Читать книгу No somos ángeles - Liliana Caruso, Florencia Etcheves - Страница 7

Оглавление

PRÓLOGO

¿Quién mató a María Marta? ¿Quién mató a Norita?

¿Dónde está la plata del robo al Banco Río de Acassuso?

¿Qué es de la vida de los boqueteros? ¿Los fiscales y los jueces son gente distinta? ¿Qué tramoyas hacen los abogados?

¡Dale, vos tenés la posta!

¿Cómo puede ser que sabiendo tanto, supuestamente, no somos capaces de dar una respuesta contundente? ¿Por qué no animarnos a decir fulano es el asesino o fulana la mató?

Sabemos que nos creerían sin dudar. Nosotros estuvimos ahí, adonde muchos no pueden acceder. Tomamos litros de café con los abogados, con los fiscales, con los policías, con los jueces. Y sin embargo somos cautos y preferimos poner esa cara de desconcierto que deja a todo el mundo con ganas de saber más.

¿Qué sería tener “la posta”? ¿Por qué suponen los demás que de tenerla la silenciaríamos?

En realidad no somos tacaños y guardarnos “la posta”, no está en nuestros planes.

Sherlock Holmes escribió: “Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”.

Como periodistas de policiales recorremos día a día el camino hacia la verdad, nos chocamos con lo imposible y nos ilusionamos con lo improbable.

Ese recorrido no es en soledad. Los avatares de una investigación criminal generan códigos de confianza entre las partes, entre lo que todo el mundo conoce como las fuentes, y muchas veces hemos sido depositarios de secretos, de traiciones y, por qué no, de lágrimas.

Fuimos testigos de situaciones inéditas. Espiamos por la cerradura de puertas más que cerradas. Miramos de reojo expedientes que aprendimos a memorizar y hasta leer al revés. Atesoramos en cuadernos gastados (como los periodistas de antaño) miles de palabras que no queríamos olvidar. Porque tal vez sabíamos que en esas palabras estaba la esencia misma de un caso policial.

Esa es nuestra “posta”. La “posta” que no está escrita en ningún lado, la “posta” que no fue dicha por distintos motivos. La “posta” que solo pueden tener “los privilegiados” que estuvimos en el lugar del crimen, con frío, calor, lluvia, con los pies en el barro y hasta en el jardín florido de algún country tristemente famoso.

En ese camino lleno de bares, oficinas, juzgados, comisarías, institutos penales y cárceles fue que nos dimos cuenta que a veces les creímos a los “malos” y desconfiamos de los “buenos”. Nos dimos cuenta que el maniqueísmo no existe. Entendimos que las cosas más extrañas e insólitas a menudo están relacionadas, no con los grandes delitos, sino con los mas pequeños.

Muchas veces nos encontramos riendo. ¿Y de qué nos reímos? Nos lo preguntamos varias noches y tratamos de encontrar respuestas entre copas eternas.

Un médico forense –que nunca se hizo famoso– contestó la pregunta del millón: “Con los chistes exorcizamos la verdad, esa verdad que nos queda en las retinas por más tiempo que el olor de la muerte”.

Con esta respuesta aprendimos a reírnos ya sin culpa. Pero antes tuvimos que asumir que siendo periodistas de policiales nunca vamos a dar una buena noticia y nunca nos van a invitar a ágapes glamorosos. Tampoco recibimos regalos para el día del periodista. Es cierto, no hay obligación. Pero en esos días clave nadie nos puede quitar, por ejemplo, el abrazo o el saludo de los familiares de muchas víctimas agradeciendo que estemos, simplemente ahí, acompañando, escuchando, publicando una línea de texto. Y eso le da sentido a muchas cosas.

Ya era hora de que nuestros cuadernos ajados vieran la luz. Ya era hora de sumar gente a esas tertulias deliciosas de anécdotas y curiosidades. Algunas que sorprenden, otras emocionan, otras que terminan siendo desopilantes. Pero todas reales, aun las más inverosímiles.

Para los hebreos, los ángeles son seres espirituales, no corporales, de diferente naturaleza que los seres humanos. ¡Qué alejados están ellos de todos nosotros! No hay ángeles ni en las cárceles, ni en los juzgados, ni en las comisarías, ni en los estudios jurídicos, ni en las redacciones. No hay ángeles ni dentro ni fuera de la ley. Y esa es la razón principalísima de este libro: mostrar todo lo humanamente visceral que hay detrás de cada caso policial que conmueve a la opinión pública.

