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UNA CONFERENCIA PANAMERICANA DE MUJERES

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En 1919, Luisi y sus amigas feministas argentinas Alicia Moreau, Petrona Eyle y Sara Justo empezaron a elaborar planes concretos para una conferencia panamericana de mujeres que se llevaría a cabo en Buenos Aires dos años más tarde, en la que se exigiría el sufragio femenino. Buscaban en particular la colaboración de la sufragista estadounidense Carrie Chapman Catt, que mantenía correspondencia con las feministas argentinas, sobre todo con Moreau. Nacida en 1859, presidenta de la U. S. National American Woman Suffrage Association [Asociación Nacional Estadounidense del Sufragio Femenino] (NAWSA), fundadora y presidenta honoraria de la IWSA, Catt era una de las feministas más famosas del mundo. Luisi y sus amigas argentinas estaban convencidas de que la colaboración con Catt y con John Barrett, director estadounidense de la Unión Panamericana, tendría gran importancia estratégica.36

Aunque la alianza que buscaban con Catt era de tipo instrumental, también estaba respaldada por el sentido de superioridad cultural y racial suscrito por el panamericanismo. Luisi creía que las mujeres estadounidenses como Catt y las mujeres sudamericanas como ella misma estaban conectadas no sólo por lazos de feminidad, sino también por una superioridad compartida como mujeres reformistas blancas e ilustradas de clase media. Como ha señalado el historiador N. D. B. Connolly, gran parte de las ideas comunicadas de manera sutil por la propaganda panamericana incluía argumentos raciales sobre las características de una hermandad internacional.37 Este privilegio de blanquitud se transmitía de manera bien clara en la historia compartida de América promovida por Álvarez y Brum, a quienes Luisi consideraba exponentes del panamericanismo. Ponía énfasis en el derrocamiento del colonialismo europeo en todo el continente y en el progreso hacia la democracia, evitando cualquier discusión sobre el genocidio de los pueblos indígenas durante y después de la conquista o la violencia de la esclavitud hacia las personas descendientes de poblaciones nativas o africanas.38 Mientras que las historias nacionales producidas en estos países borraban estos acontecimientos de la memoria colectiva, sus gobiernos se enredaban en un proceso de blanqueamiento de sus poblaciones a partir de la inmigración europea como forma de progreso racial.39 Cuando Brum hablaba de un panamericanismo “libre de odios seculares y de los perniciosos prejuicios de razas” que invadían Europa, por razas se refería a grupos étnicos o nacionales, como era común en aquella época.40 De manera similar, cuando Paulina Luisi celebraba la raza hispanoamericana, se refería a personas hispanohablantes.41 Ella, Brum y gran parte de las élites latinoamericanas participaban en una construcción cultural de la blanquitud conectada con el panhispanismo y el idioma español. Luisi misma era eugenista. Acabó abrazando variantes latinoamericanas de la eugenesia que promovían programas de bienestar y campañas de salud implementadas por el Estado, al mismo tiempo que interpretaba los problemas socioeconómicos de la región en términos de herencia y degeneración racial.42 El discurso habitual en la época de Luisi sostenía que Uruguay era una república blanca, a pesar de que hacia 1800 un cuarto de la población nacional era africana y afrouruguaya.43

Luisi y sus amigas argentinas no sólo compartían con Catt una identificación racial como eurodescendientes, sino también una historia teleológica de civilización y progreso, cuyos capítulos más recientes incluían la educación y los derechos de la mujer. Creían que el papel de las típicas reformistas blancas como ellas, educadas y de clase media, era levantar a sus “hermanas” menos educadas. El imperialismo y el colonialismo no se oponían, sino que eran parte fundamental de la cosmovisión de las feministas internacionales en grupos con mayoría de angloamericanas y europeas occidentales, como el ICW y la IWSA.44 A pesar de que muchas feministas hispanohablantes vinculadas a estos grupos, como Luisi y Moreau, se oponían a la intervención estadounidense en América Latina, recibían su educación de maestras católicas francófonas imbuidas de la lógica occidental europea. Como médicas y científicas, muchas de ellas estaban influidas por el darwinismo social, sobre el cual basaban su feminismo. En una entrevista publicada por el órgano de la NAWSA, Moreau le explicó al público de Estados Unidos que en Argentina había dos tipos de mujeres, que representaban dos estadios evolutivos distintos: el más antiguo era el colonial hispano, de naturaleza católica y retrógrada, descendiente directo de la mujer nacida en un hogar formado por la unión de un español y un indígena, un hogar regido por completo por el padre; el segundo correspondía a las mujeres progresistas que promovían las reformas sociales, como la misma Moreau, argentino-europeas de hogares trasplantados a ese lado del océano por la corriente migratoria.45

