Читать книгу Rumbo: maestr@ - José Miguel Pareja Salinas - Страница 13
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PODERES
1. Superpoder del autoconocimiento: tu mirada y tu tono de voz
2. Superpoder de la observación: ¿qué miro?, ¿para qué lo miro?
3. Superpoder de liderazgo positivo: dos herramientas
a. Juntos somos y estamos mejor
b. Inteligencia emocional
4. Superpoder del «todos conmigo». Buscando
su atención: pruébate
El gran miedo de un docente: ¿me harán caso?; si no me lo hacen, ¿cómo actúo?; ¿me dará tiempo a cumplir todo lo programado?
Imagino que, durante tu formación universitaria, por tu propia curiosidad innata de querer aprender (por eso has elegido esta profesión), habrás escuchado, en conversaciones informales de carácter social, frases como «En los tiempos que corren el maestro ya no es una autoridad»; «La culpa es de las familias que no transmiten valores»; «Los alumnos ya no tienen respeto». Como si el maestro se hallara al margen de la situación actual y no pudiera hacer nada por generar una chispa de cambio.
Quizá la mezcla de lo anterior y muchas otras cosas sea la causa de los cambios que se han producido y conducido a la situación actual en la educación y la sociedad. Pero tú eres la clave del siguiente cambio. Y para cumplir bien ese papel, hay que tener recursos, formación y estrategias que te permitan ser «el director de la orquesta» y el acompañante del alumnado en su carrera hacia la sociedad del futuro.
1. Superpoder del autoconocimiento:
tu mirada y tu tono de voz
Los recursos que te ofrece este libro van más allá de la pura teoría, necesaria por supuesto. Empezaremos reflexionando sobre las herramientas que ya traes de casa, entre las que tendrás que elegir cuáles utilizar y cómo. La decisión que tomes marcará un rumbo para ti y tu futuro alumnado.
Aún no hemos entrado al aula y ya la estamos gestionando. ¿Cómo es posible?
Sabrás que la autoevaluación del profesorado es un concepto fundamental para mejorar, avanzar y pulir los errores que pueden surgir en nuestro trabajo diario. Por lo tanto, tienes que desarrollar, si no la tienes todavía, la capacidad de autoanalizarte y, por consiguiente, autoconocerte.
Tu mirada. No olvides desde ahora que es y será tu principal arma y vía de comunicación para conseguir los objetivos académicos o personales que te propongas. No se le da el valor que merece y, sin embargo, su poder es casi infinito. Como dice Paulo Coelho: «Podemos tener todos los medios de comunicación del mundo pero absolutamente nada sustituye la mirada del ser humano”.1
Por eso, creemos necesario que esta sea una de las primeras habilidades que entrenes y desarrolles.
¿Has pensado alguna vez qué transmite la tuya? El mensaje que mandes con ella será clave para entender la respuesta de tu alumnado ante cualquier situación del día a día. Busca el equilibrio: seriedad vs simpatía, cariño vs límites, seguridad vs improvisación...
Esto requiere un ejercicio de autoevaluación por tu parte. Y los mejores evaluadores y quienes te darán toda la información que necesitas serán los propios alumnos, ya que, según cómo veas que reaccionan a tu mirada, sabrás qué mensaje están recibiendo: «Quien no comprende una mirada, tampoco comprenderá una larga explicación», dice un proverbio árabe.
Por otra parte, sigue realizando tu propio estudio interno.
Decide ahora cuál será el tono de voz que utilizarás tanto dentro como fuera del aula, en todos los espacios del centro. Es muy frecuente encontrar incoherencias docentes que están totalmente interiorizadas e impregnadas en el día a día.
Por ejemplo: «¡Silencio! ¡He dicho que os calléis!». Esta muletilla es el pan nuestro de cada día. Pero, si lo piensas detenidamente... ¿Qué sentido tiene gritar para pedir silencio? ¿No es contradictorio? Es solo el resultado de unas ganas inmediatas de conseguir la atención del alumnado, pero de no tener herramientas para lograrlo. Quizá utilizado una vez o dos funcione, por el factor sorpresa y el miedo causado al alumnado, pero... No olvides que el alumnado aprenderá, aunque esta no sea tu intención, que para lograr un clima silencioso deberá levantar su tono de voz y eso llevará a que, cuando quieran todos silencio, todos lo levantarán y se culparán unos a otros de no conseguirlo. Automáticamente, se generará un caos en el aula y tu paciencia se irá acabando de forma muy rápida.