Nuestra “posta” es terrenal. Sorprende. Indigna. Divierte. Una montaña rusa emocional.

C. E. S.

PARTE I

CASOS QUE HICIERON HISTORIA

El brillante robo al Banco Río

El túnel de los millones

Sans violence, sans des armes, sans haine.

Sin violencia, sin armas, sin odio. Escrito en las paredes, este mensaje logró conmover a la Policía francesa. El hecho tuvo lugar durante el fin de semana del 17 al 19 de julio de 1976. ¿El lugar? El Banco Société Générale de Niza, en la lujosa Costa Azul francesa.

El “poeta y escritor” no había sido otro que Albert Spaggiari, un ex paracaidista militar francés integrante de una organización terrorista de ultraderecha.

Este hombre, retirado de la milicia, se fue a vivir a la bonita ciudad de Niza.

Nadie imaginó que ese cuarentón, dueño de un negocio de fotografía, planeaba por las noches el robo más espectacular de la historia de Francia.

No lo hizo solo, un grupo de amigos con la misma preparación militar que Monsieur Spaggiari colaboró con la tarea más sucia. Literalmente sucia. Se sumergieron en las alcantarillas pestilentes de la ciudad y cavaron un túnel de más de ocho metros de largo que los dejó justo debajo de la entidad financiera. Durante tres días y tres noches vivieron en ese lugar, como si fueran ratas.

Esperaron hasta el fin de semana feriado por los festejos de la toma de la Bastilla. Perforaron el tabique reforzado del piso y entraron al banco. Con un soplete y todo el tiempo del mundo abrieron las 337 cajas de seguridad. Se llevaron todo: joyas, oro y dólares, muchos dólares. El botín fue valuado entre 7 y 10 millones.

La Sûreté Française (servicio de inteligencia) investigó con ahínco y finalmente dos meses después del espectacular golpe, detuvo a Spaggiari cuando regresaba de unas “merecidas” vacaciones. Pero la sorpresa mayor estaba por llegar.

Con un impresionante operativo de seguridad el famoso ladrón fue trasladado a los Tribunales. Llegaba el momento de estar frente al juez. Se sentó y contó, no sin orgullo, los detalles del robo que tenía en vilo a toda Europa.

Terminado el relato, Albert Spaggiari corrió y se tiró por la ventana del despacho del juez. Abajo, una camioneta acondicionada con un colchón lo esperaba para llevarlo derecho a la libertad, ese divino tesoro que no volvería a perder.

Nada se supo de él hasta el 10 de junio de 1989. Nada menos que veinte años después del robo que conmocionó a los franceses.

Spaggiari apareció muerto en la puerta de la casa de su mamá. Nadie investigó el crimen. Del botín, ni noticias.

Durante sus años de clandestinidad hasta se dio el lujo de publicar un libro. El gran robo de Niza fue best-seller durante el verano europeo. El final del libro es la última burla del ladrón que pasó a la historia:

“Ellos prevén lo posible. Pero no la astucia”.

De Niza a Buenos Aires

Albert Spaggiari nunca imaginó que un grupo de ladrones en Argentina iba a “homenajearlo” con un robo tan audaz como aquel que jamás se olvidó en la exquisita Niza.

Seguramente el francés nunca escuchó hablar de José Julián Zallo Echeverría, el “poeta” que, según la investigación, escribió en una hoja en blanco el mensaje que indignó a la Policía bonaerense.

En un barrio de ricachones, sin armas y sin rencores, es solo plata y no amores.

El 13 de enero de 2006 será recordado por muchos investigadores como el día más vergonzoso de sus carreras, pero otros lo recordarán como el día en que se llevó a cabo el robo más audaz e inteligente de la historia del crimen argentino: el robo al Banco Río de Acassuso, en la Zona Norte de la provincia de Buenos Aires.

Ese robo en el que una banda de ladrones tomó durante horas a clientes y empleados como rehenes, solo como excusa para vaciar las cajas de seguridad.