Este elitismo y la percepción de compartir una superioridad evolutiva eran de especial relevancia para las expectativas de Luisi de una alianza panamericana igualitaria con las mujeres de Estados Unidos. Sin embargo, sabía que sus homólogas estadounidenses, incluyendo a Catt, solían privilegiar un tipo de jerarquía racial que situaba a los países de América Latina en un plano inferior en cuanto a civilización, en aras de ser guiados por sus superiores hermanas angloamericanas. En un encuentro feminista celebrado en 1919 en Buenos Aires, en el que Luisi llamó “hermanas” a las mujeres estadounidenses, también amonestó a Catt y a Aletta Jacobs, una holandesa que era miembro de la IWSA, por haber obviado por completo a América Latina en su gira mundial sufragista. Catt había comprobado que había asociaciones sufragistas en todo el mundo, excepto en “Grecia, España, Turquía, la república negra de Liberia y todas las naciones sudamericanas”. “Reclamo una excepción para el Uruguay—expresó Luisi—, cuya asociación sufragista he fundado en 1916”, citando su pertenencia al ICW y a la IWSA. Lo que más le molestaba era que Catt había condenado a Uruguay y a toda América Latina a una categoría inferior que la de China, India, Egipto y otros países que, según Luisi, “consideramos mucho menos civilizados que los nuestros”.46

Estas tensiones llegaron a un punto álgido cuando Luisi asistió al encuentro de la IWSA en 1920, en Ginebra. Tal como ha señalado la historiadora Leila Rupp, en esta conferencia el sufragio se transformó en la línea divisoria entre quienes lo tenían y quienes no.47 Holanda y Luxemburgo, igual que Estados Unidos, acababan de aprobar el sufragio femenino.48 Mientras tanto, en Uruguay, a pesar de un amplio movimiento y del apoyo del presidente Brum, los partidos políticos conservadores habían obstaculizado la aprobación del proyecto de ley.49 Luisi y una representante del grupo feminista argentino de Alicia Moreau eran las únicas latinoamericanas en Ginebra; para ellas, como representantes de lo que la IWSA llamaba países no emancipados (donde las mujeres aún no tenían el voto), la distinción con las demás se dejó sentir de manera muy acusada.50

Luisi en particular se sintió ultrajada cuando una serie de miembros de la IWSA buscó disolver la organización internacional, argumentando que el sufragio ya se había conseguido en muchos lugares. Esto demostraba, según informó luego Luisi a la alianza, “¡el pequeño concepto en que el mundo feminista internacional tiene a los países latinos! En efecto, son éstos los únicos que con los países orientales mantienen a la mujer en un estado de inferioridad.” Paulina se transformó en una de las más vehementes opositoras a ese plan; sus intervenciones suscitaban “discusiones vivísimas y apasionadas”. A pesar de que algunas declararon, según testimonio de la propia Luisi, que “los países emancipados que ya nada tenían que hacer” habían “abandonando a los países más atrasados (latinos) a su suerte, por fin, no sin lucha, prevaleció el criterio de dejar subsistir la Alianza Internacional”.51

Luisi insistió en que, en lugar de desmantelar la organización, la IWSA debería entablar relaciones más sólidas con las mujeres y las organizaciones latinoamericanas, repitiendo la que fuera una de sus demandas más insistentes: que el Jus Suffragii, el boletín de la organización internacional, que entonces se publicaba en inglés y francés, se publicara también en español.52 También se ofreció a hacer de enlace oficial entre los grupos de mujeres de América Latina, a lo que la IWSA accedió.

Sin embargo, Luisi dejó la conferencia con una gran desilusión hacia Carrie Champan Catt, que la había presidido.53 Ya de regreso en Montevideo, informó a la Alianza Uruguaya que Catt se enfocaba demasiado en métodos estadounidenses y no dedicaba suficiente interés a América Latina. Luisi no había podido hablar con ella sobre la conferencia panamericana de mujeres que deseaban organizar, ni sobre ninguna otra cosa, ya que “la presidenta internacional Mrs. Chapman Catt sólo posee el idioma inglés”, un idioma que Luisi, hispanohablante y francófona, no hablaba.54

Al año siguiente, los temores de Luisi se vieron confirmados cuando se enteró de que la nueva organización estadounidense de Catt, la League of Women Voters [Liga de Mujeres Votantes] (LWV) estaba planeando una Conferencia Panamericana de Mujeres en Baltimore, sin consultarlo con Paulina ni ninguna de sus amistades argentinas, quienes desde 1919 venían instando a Catt a celebrar un evento de esas características. Luisi, que se enteró de la noticia por feministas argentinas y británicas, por una integrante estadounidense de la Women’s Auxiliary y por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay, antes de recibir una invitación personal por parte de Catt, se indignó con ella por no habérselo comunicado ni haber buscado su consejo.55 Luisi le escribió expresándole su decepción por la tardanza en haber establecido contacto con ella y se disculpaba por no poder asistir. Ya había dejado su práctica médica en Montevideo durante mucho tiempo, por sus viajes a Europa, y tenía una conferencia médica en París unos meses después del encuentro en Baltimore. Además, escribió en español (el idioma en el que le escribía todas sus cartas a Catt): “No conozco el inglés. ¿Recuerda Ud. querida señora Catt que no pude conversar con Ud. en Ginebra?”56 Sin embargo, le comunicó que enviaría a una delegada a la conferencia, alguien de la alianza que sí hablara inglés.57