Un tono de voz puede ser firme y directo, sin necesidad de subir el volumen, y al mismo tiempo consigue transmitir calma y empatía. De igual modo, un tono calmado puede infundir el mayor de los miedos. Consideramos importante que seas capaz de gestionar, dentro del centro educativo, las diferentes opciones de comunicación que te ofrece tu propia voz.
Si combinas de forma adecuada estas dos herramientas —la mirada y la voz— descubrirás que hay momentos en los que sobran las palabras, porque tu mirada lo transmite todo. Y hay otros momentos en los que tu tono de voz conseguirá calmar y controlar cualquier situación caótica que se pueda presentar.
Descubre en la siguiente tabla qué mirada y qué tono de voz tienes para, así, poder empezar a utilizar estas habilidades con diferentes fines educativos y personales.
Aprovecha tu tiempo dentro del centro educativo para descubrir diferentes métodos y formas, que tienen los docentes, de utilizar estas herramientas. Una buena gestión de aula empieza por el buen uso de ellas.
Puedes registrar en el Cuaderno de prácticas lo que te resulte más efectivo o sorprendente y con lo que tú te sientes más cómodo.
2. Superpoder de la observación:
¿qué miro?, ¿para qué lo miro?
¿No te falta algo? Te pregunto esto porque, en el apartado anterior, hemos visto qué dos herramientas tienes para gestionar el aula, pero aún no habíamos entrado en esta. ¿Lo hacemos?
El ser humano, de forma innata, cuando entra en un lugar nuevo o desconocido, abre sus ojos para detectar posibles peligros, conocer el espacio, identificar dónde están situadas las cosas...
Recuerda que, como no tienes la responsabilidad de dirigir el grupo, tendrás que aprovechar al máximo esta nueva habilidad que todo docente debe tener: la capacidad de observar.
Pensarás que me estoy repitiendo, porque ya hemos hablado de la mirada anteriormente, pero este enfoque es diferente. Me refiero a «la capacidad de mirar todo aquello que te rodea y aprovecharlo en tu beneficio», es decir, ser capaz de sacar toda la información posible, analizarla y utilizarla para adaptar e individualizar tus decisiones o respuestas y, por consiguiente, para gestionar el aula.
En más de una ocasión el alumnado, independientemente del curso, me ha dicho: «¿Es que eres adivino?» o «¿Cómo sabes eso?». Simplemente lo que ha sucedido es que he realizado una observación analitica y concienzuda de lo que estaba pasando a mi alrededor, mientras mantenía una conversación, explicaba un concepto, resolvía una duda o guiaba para llegar a la resolución de un conflicto... Y esto puede parecerle «magia» a tu alumnado.
Lo anterior refleja la importancia de observar, de observar bien y de saber qué y dónde mirar. Si entrenas esta habilidad y sabes dónde fijarte, se te abrirá un amplio abanico de información relevante de la que podrás beneficiarte durante tu periodo de prácticas y en tu futura labor como docente.
Aquí te vamos a dar las pautas para que empieces a usar esta herramienta.
Podemos encontrar dos tipos de observación: observación del aula y observación del alumnado. Así, te resultará mucho más sencillo poder abarcarlo casi todo. No vamos a desarrollar un gran listado de items, ni las teorías de vanguardia sobre cómo colocar al alumnado… Vamos a acompañarte en el proceso de abrir los ojos y saber qué, y para qué mirar. Después, en tu Cuaderno podrás apuntar con más detalle todos estos aspectos para construir tu clase ideal.
3. Superpoder de liderazgo positivo: dos herramientas.
Respeto y educación; sentido común y coherencia.
Imagino que ahora mismo pensarás que voy a hablarte de que tienes que conseguir que tu alumnado te respete, de que sean educados contigo o de que tienen que hacerte caso por el simple hecho de que eres el profe.
¿Y si cambiamos nuestro punto de vista? ¡Venga!, vamos a ponernos en el lugar del alumnado.
Los detalles son los que marcarán la diferencia entre un docente normal y otro extraordinario, especial o único. Para poder ser un líder positivo —una persona de esas que la gente no sabe ni por qué la sigue, y esto te sonará a algo muy obvio, pero te sorprendería saber la cantidad de cosas que he visto— debes transmitir y mostrar respeto y educación a todo tu alumnado. No te hablo de que vayas decirles alguna palabra malsonante —evidentemente no lo harías nunca—, sino de tener en cuenta la parte invisible y oculta.
