Читать книгу X se escribe con J - Jotamario Arbelaez - Страница 18
ОглавлениеDe Jotamario a Jaime en Bogotá
Cali, día de la raza esquina con 1965
Querido poeta:
Tú asustas cada vez más, cada vez eres más monstruo, más maravilloso monstruo que nunca. Yo te saludo y te felicito con mi hilera de tetillas supernumerarias. Estoy contento de que existas, de que seas como eres, de que te enfades, de que rías, no sé si te escribí algo a propósito de tu Silva. Ese Silva que te inventaste y que no es más verdadero que el Silva de los otros biocríticos y grafos. Que no es más verdadero pero tampoco más falaz que el Silva que padeció la barba. No me gustó sinceramente la adhesión de Gonzalo, no que estuviera mal escrita, al contrario, es su estilo humour noir que tanto me gusta, sino que lo que quiere dar a entender como idea de fondo es que con tu ensayo nuestra generación rescataba a Silva para nuestra causa, lo rescataba del escombro de los estudiosos, le ponías un blue-jean o un vestido de baño Catalina y lo declarabas apto para ser venerado. No.
Lo siento, no estoy con él.
Ni contigo, si también era tu intención.
Silva está muerto, y no hay más qué hacer con su causa.
Lo de Silva me gustó por lo que decías entre líneas de ti, por la manera como te biografiabas el alma a través de un fantasma romántico. Uno se enamora de pronto de un personaje de las regiones de la muerte, porque a lo mejor caminó como uno, se sentó en un parque en el mismo sitio que uno millones de años después, inventó un árbol, dijo una frase memorable. Y uno se mete dentro de esa persona, a decir de su vida, e investiga en los códices, y es uno mismo quien se encuentra, en las escrituras cuneiformes, en las cuevas de Altamira, en la historia sagrada, en la Enciclopedia Británica, en los textos de estudio.
En cuanto a su suicidio, digamos simplemente con los mil sabios del agro: “El que se sienta capaz de explicar las razones que motivaron al suicida que diga esta boca es mía”.
Y a propósito de la muerte, en la que sí nadas como en el mejor de los mares, acabo de leer en Eco # 65 tu poema de la afrenta. Es de tus cosas estelares. Tú se la llevas ganada a la muerte. Ella no tiene nada qué hacer con nosotros. Recuerdo un bello concepto de la muerte que tenía Gonzalo en uno de sus escritos perdidos. Eso de que estaría muerto cuando fallara a su cita en la esquina de la novia y el mundo ya no oyera el estallar de sus aplausos en el estadio. Nosotros no nos suicidaremos nunca, poeta, nosotros no seremos ganados para la causa de la desesperación. Uno no puede preocuparse porque sucedan cosas terribles en un mundo estúpido. Uno es la mano de obra del universo. Si algo falla en el mundo, lo mejor es buscar esa falla en sí mismo. A lo mejor no es más que un piojo entre tu cabeza.
Volviendo a tu poema, me desazona su último verso. Perdona que me meta en asuntos que casi considero tan míos como tuyos. No puedes liquidar la calidad, el impacto, la penetración de todo el poema con una consideración y pregunta al público (que has sabido mantener a prudente distancia) que, a fuerza de obvia, es manida. He leído varias veces “Afrenta de la muerte” tratando de ver si estoy errado, pero siempre ese último verso me cae como un vaso de agua por la garganta que desvanece el sabor de tan embriagante veneno. No sé si sería mucha molestia pedirte que rescataras de El Tiempo mis “Palabras al viento radioactivo” con el dibujito de Alcántara. De todas maneras quiero enviarte algo especial para ti, algo sensacional a todas luces, inédito, fresco, recién parido, espero que te guste. Eliot me cablegrafió desde la otra vida diciéndome que eso era lo que él quería que alguien le hubiese escrito al morir, que él en mi caso no hubiera podido hacer menos, pero tampoco más, a su muerte. Se llama:
EL SEÑOR T. S. ELIOT HA MUERTO LOS POETAS NADAÍSTAS INVITAN A UN TÉ-CANASTA POR SU ETERNO RETORNO
Una dolorosa gripa de sordos espasmos me aqueja, como casi cada vez que te escribo, mis cartas llenas de bacilos. Bueno, poeta, me voy, mañana vienen a descubrir a América. Recibe el fuerte tosido de mi amistad,
Jotamario