Читать книгу Indeleble - Karen Londoño Muriel - Страница 10

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Capítulo 3 Amigos, hermanos, cómplices

Daniel

—¿Tienes alguna teoría? —me cuestiona Cloe y me sorprende.

—¿Ah? No te sigo.

¿Cómo hacen las mujeres para cambiar de tema así?

—Daniel, si una mujer acepta tener algo contigo y no le importa que todo el mundo se entere, pero sí que sus padres lo sepan, es porque algo grave le sucedía al interior de su hogar.

De un momento a otro, Cloe parece toda una experta en asuntos familiares.

La verdad dudo mucho que tenga muy bien controlados sus propios asuntos familiares. Lo poco que sé de ella es que vive sola en un departamento cerca del hospital. Su novio se queda en casa los fines de semana y siempre que llama a su madre la conversación termina en un “pero, mamá…”. No es una mujer fea. Mi secretaria, bueno, exsecretaria, es de esas chicas góticas que usan un maquillaje algo oscuro, y no entiendo cómo logra mantener su apariencia sin asustar a los niños que vienen a mi consulta. Tal vez se deba a la empatía que tiene con ellos. Incluso, estoy seguro de que, si algún día decide ser madre, será la mejor del mundo.

—Tal vez... —Me permito recordar algo de los Evans, pero no lo consigo, solo el momento en que Alan, su padre, nos encontró juntos—. Su padre es un hombre algo temperamental pero no creo que le pegara... Debo descubrir todo esto cuando llegue.

Miro mi plato y muerdo la hamburguesa.

—Te ayudo mientras eso sucede… —Cloe me mira muy concentrada y se me escapa una leve sonrisa—. Cuéntame cómo fue que lo escondieron y cómo se enteraron sus padres. —Ahora me mira seria. Parece sufrir de bipolaridad.

—¿Cómo sabes que nos descubrieron? —digo, algo extrañado.

—Porque ya estoy elaborando mi teoría —habla como si nada antes de meterse una papa frita a la boca—. Así que sígueme contando y cuando termines te digo lo que pienso.

—Está bien, está bien —digo resignado—. La primera en enterarse fue mamá...

Sarah

—Llama a Diane, creo que tenemos que hablar y a ella le va a interesar lo que voy a decir.

Tengo que ser fuerte. Diane sabe mi secreto, pero temo que Samuel no lo tome bien. Él es mi familia, debe entenderme… eso espero.

—¿Diane, amor, quieres venir por favor? —grita, mientras pienso cómo o por dónde empezar con mi historia... Una muy larga historia.

No tenemos que esperar mucho. Diane llega al instante y se sienta en la cama frente a nosotros. Ella es mi único apoyo ahora, mi mejor amiga y la única persona que puede ayudarme con mi hermano.

—Adelante, Sarah, ¿de qué tenemos que hablar?

Sam aún me sostiene entre sus brazos y me abraza por los hombros.

—Solo quiero que te pongas en mis zapatos, Samuel —empiezo por ese lado, tal vez eso suavice un poco lo que diré. Me remuevo para salir de su abrazo y tomo una bocanada de aire—. Quiero hablarte de Daniel Martins...

—¿Qué pasa con él, Sarah? —Sam me interrumpe al escuchar el nombre de su amigo. Diane solo asiente para darme valor.

—Samuel: Daniel y yo fuimos novios desde su segundo año en la escuela y hasta unos días antes de casarme con Mark...

Miro hacia abajo y encuentro mis manos jugueteando juntas. No era consciente de eso, nunca lo soy, y, según Diane y Daniel, solo lo hago cuando estoy nerviosa.

—¿Daniel Martins? ¿Tu hermano? —dice Samuel mirando extrañado a Diane, y ella solo asiente.

—Escucha a tu hermana, amor. Ella necesita que la entiendas.

Le toma una mano y la entrelaza entre sus dedos. Sé que lo hace para calmar su mal genio.

—Pero no entiendo. —Sam levanta mi rostro y me limpia una lágrima—. Entonces, ¿por qué te casaste con Mark?

—Nuestros padres nos obligaron. —Vuelvo la mirada a mis manos—. Aunque Mark tenía un plan y ahora se va a cumplir.

Sonrío.

Definitivamente era mi mejor amigo. Me amaba, estoy segura de eso; fue por ese amor que se empeñó en dejar todo en el mejor punto. Solo necesito un mes para que se cumplan sus planes y tener que dar la cara a los Evans y a los Tyler.

—Ya llegaré a ese punto, solo quiero que escuches mi historia para que entiendas lo que está a punto de suceder.

—Sarah, en verdad me estás asustando.

