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CAPÍTULO 1
ALGUNAS DISTINCIONES BÁSICAS

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Dado que el propósito es caminar juntos entiendo que es importante tener entre nosotros un lenguaje común y compartido.

En el uso del lenguaje existe la llamada regla de libertad de estipulación. Esta enuncia que las palabras son signos creados arbitrariamente. Establece que el ser humano es libre de establecer el significado que quiere para las palabras; es aplicable para dar significado a palabras que no lo tenían y/o cambiar el significado convencional que una palabra ya tenía. Pero la aplicación indiscriminada de la regla de libertad de estipulación llevaría a una dificultad en la comunicación; por eso el lenguaje está regido por una regla de uso común que establece que deben usarse las palabras con el significado convencional que se les ha dado. Cualquiera puede definir alguna cosa del modo que quiera. Si quiero puedo definir mesa como un objeto que sirve para sentarse. Tengo la absoluta libertad de hacerlo. Pero si lo que quiero es conversar y dialogar con otro tengo que hacerlo desde un código perteneciente a todos los miembros de una misma comunidad biolingüística.

Las personas que supervisan conmigo vienen de diferentes escuelas y formaciones y acontece lo mismo con aquellos que participan en mis workshops o seminarios. En el campo del coaching, no siempre y no todos significamos de la misma manera. No hablamos el mismo lenguaje y esto trae aparejadas incomprensiones y distorsiones en nuestra comunicación. Por deformaciones en el aprendizaje confundimos definiciones. He escuchado a alguno de mis supervisados decir “Hice un coach” en vez de “Hice un coaching” o usar como sinónimos los conceptos de brecha y quiebre.

Hago esta introducción porque quiero presentar un marco conceptual y algunos significados desde los cuales me expresaré en este libro con el propósito de hacerme entender.

Lo dicho es dicho desde el particular observador que soy.

No tengo la pretensión de hacer un diccionario. Tampoco tienes que estar de acuerdo conmigo. Puedes tener tu propia manera de entender o explicar algunos conceptos y no pretendo transformar los míos en una verdad.

Mi intención es señalar una serie de distinciones con el afán de corregir lo que yo creo que son distorsiones y vicios en el lenguaje del coaching, pero más que nada para transmitirte desde dónde, desde qué concepción teórica me comunico contigo.

EL OBSERVADOR QUE SOY

En mis presentaciones públicas suelo decir que soy un bígamo profesional. A pesar del tiempo transcurrido sigo enamorado y ejerciendo la práctica clínica en psicoterapia y también me he casado con la práctica y el ejercicio del coaching, tanto bipersonal como con grupos y equipos en el ámbito organizacional.

He cumplido treinta y nueve años como psicoterapeuta y diecisiete como coach.

Haciendo un cálculo aproximado (siempre fui malo para las matemáticas), de 100 h x mes x 10 meses = 1000 h x año x 17 años = 17.000 h. ¡Mientras estoy escribiendo este libro llevo trabajando diecisiete mil horas como coach!

Millones de segundos, miles de minutos hablando, escuchando, emocionando, conversando. Dando vueltas juntos. Enseñando y aprendiendo. No es retórica ni lo correcto que se debe decir; es mi verdad cuando digo que aprendí de mis maestros, mis pacientes y mis coacheados.

Atención flotante, escucha activa, comprensión, ser compasivo; a veces, muchas, no siempre. Des-atento, disperso, distraído, irritado, confuso; a veces, no muchas, no siempre.

Pasé por todos los estados; a veces, en algunos momentos, me sentí genial, brillante e inspirado por la divinidad, semidios. Orgulloso de lo que sé y de quién soy. En otros, dudando de todo, irritado conmigo mismo, avergonzado, culpable, incompetente.

Cada coach elige aquella teoría y aquella práctica que más le conviene (conviene = viene conmigo). Aliento el pluralismo y sostengo que el hecho de que las teorías no sean validadas por otros, no significa que sean inválidas. El sectarismo es contrario al espíritu mismo y a la ética del coaching.

El coaching que practico es una síntesis integradora, resultado de mi propio recorrido profesional.

Construí mi manera de trabajar sobre la base del desarrollo de muchos maestros en el tema como Fernando Flores, Rafael Echeverría, Fred Kofman, Julio Olalla, Humberto Maturana y otros, con algunos de los cuales tuve la oportunidad y el privilegio de aprender y trabajar.

