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2.- Automatización con computadoras: los antecedentes internacionales

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En la actualidad, la computadora ENIAC tiene dieciocho mil bulbos y pesa treinta toneladas; en un futuro, las computadoras tendrán solo mil bulbos y pesarán una y media toneladas.

Popular Mechanics, marzo 1949

Los inicios de la computación electrónica se dan simultáneamente en Estados Unidos de América y en Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. En la unión americana, la Universidad de Pensilvania aprovechó sus investigaciones previas y desarrolló la computadora electrónica Electronic Numerical Integrator And Computer (ENIAC) o Computadora e Integradora Numérica Electrónica, la cual fue utilizada para apoyo al esfuerzo bélico en diversas tareas de cálculo masivo como tablas de trayectorias balísticas (Weik 1961). Esta máquina ocupaba más de cien metros cuadrados, tenía 17,468 bulbos, pesaba más de 29 toneladas y consumía 160,000 Watts de potencia.

Por su parte, el Servicio de Inteligencia del Reino Unido desarrolló las computadoras Bombe y Colossus principalmente para descifrar los códigos utilizados por el ejército alemán para el envío de sus mensajes durante el conflicto (Miret 2013). A partir de entonces, la principal ventaja de las computadoras consistió en su capacidad de realizar rápidamente numerosos cálculos aritméticos de forma secuencial, así como en poder entregar grandes cantidades de información en lapsos cortos, lo que reducía considerablemente el tiempo requerido hasta entonces para realizar esas tareas.

Los diseñadores de la ENIAC, John Mauchly y John Eckert, fundaron después de la guerra una pequeña empresa dedicada al desarrollo de este nuevo tipo de máquinas, la Eckley-Mauchly Computer Corporation, la cual fue vendida poco tiempo después a la empresa Remington-Rand, especializada en máquinas de escribir, calculadoras y otros equipos electromecánicos de oficina.

Computadora ENIAC I (Electronic Numerical Integrator and Computer) en Philadelphia, Pennsylvania. Glen Beck (al fondo) y Betty Snyder (al frente) programan la ENIAC en el edificio 328 del Laboratorio de Investigación Balística, ca. 1947. Dominio Público vía Wikimedia Commons.
Computadora “Bombe” del Servicio de Inteligencia Británico, usada durante la Segunda Guerra para descifrar los códigos militares del ejército alemán. Ca. 1945. Dominio Público.
Computadora “Colossus” del Servicio de Inteligencia Británico, usada durante la Segunda Guerra para romper el código de cifrado de las máquinas “Enigma” del ejercito alemán. Ca. 1945. Dominio Público vía Wikicommons.

En 1951, esa empresa aprovechó sus avances y fabricó por encargo de la Oficina del Censo de Estados Unidos la Universal Automatic Computer I (UNIVAC I). Nuevamente, la oficina del censo de la unión americana deseaba un mejor proceso para contar los datos del censo de 1950 en curso. Debido a ello, y estando consciente del poder de cálculo de los nuevos equipos computacionales, encargó a la empresa Remington-Rand un equipo para acelerar ese tipo de trabajos (US Census Bureau 2017). La UNIVAC I es considerada desde entonces la primera computadora adquirida comercialmente y, en consecuencia, el año 1951 como el del inicio de la computación comercial. Esta máquina “más moderna” solo tenía 5,200 bulbos y solo pesaba 13 toneladas. La Oficina del Censo terminó la tarea en menos de tres años, con lo cual quedó demostrada la utilidad de este tipo de equipos para estas actividades. Esa misma empresa produjo en 1953 la primera impresora de alta velocidad. En pocos años, vendió 46 unidades de esa computadora a un millón de dólares por pieza, unos diez millones de dólares actuales. Iniciaba una nueva era.

En poco tiempo, grandes organizaciones con problemas semejantes de cálculo o impresión masiva comenzaron a adquirir estos equipos: otras oficinas censales, compañías de luz, teléfono, aseguradoras, financieras, petroleras y grandes bancos los utilizaron para calcular intereses, primas de seguros, cuentas de consumo de luz, gas, y generar la impresión masiva y rápida de decenas de miles de recibos, facturas, pólizas, nóminas, etcétera.

