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Prólogo

Esta obra nace de la confrontación personal que experimenté entre el mundo de la kata y mi instalación en Francia.

Nací en Japón y viví en mi tierra natal hasta los 23 años. A aquella edad ya contaba con unos diez años de práctica en el campo de las artes marciales y, de la misma manera, en la iniciación al mundo de la kata, factor esencial en la enseñanza de las artes marciales.

La kata comporta unos límites rígidos que definen aquello que uno busca, delimita los mundos exterior e interior y, de la misma manera, define nuestro lugar con relación a los demás. En mi caso, el hecho de instalarme en Francia tambaleó esos límites. Mi concepción de las relaciones con los demás fue puesta en tela de juicio.

Por ejemplo, a nivel del idioma me parecía increíble tutear a un anciano, ya que la lengua francesa no me ofrecía la posibilidad de expresar el mismo respeto que me permitía la lengua japonesa. De forma más general, la igualdad entre personas me pareció una contradicción con la aspiración japonesa de la jerarquización de la sociedad.

A partir del análisis de la kata en el ámbito del karate, tal como yo la he practicado desde hace 20 años –dónde el término kata se utiliza de manera explícita– encontré el equivalente a este término en todas las artes tradicionales japonesas. Al reflexionar sobre la kata, la secuencia básica de la práctica técnica de un arte, empecé a descubrir la estructura psicológica y las particularidades identificativas que presenta su práctica.

En japonés, la palabra kata tiene dos significados principales, a los cuales corresponden dos ideogramas que pueden ser utilizados indistintamente en el sentido que nosotros lo entendemos:

“Forma” , etimológicamente:“trazar con el pincel un parecido exacto”.

“Molde” , etimológicamente:“forma original hecha con tierra”.

Este ideograma también significa, desde hace mucho tiempo,

“huella”, “forma ideal”, “ley”, “hábito”.

Así pues, el término kata evoca tanto la imagen de una forma ideal que debe ser reproducida como su rigidez. No obstante –no siendo el aspecto histórico menos importante– no se sabe con claridad a partir de qué época empezó a utilizarse este término para designar el establecimiento y la transmisión de los conocimientos que tenían como fundamento técnicas gestuales codificadas.

De hecho, la kata forma parte de una larga tradición japonesa y su sentido no puede concebirse sin ciertas referencias históricas. Etapas fundamentales de la historia de Japón permiten explicar aspectos de la noción del término kata y aclaran hechos o comportamientos recientes, a priori incomprensibles e incluso insensatos.

La palabra kata apareció en una clase social dominante, la de los guerreros, y hoy en día todavía está presente en muchos ámbitos, incluso aunque muchos japoneses no sean conscientes de ello. Otros elementos culturales se han sumado al término kata y han formado con él, a lo largo de los siglos, una estructura en la cual se fundamentan las particularidades de Japón.

A causa de cuestión de identidad personal, he querido explicar el papel y la importancia de la kata en Japón y por qué ésta todavía concierne a los japoneses, los cuales se encuentran entre una tradición dónde la estabilidad es evidente y las transformaciones rápidas de su vida social.

En el apartado siguiente, el ejemplo de Yamaoka Tesshu, guerrero del siglo XIX, ilustra perfectamente la imagen ideal del hombre, todavía presente en la sociedad contemporánea japonesa. Su vida, completamente centrada en la realización de la kata y, en su totalidad, dirigida hacia la perfección, traduce una manera de ser y de pensar indisociable de su sociedad.

Las katas

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