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Breve semblanza de un hijo rebelde del siglo XX argentino

A pocos hombres les calza tan bien como a Liborio Justo la expresión “fue un hijo de su siglo”. La historia de su vida es, en cierta medida, la historia del siglo XX, con su vértigo modernista, sus esperanzas revolucionarias y sus trágicas frustraciones. Nació a la vida política e intelectual con la Reforma Universitaria, la que según sus propias palabras traía “un impulso vital incontenible”. No tardó en identificarse con esa Nueva Generación que “se sentía dueña del mundo” y aspiraba a transformarlo.

Este impulso romántico y renovador vino a dar, efectivamente, un sentido vital a ese adolescente solitario, angustiado y rebelde que exploraba una y mil formas de escapar al círculo de hierro de su medio. Solitario, individualista pertinaz, dotado como él mismo decía de un “bárbaro orgullo”, participó intensamente del espíritu moderno de su siglo: fue un viajero incansable, deportista tenaz, fotógrafo aficionado y escritor modernista. Pero el encumbramiento de su padre, el general Agustín P. Justo, primero al frente del Ejército argentino y luego como presidente de la República, abrumó al joven que no quiso aceptar el hecho de tener que jugar en la historia el rol ancilar de hijo de su padre.

Liborio Justo nació, en 1902, en el barrio porteño de Palermo en un hogar tradicional de la oligarquía argentina, el primogénito de varios hermanos. Tanto su padre, el general Justo, como su madre Ana Bernal, eran descendientes de familias patricias cuyos linajes se remontaban a los tiempos del Virreinato del Río de la Plata. Poco tiempo después de su nacimiento, la familia se trasladó a una quinta en la localidad de Bella Vista y años después a otra en la localidad de San Martín, escenarios donde, según su propio testimonio, transcurrió su “niñez solitaria y salvaje”. Cursó los estudios primarios y secundarios en el Colegio La Salle de Buenos Aires. Por entonces, se destacaba en el deporte, acompañaba a su padre en expediciones y a diversos destinos a lo largo del país (Córdoba, Mendoza) y nacían sus inquietudes literarias.

A comienzos de 1919, siendo estudiante de la Carrera de Medicina en la Universidad de Buenos Aires, toma parte en las primeras luchas de la Reforma Universitaria que se había iniciado el año anterior. Milita en el Centro de Estudiantes de Medicina y publica sus primeros artículos en su órgano, La Nota. Lector de Jack London, Joseph Conrad, Rudyard Kipling y Horacio Quiroga, anhela una vida de viajes y aventuras, lo que lo lleva a abandonar en cuarto año sus estudios de medicina para recorrer Perú, Bolivia, el sur argentino, Misiones y el Paraguay (1924-25). En 1926, inicia un viaje por Europa y luego otro por los Estados Unidos, para retornar a Buenos Aires en 1927.

Entre marzo y abril de 1928, realiza un viaje por la Patagonia. En 1929, viaja a Paraguay para trabajar como encargado de una empresa forestal. En 1930, viaja por Tierra del Fuego y Chile. Este mismo año obtiene una beca del Institute of International Education de New York, pero su voluntad rebelde le cierra el camino de investigador en Estados Unidos cuando fustiga la política panamericanista en un discurso en la Universidad de Williamstown. En 1931, está de regreso en Argentina, donde su padre había participado junto al Gral. José Evaristo Uriburu en el golpe militar de septiembre de 1930 y poco después, en 1932, asumiría la presidencia de la República por la Concordancia, una alianza entre conservadores y radicales antipersonalistas.

Liborio Justo se aleja todavía más del universo familiar, buscando a través de sus viajes el modo de forjar su propio destino. Mientras realiza sus primeras lecturas marxistas, viaja a Misiones (1929) y luego a las Islas Orcadas y a los mares antárticos (1932), experiencia que nutre los relatos de su primer libro, La tierra maldita (1932), publicado con el seudónimo de Lobodón Garra. En julio de 1933, vuelve a Misiones y se instala en la casa del escritor Horacio Quiroga. Como muchos de los vínculos de amistad que solía entablar, la plácida convivencia misionera desemboca apenas cuatro días después en una ruptura de relaciones.