La empresa IBM, también dedicada entonces a la fabricación de equipos electromecánicos de oficina, desarrolló y puso a la venta en 1954 su primera computadora comercial, la IBM 650, la cual fabricó durante ocho años con gran éxito comercial, lo que le valió un nuevo prestigio como empresa de cómputo, pues fabricaron y vendieron dos mil equipos en ese lapso, algo inusitado e inesperado para la época. En abril de 1964, lanzó su segundo modelo exitoso, la IBM 360, la cual llevaría a las universidades, y poco después a las bibliotecas en la unión americana, a “la gran corriente” de la computación en forma definitiva, y se empezó a darle otros usos más allá de la física o la ingeniería.

Durante la segunda mitad de los cincuenta, las universidades comenzaron a darse cuenta del potencial de estos equipos en apoyo a sus tareas científicas, que requerían cálculo numérico, en especial las matemáticas, la física y la astronomía, además de los campos de las ingenierías y la administración. Las universidades con cierto poder económico comenzaron a adquirir estos equipos para estos propósitos. No cualquiera podía comprar una máquina de este tipo: dado su complejo desarrollo y construcción y su todavía baja producción, eran sumamente caras. Como ya se ha mencionado, comprar una UNIVAC I costaba en ese entonces alrededor de un millón de dólares, equivalentes actualmente a diez millones de dólares. Si se rentaba, su costo era de dieciséis mil dólares mensuales —ciento sesenta mil dólares actuales—. En un comunicado de prensa de la Compañía IBM de 1959, se anunciaba que la consola de su mejorado modelo 4 de la IBM 650 se vendía por ciento cincuenta mil dólares —millón y medio actual— o se podía rentar por tres mil doscientos cincuenta dólares mensuales —veintisiete mil quinientos dólares de hoy—. Los accesorios (lectores de tarjetas, impresoras, memoria, etcétera) se vendían o rentaban aparte (IBM Archives 1959). Como puede deducirse, sólo organizaciones con considerables recursos económicos podían adquirir en ese entonces esos equipos, cuyo rendimiento además era muy incipiente. No obstante, un buen número de universidades en el mundo hicieron el esfuerzo y empezaron a adquirir cada vez más ese tipo de máquinas ya que eran sumamente útiles para sus cálculos numéricos científicos.

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) inició sus estudios acerca de la conveniencia de adquirir uno de estos equipos en la temprana fecha de 1956. El ingeniero Sergio Beltrán, entusiasta promotor de la idea, consigna que antes de esos años

[…] el doctor Nabor Carrillo dirigía […] a un grupo de asistentes en investigación científica dedicado a la resolución de diversos problemas en matemáticas aplicadas y mecánica de suelos […] En México, la resolución de un caso práctico había tomado al grupo de asistentes varios meses de cálculo tedioso en calculadoras electromecánicas. Poco después, con la asesoría del doctor Carrillo fue resuelto en Estados Unidos y en menor tiempo, otro caso que implicaba la resolución de un sistema de ecuaciones integro-diferenciales simultáneas, sustancialmente mayor que aquel por nosotros resuelto[…] Al indagar el cómo había sido posible acortar los procedimientos de cálculo exigidos por las integraciones numéricas requeridas, se tuvo la primera noción de la existencia de los ingenios que auxiliaban en las tareas de esta naturaleza (Beltrán 1988, 1741-1743).

Garduño (2005, 90) consigna también que en 1956 el ingeniero Sergio Beltrán planteó al entonces rector, el doctor Nabor Carrillo, la adquisición de un equipo de cómputo para la UNAM. Pérez (1999, 27) señala que el rector, quien era ingeniero geotécnico de origen con doctorado en Ciencias

[…] Tenía aptitudes sobresalientes para las matemáticas aplicadas […] se inclinaba por la aplicación de la física a problemas de ingeniería civil, sobre todo si éstos caían en el ámbito de la mecánica de suelos. Mediante su teoría de centros de tensión, logró explicar las causas del hundimiento de la Ciudad de México […] Fue Jefe de la Sección de Física de Suelos de la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica (CICIC) de 1943 a 1951 y coordinador de la Investigación Científica de la UNAM de 1945 a 1952.

