Читать книгу Pasiones al acecho - Lola Hasley - Страница 9

Capítulo 4

Оглавление

Paz no podía creer la escena que estaba viendo. Obviamente, no tenía idea de nada de lo que estaba pasando por sus narices. En mi mágico momento ensoñado, la escuché decir:

—De este churro pusiste el nombre en el candadito, ¿no?

Ay, Dios, qué papelón que sentí. Me empecé a reír y seguí como si no hubiese escuchado la pregunta.

—Nino, te presento a mi amiga de toda la vida, Paz, que me encontré justo cuando iba a entrar a la Torre Eiffel.

Se saludaron, y seguimos el recorrido los 3 juntos. Aunque sabía que debería romper muchas barreras, elegí vivir este momento en paz y abrirle las puertas. Si uno no abre las puertas, las cosas buenas nunca llegan, me había dicho una vez, mi gran amiga Lula, que era casi como un gurú para mí. Así que, acordándome de esas palabras, decidí que lo iba a llevar a cabo. Nadie nunca iba a entender lo difícil que iba a ser para mí superarlo a ÉL, nadie podía imaginar lo que me había hecho, y de la manera en la que me había roto, pero si no lo decidía yo, y salía de ahí, mi vida iba a ser una tortura. A pesar de todo, siempre había elegido seguir adelante y ser feliz, no podía permitírselo, no podía permitirle que me rompa la vida que me esperaba también. Su sombra siempre iba a estar si yo no la borraba, y la vida me estaba dando la oportunidad de hacerlo…

—Me gustaría, señorita, que algún día me diga qué es lo que le genera esa sombra en la mirada. Sus ojos me hacen verle el alma, nada se me va a escapar, y conmigo va a poder afrontar cualquier cosa. Nunca le voy a soltar la mano, lo aprenderá con el tiempo, pero…

Una lágrima se cayó de mi ojo, imperceptible para todos, menos para él y para mí. Me creí esa promesa, sabiendo que en algún momento se podía romper, si ÉL aparecía nuevamente, no me iba a permitir eso. Sentí pánico al pensar que eso podría suceder, aunque estaba segura de que, tarde o temprano, no lo iba a poder evitar.

Deseché ese pensamiento, y seguí en mi paseo por los jardines, más fuerte que nunca, y con la seguridad de que iba a encontrar la manera de lograrlo. Salimos los tres juntos caminando y, por suerte, Nino estaba bastante más preparado que nosotras, con un auto esperándonos en la puerta para volver.

—Paz, le pido disculpas, pero hoy la señorita va a comer conmigo, si no le molesta.

—Tranqui, churrito, no tengo problema. Es más, de hecho, lo mejor que me podés hacer es llevártela a dormir con vos también, ¡¡quiero la cama de hotel para mí sola hoy!!

—Ay, Pachuliiiiiiiiii —le dije— ¿estás loca vos? Yo vuelvo a dormir.

—Eso lo estaremos viendo —contestó mi Adonis preferido.

Pasiones al acecho

Подняться наверх