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CAPÍTULO I

La vida en Polverigi, Ancona

En ITALIA, región de LA MARCHE, provincia de ANCONA, existe una pequeñita comuna llamada POLVERIGI.

De ahí, eran LOS MARCONI-MARTELLI. ¡¡¡Mis abuelos paternos!!!

Allá, por los albores de 1900, trabajando mucho, vivían en el “pueblito” dos adolescentes “fortachones” y muy inquietos, que no encontraban una salida laboral estable, para poder cumplir con sus sueños más básicos; algún día, formar una familia con muchos hijos, jugando en los alrededores de una linda casa.

Habían comprobado desde muy chicos el tremendo esfuerzo que hacían sus padres para darles “una vida digna” en una casa, que cada día costaba más mantener.

Podían tratar de “emigrar”, porque tenían una hermana soltera aún, y un hermano adolescente que no pensaban dejar el “hogar familiar” por ahora.

Y además era algo que muchos italianos hacían, en esos tiempos, debido a las “necesidades que se vivían”. Porque la situación era muy pobre, y había que hacer esfuerzos para que en la casa no faltara lo elemental.

Más que “compañía”, sus padres precisaban que “alguien” ayude aportando lo mínimo para comer todos los días.

Los dos tenían “pájaros en el alma”, por eso es que pensaban “en volar”.

Giovanni, el mayor, un poco más pensante, tenía un especial cuidado con sus padres, sobre todo con Ottavio, quien había trabajado mucho y en condiciones muy desfavorables casi siempre, para mantener a “la familia”, y levantar “la casa”, mientras ellos y los hermanos crecían.

Y razonaba que no era justo abandonarlos ahora que podían ayudar, de vez en cuando con “un poco”.

El más chico de los dos, Cèsare, se decidió a buscar donde sea “una vida mejor”, pero era menor y no podía viajar sin un mayor como “tutor”.

En la zona tenían un primo, Federico Marconi, quien vivía la misma situación que casi todos, por lo menos en esa parte de Italia, y andaba con muchas ganas de emprender “el gran viaje”.

Tenía algunos contactos en la Argentina, un país “al otro lado del mundo”, y esto hacía que “se pensara” demasiado la decisión de irse, aunque ese parecía un lindo lugar para poder cumplir con el “SUEÑO DE TODOS”.

En unas “fiestas populares de la región”, se encontraron los tres y pudieron hablar mucho del asunto.

Entre los dos hermanos convencieron al primo, para que, siendo “tutor”, llevara a Cèsare a ese país tan “próspero”, como un adelantado familiar.

Quedaba aún una parte difícil; tener el “visto bueno” de Ottavio, el padre, para que le otorgue el correspondiente permiso; y este, ya pisando los 60 años, no tuvo argumentos ni fuerzas para impedir nada; además se daba cuenta de que, como estaba la situación en Italia, los hijos no podían aspirar a cosas importantes; y se alegró un poco, porque al menos no se iba Giovanni, “el primogénito”, el que siempre aportaba cosas para la casa. El RESPALDO que “tenían” con Paolina, su esposa, madre de los muchachos, para hacer más llevaderos los duros años de “mucha escasez”.

En poco tiempo hicieron todo para viajar; autorización, pasajes y documentos; y entre los dos hermanos convinieron en que, una vez instalado con el primo allá en el sur, escribiría contando todo lo que se podía hacer en el “paraíso al otro lado del mundo”.

Pasaron unos días, y ya partieron Federico y Cèsare para Génova, donde tomarían el vapor SIENA hacia “LA AVENTURA ARGENTINA”. Eran días de mediados de noviembre del muy frío 1906.

Quedó Giovanni con ganas de intentar algo parecido, pero sería más adelante, pues todavía hacía mucha falta “su ayuda” en la CASA MARCONI.

Aunque trabajara todos los días sin descanso, este sabía que no podría cumplir con sus “deseos” ahí.

Se veía a sí mismo “trabajador”, pero cuando llegaba la noche y se encerraba en su cuarto, miraba sus manos, y como dice Alberto Cortez, hablando de su abuelo; estas también... “JÓVENES Y FUERTES ESTABAN VACÍAS”.