Me mira con miedo, puedo leerlo en sus ojos y en cómo busca una respuesta en los de Diane. No éramos nada unidos hasta el viernes. Tal vez cuando me vio sola la chispa de la fraternidad se le encendió…

Samuel es un hombre atractivo. Sus cabellos castaños, ligeramente más claros que los míos y bien peinados, aun recién levantado, me llevaban a pensar en él como en un muñeco de esos que venden para las niñas. Pero en este momento su frente blanca está surcada por las sombras que le provocan las arrugas del ceño fruncido. Sus ojos miel me miran intrigantes y sus labios, normalmente curvados en una ligera sonrisa, son ahora una delgada línea. Lo veo y solo siento miedo de contarle mi verdad.

Samuel

No puedo negar que mi hermana me tiene inquieto con todo esto. Pero lo que me atemoriza es la relación que pueda tener esto con lo que me dijo Mark antes de morir. ¿Será posible que la vida de mi hermana haya sido tan dura como él decía? Me dijo que en seis años Sarah nunca ha sido completamente feliz. Que ha sufrido horrores y que lo peor pasará en un mes. Por eso me pidió no dejarla sola y entenderla cuando estuviera lista. ¿Es en este momento en el que está lista para abrirse conmigo?

Entiendo que nunca he sido el mejor hermano. Pero la quiero, a mi modo, la quiero. Quise que fuera feliz y con la unión de las compañías Evans y Tyler pensé que lo sería. Además, al recibir los títulos nobles que ostentaban nuestras familias en la antigüedad ya no tendría que luchar contra la tradición de mi padre de convertirla en una mujer sumisa como mi madre. Bueno, sé que también tuve que ver en ese proceso, siendo tan duro con ella, pero fue lo que Alan me enseñó...

Suspiro. Algo me dice que necesitaré mucho aire para digerir lo que tiene para decirme... Veo sus mejillas pálidas y hundidas en su rostro extremadamente delgado y quiero devolver el tiempo. Sus ojos, iguales a los de mamá me miran escudriñando mis pensamientos, nunca soporté que hiciera eso y por eso prefería huir o lanzarle alguna ofensa para que me dejara en paz. Es la mujer más persuasiva que he conocido en mi vida y yo, fácilmente, el hombre más reservado.

Sí, debo confesar que le temo a mi hermana. ¡Qué patético!

—No es para que te asustes —me dice Sarah con la voz casi en un susurro—. Prométeme que tendrás la mente abierta —suplica entre lágrimas.

Nunca la había visto llorando de esa forma y me conmueve.

—Lo haré —me limito a decir.

Sarah

—La primera en enterarse de nuestra relación fue Grace. —Si debo explicar el porqué de todo, debo empezar por la razón por la que Mark y yo pasábamos tanto tiempo con los Martins en los últimos seis años—. Creo que se enteró el mismo día en que le dije que sí...

—Chicos, díganme la verdad. —Grace nos interrumpió en el patio de su casa mientras Daniel me explicaba por tercera vez lo que sucedía en el horno mientras mis pastelillos crecían y se doraban—. ¿Acá pasa algo o me equivoco?

Tenía razón. Daniel estaba sentado demasiado cerca y me acariciaba el rostro, me abrazaba por los hombros o jugueteaba con mi cabello entre explicación y explicación. Era inevitable que su madre, revoloteando por la casa, se diera cuenta.

Al escucharla se alejó un poco y la miró nervioso. Yo solo pude bajar la mirada a mis manos y juguetear con ellas.

—No los voy a regañar, pero confíen en nosotros. —Grace se sentó en la hierba y nos miró con cariño.

—Sí, mamá, sí pasa algo —Daniel habló tomándome de la mano—. Sarah y yo somos novios...

—Me alegro, chicos. —Abrazó a Daniel y luego a mí. Ese gesto me sorprendió. Estaba segura de que mis padres nunca reaccionarían de ese modo si les dijera que tenía novio—. ¿Qué te pasa, cariño? —Grace levantó mi rostro. Era evidente que yo estaba conmovida.

—Nada, señora Martins. —Intenté sonreír como siempre.

—Mamá, los Evans no pueden saberlo. —Daniel se apresuró a hablar. Entendía que yo no quería que se enteraran y salió a mi rescate—. Nadie puede saberlo, Sarah teme a sus padres.

—¡Qué romántico!

La madre de Daniel era una mujer de cabellos negros como la noche, igual que su hijo. Fue madre muy joven y por eso, aún con dos hijos de dieciséis años, no llegaba a los cuarenta y se veía espléndida. Tenía un cuerpo lleno de curvas y el espíritu de una joven soñadora.