A pesar de que sus experiencias con Catt minaron su confianza en una organización feminista panamericana basada en la igualdad con Estados Unidos, también la llevaron a consolidar con más fuerza su determinación de alcanzar el liderazgo de Uruguay sobre cualquier otro grupo que pudiera surgir en la conferencia. Decidida a dejar su huella, y la de su país, en la conferencia, Luisi escribió el borrador de una propuesta para una organización feminista panamericana cuya representante, Celia Paladino de Vitale, entregaría en su nombre. Esta Asociación Panamericana de Mujeres “estrecharía los lazos que deben unir a las mujeres de nuestro continente” y lucharía por los derechos de la mujer. A pesar de que Luisi especificaba en su propuesta que la sede de la asociación deberían encontrarse en Estados Unidos, debido al elevado nivel de emancipación de las mujeres de ese país, también reafirmaba el liderazgo de América Latina en la asociación. El grupo estaría encabezado por una comisión compuesta por una delegada de cada país de América y, después de un primer encuentro en Estados Unidos, el resto tendría lugar en América Latina.58 Una vez recibido el apoyo unánime de la alianza, Luisi le explicó a Paladino que este grupo sería una extensión de la Women’s Auxiliary panamericana, pero significaría un aumento de su prestigio y su duración.59

Luisi intentaba contrarrestar de manera explícita el panamericanismo dirigido por Estados Unidos, el cual ella sabía que estaba motivado por intereses imperialistas, en particular su afán por lograr la dominación económica. De hecho, Catt le había comunicado a Alicia Moreau (buena amiga de Paulina que, al saber bien inglés, mantenía correspondencia con Catt con mayor frecuencia) que la conferencia había sido inaugurada por el alcalde de Baltimore y el gobernador de Maryland, que buscaban fortalecer el comercio con América Latina por el puerto de esa ciudad. Para organizarla, habían contactado con la LWV de Baltimore, oportunidad que el Departamento de Estado aprovechó para coordinar esfuerzos con esta organización, así como con la Unión Panamericana y con embajadores y encargados de negocios de diversos países latinoamericanos que estaban en la lista de delegados.60 La LWV tenía sus propios intereses en lo que sería el primer gran acto del grupo desde su fundación y tras la victoria por el sufragio en 1920; es decir, la conquista de los derechos de la mujer más allá de las fronteras de Estados Unidos.61 Sin embargo, el grupo también buscaba promover las inversiones y la hegemonía económica estadounidenses en América Latina. Cuando la directora ejecutiva de la filial de la LWV en Maryland propuso la idea a su presidenta, Maud Wood Park, resaltó los beneficios comerciales como primer motivo de la conferencia.62

La propuesta de Luisi de una nueva asociación panamericana de mujeres intentaba contrarrestar la hegemonía estadounidense en todas sus formas. Ella creía que “Uruguay debería ser quien lo hiciera; ¡el más pequeño pero el primero!”63 Aclaró que este nuevo grupo promovería un panamericanismo basado en la igualdad y el respeto mutuo, en lugar de en la superioridad y el imperialismo económico de Estados Unidos. Antes de que Paladino se marchara a Baltimore, Paulina le entregó copias de su propuesta y la reciente publicación de Brum, Solidaridad americana, en la que sugería la creación de una Liga Panamericana de las Naciones que reconfiguraría la Doctrina Monroe en una política hemisférica multilateral.64 Luisi urgió a Paladino para que se asegurara de que la organización que propusieran alcanzara “el eco que merece en el corazón de todas las mujeres de América que luchan por la solidaridad y la fraternidad de todos los pueblos y de todas las razas”.65 También le encomendó no apoyar ningún otro plan sin antes garantizar la aprobación expresa de la alianza.66

Luisi creía que una de sus interlocutoras más recientes, la joven brasileña Bertha Lutz, apoyaría su búsqueda de un feminismo panamericano opuesto a la hegemonía de Estados Unidos. Después de que Lutz se presentara por medio de una carta un año atrás, Luisi había conseguido hacerla miembro de la IWSA.67 Durante los meses siguientes, ambas se escribieron con cierta regularidad, intercambiando noticias sobre los derechos de la mujer en Brasil y Uruguay, y sobre la IWSA. Ahora, Paulina le decía a Bertha: “Me agradaría mucho saber que Ud. va a Norteamérica para representar a las mujeres americanas del sur” en la Conferencia de Baltimore. Urgió a Lutz para que la consultara y “poder ponernos de acuerdo” sobre la agenda de la conferencia.68 No hay constancia de una respuesta de Lutz en los archivos de una y otra, pero sí de una disminución de la correspondencia entre ambas mujeres a partir de entonces. A pesar de que Lutz apoyó la propuesta de Luisi de una nueva organización feminista, abrazó un feminismo panamericano distinto al de la hispanohablante Luisi. La propuesta de Paulina saldría victoriosa, pero fue Bertha quien sí acudió a la conferencia.

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