Ese robo en el que los ladrones tuvieron en vilo a los mejores policías, haciéndoles creer que se iban a entregar después de comer una pizza.

Ese robo que duró nueve horas aunque los ladrones solo estuvieron cinco dentro del banco. El resto del tiempo, los rehenes –dispersos en las distintas salas– permanecieron solos, asistiendo a la huida de los delincuentes, aunque sin saberlo.

Ese robo en el que los ladrones se escaparon por las alcantarillas con una millonada, sin herir a nadie, sin disparar una sola bala.

Ese robo brillante, ese robo maldito.

Según la investigación llevada a cabo por los fiscales de San Isidro Jorge Apolo, Duilio Cámpora, Eduardo Vaiani y Fabián Brahim, la banda estuvo compuesta por Rubén Alberto “Beto” de la Torre; Luis Mario “El Uruguayo” Vitette Sellanes; Sebastián “El Ingeniero” García Bolster; José Julián “El Gordo” Zallo Echeverría; y Fernando Araujo.

El hombre del traje gris

Así estaba vestido el presunto “cerebro de la banda”. Y aunque parezca mentira, el ojo experto de una mujer que estuvo como rehén fue la clave para encontrarlo. Es que la clienta del Banco Río reconoció la marca del traje de su captor. El fin de semana anterior al robo, le había comprado a su marido un traje exactamente igual en un conocido negocio de la Zona Norte. Los investigadores fueron hasta el local señalado. Primer golpazo de suerte: en la vidriera estaba el traje gris.

Segundo golpazo de suerte. La imagen del “comprador” había quedado registrada en la cámara de seguridad del local. Según los fiscales, “el hombre del traje gris” era el uruguayo Mario Vitette Sellanes.

La misma suerte no tuvo el sospechoso: fue detenido en el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires cuando llegó desde Montevideo a visitar a su madre enferma.

“El Uruguayo” Vitette Sellanes dio sus argumentos de defensa ante los periodistas:

–Soy sólo un viejo ladrón retirado, ahora soy un excelente empresario. No soy “el hombre del traje gris”. Soy inocente, ajeno a estos hechos. Nunca estuve preso por un hecho que no cometí. En la Argentina tengo desde 2003 cuentas corrientes y cajas de ahorro. Hice y tengo mi declaración jurada. Pueden ver mis movimientos financieros. Sólo me gusta irme de vacaciones a lugares caros y vestirme bien.

¿Cumpleaños feliz?

Si hay alguien que no se va a olvidar de ese 13 de enero es Estela. No solo porque estuvo durante toda una tarde como rehén en el Banco Río, sino también porque ese día cumplía 59 años.

Los asaltantes dividieron a los 23 empleados y a los clientes en tres grupos. Todos fueron despojados de sus teléfonos celulares. Pero el de Estela no paraba de sonar. Consultada por uno de los ladrones, la mujer muerta de miedo confesó que, como era su cumpleaños, sus familiares y conocidos la llamaban insistentemente.

El delincuente la miró, se sonrió, convocó al resto de la banda. Les contó lo que pasaba con ella y entre todos empezaron a cantar: “Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Estela, que los cumplas feliz”.

Estela pasó su cumpleaños primero entre delincuentes y rehenes, más tarde entre policías y fiscales. Cuando fue a chequear su caja de seguridad se encontró con una sorpresa: no había sido saqueada. ¿Casualidad o regalo de cumpleaños?

Cherchez la femme

Los franceses cuando tienen un crimen que no pueden aclarar debidamente dicen: cherchez la femme (busquen a la mujer). Pero como estamos en Argentina, donde todo siempre es diferente, la femme fue la que buscó esta vez a los investigadores.

Alicia Beatriz Di Tullio, de ella se trata. La mujer de Alberto “Beto” de la Torre, uno de los acusados. Una pareja con una historia de amor muy particular. Se conocieron en 1992 en el penal de Batán, en la ciudad de Mar del Plata, donde “Beto” estaba preso y donde Alicia iba los domingos a visitar parientes y amigos que tenía allí. A menudo lo hacía junto a su hermana Margarita Di Tullio, más conocida como “Pepita la Pistolera”, una regente de cabarets de la zona del puerto de Mar del Plata.1

Se enamoraron casi a primera vista. Alicia fue la que le llevó comida casera durante los oscuros años de encierro “del Beto”. Alicia fue la que le escribía cartas de amor para matar el tiempo. Alicia fue la que le dio un hijo.

