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Tres

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Shadow

Abandoné cualquier tipo de fe la noche que Ryker nos capturó. Ni cielo ni infierno, solo un purgatorio pasando hambre en la oscuridad que se prolongaba indefinidamente. Hasta esa noche, cuando la policía irrumpió en el ring de combate, arrestando a Ryker y a su banda. Y lo mejor: tres ángeles vinieron a sacarnos de nuestra prisión.

—Quédate con este —mandó uno de los ángeles a otro—. Tengo una cizalla en mi bolso. Espero que el collar no se le haya incrustado en el cuello a ninguno.

Tan fuertes y feroces nos preciábamos de ser, uno por uno todos lloramos y gimoteamos agradecidos cuando nos llegó el turno de ser liberados. El ángel se tomó un momento con cada uno, dándonos palmaditas en la cabeza y murmurando algo sobre que ya se había acabado.

Yo era el que estaba más lejos de ella, así que fui el último.

—Vamos a quitarte esta cosa horrible. —Sus palabras sonaban como un arrullo.

No estaba más orgulloso que mis hermanos o mis enemigos. Ser libre era demasiado bueno para pensar en eso. Esa era la única manera que tenía de agradecérselo. Pasó los dedos por mi pelaje mugriento y enmarañado. Era hermosa. Su pelo color miel estaba recogido; su cara, sin maquillar, y su sencilla ropa, rasgada. Sus ojos verdes estaban llorosos y sus mejillas, tan redondas como el resto de sus curvas y probablemente igual de dulces. Su pequeña boca me resultaba irresistible. Olía exactamente a lo contrario que la mierda y la desesperación que hasta ese momento habían inundado mis fosas nasales. Inhalé vainilla, canela, manzanas y todo lo bueno de ser humano. Se me hacía agua la boca con solo pensarlo.

Cualquiera que estuviera tan lleno de amor y compasión por un montón de animales sucios y vapuleados como los Channing e incluso los Lowe se había ganado mi lealtad eterna. Cualquier cosa que ella quisiera sería suyo.

—Todo va a estar bien —me susurró, y yo me apreté contra su pierna—. Te voy a sacar de aquí. Ahora estás a salvo. Te daré algo de comida y un baño.

Quedaban dos semanas para la luna llena. Entonces estaría más fuerte, pero no tenía forma de preparar a aquel ángel para nuestra transformación. Hacía tanto tiempo que ninguno de nosotros era humano, que la próxima metamorfosis podría ser… interesante.

—¿Estás bien, chico? —le pregunté a Archer. Seguía tumbado en medio del ring, con la garganta vendada. Mis hermanos se unieron a nosotros, dándole suaves toquecitos con sus hocicos. Mientras dos ángeles traían jaulas al ring, fantaseé sobre cómo sería tener a aquella mujer entre los brazos y agradecerle apropiadamente habernos salvado la vida.

—Lo estaré —dijo Archie, con la mirada desenfocada.

—No os acerquéis —les advertí a los Lowe cuando Major subió al ring—. Ahora no. Estábamos tan cerca de ser rescatados, que no quería arruinarlo todo machacándolos.

Todos volvimos al cautiverio voluntariamente. Los ángeles cargaron nuestras jaulas en el camión sin mucho esfuerzo. Nos moríamos porque llegara aquel momento y sobrevivíamos solo por él, pero estábamos demasiado débiles para disfrutarlo.

—Kiera, ¿puedes conducir? —preguntó mi hermoso ángel. Se sentó en el suelo con Archer, que apenas se había movido.

Vamos, chico, vive. Ya somos libres.

—Me voy a quedar atrás con este. No quiero dejarlo solo —prosiguió.

—Sí, claro —respondió Kiera, ajustando los cierres para que no nos deslizáramos por la parte trasera del camión. Mi ángel se subió con nosotros, con el cuerpo de mi hermano en brazos. Le goteaba sangre de la manta que había servido improvisadamente como vendaje. Ella se acomodó en medio de las cajas delicadamente, colocando a Archer a su lado.

No olía bien. Joder.

—Bueno, chicos. —Mi ángel miró hacia las jaulas, y me di cuenta de que nos hablaba a nosotros, no a sus compañeras de trabajo. ¿Sabía lo que éramos? Estaba bastante seguro de que había solo cinco jaulas. Mierda, no había visto a Shea desde que los policías interrumpieron la pelea. A él le habían prometido la libertad, y el cabrón se la había tomado.

Yo habría hecho exactamente lo mismo.

— Soy Trina, Kiera conduce y Lyssie monta una escopeta. Ellas creen que estoy loca por hablar con animales, pero sé que me entendéis. —Se detuvo y puso una cara hacia la parte delantera del camión. Si fuera humano, me habría reído—. Somos del Refugio de Animales Forever Home. Ahí es donde vamos. Os daremos comida caliente, mejor que la que os han dado en… —Se atragantó y no terminó la frase—. Os bañaremos a todos. Os cepillaremos el pelaje y vendaremos esas heridas. Os daremos camas cómodas para que durmáis. Nos vamos a asegurar de que no sufrís más, de que os recuperáis, y entonces os buscaremos un hogar. No habrá más peleas, ni más abusos. Se acabó.

Nos dejó sin palabras.

No podía apartar los ojos del bello ángel llamado Trina. Le dio una palmadita en la cabeza a Archer, murmurándole. Él cerró los ojos y suspiró.

—¡Mierda! ¡No! ¡No, no, no! —Trina se inclinó sobre el cuerpo de Archer. Me apreté contra la parte delantera de mi jaula y aullé. Mis hermanos se unieron, pero ningún lamento iba a cambiar nada.

No podía estar pasando. Mi hermano pequeño dependía de mí para mantenerlo a salvo. Lo dejé venir con nosotros la noche que nos capturaron porque pensé que se curtiría si salía a correr un par de veces con nosotros. Debí haber evitado a toda costa que peleara esa noche. Daba igual que estuviera encadenado. Lo dejé meterse en un combate que no podía ganar.

—¿Qué pasa? —Lyssie se arrastró a la parte trasera del camión.

—Lo perdimos —Trina estrechó el cuerpo sin vida de Archer contra ella.

Y todo por mi culpa.

Miré a Major.

—Será mejor que Shea corra mucho, y se vaya bien lejos de aquí. Porque como lo atrape, lo voy a tratar con la misma misericordia que ha tenido con Archer.

Su Lobo Cautivo

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