Читать книгу Historia de la evangelización en el Perú - Juan B. A. Kessler - Страница 14

Оглавление

Capítulo 5

La implantación del protestantismo

La siembra de la Palabra por medio del colportaje

El 25 de julio de 1823, Teófilo Parvin y Juan C. Brigham salieron de Boston rumbo a Buenos Aires con instrucciones de la Junta Americana de Comisionados para Misiones en el Extranjero de explorar las posibilidades de iniciar una obra misionera protestante en Sudamérica108. Había sido política de Thomson capacitar a los latinoamericanos para ayudarse a sí mismos y dependieran enteramente de la cooperación de ellos mismos. Como ya se ha dicho, la obra de Thomson no era proselitista, ni tenía como fin establecer una iglesia protestante. Procuraba más bien fomentar una reforma dentro de la Iglesia Católica. Con el viaje de Parvin y Brigham, se inicia otra etapa. Aunque el propósito de ayudar a los latinoamericanos a ayudarse a sí mismos se mantenía en pie, la meta inmediata era fundar una iglesia protestante sin esperar la cooperación previa de los latinos. Parvin se quedó en Argentina, y Brigham salió solo en octubre de 1824; pasó por Chile y llegó a Lima en julio de 1825. Allí encontró cuatro cajones llenos de Sagradas Escrituras. Uno iba destinado a Thomson, pero había llegado tarde. Los otros tres debían haberse enviado a Chile, pero se habían extraviado. Debido a la pobreza de la gente después de la guerra, Brigham decidió vender estos ejemplares de la Escrituras a precios muy rebajados, y en algunos casos simplemente las regaló109.

Recomendó a la Sociedad Bíblica Americana que, en vista de la crisis económica debido a la guerra, se subsidiara fuertemente la venta de Biblias y Nuevos Testamentos en Sudamérica, política que siguió vigente hasta hace poco. Es una lástima que no se haya perpetuado la política de Thomson porque, hasta cierto punto, la de Brigham creó una dependencia. Sin embargo, este tenía razón en un aspecto, pues el cobrar precios realistas habría ocasionado que se vendiera Biblias sólo a la clase acomodada, sin mayor provecho, pues esta difícilmente habría roto con la Iglesia Católica. Para implantar una iglesia protestante era necesario hacer circular primero la Biblia entre los pobres, quienes no tenían una posición social que perder.

Asimismo, Juan Brigham recomendó a la Junta Americana de Comisionados para Misiones en el Extranjero que esperara para fundar una obra misionera protestante hasta que los países de esta parte del mundo se hubieran desarrollado más en un sentido liberal.

Se ha criticado a Brigham por este consejo. Según Wenceslao Bahamonde, eso hizo que la Junta Americana perdiera su interés en la evangelización de Sudamérica110. Con todo, es difícil imaginar qué otra cosa pudo haber recomendado Brigham, pues tanto en Chile y Perú como en varios otros países latinoamericanos, se prohibía el culto no católico. En el Perú hasta 1836, desacatar esa prohibición se castigaba con la pena de muerte111. Sin embargo, es probable que Brigham no se haya dado cuenta de la fuerza de la reacción conservadora que se avecinaba, ni de los años que habrían de pasar para que el movimiento liberal avanzara lo suficiente para hacer posible el comienzo de una evangelización protestante.

En 1826, la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera nombró a Lucas Matthews como agente para la costa occidental de Sudamérica. Después de visitar Chile y Bolivia, llegó a Lima en 1828; pero ya no existía el interés que habían encontrado Thomson y Brigham. Con pena, tuvo que vender 400 docenas de Nuevos Testamentos a precio muy bajo a un comerciante que las iba a vender en los alrededores de Lima y Trujillo112. Después de haber Brigham rebajado artificialmente el costo, era natural que la gente no quisiera pagar el precio verdadero. Pero las dificultades que experimentó Matthews se debían también a otros factores. Bajo la presión de contribuyentes importantes, la Sociedad Británica había decidido en 1825 descontinuar la versión católica de Scío de San Miguel y publicar únicamente la versión protestante de Reina Valera, la cual no tenía los libros apócrifos del Antiguo Testamento113. Por haberse traducido directamente del hebreo y del griego, la versión Reina Valera era indudablemente mejor que cualquier versión católica de esa época, las cuales eran traducciones de la Vulgata Latina, pero no se podía esperar que a los sudamericanos les agradara una decisión impuesta desde fuera, sin haberles consultado de antemano. Este cambio de versión dio pie a que se dijera que eran Biblias falsificadas, lo cual aún hoy se escucha a veces. En 1842, la Sociedad Americana también descontinuó la versión Scío de San Miguel para publicar únicamente la versión de Reina Valera, y, por fin, encontró que se podía vender la versión protestante sin dificultad114. Con todo, este cambio acentuó las dificultades de los primeros colportores, y por años dio la impresión de que la venta de Biblias era una forma de propaganda protestante, cuando en realidad las Sagradas Escrituras son una herencia común del cristianismo.

