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Un amor que parecía ser:

el extraño romance de Juan Calvino e Idelette de Bure

William J. Petersen

Alguien dijo cierta vez que todos los franceses son buenos amantes. Juan Calvino parecía trabajar duro en contra de esa idea. Siendo un bachiller de 31 años, Calvino anunció que él no era uno de “aquellos amantes desquiciados que abrazan también los vicios de los enamorados, que enloquecen con la primera visión de una bella figura”.

Junto a Martín Lutero, Calvino fue un gigante de la Reforma Protestante. Pero a diferencia de Lutero, quien escribió con frecuencia sobre su relación apasionada por su esposa Katie, Calvino nunca se refirió a su vida amorosa, aunque este libresco estudioso tampoco habló mucho acerca de otros asuntos personales.

Educado en Francia y famoso por su obra en Ginebra, Calvino encontró esposa en la Estrasburgo de habla alemana, aunque sería más adecuado decir que “le encontraron una esposa”. La historia podría tener mucho éxito hoy como un reality show.

Detenido en su camino

Poco tiempo después de su conversión que lo llevó a abrazar la causa protestante, Calvino dejó su nativa Francia para buscar un ambiente más libre en Suiza. Deteniéndose en Ginebra, fue presionado para colaborar con el fiero predicador Guillermo Farel. “Permanece aquí”, le dijo, “y ayúdame a reformar la ciudad”. Calvino no se veía como dirigente eclesiástico, pues era más un investigador y erudito, pero Farel no aceptó un no por respuesta. “Pones como excusa tus estudios”, lo fustigó. “Estás siendo egoísta y orgulloso”.

De modo que se quedó en Ginebra. “Sentí como si Dios desde los cielos había colocado su mano poderosa sobre mí para detenerme en mi camino”, dijo después. Pero Ginebra no fue fácil para este dúo dinámico. Menos de dos años después, a Calvino y Farel les dieron tres días para abandonar la ciudad. Lo cual hicieron. Sufriendo dolores de cabeza crónicos y molestias estomacales, Calvino prometió nunca más verse inmerso en asuntos eclesiásticos administrativos.

Estrasburgo tenía sus problemas, también

Entonces fue cuando encontró su pareja, en más de una forma. Martín Bucero, el jefe del movimiento protestante en Estrasburgo, invitó a Calvino a dirigir una iglesia de refugiados en esa ciudad. Quizá fue el hecho de que él mismo era un refugiado, pero de cualquier forma, a pesar de sus objeciones, Calvino aceptó. Así comenzó una estancia de tres años en Estrasburgo.

Mientras el trabajo en la iglesia iba bien, no sucedía lo mismo con las finanzas de Calvino. Rentó una casa grande y lo convirtió en un dormitorio para estudiantes, con la esperanza de que las rentas lo ayudarían. No fue así. Además de los problemas económicos, tenía problemas con las personas, lo que complicó sus problemas de salud.

Era inquilino de una casera y cocinera que tenía una lengua aguda. No podía trabajar bien a causa de eso. Ella tendía a gritarle a sus huéspedes justo cuando Calvino trataba de terminar la segunda edición de su clásica Institución.

Finalmente, Bucero le dijo a Calvino: “Deberías tener una esposa”. Bucero no sugería este tipo de cosas, que por lo general eran órdenes. Después de tres décadas de soltería, éste sería el mayor ajuste en la vida de Calvino. Pero si tenía una esposa, pensaba él, ella podría decidir qué hacer con las caseras complicadas. Así que aceptó que hubiera un “comité de búsqueda” para encontrarle una esposa idónea.

Comienza la búsqueda

Calvino dio instrucciones claras: “Recuerden, espero encontrar una compañía para vivir… El único tipo de belleza que puede obtener mi alma es una mujer que sea gentil, pura. Modesta, ahorrativa, paciente y que esté dispuesta a preocuparse por mi salud”. Calvino tenía razón en esto último. Decía que comía sólo una vez al día y que con frecuencia tenía indigestión, dolores de cabeza, cálculos biliares, hemorroides, gota, fiebre y asma crónica.

Candidata núm. 1

Les llevó un año y medio encontrar una candidata con probabilidades. En el lado positivo, la mujer era saludable, lo cual sería útil debido a que Calvino deseaba vivir la vida de un estudioso. Su hermano era un ardiente partidario de las enseñanzas de Calvino y actuó como promotor a favor de ella. Esta propuesta entusiasmó a todos, menos a Calvino. Por el lado negativo, ella no hablaba francés, aunque tenía disposición para aprenderlo. Pero otro problema era, de hecho, su dinero, como describe Calvino en una carta a su viejo amigo Farel: “Tú entiendes, Guillermo, que ella podría venir con una gran dote y esto podría ser comprometedor para un pobre ministro como yo. Siento, además, que ella podría llegar a estar insatisfecha con su humilde papel en la vida”. Así que Calvino no la aceptó.

Antología de Juan Calvino

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