En 1948, hizo un estudio del hundimiento de Long Beach, California, a petición del Stanford Research Institute. Debido a su especialidad y a su experiencia, el doctor Carrillo comprendió perfectamente la importancia del procesamiento automatizado de datos, y por ello envió al ingeniero Beltrán a la Universidad de California en los Ángeles (UCLA) a averiguar más del uso de esos equipos en la academia. Adler-Lomnitz y Cházaro (1999,115-116) y Ortiz et. al. (2015,149) afirman que el motivo de escoger a UCLA para ello fue que ésa era la universidad que un poco antes les había informado de los rápidos cálculos de las ecuaciones gracias a su equipo IBM-650, hecho que había causado aquí gran impresión. Si bien ningún autor lo menciona, muy probablemente otra razón contundente consistió en que desde 1956, la ucla había instalado en su campus en unión con IBM un gran centro de cómputo denominado Western Data Processing Center (Centro Occidental de Procesamiento de Datos), precisamente para dotar de esos recursos de cálculo a su recién creado Instituto de Geofísica y al Instituto Scripps de Oceanografía. Al parecer, al igual que en México, los estudios de geofísica habían sido el detonador para que la ucla adquiriera la IBM-650 y tuviera el interés, el recurso y la experiencia para la adquisición.

El doctor Carrillo pidió al coordinador de la Investigación Científica de la UNAM, el doctor Alberto Barajas, y al doctor Carlos Graef, ambos físico-matemáticos, que iniciaran una estructura académica encaminada a realizar un estudio más profundo al respecto. El doctor Graef, entonces director del Instituto de Física de la UNAM, se convirtió en 1957 en el director de la Facultad de Ciencias. Ellos crearon el primer centro para la enseñanza, investigación y servicios en el campo de la computación en México con el nombre de Departamento Electrónico de Cálculo, que se alojaba en la Facultad de Ciencias, y se nombró al ingeniero Beltrán como su director. El estudio —que duró más de dos años— consideró, entre varios aspectos, la posible adquisición de una computadora (Soriano y Lemaitre 1985, 133).

[…] La primera idea fue el de tener una computadora IBM-704, predecesora de la IBM 709 y de toda la línea 7000, pero debido al costo tan elevado, a pesar del descuento del 60 por ciento que ofrecía IBM, solo se pudo pensar en la IBM-650 […] dicho equipo había pertenecido a la Universidad de California en Los Ángeles […] al llegar la computadora el 8 de junio de 1958 al Departamento de la Facultad de Ciencias, cambia su nombre a Centro de Cálculo Electrónico (CCE) (Soriano y Lemaitre 1985, 133-134).8

Éste fue el primer equipo de cómputo dedicado a enseñanza, investigación y servicios instalado en una institución académica en toda Iberoamérica. Las siguientes computadoras llegaron a las universidades o institutos en América Latina o España hasta principios de los sesenta. Esta máquina IBM fue rentada, pues no había suficiente presupuesto para comprarla. Nueva costaba medio millón de dólares y su renta mensual estándar era de 3,500 dólares, pero a la UNAM se la rebajaron a 2,000 dólares mensuales –25,000 pesos–, equivalentes a unos 17,000 dólares actuales de 2018 (Soriano y Lemaitre 1985, 134). El Centro de Cálculo Electrónico de la UNAM fue trasladado en 1963 a su nuevo edificio, la denominada entonces Torre de Ciencias Aplicadas, en lo que hoy es el edificio del Instituto de Investigaciones en Matématicas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS), junto al invernadero. Este nombre puede observarse en la Gaceta UNAM (15-3-1965, 6) y 12-7-1965, 3).