Ellos tienen un sexto sentido para saber si tú realmente quieres acompañarlos, si te interesan sus conflictos, si te esfuerzas cada día por intentar hacerlo mejor, si los escuchas activamente cuando te cuentan sus problemas… Al margen de que uses las palabras mágicas «por favor», «gracias», «buenos días» o «hasta mañana» —que desarrollaremos más adelante en las Soft skills—, eres un ejemplo durante todo el tiempo que estás en el colegio. Descubrirás que, en la mayoría de ocasiones, se enseña sin palabras. Si quieres pedir a toda la comunidad educativa del centro, incluido el alumnado, compromiso y esfuerzo, primero tienes que esforzarte y comprometerte tú. ¿Estás dispuesto?
Un buen líder debe tener una cualidad fundamental que, por desgracia, hoy en día no aparece en muchas ocasiones. Me refiero al sentido común, a ser coherente como persona humana. Vamos a desarrollar este aspecto, ya que definirá qué tipo de líder serás y cuánto podrá creer y confiar en ti tu futuro alumnado.
Sentido común y coherencia: algo tan obvio como necesario. Dicen que: «El sentido común es el menos común de los sentidos», pero no te líes y haz caso a tu instinto. Aporta autenticidad a tus enseñanzas y en las relaciones con los demás. En la mayoría de ocasiones lo sencillo es lo más efectivo.
En esta profesión que has elegido la coherencia es fundamental. Te diría más: va a influir en tu gestión del grupo, de la clase: respeto, credibilidad, confianza y liderazgo. Una falta de coherencia en tus actos te puede llevar a perder el control y la perspectiva, alejándote de tus objetivos. Es como una bola de nieve bajando por una colina, que no para de crecer.
Aplica esta fórmula. La coherencia se basa en:
Todo lo que dices = todo lo que haces
Todo lo que haces es resultado de lo que dices
Te puedo asegurar que, en ocasiones, no es tan importante lo que dices (las palabras se las lleva el viento) sino que lo que hagas cumpla con lo dicho previamente. Lo que la gente recuerda de nosotros es lo que hacemos. En un aula pasa igual. Debes cumplir lo que dices y, si no es posible, deberás utilizar argumentos de validez para explicar el porqué. (Ver tipos de argumentos en el Capítulo 6).
¿Cómo puedes utilizar adecuadamente estas herramientas? Debes aprender a marcarte prioridades y cumplirlas. Discernir lo importante de lo que puede esperar. Y recuerda: «El que mucho abarca poco aprieta». Pero no te confundas: no quiero echar por tierra tu espíritu emprendedor, sino que seas eficaz y resolutivo. Evita dejar las cosas en el aire o incompletas, porque puedes generar desengaño en los demás o, simplemente, porque la gravedad hará su trabajo y las devolverá al suelo, seguramente de una manera que no te guste. Cuando un alumno te dice que ha habido un problema, priorízalo. Si lo dejamos pasar o le decimos «Eso no es nada, daos la mano y ya sois amigos otra vez», habremos perdido una oportunidad perfecta de aprendizaje y además esa bola de nieve que es el conflicto empezará a crecer sin control, generando falta de confianza en lo demás, decepción, poca credibilidad…
a. Juntos somos y estamos mejor
¿De qué te sirve ser un líder positivo si no tienes un grupo que liderar? Habrás visto, en distintas situaciones de tu vida, que hay personas que arrastran al resto, que con dos palabras convencen, atraen y consiguen, por ejemplo, hacer un plan para el fin de semana y... ¡todos y todas lo comparten! Ese sentimiento de unificar y de hacer cosas juntos es el que debe imperar dentro del aula. Es responsabilidad del docente crear ese sentimiento de «querer estar juntos». Descubrirás durante tus prácticas —y después, cuando seas profe titular— que es el grupo el que toma las decisiones, el que decide si aceptar o no a un nuevo compañero… El grupo ya está hecho, porque estos alumnos posiblemente lleven juntos desde los tres años; pero estamos buscando un nivel de mayor implicación entre ellos: que construyan un equipo.
