Читать книгу Pink - Lili Wilkinson - Страница 21

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No quería que Alexis me siguiese, así que me escondí detrás del gimnasio. Me apoyé contra el muro y respiré hondo, intentando no llorar. El aterrizaje sobre la moqueta me había irritado las manos y me dolía la nariz.

Entonces vi que no estaba sola. Allí estaban los chicos raros, esos que llevaban camisetas negras desgastadas. Estaban jugando con una pelota de ganchillo; se la pasaban unos a otros con el pie, tratando de no dejarla caer, y se reían. Nadie se fijó en mí.

La chica —que llevaba otra camiseta gigantesca de algo llamado Enano rojo— falló y la pelota cayó al suelo con un «plof». El chico pelirrojo y desaliñado soltó una risotada y la señaló.

—¡Fracaso! —gritó—. ¡Fracaso épico! ¡Fracaso colosal! ¡Fracaso intergaláctico!

—¡Ya te daré yo a ti fracaso, Fantalones!

La chica recogió la pelota y se la pasó en un arco muy elevado. El chico se llevó las manos al pecho de forma dramática, emitió ruiditos de pánico y comenzó a hacer eses. Se chocó a la vez con el chico gordo y peludo y el chico asiático; este cayó al suelo y arrastró con él al último chico, el que vestía camisas. Los dos rodaron por el polvo.

—¡Oh, infortunio! —dijo el pelirrojo, mirando los cuerpos caídos—. Cuando muere un mendigo, no aparecen cometas. —Alzó las manos al cielo—. Los propios cielos resplandecen ante la muerte de los príncipes. —Y se dejó caer sobre los otros chicos con un quejido.

Era muy inmaduro. Tanto a Alexis como a Chloe les parecería una escena ridícula; probablemente sería lo único en lo que estarían de acuerdo. Pero los chicos se reían a carcajada limpia y no recordaba la última vez que yo me había reído así. Me olvidé de intentar no llorar y los observé.

Miré a la chica. Tenía un pelo horrendo. (Otro punto en el que Chloe y Alexis estarían de acuerdo; a lo mejor tenían más en común de lo que pensaba). No tenía nada de estilo. Llevaba brackets de los viejos, de metal, no los transparentes que lleva la mayoría de la gente. Carecía por completo de gracia, era torpe y desgarbada. Tendría que estar triste y sin amigos. Toda esa gente debería estar triste y sin amigos. Un chico asiático de aspecto huraño. Un chico gordo con un montón de pelo rizado y gafas pasadas de moda. Un crío vestido como Johnny Cash. Una obsesa de la ciencia ficción que vestía fatal. Un payaso con el pelo de color zanahoria.

Proscritos.

Pero no parecían tristes ni sin amigos. En realidad, allí la única persona que estaba triste y sin amigos era yo. Me dejé resbalar al suelo y me senté con la espalda contra el muro.

Creía que lo del Billy Hughes sería más sencillo. Que lo peor sería la mayor carga de trabajo. No me había imaginado que también sería difícil encajar. Nunca había encajado con las amigas de Chloe porque era demasiado organizada y tradicional, pero resultaba que aquí no lo era lo bastante.

De repente, me sentí cansada de intentar ser una alumna modelo del Billy Hughes. ¿Era normal que fuese tan agotador ser una misma?

Los chicos desaliñados se levantaron y el pelirrojo miró su reloj:

—Vaya, me tengo que ir.

La chica se sacudió el polvo de los vaqueros.

—¿Tienes tutoría? —preguntó.

El chico pelirrojo asintió e hizo un mohín.

—Fracaso de tutoría.

—Tutoría de fracasos. —La chica sonrió.

—Fraturía —respondió el chico, y todos comenzaron a reírse otra vez.

El chico gordo recogió una mochila y se la colgó del hombro.

—Venga —dijo—. Nos vemos en el escenazo de mañana.

¿Escenazo? Mientras se dispersaban, recordé lo que Alexis había mascullado cuando me vio mirándolos mi primer día en el Billy Hughes: Los frikis de los técnicos de escenarios.

Técnicos de escenarios. Esos eran los que pintaban y construían los decorados. Eran los que hacían cosas para los escenarios donde se representaban los musicales. Los técnicos de escenarios se reunían después de clase y los fines de semana y a las mismas horas en las que el reparto ensayaba. Y lo más importante: los técnicos de escenarios no tenían que cantar jamás.

Pero Alexis odiaba a los técnicos de escenarios. Pensaba que eran unos frikis.

Pero unirme a ellos no tenía que significar que yo lo fuera. Y estaría ayudando con el musical, y podría ver a Alexis y al resto en las pausas. Aún podría conocer a Ethan.

A lo mejor sería incluso una buena influencia para los frikis, los desfrikizaría un poco.

Sabía que Alexis lo desaprobaría, pero… ¿qué otra posibilidad tenía? Además, tenía que admitir que a una parte de mí le fascinaban esos chicos. Había algo atractivo en la forma en la que se reían y hacían el payaso. Ninguno parecía agotado de ser quien era.

Me puse en pie. ¿Debía hacerlo? ¿Sería el equivalente a cometer un suicidio social? ¿O era mi oportunidad de que se fijasen en mí, de formar parte de algo, de encajar?

Antes de tener tiempo de cambiar de idea, regresé al auditorio y me apunté.

Pink

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