Su lealtad fue premiada. Cuando “Beto” recuperó su libertad se la llevó a vivir con él a un PH en la Capital Federal. San Cristóbal fue el barrio elegido.

En diciembre de 2004, el “Beto” empezó a mostrarse frío y distante. La buena de Alicia lo entendía, como siempre.

“¡Pobre Beto! Cómo no va a estar nervioso con lo poco que falta para ‘el golpe’”, pensaba mientras armaba el arbolito de Navidad.

Finalmente llegó enero y el día 13 sorprendió a Alicia siguiendo por televisión el resultado del trabajo de su marido.

“¡Qué robo brillante!”, exclamaba sola frente al televisor.

El problema empezó cuando “Beto” literalmente “se borró”. Recién, tres días después del robo al banco, el marido se dignó a hablar con ella. Hubo gritos, hubo golpes. El “Beto” no la quería más. Y encima la dejaba sin un peso.

Fue el peor error que cometió Alberto de la Torre. Nunca imaginó lo peligrosa que puede ser una mujer despechada. Alicia no iba a ser la excepción.

Sin pensar demasiado la mujer fue a la Fiscalía de Martínez. Se sentó frente al fiscal Apolo y contó, paso a paso, cómo su marido planificó junto con una banda de ex convictos el robo al Banco Río. Estaba indignada y no era para menos.

Minutos antes los policías le habían pasado escuchas telefónicas donde su marido “Beto” le prometía amor y billetes a una mujer mucho más joven que Alicia.

La banda más astuta de la historia criminal argentina caía por culpa del despecho de una mujer.

De oro y billetes

Se supo que la banda se dividió la plata. Un porcentaje mínimo del dinero fue recuperado en distintos allanamientos. El resto, todavía es un misterio. En el juicio trascendió que las víctimas habían demandado al Banco por un total de 19 millones de dólares, entre billetes y el oro robado. En un acuerdo extrajudicial, el Banco pagó 14 millones.

Se dice además que cada ladrón se quedó con un poco más de 1 millón de dólares en efectivo, y se repartieron el oro saqueado. Gastar parte del botín los terminó complicando.

–No seamos boludos, no gastemos mucho al principio y nada de coches lujosos –se prometieron los ladrones antes de separarse, horas después del golpe.

La plata quemaba y los billetes “calientes” empezaron a desdibujar las promesas.

Tres días después del robo, Alberto “Beto” de la Torre se compró una camioneta Hyundai Galloper, un departamento en la calle Beauchef al 1.700 que, según el Registro Nacional de la Propiedad, fue adquirido el 10 de febrero (casi un mes después del golpe).

Vitette Sellanes “El Uruguayo” también se dio algunos lujos pero prefirió hacerlo en su país natal. Cinco días después del robo fue a una agencia de autos en Montevideo y se fue manejando una cupé Hyundai. Abonó en efectivo 39.000 dólares.

Sebastián García Bolster es conocido en la causa como “El Ingeniero”. Fue quien esperó a la banda en el túnel que los sacó del Banco Río. Incluso los investigadores sostienen que fue quien manejo el gomón que los paseó por las alcantarillas de Martínez. Sin antecedentes penales, “El Ingeniero” tampoco aguantó la tentación de la plata fresca y un mes después del robo se compró un auto marca Toyota por 20.000 dólares. Además, parte de lo robado lo convirtió en moneda de cambio de su nuevo negocio: préstamos de dinero. A dos conocidos les prestó 60.000 dólares a cada uno, para vivir de los intereses. Pero los amigos sospecharon que el origen de la plata era producto del robo, y la entregaron a la policía.

Julián “El Gordo” Zallo Echeverría fue el responsable de una idea genial en función del robo al banco. Cuando sus cómplices escaparon en el gomón del “Ingeniero”, desembocaron en una alcantarilla de la calle Tres Sargentos de Martínez. Arriba de esa alcantarilla había una camioneta tipo combi con un agujero en el piso. Por ahí subió la banda y el botín para evitar las miradas de los vecinos. Zallo Echeverria era el chofer de esa combi especialmente preparada y adaptada para la huida final.