¿Cómo se crea un equipo?2
Puedes buscar referencias bibliográficas y consultarlas para informarte mejor sobre qué son y cómo funcionan los equipos, o quizá en la universidad te hayan hablado sobre el tema. Nosotros vamos a ir directamente a la práctica contándote cómo hacemos entender al alumnado esta idea. No importa la edad que tengan, ya que el factor visual es la clave. Construir un equipo requiere de un proceso y unas fases que se deben ir superando para poder avanzar a la siguiente.
Imaginate a tu alumnado como piezas de puzle. Cada pieza tiene sus características, habilidades, miedos, talentos y preocupaciones, que la hacen única e irrepetible. Visualiza a tus alumnos y alumnas con una pieza de puzle gigante entre sus manos y buscando dónde encajarla o a quién unirse para hacer más grande el puzle.
Las fases de creación de un equipo podemos clasificarlas en estas cinco:
1. ¿Quiénes somos? Esta fase es la del autoconocimiento. El Yo. Mis miedos, talentos, habilidades, pensamientos, gustos...
2. Creamos puentes. A continuación, Yo comparto mi pieza y conozco las de Ellos o Ellas. Sentamos al alumnado el grupos.
3. Nos unimos. Aquí se le plantea al alumnado —ayudándose ellos y ayudándoles nosotros con las imágenes— que cada forma diferente de unirse genera distintos resultados. Pueden ser equipos reales o irreales.
4. ¡Funcionamos! El Yo se convierte en un Nosotros. Se asignan roles o papeles dentro del grupo.
5. ¡Conseguido! Es la última fase del proceso y en ella el equipo ha conseguido el máximo nivel.
El proceso de una fase a otra se va marcando mediante carteles en los que figuran el título de la fase, una imagen que la representa, y una frase, idea o pronombre que queremos destacar. Esos carteles se colocan en un lugar visible del aula y, semanal o quincenalmente, cada equipo, a la hora de la asamblea, debe analizar su trabajo semanal y consensuar en qué fase del proceso se encuentra; y si asciende, desciende o se mantiene. Utilizando, por supuesto, argumentos de validez para exponer sus opiniones.
Ahora, preocúpate de recoger cuanta información te sea posible para asegurarte de conocer si existe ese sentimiento de equipo dentro de tu clase. Plantéale a tu tutor de prácticas actividades o dinámicas para enriquecer este aspecto:
· Cambiar la distribución del aula en algún momento.
· Juegos cooperativos en tiempo de patio o dentro del aula.
· Actividad o juego para el tiempo de tutoría. Empieza siendo tú el ejemplo de ese juego: eres el líder.
· Una asamblea con el grupo-clase cuyo tema sea «Los miedos». Según la edad del alumnado se usan los niveles apropiados de vocabulario y de conceptos.
Para concluir, os dejo esta frase anónima que he utilizado en más de una ocasión con mi alumnado para abordar conceptos matemáticos y de equipo:
Trabajar en equipo
divide el esfuerzo y multiplica los resultados
Anónimo
b. Inteligencia emocional
El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío.
Horace Greeley
Somos seres viscerales, capaces de tomar decisiones trascendentales en cuestión de segundos para, así, poder sobrevivir o librarnos de una amenaza.
¿Crees que hemos cambiado mucho? ¿La razón es la que resuelve todos nuestros conflictos diarios?
En algunas situaciones, y si el entorno nos acompaña, será la razón la que nos dé las pautas para tomar la decisión que más nos beneficie. Tengo que comunicarte que has elegido una profesión donde las emociones, los estados de alarma y los sentimientos propios y ajenos campan a sus anchas. Podríamos llamarlo un jardín emocional.
Así que estás en la obligación de meter en tu maletín de herramientas, la inteligencia y la gestión emocionales: esas capacidades de identificar y comprender las emociones propias y las del alumnado en cada momento para actuar en consecuencia.
Para conseguir el éxito global, no podemos olvidar este aspecto y creer o pensar que el éxito que buscamos los docentes para nuestro alumnado es solamente el académico: esto sería un completo error.
Actualmente puedes encontrar muchas publicaciones que abordan eal tema de la inteligencia emocional y te invitamos a que profundices todo lo posible en él. Aquí vamos a recoger los aspectos esenciales que debes tener en cuenta y que influyen directamente en el aula.
