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INTRODUCCIÓN

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Este libro ofrece un conjunto de indicadores cuantitativos que describen rasgos del desarrollo de la República de Chile en el período 1810 a 20101. Las series se organizan en temas o capítulos generales, los que recogen aspectos salientes de, uno, la actividad comercial y financiera, tanto doméstica como de las relaciones con el resto del mundo; de, dos, el quehacer del fisco visto principalmente a través de sus ingresos y gastos; y de, tres, un conjunto de indicadores que se asocian a dimensiones tales como demografía, inflación, participación de los ciudadanos en el trabajo comercial, rasgos de la escolaridad formal, y muchas otras como detalla el índice.

Se trata de indicadores que proporcionan una amplia base para elaborar descripciones sustantivas del desarrollo agregado del país, es decir, de la evolución del quehacer de la sociedad y de la gente relacionada con este territorio. Metafóricamente podrá imaginarse que se trata del registro que realiza una cámara satelital que, en una nave capaz de cruzar el tiempo, capta la huella que dibuja el quehacer de todos estos actores. Así, el aporte de individuos, de regiones y de entes descentralizados se agrega en expresiones numéricas compuestas, las que incorporan todos estos aportes, aunque solo como partes indistinguibles de un todo.

Indicadores regionales y locales, y las referencias a empresas y organizaciones específicas –exceptuando el fisco– son casi inexistentes, al igual que los nombres de actores históricos, sean ellos generales, ministros, presidentes u obispos; en realidad, los únicos nombres con que se encontrará quien revise las explicaciones que acompañan estas series corresponden a autores o bien a organizaciones cuyos datos son empleados aquí para construir indicadores de larga cobertura temporal. Sin embargo, y como señala la metáfora, las magnitudes agregadas que figuran en estas páginas fluyen de recuentos que toman en consideración todo lo ocurrido en un determinado ámbito de tiempo-espacio territorial, reflejando así, aunque anónimamente y de manera no separable, el quehacer de las personas y organizaciones, además de las expresiones de múltiples interacciones entre ellas.

Sin ignorar importantes contribuciones de entes descentralizados o privados, por ejemplo, la Sociedad de Fomento Fabril y otras asociaciones, el Estado es el gran productor de estadísticas básicas y su disposición, capacidad y efectividad para realizar esta tarea constituyen ingredientes claves en la construcción de estas series. En el inicio de la república el registro estadístico se circunscribe al funcionamiento fiscal, a los movimientos de comercio exterior y a recuentos poblacionales. Alrededor de mediados del siglo XIX el Estado crea un departamento a cargo de la confección de estadísticas, inicialmente con la idea de mejorar la calidad y cobertura de los censos poblacionales; luego, a partir de la década de 1860 comienza a producir estadísticas sobre la producción de un conjunto amplio de bienes básicos y lentamente, aunque con altibajos, extiende su labor al registro de todo tipo de fenómenos sociales2. En el siglo XX surge otro actor en este campo: el Banco Central, agencia que emprende una significativa tarea de recopilación de antecedentes generados en otras reparticiones, como también de construcción propiamente tal de indicadores.

En esta ocasión no corresponde calificar esta labor del Estado; nuestro conocimiento es meramente el de usuarios y no hemos realizado un estudio del tema y tampoco comparado con la manera en que otros países han enfrentado estos desafíos. Aquí corresponde reconocer que hemos encontrado una cantidad importante de material básico y que ha podido ser utilizado para la construcción de estas series, ilustrando de este modo dos siglos de evolución de la sociedad. Convendría, por último, mencionar aunque sea al pasar, características del proceso evolutivo experimentado por el país que, de uno u otro modo, llegaron a complicar la producción de estadísticas básicas o que, al menos, significaron, a veces, un largo proceso de aprendizaje en cuanto a cómo enfrentar tales situaciones.

Como ya fuera señalado, en la segunda mitad del siglo XIX toma forma la producción de estadísticas básicas, esto coincidentemente con una mayor actividad fiscal en general. Es a partir de la Primera Guerra Mundial y de los años 1920 que el fisco experimenta un cambio significativo en el ámbito de su influencia, incrementando notoriamente su presencia, imponiendo nuevas actividades públicas y regulaciones. El proceso continúa hasta el presente, pero, y especialmente en el primer medio siglo de este desarrollo, este mayor grado de participación del fisco en ocasiones no se ve acompañado por un crecimiento paralelo de su capacidad estadística, limitando así una adecuada cobertura y registro de las innovaciones.

Otro aspecto que complica la producción de estadísticas básicas es que a partir de los años1930, el fisco, y por ende el país, ve debilitada su capacidad de llevar cuentas en unidades monetarias, distinguiendo nítidamente entre valores nominales, aquellos que recogen la inflación y, por otra parte, los valores reales subyacentes, una capacidad que el fisco y el país solo recuperan íntegramente en las últimas décadas del siglo veinte.

Chile 1810-2010: La República en cifras

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