El otro factor que dificultó la obra de colportaje en esa época fue la reacción conservadora que se sentía en todas partes de América Latina. La actitud hacia los colportores, que había sido tan favorable en tiempos de Thomson, cambió drásticamente, y en 1831 Matthews desapareció en Colombia. Se cree que lo asesinaron los barqueros que lo llevaban al interior del país115. En noviembre de 1833, la Sociedad Bíblica Americana mandó a Isaac Watts Wheelwright como agente a Valparaíso. En 1834, visitó Lima y conoció a algunos sacerdotes que planeaban organizar una Sociedad Bíblica Peruana, posiblemente para seguir publicando la versión Scío de San Miguel. Wheelwright, que sin duda estaba al tanto de las medidas que se tomaban contra la Sociedad Bíblica que había fundado Thomson en Colombia, los disuadió116. Desgraciadamente se encontró con tanta oposición (en Chile, quemaron sus Biblias en la plaza de Quillota) y tan poco interés en comprar sus Biblias que la sociedad cerró la agencia en 1837.

Después de la muerte de Matthews, la Sociedad Británica hizo poco en Sudamérica hasta que nombró a A. J. Duffield en 1857 como agente para la costa occidental. En 1858, Duffield visitó Ecuador, Perú y Chile, y encontró tanto interés en Lima que trasladó su oficina a la capital peruana. Pero en 1860 fue despedido, en parte por las restricciones que significaban para su trabajo las revueltas políticas, y en parte por la forma insatisfactoria en que presentaba sus informes financieros117. Otra vez se produjo un vacío en el trabajo de la Sociedad Bíblica en el Perú hasta las visitas de Andrew M. Milne y Penzotti durante sus giras de colportaje a través del continente en 1883 al 1886118. El éxito relativo de Duffield en Lima en el año 1858 coincidió con el auge del movimiento liberal al final de la presidencia de Castilla. También, más adelante hubo una relación entre los avances del sentimiento liberal y el deseo de la gente de comprar las Escrituras. La Biblia se consideraba como fuente de esclarecimiento y se pedía en tales épocas. Pero también es cierto que la mayoría compraba las Escrituras sólo cuando ello no implicaba ir contra la opinión pública.

Los cultos anglicanos y no conformistas entre los extranjeros

El 25 de octubre de 1844, se celebró una reunión en la sede diplomática británica en Lima para considerar la posibilidad de establecer un culto inglés en el Perú119. Se consultó al gobierno peruano y este dio su permiso a condición de que no asistiera ningún peruano. El primer capellán, John G. Pearson, recién llegó a Lima el 14 de marzo de 1849120. Los cultos se realizaron primero en la legación británica, pero en 1852 se mudaron a una sala alquilada en la calle Negreiros donde continuaron celebrándose por 34 años121. Para la comunidad protestante en Lima, fue una sorpresa desagradable que el quinto capellán, Campbell McKinnon, se uniera a la Iglesia Católica el 14 de marzo de 1879. Poco después estalló la Guerra del Pacífico y no conseguirían otro capellán sino después de seis años122. Un ministro presbiteriano que trabajaba en el Callao, hizo el siguiente comentario sobre la congregación anglicana en Lima: “Su último predicador se convirtió al catolicismo romano en medio de grandes regocijos por parte de los curas. Procuran mantenerse y celebran cultos una vez al mes, pero el laico que lee la liturgia es presidente de los juegos de tenis los domingos, por lo que se apresura a terminar el culto para llegar a tiempo a los juegos”123. El 27 de marzo de 1885, llegó Welby Colston, el nuevo capellán, y desde entonces no han faltado capellanes hasta ahora. En 1871 se nombró una comisión para buscarle una solución a la incomodidad del local, y se acordó construir una capilla. Para ese efecto, reunieron 3500 libras esterlinas, mayormente en Inglaterra124, y el domingo de la Trinidad, en 1886 se mudaron a su propio templo en la calle Pacae, el cual desde afuera tenía que parecer una casa particular125.

Tomás B. Wood, primer misionero metodista norteamericano en el Perú, escribió en 1902 que la Iglesia Anglicana en Lima “declara que se abstiene de la evangelización de las masas como condición de su existencia en el Perú”126. Wood empleó la palabra “declara” porque ya se había demostrado que era posible que una congregación protestante se mantuviera aunque se dedicara a la evangelización. La verdad es que se abstenían de evangelizar porque la Iglesia Anglicana se dedicaba a la comunidad anglohablante y porque creía que la evangelización en América Latina necesariamente implicaría el proselitismo. Como resultado, la comunidad anglicana se aisló tanto de los peruanos como de los extranjeros que sí se interesaban por la evangelización. En su tesis, Johannes Hebly señala acertadamente que el proselitismo se relaciona con una actitud introvertida127, pero la historia de la comunidad anglicana en el Perú demuestra que el deseo de evitar el proselitismo igualmente puede conducir a la introversión. El problema reside en un concepto equivocado de lo que es el proselitismo. Si el objetivo de la evangelización es ganar personas para Cristo y dar libertad para que se desarrolle entre el Señor resucitado y los recién convertidos una relación nueva y auténtica que pueda diferir en mucho de la relación que existe entre Cristo y el agente evangelizador, entonces la evangelización no es ni proselitista ni introvertida. Pero si el objetivo es ganar adeptos para su iglesia y su punto de vista doctrinal, entonces, tanto el proselitismo como la introspección se hacen inevitables.