Casi al mismo tiempo que las universidades, los sistemas bibliotecarios del mundo no tardaron en darse cuenta de las ventajas de estos equipos y comenzaron también a imaginar soluciones a problemas semejantes a los de las empresas comerciales, cuando implicaban volumen y producción en masa. Poco a poco, las soluciones a problemas propios de ambientes científicos y administrativos encontraron nuevas posibles aplicaciones en las bibliotecas. Ya en 1954, Harley Tillet presentó un primer informe acerca de un experimento de recuperación bibliográfica realizado un año antes usando el método de indización coordinada Uniterm inventado por Mortimer Taube. La prueba se hizo sobre colecciones de informes con 15 mil términos en la computadora IBM-701 de la estación de pruebas de Ordenanzas Navales de la Marina de Estados Unidos de Inyokern, California. Fue el primer programa de recuperación de información realizado en una computadora de propósito general. Este primer informe se intituló “Un experimento en búsqueda de información utilizando una calculadora 701” y fue presentado en un seminario de computación de IBM en Endicott, Nueva York, en mayo de 1954 (Bracken y Tillitt 1957, 131-136). El programa se amplió y mejoró en 1956, y se publicó en 1957. Tillitt publicó una evaluación adicional de los avances en 1959. Kilgour menciona acerca de este experimento:

[…] El programa imitaba el uso manual de un archivo de tarjetas Uniterm: podía cotejar las solicitudes de búsqueda con el archivo maestro, añadir nueva información, eliminar información relacionada para descartar documentos, y producir una impresión de los números de documento seleccionados. Las peticiones de búsqueda se ejecutaban diferidas en ‘tandas’, lo que producía retrasos inevitables que causaban al usuario cierta insatisfacción. El usuario recibía los resultados de su búsqueda en forma de una lista de números de documentos que debía ubicar en los anaqueles para obtener los informes buscados[…] Este programa requirió de mucho ingenio, ya que la IBM-701 no podía representar caracteres alfabéticos; por lo tanto, fue necesario desarrollar subrutinas que simularan la representación de esos caracteres con números[...] (Kilgour 1970, 219).

Otros autores agregan: “[…] Es un hecho que los primeros programas importantes de información documental en línea estuvieron dentro de una aplicación de defensa aérea para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos desarrollada por el grupo académico industrial del Laboratorio Lincoln del Instituto Tecnológico de Massachusetts y hospedada por Semi-

IBM 650 en 1958, Centro de Cálculo Electrónico de la UNAM, Primera computadora académica en Iberoamérica. Dr. Alberto Barajas, Coordinador de la Investigación Científica (sentado) y Dr. Carlos Graef, Director de la Facultad de Ciencias (de pie). Imagen Propiedad de la UNAM - CC BY-NC-SA 3.0 ESP http://www.historiadelcumputo.unam.mx/files/fotos/1_decadas/1decada.html#.WzQeYYoh0d
La IBM 650 de la UNAM, primera computadora académica en Iberoamérica, Fac. de Ciencias , 1958. Imagen propiedad del Archivo Histórico de la UNAM : IISUE/AHUNAM, Colección Raúl Estrada Discua, Sección Nabor Carrillo, núm. RED-01109. Con permiso del AHUNAM.

Automatic Ground Environment (SAGE) en 1956” (Nwagwu y Onyancha 2015, 7).

Otro ejemplo muy ilustrativo de estas primeras aplicaciones en bibliotecas ocurrió en 1957 con la llegada del primer sistema de almacenamiento masivo en disco duro, el RAMAC 350 de IBM: Random Access Memory Accounting System, creado para sistemas contables. Éste fue el primer dispositivo comercial que utilizaba discos duros magnéticos con cabezas móviles; dos brazos independientes se desplazaban vertical y horizontalmente para seleccionar un disco y una pista de grabación de entre una pila fija de cincuenta discos —cien superficies— de 61 cm. de diámetro cada uno. Almacenaba en total cinco millones de caracteres de siete bits —aproximadamente 4.2 Megabytes actuales—. Su mueble medía 1.52 m. de frente × 1.72 m. de altura × 74 cm. de profundidad, casi dos metros cúbicos, y pesaba una tonelada. Se rentaba en ese entonces por 3,200 dólares mensuales, unos 28,000 dólares actuales. A pesar de lo limitado y tosco que pueda parecer hoy en día, marcó todo un hito en la historia del almacenamiento magnético. Antes de él, el almacenamiento se hacía en tambores o cilindros de núcleos magnéticos casi igual de voluminosos pero por tener menor superficie total su capacidad era solo de 50,000 a 100,000 caracteres; esto es, 50 a 100 Kilobytes.