En esencia, mas no exclusivamente, la orientación es ontológica: ¿cómo no integrar lo sistémico si la díada coach-coacheado es en sí misma un sistema?, ¿cómo trabajar con equipos si no los pienso sistémicamente? ¿Cómo no integrar el conocimiento del estudio de lo corporal y las emociones, si estamos hablando de diferentes dominios de observación? ¿Por qué no integrar al pensamiento guestáltico, a los cognitivistas y a tantas otras visiones?

Entonces, más tarde, esos aprendizajes iniciales se fueron articulando con conceptos y reflexiones personales provenientes tanto del campo de la psicología, el aprendizaje transformacional y organizacional, la teoría de los sistemas y la comunicación, así como de concepciones y aportes personales que fui consolidando en el desarrollo de mis cursos, prácticas, nuevos aprendizajes y experiencia.

EL ARTE Y EL OFICIO DEL COACHING

Cierta vez una muy entusiasmada novata coach me dijo que para ella el coaching era un estilo de vida. No acordé con esa definición. Para mí, ser coach es una función, un arte y un oficio; por eso, aunque no suene poético o romántico, hablo de trabajo.3 Es un rol. Que ejercemos con entrega, dedicación, amor y responsabilidad. Es una profesión. Tanto como ser médico, albañil o maestro. Suelo decir que no “tenemos” hijos; “somos padres” de nuestros hijos. Ser padre también es una función.

Me irritan –y me aburren– algunos colegas psicólogos cuya vida gira alrededor de interpretar todo y en todo momento al igual que algunos colegas coaches que hacen lo mismo hasta en sus conversaciones más triviales como las que se dan en las reuniones entre amigos. Hacen de ello un modo de estar en el mundo. Ser coach (o ser psicólogo) no es ser el agente 007, no es tener licencia para matar. James Bond lleva un arma, pero solo la usa en determinadas y justificadas situaciones. Como coaches no tenemos armas sino herramientas poderosas y posibilidades de hacer distinciones que sugiero que sean utilizadas en determinados espacios, cuando corresponda y con el pedido o la autorización del ocasional interlocutor.

Personalmente no entiendo el coaching como un estilo de vida. Es una muy noble tarea y de una tremenda responsabilidad en la que nos involucramos profesional, ética, física y emocionalmente.

Además, tenemos que reconocer que el coaching tiene sus limitaciones y nosotros como coaches tenemos las propias.

QUÉ ES COACHING

Coaching es un proceso

 de aprendizaje

 transformacional

 de asunción de responsabilidad.

Es aprendizaje en la medida en que se entienda el aprender como el proceso que posibilita expandir la capacidad de acción efectiva de un individuo, de un equipo o de una organización.

Es un proceso para obtener resultados diferentes. Poder hacer hoy lo que ayer no sabía o no podía hacer. Pero desde la concepción ontológica hay una distinción fundamental ya que se entiende que no se trata meramente de un aprendizaje conceptual o de nuevas habilidades, sino de obtener aprendizajes a partir de una transformación personal.

Es transformacional porque en ese proceso se produce una transformación del tipo de observador del mundo que cada persona es. Tiene el sentido de aquello que transmuta. Por eso me gusta decir que el coaching es un proceso alquímico y el coach un alquimista. Tener mayores posibilidades de hacer distinciones permite observar de manera diferente, pensar diferente y, por ende, decidir acciones diferentes. Estas acciones nos conducirán a resultados diferentes y muchas veces extraordinarios.

Es asunción de responsabilidad o, mejor aún, respons(h)abilidad, ya que implica asumir el protagonismo de ese poder transformador. Es concebirnos como cocreadores y coautores de la gestión de una empresa o una organización, como así también de nuestras propias vidas y decisiones. Significa habilidad para RESPONDER frente a las circunstancias que la vida nos enfrenta.

EL ROL DEL COACH

Es un provocador y un facilitador durante ese proceso en el que ofrecemos, establecemos y hacemos posibles las condiciones y los recursos necesarios para que los individuos sean gestores de sí mismos. Como coaches somos coautores y cocreadores de esas condiciones trabajando con otros sobre sus propias capacidades.

Parafraseando a Martin Buber (1994) diremos que el yo coach no le dirá al otro quién o cómo ser, sino que con su “soplido” creador estimulará al del coacheado a ser un cocreador de sí mismo y a responsabilizarse por ello.