Liborio Justo sigue buscando su propio destino. Retorna, en 1934, a Nueva York, vinculándose a los medios obreros, intelectuales e izquierdistas: el Partido Comunista de los Estados Unidos, el John Reed Club y el Socialist Workers Party (trotskista). Este hijo de un presidente argentino llega a trabajar brevemente como vendedor callejero del Daily Worker, el periódico de los comunistas americanos. Toma, por entonces, una serie de fotografías en las calles de una Nueva York azotada por la crisis y la desocupación, que expone en Buenos Aires en 1935.

De retorno en Buenos Aires, a fines de 1934, se vincula a los intelectuales comunistas locales. En 1935, viaja por Chile, Uruguay y Brasil. Para casarse, debió fugarse a Uruguay, en 1936, con su novia de ascendencia judía, Nina Dimentstein, que sería la madre de sus tres hijos. Rompe con los comunistas en noviembre de 1936, a través de una “carta abierta” aparecida en la revista Claridad, en desacuerdo con la política de “frentes populares”. Rodolfo Puiggrós le responde en el número siguiente defendiendo a la política comunista y a la Unión Soviética. Liborio Justo seguía sin encontrar su propio lugar.

Hijo dilecto de la tradicional oligarquía argentina, descendiente de una larga prosapia de comerciantes, estancieros y militares, el joven Liborio solo podía salir espectacularmente de esa escena. Rompió definitivamente con su medio social y familiar en diciembre de 1936 con motivo de la visita del presidente Franklin D. Roosevelt a Argentina, evento del cual su padre era anfitrión. A fines de 1936, cuando el presidente de Estados Unidos, Roosevelt, que había llegado al país para inaugurar la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz, iba a pronunciar su discurso en el Congreso, Liborio Justo —confundido entre la multitud de asistentes— lo interrumpe al grito de “¡Abajo el imperialismo!”. No llegó a repetir el grito en inglés como tenía previsto porque fue detenido y recluido durante varios días en el Departamento Central de Policía.

Instalado en La Pampa en una suerte de autodestierro, escribe Prontuario (1940), una suerte de autobiografía precoz cuando todavía no había cumplido los 40 años. En 1937, comienza, con el seudónimo político de Quebracho, un intenso ciclo de seis años de acción y publicaciones en el seno de las formaciones trotskistas. En noviembre de mismo año, lanzó dos periódicos sucesivos: España Obrera, dedicado a cuestionar la política comunista en la guerra civil española, y Piquete, subtitulado “Por un partido obrero marxista y por la Cuarta Internacional”. En 1938, se sumó a la Liga Comunista Internacionalista (LCI), un grupo trotskista que promueven Antonio Gallo, David Siburu y Aquiles Garmendia y que edita la revista Nuevo Curso. En 1938, cuando el obrero trotskista argentino Mateo Fossa entrevistó a Trotsky en México, este le preguntó por la franqueza de la adhesión del hijo del presidente al movimiento trotskista: “¿Es sincero?”.

Liborio Justo tampoco encontró, en este pequeño grupo, su lugar, donde apenas le correspondía el lugar de recién llegado. Se separó de la Liga que lideraba Gallo, lanzando un balance crítico de dicha experiencia en un folleto que publicó en enero de 1939: “¿Cómo salir del pantano?”. Tres meses después constituía, con el apoyo de Mateo Fossa, Aquiles Garmendia, un grupo que lideraba el abogado Esteban Rey en Córdoba y un grupo de La Plata que inspiraba Reinaldo Frigerio, su propia organización trotskista, el Grupo Obrero Revolucionario (GOR). Por sugerencia del último, el GOR lanzó, en 1939, un periódico titulado La Internacional, que retomaba el nombre del que había editado el Partido Comunista en la década del 20. Por razones legales, a partir del N° 5, debió ser rebautizado como La Nueva Internacional (1939-1941). El GOR se dio a conocer con “Nuestras perspectivas políticas” y otros folletos que sucesiva e incansablemente emitía Justo. En octubre de 1939, publica “Frente al momento del mundo: qué quiere la Cuarta Internacional”, donde enfatiza el carácter semicolonial de Argentina y la perspectiva estratégica de la “liberación nacional”, lo que genera una aguda discusión en las filas del GOR.

Por entonces, se integran al GOR un grupo de estudiantes de extracción anarquista compuesto por Jorge Abelardo Ramos, Enrique Rivera y Adolfo Perelman, que se escinde rápidamente. En 1940, se retiran del GOR también los grupos de Córdoba y La Plata en disidencia con las posiciones de Justo acerca de la “liberación nacional”. Asimismo, se desata una fuerte polémica entre Liborio Justo y Antonio Gallo, quien lidera el grupo trotskista rival, la Liga Obrera Socialista (LOS), y enfatiza el carácter capitalista de la formación social argentina y la estrategia socialista contraria a la “liberación nacional”.