La neuroeducación —los estudios sobre el cerebro que investigan cómo se aprende— asegura que la tensión, la ira, la violencia, la ansiedad, el miedo... bloquean el aprendizaje; y que la amabilidad, la sonrisa, la tranquilidad incluso en momentos críticos, la confianza, la esperanza, las expectativas positivas, la alegría... estimulan el aprendizaje.
¿Cómo puedo ser capaz de ser un buen maestro si no reconozco mis emociones? Esta pregunta nos conduce a la idea que te queremos transmitir: trabajar la empatía, la educación emocional en el aula... es muy importante; pero se hace imposible, si no nos miramos nosotros mismos por dentro y alcanzamos un autoconocimiento emocional.
Comienza, pues, a conocerte y a ponerle nombre a lo que sientes. Cuando lo consigas estarás preparado para enseñarselo a los demás. Eres un espejo en el que se mira todo el alumnado, por lo que deberás mantener un equilibrio emocional durante el día a día, durante la resolución de un conflicto o mientras hablas con una alumna o un alumno. No puedes dejarte llevar por el enfado, la rabia, la impaciencia, la desesperación o la impotencia. Esos sentimientos existen y hay que ponerles nombre, pero, si no los sabes canalizar y gestionar, estarás enseñando que esas emociones, de algún modo, «justifican la violencia».
Ahora que has echado una mirada dentro de ti es cuando podrás pensar, planificar y trabajar estos conceptos dentro del aula y convertirte en un líder emocional para tu alumnado.
Utiliza tu Cuaderno de prácticas para recoger cómo se gestionan las emociones dentro del aula en que te encuentras. ¿Se atienden estas emociones o se ignoran?
Puedes llevar un registro emocional detallado de tu estancia en el centro y dentro de tu grupo-clase. Conocer cómo piensa y qué siente el alumnado te hará dar respuestas más adecuadas en cada momento e individualizarlas.
4. Superpoder del «todos conmigo».
Buscando su atención: pruébate
Vamos a practicar lo que hemos visto hasta ahora
A continuación, te planteo una serie de retos básicos que te ayudarán a saber que control tienes del aula. Habla con tu tutor de prácticas y coméntale que los quieres realizar durante tu estancia, para, así, ver la evolución y los resultados.
Recuerda que, en el aula, no pretendemos un silencio absoluto en el que se oiga el aleteo de una mosca. Buscamos saber que tenemos la atención del alumnado y que este responde a nuestros gestos, miradas o comentarios.
«Tenéis 3 minutos para leer el texto de la página 25 del libro de castellano. El tiempo empieza…¡ya!»: de esta forma se empieza una clase consiguiendo silencio en 2 minutos. Durante los dos primeros minutos habrá personas que se pongan nerviosas, que no encuentren el libro, que estén fuera de su sitio y tengan que llegar a él tropezando con todos… Tú, tranqui. El último minuto será de silencio. Y ya puedes repartir más faena, escribir en la pizarra el trabajo a realizar o dar instrucciones. Además, habrán leído 3 minutos… Porque si esperas a que estén en silencio para empezar con las instrucciones, seguramente habrá una crisis.
Ahora te toca empezar a probar y experimentar formas de captar la atención de tu público. Sería interesante que lo hicieses con tu tutora dentro del aula y sin su figura de autoridad, para ver si el alumnado reacciona igual, no vaya a ser que hagan caso porque se lo ha dicho su profe. Empezamos:
· Levanta la mano: ¿qué pasa?
· Quédate callado e intenta controlar el silencio con la mirada; busca a quien esté hablando para transmitirle que debe parar.
· Haz una broma o un chiste cuando estén trabajando y recupera lo antes posible la vuelta a la concentración.
· Busca un gesto tuyo con el que consigas su atención.
· Gírate hacia una pared y di «¡Calla!» un par de veces, sin dirigirte a nadie en concreto.
Toma nota en el Cuaderno de las reacciones que han tenido y analiza los resultados. Durante tu tiempo de prácticas ve haciendo estos ejercicios y verás cómo los resultados no son los mismos. Cuanto más te conozcan, más vínculo habrás creado y por lo tanto mejor irá todo.
1. Coelho, P. (2012). Ser como el río que fluye. Barcelona. Grijalbo
2. Aula Planeta. «Diez consejos para aplicar el aprendizaje colaborativo en el aula.» (2014). Recuperado de: https://www.aulaplaneta.com/2014/11/03/recursos-tic/diez-consejos-para-aplicar-el-aprendizaje-colaborativo-en-el-aula/