Siempre pensaba en tener una esposa y “muchos hijos”, mientras vivía en Polverigi.

Pero ¿CÓMO???

¡¡¡Si no sobraba nada!!!; apenas alcanzaba para uno, y de vez en cuando ayudar a Ottavio y Paolina, con un poquito.

Ya desde esos días, empezó a buscarle un “norte” distinto a su vida.

En momentos de cosechas había algo de trabajo, aunque al ir a cobrar solo quedaba para vivir y dejar algo en “la casa paterna”, no más.

Los dos hermanos, Giovanni y Cèsare, soñaron mucho con encontrar trabajo donde fuera; si tenían que irse lejos, así lo harían. Bueno, el menor estaba “haciendo punta”, y había llegado a Saladillo a 200 kilómetros de Buenos Aires; todo muy nuevo y con mucho por hacer, en los calurosos días de diciembre de 1906.

Eran tantas las ganas de ponerle “un pie encima” a la Argentina, para vivir dignamente, que pasó un largo tiempo, no haciendo otra cosa más que “TRABAJAR”, y no hubo tiempo de contarle a Giovanni lo que estaba aconteciendo, como habían convenido, hasta que encontró algo que le daba la oportunidad de cumplir con la súplica de su hermano mayor; era un periódico viejo de la zona, con un anuncio “importante”, y se lo mandó esperando que no llegue demasiado tarde.

Acercándose al final de la primera década, llegó a destino el envío desde la Argentina; el periódico viejo con un pedido de “gente para trabajar campos vírgenes”. Cèsare lo había traducido para que lo entendieran bien en Polverigi (“PERSONE CHE LAVORANO CAMPI VIRGINI”, decía el anuncio). ¡¡¡Acá está lo que busco!!!, se dijo el ya veinteañero muchacho receptor de la “correspondencia” en cuestión. Y, muy interesado, siguió leyendo... ¡¡¡Ah!!! Era en la Argentina, el país que estaba “del otro lado del mundo”... y ofrecían el trabajo para “UN MATRIMONIO”.

Ya irse era difícil, y conseguir una esposa más en esos momentos, aunque la idea “le prendió” en la cabeza y en su joven y audaz corazón, y la sangre empezó a dar vueltas más ligero.

Total... se dijo, Rinaldo (el hermano menor) ya está grande y puede colaborar con “algo” para la casa. Yo lo hago desde que tenía menos edad.

Buscó un libro para conocer mejor donde quedaba ¡¡¡la Argentina!!!

¡¡¡Uh!!! Era muy lejos; bueno, se consoló, allá están desde hace unos años Cèsare y Federico, ¡¡¡pueda ser que sea cerca de donde están ellos este destino!!!, y si no, “trabajo unos años y regreso”.

Además, algún otro “Polverigiani” intentaba “fare l’America” en esos lugares.

Pero... ¿¿¿Y la esposa??? Tarea difícil... aunque andaba por Polverigi alguna “ragazza” a quien interesar, porque “la stampa” estaba, y algo en vista ya había.

Seguro en su convicción de que ahí no se podía progresar rápido para realizar sus sueños, empezó a ocuparse “del lejano destino”.

Hacía unos años que había cumplido con “la patria”, en lo militar. Esa era una contra menos. Se acercó entonces hasta los Cuarteles Militares de Osimo, una comuna cercana a Polverigi, para pedir el certificado correspondiente, y sin querer se fue haciendo “carne” en él la idea de ir a la ARGENTINA. Tenía casi todo cumplimentado; había dejado su “ORGULLO TANO” en el cuarto de Dell’Industria 17 y retiró, con mucha vergüenza el “CERTIFICATO DI MISERABILITÀ”, porque él no se sentía ni miserable ni estaba en la miseria, solo quería “una familia con muchos hijos” y ahí no se podía; y ese certificado les permitía viajar con poco costo, y con un año de plazo para regresar si no se adaptaban, cuidados por el Gobierno de Italia hasta desembarcar en el país elegido. Además consiguió el Certificado de “BUENA CONDUCTA” y hasta un certificado de “SALUD” y uno “PENAL”, ahora... FALTABA LA ESPOSA, y contarles a Ottavio y Paolina; a los que era seguro no les iba a gustar mucho la decisión. Sobre todo a Ottavio. Paolina lo miraría con buenos ojos, aun sin aceptarlo del todo.