Cuando se estableció una línea de vapores a Inglaterra a mediados del siglo, fue necesario ampliar el puerto del Callao, por lo que vinieron al país muchos extranjeros. La Compañía de Navegación de Vapores del Pacífico (psnc) abrió un taller en el Callao con unos cien artesanos, muchos de los cuales habían venido de Escocia. Al principio no había quién los pastoreara, pero en 1859 la misión americana a los marineros mandó a J. A. Swaney, ministro metodista, al Callao128. Guillermo Wheelwright, fundador de la compañía de vapores psnc, estuvo de paso en el Callao en 1860, y asistió a la predicación en inglés del reverendo Swaney en una ruinosa casa alquilada, y prometió enviar una sala de reuniones prefabricada de madera129. Desgraciadamente el reverendo regresó a los Estados Unidos antes de terminar la construcción del nuevo edificio en la calle Teatro en el año 1864, el cual es el primer templo protestante en el Perú130.

En 1864, la Sociedad Misionera Sudamericana mandó al pastor anglicano William Cathcart Murphy al Callao como capellán consular. Este empezó a celebrar cultos en el nuevo edificio y lo acondicionó para una escuela de 80 niños, 20 de los cuales eran peruanos. Como resultado, algunos peruanos empezaron a asistir a los cultos y hasta pidieron una clase bíblica para ellos131. Desgraciadamente, Murphy murió el 25 de septiembre de 1867 y los capellanes que lo siguieron no fueron del mismo calibre. En una carta fechada en julio de 1874, la Iglesia Anglicana en Lima describe a la capellanía del Callao como abandonada por falta de idoneidad del encargado132. El que la mayoría de los trabajadores escoceses no pertenecieran a la Iglesia Estatal Anglicana, o sea que eran no conformistas, complicaba más el asunto. El edificio, que pertenecía a toda la comunidad anglohablante, quedó a cargo de una comisión de seis personas, elegidas anualmente. A estas las elegían quienes daban una suscripción para la manutención de los cultos y del edificio133, arreglo que provocó una lucha constante134, la cual no terminó cuando la Sociedad Misionera Sudamericana se vio obligada a retirar a su capellán en 1877, por falta de fondos135. Seis semanas después, el 3 de noviembre, llegó el pionero metodista Guillermo Taylor, acompañado de su hermano Archibald, buscando oportunidades para establecer una misión autosuficiente. El partido no conformista que acababa de ganar las elecciones anuales, dio una calurosa bienvenida a Guillermo y lo invitó a ocupar el púlpito136. Guillermo se quedó dos meses y luego salió pensando que encontraría mejores oportunidades más al sur. Dejó el Callao al cuidado de su hermano Archibald137, pero el ministerio de este fracasó. Según un misionero presbiteriano, Archibald Taylor tomaba demasiado e incluso subía embriagado al púlpito138. Lo despidieron después de un año y la capilla en el Callao se encontró nuevamente abandonada139.

Alrededor de 1858, llegó al Callao una familia sueca luterana de apellido Petersen. El señor Petersen era empleado de la psnc y trabajó en la construcción del muelle Darsena140. Su señora ya se ocupaba en la evangelización personal y la distribución de las Sagradas Escrituras cuando Guillermo Taylor visitó el Callao en 1877141. Unos años después, un empleado de la psnc, miembro de los Hermanos Libres, empezó a celebrar cultos en inglés en la casa de los Petersen, de modo que esta se convirtió en centro de reuniones para los no conformistas que eran partidarios del bautismo de adultos. Por la hospitalidad que los Petersen brindaban tan libremente a muchos misioneros y por la forma en que ofrecían su casa para los cultos, esta pareja desempeñó un papel importante en el comienzo del protestantismo en el Perú.

Desafortunadamente, la obra protestante entre los anglohablantes del Callao se dividió en tres. Por un lado estaban los anglicanos, por otro los no conformistas de tipo presbiteriano y metodista que practicaban el bautismo de niños, y, por último, los no conformistas de tipo bautista o hermano libre que practicaban el bautismo de adultos. Se iniciaron reuniones en español en la casa de los Petersen; por ello, cuando un colportor chileno pasó por el Callao, en 1885, informó que en este puerto había dos cultos en español, y que había hablado ante ambas congregaciones142. Además de los cultos en la casa de los Petersen, ese año se celebraron otros bajo la dirección del misionero presbiteriano J. M. Thompson. En 1886, la señora Petersen rompió con su tradición luterana y se hizo bautizar como adulta143. Los cultos en inglés en la casa de los Petersen se celebraban con regularidad, pero los cultos en español duraron poco.