“El Gordo” tampoco aguantó el ardor de la plata y se compró una camioneta Ford EcoSport rural y un local de venta de telefonía celular, en Lavalle y Florida, en plena Capital Federal.

Con esos sospechosos detenidos, la investigación por el “robo del siglo” llegó al juicio oral. Las condenas fueron: 15 años para Alberto de la Torre, 14 para Fernando Araujo, 10 para Zallo Echeverría y 9 para García Bolster. En un juicio abreviado, por el asalto, a Vitette Sellanes le dieron 14 años. Pero la banda lo tenía todo planeado. Entonces, apelaron en Casación y lograron una importante reducción de la pena. El tema es así: el Tribunal Oral los había condenado por robo con armas, pero los jueces de Casación dijeron que al no haberse secuestrado las armas usadas, no se podía acreditar la aptitud para el disparo y redujeron las condenas. A De la Torre le dieron 10 años, a Araujo, 9 y medio, a Zallo Echeverría, 8 y a García Bolster, 7. En 2013, “El Ingeniero” gozaba de prisión domiciliaria y el resto, de salidas especiales.

Con los años, en el Banco Río sucursal Acassuso todo volvió a la normalidad. Es más, casi dos años después del golpe que lo tuvo como escenario, había lista de espera para poder usar una caja de seguridad.

La casa de la calle Tres Sargentos de Martínez que fue usada como guarida de la banda durante la planificación del golpe fue demolida.

La casa de Wilde, en la provincia de Buenos Aires, donde vivió Alberto “Beto” de la Torre y donde dicen que la banda escondió una noche el gomón que después usó para escapar por los desagües, lució durante meses un graffiti en una de sus paredes: “Aquí, Sucursal Banco Río”.

Alicia Di Tullio, la despechada, fue perdonada por su marido “El Beto” y hasta llegó a cambiar su versión: dijo que la policía la había presionado para delatarlo, pero ya era tarde y no le creyeron.

Vitette se convirtió con los años en el “celebrity” de la banda delictiva. Desafió a la autoridad policial y judicial cada vez que pudo. Se rió de ellos. Habló hasta más no poder con los medios.

Un amigo suyo incluso compuso baladas burlonas sobre el robo, y las difundió a través de las redes sociales. Así nació primero “Solo se llora por amores”, del disco El Robo del Siglo y en la voz de Los trovadores de Venus. El tema musical –en el que figura como artista Vitette– dice lo siguiente:

Buscaban el secreto honor de todo ladrón,

el robo del siglo.

Juraron este será el golpe final, la pensión, el retiro.

Dieron comienzo a la función

un enero de calor, un aburrido viernes

entraron sin un solo disparo,

por la puerta del banco, con chumbos de juguete.

En la bóveda brindaron con champagne.

Dejaron una nota que decía...

Cada detalle se planeó

con minuciosa precisión y paciencia de artista.

No hubo un pez gordo que bancara,

montaron la banda en cooperativa.

Se vivían momentos de tensión

y una negociación con dudas y engaños,

mientras los chorros le cantaban a una rehén

el feliz cumpleaños.

Horas pasaron y al final

se decidió a entrar la policía.

Encontraron el corcho del champagne

y una nota en la pared que decía...

(estribillo)

Sin armas ni rencores,

en un barrio de ricachones,

no es más que dinero señores,

solo se llora por amores.

Vieron con desesperación

los miembros del grupo halcón el armario que cubría

el boquete por donde escaparon

en gomones navegando por las alcantarillas.

Despechada una mujer los delató.

Al Paraguay su boquetero se rajaba,

con la guita, otra mina y su honor,

y los mandó a tragar sombra a la cana.

(estribillo)

Sin armas y sin rencores...

Los boqueteros de Acassuso

en barrio de ricachones...

Se piantaron en un gomón.

Solo es dinero, no amores...

Autores del robo del siglo

vaya sorpresa se llevaron,

cuando entraron los del grupo halcón

sin armas y sin rencores...

Qué abuso de imaginación

en barrio de ricachones...

Fueron de shopping al banco.

Solo es dinero, no amores...

Se la llevaron en buena ley.

La falla del crimen perfecto

fue el desengaño de una mujer.