Intercambió correspondencia con la gente de Buenos Aires, y le “pintaron un panorama muy floreciente”, poniéndole como únicas condiciones, ¡¡¡QUE FUERA CAMPESINO Y QUE TUVIERA UNA ESPOSA!!!

Ottavio y Paolina lo iban a entender, no había otra forma, igual no se quedaban solos.

¡¡¡Ya está!!! Se dijo muy entusiasmado, ahora no hay salida, A BUSCAR LA ESPOSA.

Justo en la entrada del pueblito, viniendo de ANCONA, en Via San Giovanni 51, vivía un matrimonio con dos hijas muy lindas, y en sus recorridas las había mirado con bastantes ganas de entablar una relación. Eran “CONTADINAS” las dos; Erminia y Gina Martelli, eso venía justo a las pretensiones del “apuesto veinteañero”.

En las Fiestas del Santo Patrono (San Antonio, primer domingo de septiembre), intercambió un par de miradas con una de ellas, y alguna palabra de salutación hubo, situación que le había producido un “cosquilleo en la panza” demasiado evidente.

¿¿¿ENAMORADO??? Tal vez..., pero con el compromiso allá lejos, no eran tiempos para enamorarse.

Si no era con una, sería con la otra, pensaba. Había que animarse, y se dijo a sí mismo, “si me animo a ir tan lejos, ¿¿¿cómo no voy a poder proponerle matrimonio a una de las dos???”.

Con las mujeres no iba a tener muchos problemas porque “parla” no faltaba, pero no le gustaban nada las actitudes “intimidatorias” del “VIEJO MARTELLI”.

Él ya tenía una en vista, aunque las dos eran muy lindas, “vamos a ver cómo me arreglo con los padres”, se dijo.

En poco tiempo se animó y después de alguna “escaramuza verbal” se decidió (aunque no fue muy clara esa decisión); y se casó con Erminia, la mayor de las dos; soportando algunos entredichos con el “sesentón” padre de las señoritas en cuestión.

Se casaron el 13 de noviembre de 1910, y se embarcaron para la “PROMETEDORA ARGENTINA” el 14 de diciembre del mismo año. Antes de esos “días intensos y agitados”, existió esta historia “italiana” que estoy rescatando después de tanto tiempo.

Esta comenzó en 1886, el 27 de junio, con el nacimiento de Giovanni e Pietro (así consta en el “Atti di nascita”), mi abuelo; y tres años y medio, después, el 26 de enero de 1890, nació Enrica Erminia (también constancia del “Atti di nascita”), mi abuela.

Estos no eran los días en que festejaron sus cumpleaños en la Argentina, pues los dos fueron anotados un día después, o sea que el 26 había nacido Giovanni, y el 25, Erminia. Los dos en Polverigi y, por lo tanto, es casi seguro que las familias se conocían “del pueblo”.

Muchas cosas nos ocultaron, o no contaron, entre ellas los nombres Pietro el abuelo y Enrica la abuela. O tal vez era una costumbre italiana de aquellos años usar uno solo.

Los Marconi vivían a unas cuantas cuadras del Palazzo Comunale para el lado del cementerio, de Los Apeninos, Via Dell’Industria 17.

Mientras que Los Martelli, exactamente en el sitio opuesto, o sea para el lado de Ancona, del mar Adriático, en la ruta de entrada y también a unas cuantas cuadras de la comuna; Via San Giovanni 51.

¿¿¿Montescos y capuletos tal vez???

Si fue así, ¡¡¡no lo sé!!! Pero las cosas ocurrieron muy rápido y no lo suficientemente claras.





Giovanni y Erminia

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