[…] Las aplicaciones serias de computadoras en la recuperación de referencias de documentos comenzaron a fines de los cincuenta, primero con lentas búsquedas secuenciales en cintas magnéticas de pequeños archivos de registros bibliográficos. Un experimento precursor de la recuperación efectiva en línea de grandes cantidades de información bibliográfica fue realizado en el primer gran dispositivo de memoria de IBM llamado RAMAC” (Nolan 1958, 27-28) y (Firth 1958,168-170) demostraron […] cómo los procesos de búsqueda podían ser más eficientes y reducir los tiempos, buscando en los documentos almacenados por medio de índices de ellos construidos al efecto. Su experimento demostró los beneficios de buscar en dispositivos de memoria de acceso aleatorio –también llamados de acceso directo– en lugar de la búsqueda tradicional en dispositivos de acceso secuencial como las cintas (Bourne y Hahn 2003,11).

En ese entonces, todavía se debatía si era más rápido buscar en un disco o en una cinta. En 1952, la primera unidad de cinta magnética de IBM modelo 726 podía almacenar solo cien caracteres de información por pulgada de cinta, y su velocidad de acceso era de 7,500 caracteres por segundo; para 1968, la densidad era de 1,600 caracteres por pulgada y podía acceder a unos 100 mil caracteres por segundo; en 1973, la unidad 3420 de IBM podía contener 6,250 caracteres por pulgada y podía acceder 1.25 millones de caracteres por segundo. Pero a fines de los cincuenta, las capacidades de las unidades de cinta de ese entonces hacían dudar del resultado.

En 1952, Jesse Shera —el connotado pionero de la automatización de bibliotecas en la unión americana— fue nombrado director de la Escuela de Bibliotecología de la Western Reserve University en Cleveland, Ohio. Tres años después, fundó ahí el Center for Documentation and Communication Research (CDCR) (Centro de Investigaciones en Documentación y Comunicación), el cual fue el primero en su género asociado a una escuela de Bibliotecología en investigar y desarrollar de forma sistemática proyectos de recuperación de información auxiliándose con computadoras.

Ese centro fue una fuente de innovación en temas de automatización de bibliotecas por las siguientes tres décadas, asesoró al gobierno y a los sectores industriales y de educación. Ahí, se formó un grupo de profesionales de la Bibliotecología

Memoria de tambor magnético, previa a los discos magnéticos, ca. 1952. Almacenaban de 50 a 100 Kilobytes. Wikicommons por Robert Freiberger, CC BY 2.0
Unidad IBM RAMAC de memoria, con 50 discos fijos, 100 superficies. Almacenaba unos 4.2 Mb. actuales 1957. © International Business Machines Corp. Imagen por cortesía de International Business Machines Corp.
Unidad de memoria de disco RAMAC de IBM, de 4.2 Mb de capacidad- 1957. Pesaba una tonelada. Foto por David Bennet. © international Business Machine Corp. Imagen por cortesía de International Business Machine Corp.

y las Ciencias de la Información que ejercieron gran influencia durante mucho tiempo en diversos ámbitos de la automatización de bibliotecas: James Perry, Alan Kent, Alvin Goldwyn, Jessica Melton, Alan Rees, Robert Jacobs, Gordon Barhydt y Tefko Saracevic, entre otros. Este último fue muy conocido en el medio mexicano por su frecuente asistencia y aportaciones a eventos académicos de ciencias de la información en nuestro país. Jessica Melton también ejercería influencia en el medio mexicano, como se verá más adelante. El hecho de que el gran proyecto OCLC de automatización de bibliotecas surgiese precisamente en el estado de Ohio a fines de los sesenta, se debió en gran medida a la gran influencia de los trabajos de Shera y su centro.

Para la segunda mitad de la década de los cincuenta, Shera y los miembros de su grupo ya organizaban simposios acerca de temáticas de recuperación automatizada de información, y con el tiempo publicaron numerosos artículos,memorias, reportes, etcétera, al respecto (Information Systems in Docu- mentation 1957). Durante los años sesenta, realizaron y documentaron diversos proyectos de recuperación de información automatizada en su centro, principalmente en la computadora General Electric-225 de su universidad, en especial sobre técnicas de análisis y recuperación automatizada de información en los campos de metalurgia, salud y derecho. Véase como ejemplo el reporte final del proyecto de Reeves et al. (1962). ). En 1965, Shera presentó un interesante resumen de las actividades de la primera década del cdcr en el boletín de ese centro (CDCR 1965).