—Cuenten conmigo y con Harry, nosotros los cubrimos. —Nos guiñó el ojo, se levantó y se marchó.

Harry, el padre de Daniel, tenía los cabellos castaños, pero en un tono casi negro, tal como Diane. Era un poco mayor que Grace y ya se le notaban algunas canas; aun así, era un hombre apuesto y tenía los mismos ojos azules de su hijo, además de un cuerpo atlético y, aunque trabajaba todo el día en el hospital, procuraba pasar mucho tiempo con su familia.

—¿Ves? Mi madre es genial, te dije que no tenías por qué temer. —Se acercó a mí y dejó un suave beso en mis labios—. Ahora sigamos, ¿recuerdas lo que sucede a las proteínas cuando se exponen al calor?

Esa tarde terminamos de estudiar y cenamos con sus padres. Después, caminé sola las tres calles que separaban su casa de la mía. Saludé a Diane que salía con mi hermano y me despedí de mis padres para acostarme temprano.

No entendía muy bien por qué mis padres eran tan suaves con Sam y tan duros conmigo. Mi papá tenía la esperanza de que yo fuera como mi madre, una mujer abnegada, sumisa y disponible todo el tiempo para su familia, pero sin ningún sueño propio. Yo crecí en una época diferente a la de ellos. Las muchachas de mi época soñaban con estudiar, encontrar el amor y vivir una fantasía. Mi mamá tuvo que casarse con un hombre que estaba escogido para ella desde antes de nacer, incluso... Y ese hombre no la dejó estudiar, progresar o salir adelante por su cuenta...

Yo no quería eso y era una fortuna que Daniel se hubiera interesado en mí, una chica tonta, torpe y muy infantil. Y es que ese chico de cabellos negros me gustó desde que lo vi: él mirándome extendida en el suelo y sin reír. Y en el momento en que le dije que sí quería ser su novia, Daniel Martins representaba todo lo que yo quería, él y su familia. Daniel era mucho más alto que yo, lo que me hacía sentir protegida a su lado. Tenía la piel blanca, aunque un poco más oscura que la mía. Era flaco y su rostro ya dejaba los rasgos finos de un chico y comenzaban a aparecer las facciones de un hombre bien parecido, con ángulos bien definidos.

Esa noche me quedé dormida con una enorme sonrisa en los labios, deseando verme al otro día con mi caballero en la preparatoria. Por más que tuviéramos que ocultarlo, no me importaba, con tenerlo cerca me bastaba para ser feliz.

Unos meses después, estábamos en la azotea de la escuela. Adoptamos ese lugar como nuestro para escondernos de todos. Él estaba sentado, recostado en la verja y acariciaba mi trenza mientras yo permanecía acostada, con mi cabeza en sus piernas y la mirada justo en su rostro arriba del mío.

—¿Crees que podemos salir al parque mañana? —preguntó Daniel haciéndome regresar a la tierra.

—Mmmm… —Cavilé las posibilidades—. No lo sé, no quiero que nos vean, cielo...

Por mi temor solo podíamos vernos en su casa y sentíamos la necesidad de salir, como cualquier pareja normal.

—¿Y qué tal el cine? Nadie puede vernos ahí. —Sonrió con ternura—. Vamos mi ángel, quiero invitarte a algún lado. —Me incitó a levantarme y tomó mi rostro entre sus manos—. Dame ese gusto, preciosa, ¿sí?

—Está bien, vamos al cine. —Sonreí con temor.

—Gracias —dijo y vi sus ojos azules iluminarse con alegría.

Unió nuestros labios en un beso nuevo, cargado de sentimiento. No fue como los de antes, esta vez atrapó mis labios y jugueteó con ellos entre los suyos, rozándolos con su lengua y halándolos con sus dientes. Me sorprendí, pero poco a poco lo seguí en su asalto mientras acomodaba mis manos en su cuello y él bajaba una de las suyas a mi cintura.

—Cof cof.

Una tos falsa y divertida nos interrumpió asustándonos y dando por terminado nuestro beso.

En la puerta de la azotea estaba de pie Mark, mirándonos sonriente y aplaudiendo en silencio. Yo solo miré hacia mis manos y me sonrojé al máximo. Daniel sí le devolvió la sonrisa a Mark.

—Me alegra que estén juntos, chicos, pero no me abandonen. —Fingió dramatismo y se sentó a mi lado, dejándome en el medio de los dos—. Tu hermano te está buscando, bonita, y dudo que quieras que los encuentre besuqueándose de esa forma —dijo y me rebujó los cabellos.