Cuando David Trumbull, pionero de la obra en Chile, visitó el Callao en 1882 y lo encontró sin predicador, instó a la Iglesia Presbiteriana a mandar a alguien144. Como resultado, J. M. Thompson fue transferido allí en 1884. Mientras tanto William Taylor mandó a Baxter para reemplazar a Archibald. Baxter llegó un poco antes que Thompson145. Parece que hubo una buena cooperación entre los dos. Baxter fundó una escuela y predicó a los marineros146, mientras que Thompson pastoreó la congregación anglohablante e inició cultos en español. Desgraciadamente, algunos de los extranjeros que se habían comprometido a sostener a Thompson se fueron del Callao, y otros no cumplieron sus promesas. En vista de que la Junta Presbiteriana de Misiones exigía que la obra fuera autosuficiente147, Thompson se retiró del Callao el 7 de agosto de 1866148. Un año después, por motivos de salud, Baxter también se fue149, y una vez más este puerto tan estratégico quedó abandonado en cuanto a la evangelización en español. Cuando Penzotti llegó en 1888, tuvo la impresión de que el evangelio nunca se había predicado allí en español150.

¿Cómo se explica un resultado tan pobre después de tanto esfuerzo? En el Callao no es cierto que el protestantismo se mantuviera alejado de la vida cotidiana de los peruanos, así como pasó en Lima. No hay indicios de que trataran de evitar cualquier apariencia de ser proselitistas. El ambiente internacional del puerto brindaba buenas oportunidades para franquear la distancia entre el mundo anglosajón y el mundo peruano, tal como se vio durante el ministerio demasiado breve de Murphy.

El ejemplo de una vida disipada de algunos laicos protestantes y los quebrantamientos de salud, o fracasos de carácter de varios predicadores indudablemente dañaron la obra, pero tanto Guillermo Taylor151 como Juan Ritchie152 opinaron después que la falta de unidad fue el factor principal. Ritchie señaló que en el Perú no se formó una iglesia de la unión como en Chile y otros países latinoamericanos. Además de la división entre los anglicanos y los no conformistas, había también divergencias entre los mismos no conformistas. Aquellos que practicaban el bautismo de niños consideraban la conversión como una nueva orientación de la vida, mientras que quienes bautizaban adultos veían la conversión como el comienzo de una vida totalmente nueva que no tenía que ver con la vida anterior. Indudablemente estas tradiciones doctrinales tenían importancia para los extranjeros, pero el no poder superar sus diferencias y mostrar su unidad fundamental en Cristo confundió a los peruanos, para quienes estas diferencias todavía no tenían significado.

La implantación definitiva del protestantismo

En julio de 1888, Francisco G. Penzotti, acompañado de su esposa e hijos y del colportor uruguayo Arancet, llegó al Callao con órdenes de establecer una agencia de la Sociedad Bíblica Americana153. Penzotti nació en el norte de Italia en septiembre de 1851 y emigró con sus padres a Uruguay cuando tenía 13 años154. Escuchó el evangelio en Montevideo de boca de un misionero metodista llamado Juan F. Thomson y se entregó a Cristo en 1876155. Después de trabajar como pastor de la Iglesia Waldense de Uruguay156, fue aceptado como colportor por la Sociedad Bíblica Americana. Desde 1883 hasta 1886, participó en tres viajes de colportaje por todo el continente157. Debido a sus dones excepcionales, la Sociedad Bíblica Americana le encargó la delicada tarea de establecer una agencia en el Callao que sirviera como base para la obra en Ecuador, Bolivia y el norte de Chile158. Penzotti era muy simpático, hablaba perfectamente el español, conocía bien la obra de colportaje, tenía el don de la predicación y había adquirido experiencia en el pastorado. Por último, y no de menos, tenía una esposa dedicada plenamente, dispuesta a compartir con él los riesgos de esta nueva empresa.

Tan pronto como Penzotti había instalado a su familia, salió con Arancet a ofrecer las Escrituras de casa en casa. También comenzó reuniones evangelísticas en su hogar, y su primer auditorio estuvo formado por su familia y Manuel Noriega. Semana a semana, la asistencia fue aumentando rápidamente, razón por la cual le ofrecieron la capilla inglesa que a la sazón estaba cerrada por falta de pastor. Allí sus auditorios pasaban de trescientas personas los domingos. Pero se amenazó con volar la capilla, lo cual hizo que la comisión encargada lo privara de su uso159. Penzotti se vio obligado a trasladarse, por tanto, a una bodega deteriorada en el que cabían de 170 a 180 personas160. Característica importante de la obra de Penzotti fue que comenzó inmediatamente a capacitar a los recién convertidos, enviándolos de dos en dos los domingos en la tarde para evangelizar en la ciudad161. Hacia fines de 1888 mandó a Arancet con José Illescas, un recién convertido, en un viaje de colportaje al sur del Perú162. Cuando Penzotti supo que a Arancet e Illescas los habían apedreado una horda de doscientas personas en el pueblito de Cocachacra, cerca de Mollendo163, dejó la naciente congregación en el Callao en manos de Manuel Noriega y salió el 16 de enero de 1889164 para Mollendo y Arequipa. Mientras estaba vendiendo Biblias en Arequipa, primero él y después Arancet e Illescas fueron encarcelados165. Después de diecinueve días, el mismo presidente Cáceres ordenó, telegráficamente, que se los soltara166. Después viajaron a Iquique, donde trabajaron aún más arduamente para recobrar el tiempo perdido167.

