajo, pero tienes que ser más suave. Eres un poco bruta. ¡Y quiero que me devuelvas mi energía ahora mismo porque con esos empujones te la llevaste! ¡Devuélvemela! ¡Es mía!

T: ¿Hay algo más que quieras agregar?

E: No hay nada más.

***

Haciendo honor a su nombre, Encarna nos resume en unas pocas frases la secuencia básica del proceso de iniciar una nueva encarnación. Así, Encarna nos cuenta que se encuentra en lo que llamamos “la Luz” esperando para bajar al mundo físico otra vez. Allí, en la Luz, Encarna no tiene forma definida, repasa lo que ha dejado pendiente en vidas anteriores y se prepara para el trabajo de su alma en su vida actual.

Ya desde un principio Encarna sabe que tendrá que trabajar la intolerancia y la forma de hacerlo es atravesando, precisamente, situaciones donde se presente la intolerancia.

Prosiguiendo con la secuencia básica, Encarna nos confirma que primero se elige el trabajo a realizar por el alma y luego se elige la familia en la cual se nacerá. Pareciera ser que estos fueran los pasos habituales en el proceso de encarnar, ya que todas las personas con las cuales he trabajado terapéuticamente coinciden en lo mismo. Donde suele haber diferencias es en la forma mediante la cual los padres son elegidos. ¿Elegimos nuestros padres nosotros mismos o alguien más los elige por nosotros? En el caso de Encarna, les son elegidos por los maestros de luz y esto es lo que manifiesta la mayoría de las personas que han trabajado conmigo. No obstante, algunas personas o, mejor dicho, algunas almas, afirman que eligen a sus padres por sí mismas. En general, cuando no se puede elegir, es probable que las fuerzas kármicas entren en acción llevando al alma, inexorablemente, hacia los padres que tiene que tener porque esa es la experiencia que debe ser completada. Básicamente, el alma tiene que resolver cuentas pendientes de vidas previas con los seres que serán sus padres antes de poder elegir aquellos que le apetecen más. Con frecuencia, ambos padres, o al menos uno de ellos, han sido los victimarios en vidas pasadas y el alma a punto de encarnar necesita perdonarlos para poder seguir evolucionando. Otras veces, es al revés. Es el hijo quien ha sido el victimario en otra vida y ahora necesita corregir las consecuencias de su acción original con estos seres que ahora serán sus padres. Lo que está en juego, en todo momento, es la ley del amor. Pareciera que para que el Universo se encuentre en armonía total debemos llegar a perdonarnos y amarnos todos, sin excepción, los unos a los otros. Mediante el vínculo filial los antiguos enemigos no tienen otra alternativa que trabajar la relación hasta perdonarse y amarse mutuamente. Claro que eso puede llevar varias vidas hasta lograrlo.

Hay ocasiones en las cuales los maestros sugieren, sin imponer, los seres más apropiados como futuros padres. Hay múltiples razones para ello. Desde el aprendizaje de cuestiones puntuales, como en el caso de Encarna, hasta razones prácticas y obvias como recibir la mejor carga genética si se quiere descollar como atleta.

Finalmente, hay almas que simplemente confían en la sabiduría de los maestros de luz, en la certeza de que ellos elegirán siempre la mejor opción para cada caso en particular.

Veamos ahora qué tiene Encarna para decirnos acerca de su experiencia.

Hacer este trabajo fue reafirmar, esta vez de verdad, mi propósito de vida. La sensación de estar en el espacio entre vidas es maravillosa. Es vivenciar el no espacio, el no tiempo, es flotar en la luz y en la paz. Ese espacio es donde decidimos, ayudados por los seres de luz, nuestro propósito de vida, lo que realmente pensamos que nuestra alma necesita trabajar. Desgraciadamente, más tarde, con el paso de esta vida, rápidamente olvidamos nuestro propósito original.

A mí me sirvió muchísimo realizar este trabajo para decidirme, de una vez por todas, a seguir ese propósito sin temor a equivocarme. Para mí fue cambiar de vida. Fue pasar de estar nueve horas sentada en una fábrica a prepararme para trabajar por y para la Luz. Simplemente… es ser feliz.

El propósito del alma

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