—Vamos, ángel. —Daniel se puso de pie y me extendió sus manos para ayudarme a levantar. Me abrazó fuertemente y me dio un beso antes de soltarme—. Mark, iremos al cine mañana, ¿quieres cubrirnos?

—¡Claro! —Mark se paró a mi lado, sonriente. Tomé a ambos de los brazos. Con mi novio y mi mejor amigo, los dos hombres más importantes en mi vida, empecé a caminar—. Bueno, tal vez me les una, claro, sin interrumpirles.

Ese viernes salimos Daniel, Mark, Diane y yo juntos. Ellos dos eran los únicos de nuestro grupo de amigos que sabían de nuestra relación. Caminamos juntos por el parque, jugamos videojuegos en el Queen y terminamos el día en casa de Daniel y Diane. Sus padres nos dejaron hacer una fogata en el jardín trasero para asar malvaviscos y salchichas, tocar guitarra y cantar, hasta que, a las diez, Mark me llevó a casa…

—No puedo creerlo. —Sam se levanta de mi cama y empieza a caminar por la habitación—. ¿Sarah, por qué hiciste eso? Si no amabas a Mark, ¿por qué te casaste con él y dejaste al hombre que sí querías? Esto es muy confuso.

Sam niega con la cabeza y clava sus ojos en los míos buscando la respuesta que no encuentra, mientras que con las manos peina una y otra vez sus cabellos hacia atrás.

—Déjame seguir, quiero que entiendas —intento persuadirle.

—Sarah, ¿ocultaste esa relación por cuántos años? —pregunta y me mira fijamente.

—Como siete —respondo de inmediato y veo su intención de emitir un fuerte grito por lo que hablo rápidamente—: Samuel, entiende. Yo no amaba a Mark y nos obligaron... Si los Tyler hubieran tenido una hija, seguramente tú no estarías con Diane planeando tu boda.

Ya era hora de que supiera la verdad, de que supiera lo que mi padre me hizo.

—Espera un momento, ¿de qué estás hablando?

Sam vuelve a la cama conmigo. Diane simplemente nos observa sin modular una palabra.

—Alan Evans y Richard Tyler comprometieron a sus hijos antes de que naciéramos. Querían unir las dos compañías que años atrás fueron una sola gracias a nuestros tatarabuelos y recuperar así el título de nobleza que alguna vez tuvieron. —La verdad tiene que salir a la luz y es hora de que Samuel la sepa—. Cuando papá nos descubrió, organizó la boda relámpago con Mark...

—¿Mark sabía todo esto? —pregunta preocupado.

—Claro que lo sabía, por eso dejó todo listo. —Y acá voy con mi mayor verdad—: Mark ordenó un montón de documentos para que, tras su muerte, todo siguiera el rumbo que debía seguir desde el principio. —Suspiro. El aire empieza a faltarme y no puedo volver a desmayarme, no ahora—. Desde que nos casamos él sabía que moriría pronto.

—Sarah, explícate...

Sé que Sam se está enojando, puedo verlo en su rostro contraído en busca de respuestas para la infinidad de preguntas que le pasan por la cabeza en este momento.

—Amor, déjala seguir contando, hay mucho que debes saber —Diane lo interrumpe con cariño.

—¿Tú sabías todo esto? —Ahora interroga a Diane que solo asiente—. Termina tu historia antes de que estalle, ¿sí? —Me fulmina con la mirada y por un momento siento que no voy a poder hacerlo.

—El día en que papá se enteró de mi relación con Daniel me alejó completamente de él y se reunió con Mark, su padre, nuestras madres y conmigo. —Ese recuerdo me lastima y siento una punzada directamente en el corazón—. Pero Mark, después de contarme todo su plan, me ayudó a encontrarme una vez más en un hotel con Daniel, para terminar con nuestra relación.

Daniel

—...Y con la ayuda de Mark y Diane podíamos salir y vernos durante casi siete años.

Cloe me escucha con atención.

—¿Aun cuando ya eran mayores de edad? —Su rostro está desconcertado. Yo solo asiento porque no tengo más explicación a eso—. Pidamos un par de cervezas y me sigues contando. —Llama al mesero antes de que responda y hace el pedido—. Continúa...

—Bueno, dos días después de que Alan me vio besando a Sarah frente a la puerta de su casa, Mark nos ayudó a reunirnos en un hotel. Necesitábamos un lugar para hablar y decidir qué hacer después de lo sucedido. —Aparto mi plato vacío cuando el mesero trae las cervezas y le doy un sorbo directamente de la botella mientras Cloe vacía la suya en una jarra—. Esa tarde llegué muy animado al hotel donde me entregaron la llave de la habitación en la que ya me esperaba Sarah...

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