Después de un año en el Perú, Penzotti había adiestrado a seis recién convertidos como colportores168, entre ellos Manuel Noriega, José Illescas, Z. Irigoyen, J. Casasola y J. Orellana169. En el año 1889 se visitó por lo menos 110 lugares en el Perú y se vendieron por lo menos siete mil Biblias y Nuevos Testamentos170. Después de regresar al Callao, Penzotti siguió edificando y capacitando a la congregación allí. Al principio, los sacerdotes no se interesaban por lo que estaban haciendo171, convencidos, sin duda de que este esfuerzo se apagaría como los anteriores.

Cuando se percataron de que se trataba de algo diferente, predicaron sermones inflamatorios desde los púlpitos y solicitaron a la municipalidad que cerrara el lugar de reuniones de los protestantes y echara a Penzotti del país. El temor que inspiraron los mansos Penzotti y Arancet se desprende de un dato curioso que se conservó en la revista Llanos y montañas: “Pusieron en venta una imagen impresa en papel, la que decían ser milagrosa. Se vendía con la recomendación de que cuando se les acercara un señor extranjero con una maleta, ofreciendo la Biblia, comprimiera la figura entre los dedos dándole la forma de una píldora y se la tragasen para impedir que el diablo penetrara en el cuerpo”172. El prefecto del Callao asistió a uno de los cultos para formar su propia opinión y quedó tan impresionado que dijo el próximo día a dos curas: “Este hombre predica la verdad y esto es precisamente lo que nos falta”173. Con la condición de que no se contraviniera la ley y que se diera boletos a todos los asistentes como si se tratara de una conferencia privada y que las puertas permanecieran cerradas durante los cultos, se le dio permiso a Penzotti de seguir adelante174.

A principios de 1890 Carlos Drees, superintendente de la Misión Metodista Episcopal de la región del Río Plata, visitó el Callao y organizó la congregación como una Iglesia Metodista oficial con 31 miembros en plena comunión y 95 noveles175. Desgraciadamente la oposición se tornó cada vez más violenta. Se trató de intimidar a los que asistían, y durante uno de los cultos un sacerdote llamado Vidal y Urías le puso un candado a la puerta cerrada. Puesto que no había otra salida, la situación se habría puesto difícil si Manuel Rubio, uno de los miembros, no hubiera llegado muy tarde al culto. Dándose cuenta de lo que había pasado, encontró en su bolsillo una llave que por milagro servía para el candado que había puesto el sacerdote. De esta manera se salvó la situación. Vidal y Urías, quien observaba desde el otro lado de la calle, levantó las manos y exclamó: “Estos herejes tienen la protección del diablo”176. Posteriormente, otro sacerdote llamado José Manuel Castro acusó a Penzotti de violar el artículo 3.° de la Constitución que decía: “Su Religión es la Católica, Apostólica, Romana. La Nación la protege por todos los medios conforme al espíritu del Evangelio; y no permitirá el ejercicio de otra alguna”177. Con base en esta acusación, se arrestó a Penzotti, el viernes 25 de julio de 1890178, y el día siguiente se le metió en un calabozo sucio medio subterráneo que se llamaba Casamatas. Había sido un depósito de pólvora en el tiempo de los españoles y se reservaba ahora para criminales179.

La familia de Penzotti tuvo que sufrir injurias en la calle, y por prudencia mandaron a las dos hijas mayores a Santiago180. Pero la señora de Penzotti no se dejó amedrentar. Y todos los días mandaba comida a la cárcel, aun cuando ya no tenía casi nada en la casa. La comida en el calabozo era tan mala que, de no haberlo hecho, su esposo posiblemente habría muerto181. La esposa de Penzotti recurrió al cónsul italiano, quien le insinuó que se podría hacer algo si Penzotti estuviera dispuesto a salir del país inmediatamente182. Ni Penzotti ni su esposa aceptaron este arreglo, por cuanto equivalía a reconocer tácitamente la ilegalidad del culto protestante en el Perú183. Las autoridades deben haber esperado que el sufrimiento cambiaría la actitud de Penzotti, porque para el 15 de octubre ni siquiera se había presentado su caso ante los tribunales184. La desesperada situación de Penzotti comenzó a despertar el sentimiento liberal. Ciudadanos distinguidos llegaban a la cárcel para que él les explicara la Biblia, y el alcalde del Callao le aseguró que hacía más por su causa en la cárcel de lo que habría podido hacer con diez años de trabajo fuera de ella185.