El coaching contribuye también al ejercicio de la libertad, entendida como potencial para la creatividad y para la expansión del autoconocimiento y la capacidad, para actuar en forma responsable como un yo en el respeto del otro como un .

EL QUIEBRE Y LA BRECHA

Hablo de quiebre para referirme a aquello que aqueja al coacheado. Es esa situación que provocó o desencadenó lo que define como problemático; el dolor, incomodidad, molestia, sentimiento de incapacidad o incompetencia frente a una circunstancia y que se transforma en motivo de consulta.

La brecha, por su parte, es ese espacio o distancia entre lo que el coacheado sabe y no sabe, entre lo que puede y no puede, entre lo que tiene y lo que no tiene, pero quiere.

Coachear es declarar que hay algo que no puedo pero que quiero. Esta declaración implica una herida narcisística.4 Es declarar que hay algo que no sé. Pero al mismo tiempo requiere una declaración de querer saber.

Este es un requisito indispensable para entrar en proceso de coaching. Sin brecha no hay coaching posible. Puedo declarar que hay algo que no sé pero que, al mismo tiempo, no me interesa saber; por lo tanto no hay brecha. Por ejemplo, personalmente me declaro un incompetente en matemáticas o en tecnología informática pero, como todo el mundo, tengo solo veinticuatro horas al día y elijo invertir mi tiempo en el aprendizaje de otras temáticas como psicología o filosofía. No tengo brecha ante las matemáticas y cuando requiero para mis tareas alguna cuestión en esas áreas solicito colaboración a quienes saben de ello.

Diferente es la cuestión cuando un coacheado tuvo un quiebre en su trabajo; por ejemplo un malestar con un superior por una baja evaluación de desempeño que considera injusta y teme las consecuencias de confrontarlo en una conversación. Declara: “Me siento desmotivado y enojado”; su juicio: “Las injusticias de mi jefe”; su deseo: “Aclarar las cosas y recuperar mi motivación.” Su brecha: “No sé cómo, pero quiero hacerlo”.

Entre uno y otro polo de la brecha podemos graficar que hay obstáculos que están impidiendo acortarla. Y, justamente, el trabajo de coaching será el de procesar esos obstáculos, disolverlos o resolverlos asumiendo responsabilidad, protagonismo y poder. En ese proceso, el coacheado transformará el observador que es para encontrar nuevos sentidos, nuevas respuestas, con la finalidad de expandir su capacidad de acción efectiva en procura de alcanzar los resultados deseados.

LA ONTOLOGÍA

Según su etimología, la ontología se ocupa del estudio del ser. “Onto”, en griego, significa ser, estar. “Logos” es tratado, estudio, teoría.

Este término surgió a principios del siglo XVII; se define como la rama de la filosofía que se ocupa de la naturaleza y la organización de la realidad; es decir, de lo que “existe”. Muchas preguntas tradicionales de la filosofía pueden ser entendidas como preguntas de ontología: ¿existe Dios? ¿Existen entidades mentales, como ideas y pensamientos? ¿Existen entidades abstractas, como los números?

La ontología en el sentido que aquí le doy es la investigación del ser en tanto que ser, o del ser en general, más allá de cualquier cosa en particular que es o existe.

Más específicamente, la ontología se encarga de determinar qué categorías del ser son fundamentales y se pregunta si a los objetos incluidos en esas categorías se los puede calificar de “seres”, y en qué sentido.

Echeverría, Maturana y otros pensadores no conciben a la ontología en un sentido metafísico como convencionalmente se define esta noción;5 la refieren a aquellas dimensiones que compartimos como seres humanos y que nos confieren una particular forma de ser. En este sentido, el lenguaje es la clave para comprender los fenómenos humanos. Ese lenguaje de la interacción entre los seres humanos; no como un fenómeno biológico sino social. Un objeto es definido como tal en un dominio consensual con otros y es constituido en el lenguaje. De ahí que digamos que los seres humanos vivimos en un mundo lingüístico y coordinamos acciones con otros a través de él. (Echeverría, 1995)

Siempre que hablo de este tema surge una pregunta y una legítima inquietud en alguno de mis alumnos: “Pero hay especies que también tienen lenguaje propio y coordinan acciones. Por ejemplo, las jaurías o los pájaros”. Efectivamente es así. Sin embargo, hay dos aspectos bien diferenciados entre humanos y otras especies:

1 los humanos tenemos un número mayor de signos consensuados y seguimos creando nuevos;

2 el lenguaje humano es recursivo. Esto significa que podemos hacer girar el lenguaje sobre sí mismo; podemos hablar sobre nuestro hablar o podemos pedir especificaciones sobre algo que ha sido dicho.