Sin armas y sin rencores...

La guita nunca apareció

en barrio de ricachones

cuando la bóveda vaciaron.

Solo es dinero, no amores

Se escabiaron un chandon.

¡Salud! ¡Salud! ¡Salud!

No me hagas perder el tiempo...

200 cobanis en la puerta

vamos que nos hacemos millonarios, querido,

¡se van a querer matar!

Dale juntá todo,

rajemos, ¡rajemos rápido!

¡Vamos, carajo!

En prisión, desde su cómoda celda en el sector Sanidad, al que accedió por sus problemas de presión arterial, Vitette empezó a sacar cuentas de su libertad anticipada. Y así nació el segundo tema provocador de Los trovadores de Venus, otra vez con letra de su autoría. Se llamó “Muy pronto estaré de juerga”. Y decía lo siguiente:

Un abrazo le doy mi compadre

qué gusto es volver a verlo.

Traigo yerba uruguaya para cebar

el mate del reencuentro.

Mucho he reflexionado,

he aprendido a soñar despierto.

Podrán robarme la libertad,

pero nunca el pensamiento.

Valiente es el que se atreve

a ser dueño de su destino,

no hay mujer que se deje besar

cuando el hombre pide permiso.

Aunque quiera crucificarme

la legión de Poncio Pilatos,

peleará en el circo este gladiador

contra jueces y abogados.

(estribillo)

¿Qué vas a hacer?

Me sobra tiempo e imaginación

muy pronto estaré de juerga.

Ya vas a ver...

Estaremos juntos brindando...

En el mejor cabaret.

Falopa hay en la farmacia,

hay curros que son legales

dentro de la ley el chorro es señor

y es doctor el traficante.

Son muchas las tentaciones

que existen en el camino

aunque no escarmiente este fanfarrón

es tiempo de mi retiro.

(estribillo)

Me quedan canciones por escribir

y vicios de un viejo rocanrolero.

Aún intactas las ganas de vivir

A lo Keith Richards con la alegría de los murgueros.

Peinando canas orgulloso luciré

la medalla de un auténtico decadente

con el anillo, el crucifijo y la cupé

saldré a la calle a festejar con toda mi gente.

¿Qué vas a hacer?

Madera, lonja, repica el tambor.

La llamada será eterna.

Ya vas a ver...

No hay fiesta si no hay piñata.

Nos vamos pa’ salome.

¿Qué vas a hacer?

Sobran agallas y corazón,

nuestra será la juerga ya vas a ver...

Estaremos juntos bailando... mientras aguanten los pies.

A los siete años y medio del asalto, “El Uruguayo” ganó la calle, quedó libre. El motivo: se aplicó un beneficio que les cabe a los extranjeros que cometen delitos en la Argentina. Con la mitad de la pena cumplida, los expulsan del país. Ya desde Uruguay, y haciendo uso sistemático de las redes sociales, Vitette se jactó de ser el gran ladrón del siglo, y prometió retirarse para siempre. Sus detractores le recalcaron que tan brillante no fue, porque cayó preso por dos errores de principiante. Por un lado, en pleno asalto, llamó a un canal de televisión para salir al aire y distraer a la policía. Los investigadores rastrearon ese celular y llegaron a la banda. Por otro lado, eternas disputas con la que era su mujer, Zulma Vera, motivaron que ella llamara de modo contínuo al sistema de rastreo satelital para ubicar la camioneta de Vitette cada vez que él se iba tras una discusión. Con “El Uruguayo” detenido, los fiscales siguieron por el sistema de rastreo satelital los movimientos de la camioneta del asaltante los tres meses previos al gran golpe, y la ubicaron en sitios clave como el banco y la zona donde la banda compró el gomón para fugarse.

De tanto promover el robo y jactarse de lo que había hecho, al Uruguayo lo demandaron por apología del delito, pero él, rápido de reflejos, presentó una contrademanda. Aunque parezca increíble, harta de que Vitette se jactara de sus proezas delictivas, una mujer convocó a través de las redes sociales a asaltar al Uruguayo. La respuesta no se hizo esperar, y Vitette dio un nuevo estiletazo, demandando a la “bocona”.

1 Ver “Las fábulas del caso Cabezas”.

No somos ángeles

Подняться наверх