Por fin, el 29 de noviembre, el juez de primera instancia, doctor Nicomedes Porras, absolvió a Penzotti. El hecho de que hubiera sido posible ponerle candado a la puerta de afuera sin que ninguno de los presentes en el culto se diera cuenta, constituyó una prueba del carácter privado de las reuniones. Sin embargo, el doctor Porras consultó a la Corte Superior. Así salvó su conciencia absolviéndolo y sirvió a su conveniencia no libertándolo186. El 9 de enero de 1891 la Corte Superior confirmó el fallo de Porras absolviendo a Penzotti con cinco a favor y dos en contra. Los opositores apelaron a la Corte Suprema en vísperas del fin del año judicial. La familia de Penzotti sufría de hambre y él se enflaquecía cada vez más. Los liberales se aprovecharon de este escándalo para atacar a los conservadores, y dos mil anticlericales realizaron una manifestación en Lima a favor de la libertad religiosa187. Mientras tanto, un ingeniero cristiano muy conocido en Nueva York, E. E. Olcott, estuvo en el Callao y sacó una fotografía de Penzotti entre rejas y rodeado de los demás presos. Esta fotografía luego fue publicada por The New York Herald y otros periódicos de los Estados Unidos188. Se produjo un movimiento poderoso de opinión pública. Ya no se juzgaba sólo a Penzotti en los tribunales del Perú, sino que también se juzgaba al mismo Perú en todo el mundo civilizado189. Después de dos esfuerzos infructuosos de arreglar el caso, la Corte Suprema terminó por absolver a Penzotti, y el sábado de la Pascua, el 28 de marzo de 1891 a las cinco de la tarde, fue puesto en libertad y conducido a su casa en procesión jubilosa después de ocho meses de prisión190.

Llama la atención que durante todo el tiempo que Penzotti estuvo en el calabozo, la congregación que había establecido haya podido seguir funcionando. Hubo amenazas terribles contra los creyentes y el sacerdote Vidal y Urías intentó provocar problemas cuando se llevó a unos niños para atacar a los que asistían al culto protestante. Pero resultó que las autoridades encarcelaron a Vidal y Urías por un día191. Noriega e Illescas se encargaron de la predicación y no se perdió ni un culto192 ni se abandonó el trabajo de colportaje193. El uruguayo Arancet tuvo que suspender su trabajo, pero salta a la vista que no se trataba por igual a los obreros extranjeros y a los creyentes autóctonos. Posiblemente creían que si se deshacían de los extranjeros, los peruanos al verse solos pronto se someterían. Si eso creyeron, se equivocaron de medio a medio, porque, como David Vila lo expresó más tarde, “estos creyentes peruanos siguieron adelante con sus cultos dispuestos a morir si fuera necesario”194.

Con su predicación, pero más aún con su ejemplo de longanimidad en el sufrimiento, Penzotti inspiró en estas personas una dedicación a Jesucristo que no se había visto en ningún intento anterior de implantar el protestantismo en el Perú. En la época de Murphy, los peruanos consideraban el evangelio como un medio de fomentar el progreso nacional195. Les interesaba que tal interés no les resultara políticamente dañino. Más adelante, durante las divergencias en el Callao, el evangelio les había parecido a los peruanos como algo importado que no se relacionaba con su situación. Pero gracias a Penzotti llegaron a entenderlo como una negación de sí mismos y una entrega sin reservas a Cristo como el Señor. Además Penzotti había probado que las reuniones a puertas cerradas no contravenían el artículo iv de la Constitución. Una sola vez más el clero denunció ante los jueces a un evangélico por propagar su fe. Se trata del caso del Señor Abrill en Trujillo. Pero la batalla ya se había ganado y el proceso contra Abrill concluyó en primera instancia con la opinión del agente fiscal, de modo que pronto fue puesto en libertad196. Sin la clarificación que trajo el caso de Penzotti, la evangelización protestante en el Perú se habría hecho prácticamente imposible. Los sufrimientos de Penzotti terminaron por crear un ambiente favorable a la propagación del evangelio. En 1892, se vendieron 18 mil Biblias más que en 1891197.

¿Cómo se explica el triunfo de Penzotti? Según Bahamonde, se debe a que fue el primero en tener el apoyo de una misión bien organizada, pero esta explicación es inaceptable. Obreros como Murphy y Thompson representaban iglesias influyentes como la Anglicana y la Presbiteriana. Otros obreros se quedaron más tiempo que Penzotti, sin embargo ninguno logró formar una iglesia capaz de reproducir su fe en otros. Los dones de Penzotti, por grandes que hayan sido, tampoco ofrecen una explicación. Hombres como Diego Thomson, Murphy y Swaney también eran muy capaces. Es cierto que Penzotti enfatizó más que los otros la dedicación a Cristo. Sin embargo, los otros también enseñaban esto, y se trata de una diferencia no muy marcada. Penzotti, sin duda, recibió un apoyo muy importante del liberalismo, que desde el tiempo de la Independencia había avanzado en forma lenta, pero segura. Sin embargo, este factor favorecía casi por igual los esfuerzos de Thompson y Baxter. La diferencia dramática entre los logros de Penzotti y los de sus antecesores tiene varias explicaciones, pero el factor crucial fue que él desde un principio involucró a los recién convertidos en la propagación el evangelio, dándoles la oportunidad de aprender en la práctica el significado del evangelio, mientras sus ideas y mentes eran todavía flexibles.

