Читать книгу Mi vida, sin recato - José Manuel Bernal Llorente - Страница 3
Оглавление¿Un libro incómodo?
Tres han sido los motivos para publicar este libro dentro de la colección Emaús. En primer lugar, el reciente sínodo de la Amazonia, durante el que se especuló insistentemente sobre la posibilidad de ordenar como sacerdotes a hombres casados, una cuestión todavía no resuelta pero que, probablemente, las necesidades pastorales volverán a poner con tozudez encima de la mesa. El testimonio de alguien que ha vivido como una unidad su vocación, no solo al sacerdocio, sino también al carisma propio de una orden religiosa, el amor incondicional por su familia y el compromiso hacia su comunidad eclesial y su entorno ciudadano, es sin duda una magnífica aportación para reflexionar sobre la diversidad de vivencias en el servicio a la Iglesia.
En segundo lugar, la experiencia de esta casa, el Centre de Pastoral Litúrgica, que ha contado entre sus mejores activos con tres sacerdotes que dejaron su ministerio para casarse y que, una vez casados, nunca abandonaron ni la tarea pastoral ni la liturgia, con absoluta fidelidad a la Iglesia, con entusiasmo y con rigor: Joan Llopis Sarrió (1932-2012), Joaquim Gomis Sanahuja (1931-2013) y Josep Lligadas Vendrell (1950). De hecho, esta situación, que hay quien considera poco ortodoxa, seguramente ha restado credibilidad eclesial y prestigio al CPL en algunos ámbitos, a pesar de que los tres personajes, al iniciar el nuevo camino del matrimonio, tuvieron que abandonar parte de su trabajo y pasaron a un plano mucho más discreto y, por razones obvias, disciplinadamente respetuoso con las medidas que dicta la Santa Sede al otorgar la dispensa. Lo que no impide, como ya he dicho, que las tareas realizadas después no hayan sido tan valiosas como las efectuadas antes de emprender este cambio vital.
Finalmente, mi propia historia personal, como esposa que soy de Josep Lligadas, que había sido sacerdote. Leer este libro valiente de José Manuel Bernal, que aborda muchas contradicciones propias y de la Iglesia, me ha hecho sonreír al encontrar muchos puntos en común entre su itinerario y el de mi marido. Y me ha hecho dar cuenta de cómo estas opciones de renuncia al sacerdocio, que parte de la Iglesia ha vivido como una traición, pueden leerse en positivo como un hito más en el camino personal de fidelidad de cada uno a la llamada del Espíritu. La llamada de Dios tiene muchas formas, pero su núcleo es común: vivir el amor.
Conceptuar este cambio de estado como una traición ha comportado un fuerte sufrimiento para muchas personas y también se ha resentido de esto, y continúa resintiéndose, el conjunto de la Iglesia. De entrada, como muy bien señala el autor, se desaprovecha a personas formadas, activas, para las que la fe sigue siendo el eje principal de su vida. Como si por el hecho de abandonar el sacerdocio hubieran perdido súbitamente todo su valor y como si ya no pudieran aportar nada bueno o cualificado a unas comunidades cristianas que hoy tienen dificultades para encontrar pastores. Y, todavía peor, hay quien ha tenido que sufrir el desprecio de muchos cristianos o se ha convertido de repente en invisible, viendo cómo su entorno lo ignoraba. Por suerte no es una experiencia que en casa hayamos vivido, al contrario; pero José Manuel Bernal, que sí la sufrió, la explica bien y fue capaz de encontrar muchos caminos de recuperación. Contribuyó a esta recuperación su orden que, como muchas otras, en estas circunstancias continúa amando a las personas que han formado parte de ella, procura mantener vínculos y establecer puentes, y respeta su libertad.
En el itinerario de Bernal, he encontrado también el reflejo de cosas que ha vivido mi marido: el paso de ser un miembro destacado de la comunidad cristiana a una persona cualquiera, sin ninguna autoridad, tanto en la comunidad civil como en la eclesial. Bernal lo describe bien: de ser decano de la Facultad de Teología pasó, después de estar prolongadamente en paro, a ocuparse del servicio de préstamos de una biblioteca universitaria. Y a partir de ahí se abrió camino. Pero esto también pasa cuando se viaja desde el presbiterio a los bancos de la Iglesia, o desde la presidencia de la comunidad a la militancia de base en cualquier asociación, partido o sindicato. O, más simplemente, cuando se sale de una institución en la que muchas cosas de la vida cotidiana están resueltas, para aterrizar en el escasamente valorado trabajo doméstico y de atención a las personas que te rodean. En definitiva, es un camino más de despojo de la autoridad y del poder, que facilita aquello que a veces nos resulta tan difícil: ser cristiano en el mundo, entender su cultura, estar al servicio de la gente e intentar transmitirles el mensaje de Jesús con esperanza y fraternidad.
Me gustan mucho las palabras con las que Bernal resume esta unidad en el seguimiento de Jesús:
Ese ha sido el secreto. Descubrir que el Dios en el que uno cree y al que uno intenta serle fiel, es el mismo. Que Jesús de Nazaret y su mensaje evangélico, es el mismo. Que la Iglesia, en la que nos hemos bautizado y a la que pertenecemos, es la misma. Que la fe y los sacramentos son los mismos; sobre todo la Eucaristía, celebrada y compartida fraternalmente. Lo único que cambia es la situación existencial desde la que nos acercamos y nos adentramos en la vivencia y en la celebración de esos misterios. Ahí está la novedad. Esa novedad nos permite hablar de una nueva forma de vivir nuestra fidelidad a Dios.
Estoy segura de que el libro interesará al lector o lectora tanto como a mí.
Mercè Solé
Directora de la colección Emaús
Septiembre de 2020