Dice Echeverría (1995, pp. 51-52):

Esta capacidad es la base de lo que llamamos reflexión. Los metafísicos vieron la reflexión como una propiedad de la mente, escindida de alguna conexión con el lenguaje (de ahí la caracterización de seres racionales). Sin embargo, la razón es una función del lenguaje. Somos seres racionales porque somos seres lingüísticos viviendo en un mundo lingüístico.

LA ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE

Es una tesis que trata de explicar al ser humano como un ser intrínsecamente lingüístico. Está basado en trabajos desarrollados por pensadores como Fernando Flores, Humberto Maturana, Rafael Echeverria, Francisco Varela, partiendo de previas lecturas de Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Martin Buber, Ludwig Wittgenstein, John L. Austin y John Searle.

Los tres postulados básicos de la ontología del lenguaje son:

1 Interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos.

2 Interpretamos al lenguaje como generativo.

3 Interpretamos que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él.

El lenguaje es activo. Crea realidades. Esa acción genera ser. Generamos sentido a través del lenguaje y mediante la acción que nos permite transformarnos como observadores, como personas, haciéndonos responsables de nuestra existencia y asumiendo la responsabilidad de transformar nuestro mundo.

Es importante hacer una distinción entre ontología del lenguaje, y, filosofía del lenguaje. El foco de atención de esta última al igual que en la lingüística está puesto en el lenguaje, mientras que el principal interés de la ontología del lenguaje son los seres humanos y el sentido del vivir.

En este sentido, la ontología, nuestra comprensión de lo que significa ser humano, no implica necesariamente la adopción de una perspectiva metafísica. Podemos tener una ontología metafísica, como la tuvieron los metafísicos griegos, pero podemos también generar ontologías no metafísicas, como lo reivindica la ontología del lenguaje. (Echeverria, 1995:28)

EL CONCEPTO DE DISTINCIÓN

El lenguaje nos proporciona la capacidad de distinguir aquello que nombramos. Cuando distinguimos algo nuevo, adquirimos un aprendizaje que amplía nuestra mirada y que, por tanto, modifica nuestra capacidad de acción.

Con el avance de los conocimientos tecnológicos, científicos, médicos, etc., tenemos hoy la posibilidad de observar realidades que ya existían pero que no podíamos ver, como por ejemplo el descubrimiento de nuevos nueroreceptores, planetoides en el espacio, etc. También tenemos más competencias para poder intervenir en ellas en la acción.

Allí donde yo veo solamente cables, metal, tapas, gomas, etc., un mecánico automotor puede ver, definir y operar en un problema de carburación de mi automóvil.

En el mundo empresarial u organizacional acontece lo mismo. Las diferentes áreas o gerencias que la constituyen se especializan en distinciones que responden a distintos ámbitos de acción: ventas, recursos humanos, finanzas, informática, marketing, etc.

Cuanto mayor es nuestra capacidad de hacer distinciones, tenemos más posibilidades de acción.

No podemos distinguir algo que no conocemos, para lo cual no tenemos una distinción lingüística; aquello, en suma, que no podemos nombrar. Solo somos capaces de observar lo que podemos distinguir o separar en el lenguaje como algo diferente. El mundo existe independientemente con todo su misterio a la espera de una observación y explicación.

El poder de acción de una persona o una organización en determinados ámbitos depende del conjunto de distinciones disponibles para observar y operar en ese dominio de realidad.

En coaching utilizamos las distinciones que el lenguaje nos proporciona como herramientas de intervención. Trabajamos con palabras cotidianas que el coacheado suele utilizar en su estilo coloquial con otra interpretación: somos observadores diferentes.

EL OBSERVADOR

Quien distingue es siempre un observador, alguien que mira desde su propia concepción del mundo, desde su historia, su cultura, sus experiencias; su vida toda.

El mundo se constituye a partir de las distinciones con las cuales vemos y operamos en la realidad. Personas u organizaciones son observadores diferentes porque poseen un universo de distinciones diversas que les dan otras capacidades de acción.