Diego Thomson hizo lo mismo, pero, a diferencia de Penzotti, trabajó dentro de la Iglesia Católica. En aquel entonces la influencia del liberalismo era todavía tan débil que no había otra opción. El hecho de que ni Thompson ni González Vigil ni Vaughan pudieran provocar una reforma interna demuestra que en situaciones de tan estrecha identificación entre la religión y las aspiraciones del pueblo como en el caso del Perú, la división es el precio que se debe pagar por el progreso. Lo mismo se puede decir de los judíos en el tiempo de nuestro Señor Jesús. Por eso el Señor dijo: “¡Pensáis que he venido para dar paz en la tierra! Os digo no, sino disensión” (Lc 12.51). Ni Jesús ni Penzotti provocaron una división que no existiera antes. Tanto el antagonismo que había entre los saduceos, fariseos y esenios en Judea, como el que enfrentaba a conservadores y liberales en el Perú era de carácter político-ideológico. Lo que hicieron nuestro Señor y su seguidor Penzotti fue darle a las divisiones existentes un carácter más espiritual. En vez de estar en contra o a favor de los romanos, nuestro Señor retó a los judíos a identificarse con Él en su entrega total a la misión del Padre hacia toda persona. En forma similar, Penzotti retó a los peruanos a entregarse a la misión de Cristo y crear así la posibilidad de un cambio mucho más fundamental que el que buscaban los liberales.

Penzotti hizo lo que ningún misionero en el Perú había logrado hacer. Combinó la negación de una unidad político-religiosa, que ya no era una unidad real, con un ministerio laico que posibilitaba la participación máxima de los peruanos. La atención de los recién convertidos no se dirigía hacia ellos mismos, sino hacia el mundo alrededor. De esta forma Penzotti aprovechó en forma cristiana y constructiva lo que Juan Mackay llamó “la tremenda asertividad del hombre ibérico”198. Al mismo tiempo desenmascaró una unidad que ya no lo era, dejando la puerta abierta para nuevos cambios.

108 Bahamonde, Wenceslao O. The Establishment of Evangelical Christianity in Peru, Hartford Seminary Foundation, Tesis de grado, mayo, 1952, pp. 44s, citado del Missionary Herald xxii, 1826, p. 49.

109 Bible Society Record. Nueva York: 1826, p. 49.

110 Bahamonde, óp. cit., p. 47.

111 Beach, Harlan P., et ál. Protestant Missions in South America. Nueva York: 1907, p. 148.

112 Browne, George. The History of the British & Foreign Bible Society from its Institution in 1804 to the Close of its Jubilee in 1854, vol. ii. Londres: 1859, p. 368.

113 Ídem, vol. i, p. 98.

114 Bahamonde, óp. cit., p. 57.

115 Ídem, p. 38.

116 Dwight, Henry Otis. The Centennial History of the American Bible Society, vol. ii. Nueva York: 1916, pp. 147s.

117 Informe cincuenta y siete de la Sociedad Bíblica Británica. Londres. 1861, p. 215.

118 Beach, Harlan P., et ál., óp. cit., p. 150.

119 Savage, Juan, manuscrito no publicado sobre el comienzo de la evangelización protestante en el Perú, Londres (oficina eusa).

120 Ritchie, Juan. Apuntes para la historia del movimiento evangélico en el Perú durante el primer siglo de la República, manuscrito en la oficina de eusa, Londres.

121 Bahamonde, Wenceslao, óp. cit., pp. 59s.

122 Apuntes históricos reunidos por el Dr. H. Money.

123 Carta escrita por J. M. Thompson desde Callao al Dr. Ellinwood en Nueva York, el 7 de octubre de 1884, microfilm presbiteriano, vol. 33, N.° 223 en la Interchurch Center, 475 Riverside Drive, Nueva York.

124 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: mayo de 1921, pp. 76s.

125 Savage, Juan, óp. cit.

126 Beach, Harlan P., et ál., óp. cit., pp. 151s.

127 Hebly, Johannes A. Het Proselitism, Verkenning van een Occumenisch Vraagstuk. La Haya: 1962, pp. 13, 18.

128 Informe anual de la Junta Misionera de la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos, Nueva York, mayo de 1886.

129 Arms, Goodsil. History of the William Taylor Self-supporting Missions in South America. Nueva York: 1921, pp. 21ss.

130 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: p. 52.

131 Bahamonde, óp. cit., pp. 62–66.

132 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: p. 70.

