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Prólogo

Por Claudia Marconi

Desde que nací sentí el amor incondicional de la familia, amor que fue transmitido por mis padres, que son dos en uno. Con mi hermano fuimos creciendo llenos de amor familiar, acompañados en cada paso, educando, forjándonos, primero, dejándonos decidir y resolver, luego. Mucho tenemos que agradecer ese caminar al lado de nuestros padres. Con ese amor mi familia fue superando cada obstáculo que la vida intentó poner en el camino, convirtiéndolo en más amor.

Que hoy mi papá, de más de 70 años y persona resiliente como pocas, me pida que prologue su libro me envuelve de plena emoción, de inmenso orgullo. En parte, porque también, como él, siempre me he sentido orgullosa del apellido “Marconi”, aun cuando estuve más cerca en afecto a la familia “Copla” de mi mamá: mis tíos y primos. En otra, porque, coincido de nuevo con mi papá en el desvelo por las historias de inmigrantes, sus sentimientos, sus fuerzas, sus convicciones por venir desde tan lejos, dejando tanto, a construir nuestra Argentina.

Nunca con mi hermano nos imaginamos que el viaje a Italia, por sus 45 años de casado, significaría tanto para nuestros padres, menos aun que fuera el comienzo para trasmitir una historia de inmigrantes, la de nuestra querida familia Marconi, parte de nuestra identidad, de quienes somos, y porque no una parte de esta Argentina. Esta Argentina que se formó con el trabajo de inmigrantes, iluminada por las luces y ocultada por las sombras del viejo continente, ese que cuando conocí sentí como propio, lo que se reflejó en las lagrimas al ser llamada “tanita” en Roma. Esta Argentina que no supo dignificar a sus pueblos originarios, y que tanta identidad debe reconstruir sin perder el eje de que la persona humana y su dignidad deben ser la esencia, pero a la que mucho le debemos quienes somos hijos y nietos de inmigrantes por su cálida acogida.

La contada en este libro, con detalles y estereotipos propios de época, no es una historia más, es parte de mi historia, pero también la de muchos nietos de inmigrantes, con bisabuelos que pasaron la primera noche en una estación de tren, solos y con miedos, y llegaron a forjar un futuro digno, con mucho, mucho trabajo y sacrificio, y con base en el amor y valor de la palabra.

La historia merece ser leída, por verídica, por detallada, por estar tan bien contada, pero principalmente porque cada palabra está escrita con el corazón y nos devuelve parte del pasado, al que debemos mirar y recordar para dignificar nuestro presente.

Simplemente: gracias papá por contarnos una historia de inmigrantes.

Giovanni y Erminia

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