En 1941, con el arribo al país de un delegado del Comité Ejecutivo de la Cuarta Internacional, Terence Phelan, con el objetivo de unificar a los grupos trotskistas en lo que será el Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS), Justo acepta integrar, en un principio, el Comité de Unificación. Sin embargo, argumentando que la unificación solo podía darse sobre una base de principios y percibiendo que Phelam se apoyaba sobre todo en la perspectiva política de la LOS de Antonio Gallo, publicó una serie de folletos de crítica corrosiva a las otras figuras del trotskismo. Pero fue todavía más lejos: desde las páginas de Claridad denunció a Phelan –que era corresponsal de revistas estadounidenses como Times y Fortune– como “agente imperialista”.

Fuera ya del proceso de unificación, en 1941, el GOR decide transformarse en Liga Obrera Revolucinaria (LOR) y lanzar un nuevo periódico: Lucha Obrera (1941), donde reafirma sus posiciones a favor de la neutralidad argentina en la guerra imperialista y la estrategia de la liberación nacional. Sin embargo, la ruptura de Justo con el Comité Ejecutivo de la IV Internacional provoca el alejamiento de Fossa, quedando el GOR reducido a dos militantes: Justo y Carmona. Este último, decepcionado, se suicida, y Justo, desilusionado de los magros resultados prácticos de su organización, abandona la práctica política y se recluye durante todo el ciclo peronista en las islas del Ibicuy, en la provincia de Entre Ríos, a plantar y explotar la madera, y a escribir en una vida agreste. En 1955, vuelca su experiencia isleña en Río abajo, un libro de relatos que, en 1960, el director, Enrique Dawi, llevó al cine.

De retorno en Buenos Aires, traza un balance de su experiencia política en el trotskismo argentino en Estrategia revolucionaria (1957). Pero en 1959 termina rompiendo espectacularmente con el trotskismo con la aparición de su libro León Trotsky y Wall Street. Cómo el líder de la Cuarta Internacional se puso al servicio del imperialismo yanqui en México.

Desde entonces, se concentra en escribir una obra monumental: una historia argentina en cinco gruesos volúmenes y un apéndice, que van apareciendo sucesivamente entre 1968 y 1992: Nuestra Patria vasalla, un severo enjuiciamiento a una clase dominante carente de cualquier proyecto de nación. En 1962, con el seudónimo de Quebracho, publica Pampas y Lanzas, subtitulado Fundamentos histórico-económico-sociales de la nacionalidad y de la conciencia nacional argentina y, en 1974, con el seudónimo de Lobodón Garra, da a conocer otro volumen de relatos: Masas y balas.

En 1976, publicó también como Lobodón Garra su libro Literatura argentina y expresión americana, un juicio a las letras argentinas, centrado en la oposición entre lo que denomina “literatura metafísica” (Borges, Martínez Estrada, Sabato) y “realista” (Arlt, Castelnuovo, etc.). Omite en esta edición, por publicarse bajo la dictadura militar, los capítulos críticos consagrados a Julio Cortázar y David Viñas, pero los repone en la edición definitiva de 1998: Cien años de letras argentinas.

Entre 1995 y el año 2000, Justo publicó una trilogía sobre la historia de las ideas políticas en Argentina, desde Mariano Moreno hasta el momento, que tituló Subamérica y que concluye con su utopía andina de integración continental, bautizada Andesia. También, consagró una serie de obras monográficas a los procesos revolucionarios que tuvieron lugar en Bolivia, Brasil, Chile y Perú en el siglo XX. Una de ellas –Así se murió en Chile, concluido en julio de 1975– es la que el lector tiene en sus manos, rescatado hoy por estas dos editoriales que lo presentan.

Liborio Justo murió en Buenos Aires a los 101 años en 2003. Un poco antes, el 6 de febrero de 2002, este rebelde de edad centenaria hacía pública una “Declaración al cumplir cien años de vida” en la que reafirmaba su fe socialista y pronosticaba el fin próximo del imperialismo simbolizado en el reciente ataque a las torres gemelas de Nueva York. Era un modo de reafirmar que aquel grito juvenil –“¡Abajo el imperialismo!”– todavía permanecía vigente.

Horacio Tarcus

Así se murió en Chile

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