Читать книгу Feminismo para América Latina - Katherine M. Marino - Страница 8

1. Una nueva fuerza en la historia universal

Оглавление

En mayo de 1921, Bertha Lutz, de 26 años, le escribió a Paulina Luisi, de 45, sobre un asunto que le preocupaba cada vez más: el “problema feminista”. El término feminisme había sido introducido en Francia y llegó a América a finales del siglo XIX, pero recién entonces empezaba a formar parte del vocabulario de líderes políticos, socialistas y mujeres de clase media, y de reformistas sociales como la brasileña Lutz y la uruguaya Luisi. Bertha buscaba introducirse en algunos grupos internacionales con los que Paulina tenía conexiones, al ser la feminista latinoamericana más famosa. En la carta, Lutz se disculpaba por su atrevimiento al escribirle sin tener el honor de conocerla personalmente y agregaba que era bien sabido que en Uruguay se le reconocía como una precursora.1

Desde Montevideo, Luisi se emocionó con la carta de Lutz. Ella creía que estaban dadas las condiciones para un nuevo movimiento de y para las mujeres de América, libre de la dominación de las europeas, capaz de promover el voto femenino, el bienestar y la paz en el hemisferio occidental. “Acepto pues con alegría esta correspondencia y colaboración internacional que promete mucho y es muy buena para nosotras”, le respondió Luisi.2 Ambas ayudarían a lanzar lo que Lutz consideró más tarde como “una nueva fuerza en la historia universal”: el feminismo panamericano.

Ambas mujeres creían que la primera Guerra Mundial había hecho añicos la creencia en la superioridad cultural europea. Se había abierto un espacio para que las nuevas naciones democráticas de América, con una historia compartida de colonialismo europeo, se transformaran en faros del progreso, la reforma social, el multilateralismo internacional y la paz. El nuevo panamericanismo defendía el progreso cultural y la soberanía política, con los derechos de la mujer como un aspecto central de ambos.

Sin embargo, Luisi y Lutz descubrirían que las suyas eran nociones diferentes y opuestas del feminismo panamericano. Paulina privilegiaba un movimiento organizado por mujeres hispanohablantes de la raza y celebraba una identidad panhispánica por sobre el imperio estadounidense y angloamericano. Su panamericanismo no siempre buscaba desmantelar la hegemonía de Estados Unidos, sino más bien que las naciones mejor constituidas de América Latina, como el propio Uruguay, fueran parte de esa hegemonía. Por otro lado, Bertha creía que los líderes legítimos del feminismo panamericano eran Brasil (representado por ella misma) y Estados Unidos (por la veterana sufragista Carrie Chapman Catt). Tanto una como otra asumían que sus países representaban el liderazgo continental. Finalmente, sus diferencias las llevarían a una ruptura.

El conflicto entre Luisi y Lutz representó una fisura ideológica más amplia entre quienes creían que el panamericanismo debía celebrar la cultura política de Estados Unidos como modelo para el continente y quienes creían que esta premisa debía rechazarse de manera explícita. Los desacuerdos a partir de las diferentes visiones de las participantes sobre el idioma, la raza y el imperio demostraron ser fundamentales para los orígenes del feminismo panamericano y darían forma al movimiento durante las décadas siguientes.

Feminismo para América Latina

Подняться наверх