Llamamos observador a la particular manera que cada uno tiene de dar sentido a algo que observa. Es imposible separar el objeto que es distinguido del observador que distingue. Si la percepción de la realidad es subjetiva y depende del observador y de su concepción del mundo, entonces tenemos que aceptar la posibilidad de que existan tantas interpretaciones como observadores y que todas ellas son igualmente legítimas.

Somos observadores diferentes porque tenemos o construimos modelos mentales diferentes y porque tenemos mayores o menores posibilidades de hacer distinciones.

ESCUCHA ACTIVA Y ESCUCHA EMPÁTICA

Señalo esta distinción porque muchas personas, incluidos coaches certificados, confunden estos conceptos hasta el colmo de hablar de simpatía como sinónimo de empatía.

La escucha activa significa hacerlo con atención y confirmar que hemos entendido. Es estar totalmente presente y legítimamente interesado en el discurso del otro.

Según S. Covey (1996), cuando otra persona habla, por lo general, la escuchamos en uno de los cuatro niveles siguientes:

 Podemos estar ignorándola, no escuchando en absoluto.

 Podemos fingir y solo estar esperando que termine su alocución.

 Podemos practicar la escucha selectiva, oyendo solo ciertas partes de la conversación.

 Podemos brindar una escucha activa, prestando atención y centrando toda nuestra energía en las palabras que se pronuncian.

Para que este tipo de escucha sea efectiva es conveniente:

1 Prestar atención a lo que se está diciendo, mirando de frente, y no estar ocupado al mismo tiempo con alguna otra tarea o cuestión.

2 Solicitar aclaración o pedir que se repitan las ideas si hay alguna ambigüedad o duda.

3 Proponernos que mientras estemos escuchando no interrumpiremos el discurso del interlocutor, no completaremos sus frases o ideas cuando esté en alguna pausa reflexiva de su discurso y mucho menos estaremos pensando en nuestra respuesta.

4 A veces –no siempre, porque sería tedioso e irritante para el otro– hacer un chequeo de comprensión de lo escuchado.

La escucha empática va más allá de registrar, reflejar y entender las palabras pronunciadas. Es aquella en la que tratamos de comprender al otro pero no meramente desde el significado de sus palabras; propone ponerse en el lugar de la otra persona, intentando ver la realidad desde el marco de referencia de nuestro interlocutor, evitando teñir toda la comunicación con nuestras propias apreciaciones y preconceptos.

Decimos comúnmente, y con acierto, “ponerse en los zapatos del otro”. En cambio cometemos un error cuando decimos “Yo, en tu lugar, haría otra cosa”, porque desde ese lugar –el del otro, siendo ese otro-, diría/haría lo mismo. Más correcto sería decir: “Yo en esa situación, desde este que soy haría…”. Se trata de hacer el esfuerzo de entrar en el marco de referencia de la otra persona, intentar ver con los ojos del observador que es el otro, identificar lo que siente. Poder hacerlo aun sin estar de acuerdo, tratando de comprenderlo emocional e intelectualmente.

Un encuentro de dos: ojo a ojo, cara a cara

Y cuando estés cerca, tomaré tus ojos

y los pondré en lugar de los míos,

y tú tomarás mis ojos,

y los pondrás en lugar de los tuyos.

Y luego te miraré con tus ojos,

Y tú me mirarás con los míos.

Jacobo L. Moreno

Acceder a una comprensión de su modelo no significa acordar con él. Empatía es tratar de comprender desde el sistema de creencias del interlocutor, la lógica de su respuesta frente a las circunstancias. Empatía no es justificar; es validar su opinión o su emoción, ayudando luego a procesar y rearticular su creencia.

3 No concuerdo con ciertas posturas teóricas y hasta “almibaradas” o románticas de presentar al coach como un par del coacheado. El coach tiene un rol diferenciado y claramente asimétrico porque tiene competencias y autoridad que el coacheado no tiene y porque, además, no seamos puristas o ingenuos, cobra por sus servicios.

4 En alusión al mito de Narciso, narcisismo refiere al amor a la imagen de sí mismo. Al hablar de herida narcisística me refiero a algo que lastima la autoestima del sujeto. La noción de narcisismo aparece por primera vez en S. Freud en varios de sus escritos a partir de 1910.

5 Según el Diccionario de la lengua española (RAE, 2005), es la parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales. La ontología define al ser y establece las categorías fundamentales de las cosas a partir del estudio de sus propiedades, sistemas y estructuras.

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