133 Taylor, William. Our South American Cousins. Nueva York: 1880, p. 96.

134 The Record, publicado por David Tumbull, Valparaíso: 15 de abril de 1873.

135 Goslin, Thomas S. Los evangélicos en la América Latina. Buenos Aires: 1956, pp. 46, 63.

136 Taylor, óp. cit., p. 96.

137 Taylor. The Story of my Life. Nueva York: 1895, p. 647.

138 Carta de J. M. Thompson al Dr. Ellingwood, 7 de octubre de 1884, Microfilm presbiteriano, vol. 33. Nueva York: No. 223.

139 Taylor. The Story of my Life, p. 681.

140 Regions Beyond. Londres: enero, 1898, p. 10.

141 Taylor, William. Our South American Cousins, p. 103.

142 The Record. Valparaíso: 16 de diciembre, 1885.

143 El cristiano. Lima: diciembre de 1918.

144 Latourette, K. S. “The Early Evangelical Missionary Movement in Latin America”, Practical Anthropology. 1958, p. 11.

145 The Record. Valparaíso: 9 de julio y 8 de agosto de 1884.

146 Ídem, 5 de noviembre de 1885.

147 Junta de Misiones de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos, Informe, mayo de 1886.

148 The Record. Valparaíso: 26 de agosto de 1886.

149 Taylor. The Story of my Life, p. 681.

150 Penzotti, Francisco G. Spiritual Victories in Latin America. Nueva York: 1916, p. 42.

151 Taylor. Our South American Cousins, p. 96.

152 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: Mayo de 1921, p. 70.

153 Ídem, p. 42.

154 Ídem, pp. 5 y 7.

155 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: junio de 1921, p. 86.

156 Millham, W. T. T. Heros of the Cross in South America. Londres: 1947, p. 40.

157 Beach, Harlan P., et ál., óp. cit., p. 150.

158 Bahamonde, óp. cit., p. 94.

159 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: junio de 1921, p. 86.

160 Penzotti, óp. cit., p. 43.

161 Salem, Luis D. Francisco G. Penzotti. México: 1963, p. 37.

162 Seventy-third Report. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana, 1889, pp. 92, 100.

163 Ídem, p. 100.

164 Bible Society Record. Nueva York: abril de 1889, p. 53, (Penzotti en su libro, p. 46 dice que salió para Arequipa en enero de 1890, pero los informes de la Sociedad Bíblica ponen en claro que debía haber sido en enero de 1889).

165 Seventy-fourth Report. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana, 1890, p. 105.

166 Bahamonde, óp. cit., p. 103.

167 Bible Society Record. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana, mayo de 1889, p. 72.

168 Penzotti, óp. cit., p. 44.

169 Seventy-fourth Report. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana, 1890, p. 107.

170 Ídem, p. 106.

171 Browning, Webster E. The Romance of the Founding of Evangelical Missions in South America. Buenos Aires: 1933, manuscrito en la Biblioteca Presbiteriana Interchurch Center. Nueva York, p. 121.

172 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: junio de 1921, p. 86.

173 Seventy-fourth Report. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana, 1890, p. 105.

174 Browning, óp. cit., p. 121.

175 Bahamonde, óp. cit., p. 99.

176 Penzotti, óp. cit., p. 45.

177 Money, Hebert. La libertad religiosa en el Perú. Lima: 1965, p. 8. La cita es de la Constitución de 1828. Las Constituciones posteriores modificaron ligeramente la redacción y quitaron las palabras “por todos los medios conforme al espíritu del evangelio”.

178 Bible Society Record. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana, 20 de noviembre de 1890, p. 161. Ritchie dice que fue arrestado el 26 de julio (El cristiano. Lima: junio de 1921, p. 86), pero Ritchie se refiere a su acusación formal y encarcelamiento en Casamatas que tuvo lugar el día sábado a las cuatro de la tarde.

179 Penzotti, óp. cit., pp. 47s.

180 Daniels, Margarette. Makers of South America. Nueva York: 1916, p. 218.

181 Penzotti, óp. cit., p. 51.

182 Ídem, p. 49 y Daniels, Margarette, óp. cit., p. 216.

183 Savage, Juan, óp. cit.

184 Bible Society Record. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana, 20 de noviembre de 1890, p. 161.

185 Daniels, Margarette, óp. cit., p. 216.

186 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: junio de 1921, p. 87.

187 Daniels, Margarette, óp. cit., p. 218.

188 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: junio de 1921, p. 87. Bahamonde, óp. cit., p. 109.

189 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: junio de 1921, p. 87.

190 Penzotti, óp. cit., p. 52.

191 El Heraldo Evangélico. Santiago: 12 de febrero de 1891.

192 Daniels, Margarette, óp. cit., pp. 216s.

193 Bible Society Record. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana, 20 de noviembre 1890, p. 161.

194 Vila, David. Missionary Monthly. Nueva York: marzo 1923, p. 78.

195 Bahamonde, óp. cit., p. 66.

196 Ritchie, Juan. El cristiano. Lima: junio de 1921, p. 87.

197 Daniels, Margarette, óp. cit., pp. 218s.

198 Mackay, Juan. That Other America. Nueva York: 1935, p. 21.

Historia de la evangelización en el Perú

Подняться наверх