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1. Pregunta

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La pregunta por la historia de las psicosis es muy difícil de formular. Cualquier imprecisión acota el resultado y cierra el camino a otra posibilidad. Nuestra reflexión gira en torno a las voces de los psicóticos y quiere interrogarse sobre si este síntoma primario —aceptando la terminología fenomenológica—, probablemente el más característico en nuestro tiempo de la esquizofrenia, ha estado siempre presente en las manifestaciones de la locura o, si por el contrario, es de aparición reciente en su sintomatología.

La perspectiva histórica que nos interesa necesita tres exclusiones previas. Primero, descartamos la historia de la propia medicina, del conjunto de los saberes médicos, pues no nos incumbe en este momento conocer cuáles han sido los modelos teóricos que se han utilizado para elucidar la locura. Poco nos dice sobre el tema que nos convoca la evolución conceptual que se extiende desde la primitiva concepción humoral hasta la aparición de la psiquiatría en los albores del siglo XIX, y, dentro de esta última, los sucesivos avatares y disputas entres las corrientes somáticas y psíquicas2. A nosotros, en este momento, nos mueve un hecho concreto: saber si los psicóticos de todos los tiempos han oído voces, o bien si su aparición es más acusada en la Modernidad o, al menos, cualitativamente diferente a como se había presentado antes. En paralelo a esta hipótesis, se aportarán algunas reflexiones destinadas a vincular el surgimiento de la esquizofrenia con la Modernidad, esto es, con la aparición del discurso científico y con una particular relación del hombre con el lenguaje.

En segundo lugar, dejamos aparte todo lo que incumbe al tratamiento de la enfermedad, a las distintas prácticas terapéuticas, pues poco o nada nos dicen salvo lo que concurra, como información indirecta, acerca de la presencia de las voces y su hipotética evolución histórica.

Por último, alejamos de nuestra atención todo cuanto corresponda a una perspectiva biológica de la psicosis, entendiendo que este punto de vista defiende una constancia de la esquizofrenia similar a la que puedan conservar a lo largo de los tiempos la tuberculosis o la litiasis biliar. Enfermedades, en suma, con una causa, una clínica y un desenlace siempre similares, donde las condiciones sociales o psicológicas pueden modificar su frecuencia, su gravedad o el sentimiento de peligro que las acompaña, pero no su entidad o su esencia. La naturaleza física, en este sentido, es muy poco histórica o lo es en unos lapsos tan grandes que escapan a nuestra reflexión.

Lo que ahora reclama nuestra atención es conocer si existe una historia que afecte al deseo, a la subjetividad o a la mentalidad de las personas. Porque, de ser así, cabe que las heridas más notables del hombre, esto es, la tristeza que nos melancoliza, la autorreferencia ególatra que nos vuelve paranoicos y la fragmentación que nos lleva a la esquizofrenia, hayan conocido cambios a lo largo de la historia. Y uno de esos cambios podemos centrarlo alrededor de las voces, por si acaso éstas son un síntoma histórico de las psicosis y su aparición debe atribuirse a un desgarrón distinto de la persona aparecido en una determinada época, en concreto, la Edad Moderna. De ser así, la cuestión que se suscita, lógicamente, será también la recíproca: la presencia de las voces nos orientarán sobre la naturaleza de la enfermedad y, por consiguiente, sobre las heridas humanas más distintivas.

Las voces de la locura

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