Kilgour también menciona que:

[…] en septiembre de 1958, la División de Turbinas para Aviones de la empresa General Electric en Evendale, Ohio, también inició un sistema de indización Uniterm en una computadora IBM-704 que era similar a la aplicación del ejército. Éste fue una innovación porque ya podía imprimir la información del autor y título de un informe seleccionado, así como un resumen. Sin embargo, al igual que el primero, solo contaba con el operador de búsqueda booleana ‘and’[...] El famoso sistema Medlars que entró en servicio en 1964 fue el primero en contemplar de forma importante la búsqueda de citas en máquinas; en su versión original tenía dos productos principales: 1) composición del Index Medicus y 2) búsqueda mecanizada en un enorme archivo de citas de artículos de revistas para la producción de bibliografías bajo demanda [...] (Kilgour 1970, 220).

Desde 1879, la Biblioteca Nacional de Medicina (NLM) de la unión americana había estado publicando el Index Medicus, la mayor guía mundial de miles de artículos médicos extraídos mensualmente de cientos de revistas. El gran volumen de fichas bibliográficas era compilado manualmente. En 1958, el personal de la NLM se preguntó si era factible la mecanización del índice basándose en las nuevas tecnologías computacionales, y comenzaron a desarrollar especificaciones al respecto. En 1961, se envió el cuaderno de especificaciones a 45 empresas para solicitar propuestas de solución. El ganador fue la empresa General Electric —que, como ya se mencionó, tenía buena experiencia al respecto— con un contrato de tres millones de dólares para desarrollar el sistema. El gran computador central, un mainframe Minneapolis-Honeywell-800 fue instalado en el nuevo edificio de la NLM en Maryland en 1963 y el sistema entró en servicio en enero de 1964. En sus inicios, fue el sistema de almacenamiento y recuperación bibliográfica más grande del mundo. En 1971, fue instalada una versión en línea del sistema denominada Medline por Medlars on line, que era accesible desde bibliotecas médicas remotas. En un inicio, podía dar servicio a veinticinco usuarios simultáneamente; para principios de los noventa, podía atender a varios miles a la vez (Miles 1982, 365-391).

Kilgour (1970, 220) menciona además que en 1960, L. R. Bunnow preparó un informe para la empresa de aeronáutica Douglas en el que recomendó un sistema de recuperación informatizado como los descritos anteriormente pero con la diferencia de que este sistema también incluiría por primera vez la producción de tarjetas de catálogo. La propuesta de Bunnow fue quizá la primera en contener el concepto de elaboración de un único registro catalográfico legible por máquina del que se podrían obtener múltiples productos, tales como tarjetas de catálogo impresas y bibliografías producidas por la búsqueda automática. La producción de tarjetas de catálogo comenzó en mayo de 1961, aunque las tarjetas todavía tenían un formato poco convencional —no existía el formato MARC— y se imprimía todo en mayúsculas.

En 1962, Roger Summit desarrolló un sistema de recuperación de información en línea para los documentos de la NASA e inició el sistema de recuperación “Dialog”. Debido a su éxito, poco después la oficina de educación de Estados Unidos puso las bases de datos educativas bajo el mismo sistema, principalmente la denominada ERIC. En 1972, se volvieron una subsidiaria de la agencia aeronáutica Lockheed y se convirtieron en una de las mayores agencias de bases de datos en línea del mundo con el nombre de Dialog Information Services. En 1988, se volvieron propiedad de la empresa Knight-Ridder, y en la actualidad son parte de ProQuest.

Esas primigenias aplicaciones fueron preparando el terreno. A principios de la década de los sesenta, las grandes instituciones bibliotecarias se enfrentaban a dos grandes problemas que cada día eran mayores: Por un lado el problema de la fabricación de tarjetas catalográficas, y por el otro el problema de contender con los requerimientos de creación y demanda de información masiva especializada por parte de sus usuarios. La atención y los intentos de solución de estas dos problemáticas fueron los principales detonadores para la asociación de computadoras y bibliotecas.

Los inicios de la automatización de bibliotecas en México

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