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Cuando la crónica reporta la leyenda: La Sierpe como posibilidad de un mundo cerrado hoy

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Carlos-Germán van der Linde

«La Sierpe, un país de leyenda dentro de la costa atlántica de Colombia» (García Márquez, 1985, p. 5), escribe el joven periodista de 27 años, en la primera crónica que aparece en el volumen de recopilaciones periodísticas bajo el título Crónicas y reportajes (1976). La primera crónica, «La Marquesita de La Sierpe», perteneciente a la serie sobre La Sierpe, fue publicada inicialmente en la revista Lámpara, en 1952 (McGrady, 1972, p. 293; Gilard, 1976, p. 163). Dos años más tarde, la serie completa aparece en el Suplemento Dominical de El Espectador, en cuatro entregas, así: «La Marquesita de La Sierpe» (7 de marzo), «La herencia sobrenatural de La Marquesita» (21 de marzo), «La extraña idolatría de La Sierpe» (28 de marzo) y «El muerto alegre» (4 de abril) (McGrady, 1972, p. 293; Gilard, 1976, p. 163-64).

Situar temporalmente estas crónicas es muy importante porque revela su punto axial entre dos periodos de la producción periodística de García Márquez, a saber, entre los tomos Textos costeños (recopilación de trabajos de 1948 a 1952) y Entre cachacos (1954-1955) (Williams, 1985, p. 117). McGrady (1972) escribió de los primeros comentarios a dicha serie de crónicas. En ellos, señala rutas interpretativas sobre, primero, la Marquesita como un arquetipo de las matronas literarias y, segundo, el mundo de La Sierpe como un descubrimiento para narrar Cien años de soledad (McGrady 314). Estas rutas han sido solo ratificadas o desarrolladas, en mayor o menor medida, por Gilard (1976, p. 154), Sims (1987, p. 46), Castaño Restrepo (2007, p. 264) y Sarango et al. (2017, p. 3).

Este artículo pretende abordar unas rutas complementarias a las anteriores con respecto a la fundación de una cosmogonía (leyenda) reportada por la crónica periodística de orden culturalista. Williams (1985) habla de «some of the journalism is cultural or literary commentary». Enfatiza que un vocablo como commentary es más apropiado que la etiqueta literary criticism (p. 117), por su gran variedad de temas e intereses, tales como el social, el político y el literario. En ocasiones, este tipo de escritura elude categorizaciones –advierte Williams (p. 118)–. Por otra parte, mi insistencia de que se trata de una leyenda es un esfuerzo por situar una expresión narrativa con antelación a la historia (history), es decir, anterior al logos no solo de la razón moderna sino también del tiempo lógico (¿lineal?), según lo articula el logos histórico. La materia narrada y el modo mismo de la crónica serpeña están muy alejados del proceder sistemático de algunas tradiciones historiográficas.

Así lo entiende el narrador del cuento «Los funerales de la Mamá Grande» (1962), por lo mismo recuesta el taburete a la puerta de la calle, para «empezar a contar desde el principio los pormenores de esta conmoción nacional, antes de que tengan tiempo de llegar los historiadores» (García Márquez, 2012a, p. 97). Esto lo dice justo al inicio del cuento y lo repite al final. En el último párrafo se lee que el narrador hace la tarea necesaria, posterior a los eventos grandilocuentes de los funerales, de contar la historia11 o, mejor, una leyenda: la leyenda de la Mamá Grande. Me he desplazado de la crónica al cuento para mostrar un par de coincidencias: la importancia de la leyenda y su modo de transmisión oral. La leyenda dice es una fórmula repetida que se encuentra en las crónicas. Las historias transmitidas oralmente sin la validación de la historiografía son, entonces, el texto y el modo de apropiación y de transferencia de la cultura.

Gabriel García Márquez. Nuevas lecturas

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