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Introducción

El islam y la cultura occidental

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En la mañana del 11 de septiembre del año 2001 fuimos sorprendidos con la noticia que cimbró al mundo y marcó el inicio de una nueva era en la geopolítica mundial. Cuatro aviones secuestrados se impactaron en edificios emblemáticos de Nueva York y Washington, símbolos de los poderes económico y político de los Estados Unidos de América y, en consecuencia, del mundo occidental. Como los ataques fueron reivindicados por el grupo fundamentalista Talibán, procedente de Afganistán, el gobierno norteamericano respondió con el envío inmediato de tropas.

Este hecho perpetrado al inicio del tercer milenio nos mostró cuán frágiles eran las bases sobre las que se cimentaba la paz mundial. En el escenario aparecía un nuevo enemigo justificando sus acciones con un discurso religioso. Ya no era el comunismo liderado por Rusia, sino un adversario nuevo y desconocido que despertaba en Oriente Medio atacando de manera sorpresiva el centro del poder occidental. Para los atacantes se trataba de una guerra santa en el nombre de Alá, el misericordioso y el compasivo, en contra de los infieles; a lo cual el gobierno norteamericano, encabezado por George Bush, respondió con una cruzada contra el terrorismo bajo la consigna “In God we trust”. Poco tiempo después se difundió con mucha fuerza, aunque de manera no oficial, el rumor de que detrás de los atentados estaban judíos sionistas, quienes, por intereses económicos y políticos, habrían financiado y organizado los ataques. Este conflicto a nivel mediático se convirtió, tal cual, en una guerra de los dioses abanderada por grupos fundamentalistas de las comunidades religiosas descendientes de Abraham, que buscaban hacerle partícipe en una guerra sangrienta convocada en su nombre.

Muy pronto, y de manera ininterrumpida, el discurso oficial norteamericano fue identificando a todos los musulmanes con el terrorismo, y fue así como lo conocimos quienes no teníamos otras referencias. Si bien los ciudadanos norteamericanos conocían al islam y sus practicantes por la presencia de comunidades desde décadas atrás, para los latinoamericanos se trataba de algo lejano y ajeno que conocíamos solo a través de películas o libros de historia antigua, que mostraban el exotismo de harenes, desiertos y turbantes. Las ideas que se difundieron en torno al islam lo asociaban, además, con la opresión a la mujer y el desprecio a la cultura occidental, generando temor y rechazo a una religión que nos era desconocida.

Como se trataba de un conflicto que tenía muchas aristas, incluidas la religiosa y la cultural, algunos analistas empezaron a hablar del choque de civilizaciones como el panorama de las futuras guerras mundiales entre comunidades religiosas enfrentadas por la fe. Para los profesores del Programa de Estudios Religión y Sociedad de la Universidad de Guadalajara, el asunto ameritaba reflexiones más profundas. En este contexto nos dimos a la tarea de investigar acerca de la cultura islámica y buscar la presencia de musulmanes en Guadalajara, la segunda ciudad más importante de México y una de las más pobladas de América Latina. Lo que encontramos fue una pequeña comunidad de fieles que se reunían a orar en una casa rentada, acondicionada como mezquita, en una colonia popular al sur de la ciudad. Casi todos eran estudiantes de una universidad privada provenientes de Estados Unidos, a quienes se sumaban unos cuantos conversos del catolicismo. Se trataba de personas pacíficas que practicaban su propio camino espiritual por necesidad y convicción, en un país marcado por la presencia hegemónica de la Iglesia católica. Esta pequeña comunidad sufrió las consecuencias directas del rechazo social ya que, sin deberla ni temerla, fue expulsada de la casa que ocupaba y nadie más quiso recibirlos durante algunos años.

Así, y a solo seis semanas de los atentados, realizamos uno de los primeros debates en torno al conflicto cuyos resultados se publicaron en el libro La guerra de los dioses. Análisis del fenómeno religioso y político en el conflicto entre grupos radicales del islam y Estados Unidos.2 Con ello quisimos aportar elementos de análisis para desentrañar el discurso religioso en que se envolvía el conflicto por parte de sus promotores, sabiendo que las guerras proclamadas en el nombre de Dios han sido las más cruentas en la historia de la humanidad. En la ponencia inaugural, Manuel Rodríguez Lapuente aclaró que se trataba de una guerra que rebasaba los ámbitos tradicionales de los Estados-nación; de un fenómeno sin precedentes en un ámbito geográfico y cultural mucho más amplio. Con la “declaración de guerra al terrorismo”, señaló, Estados Unidos encabezó una amplia coalición para enfrentar no a un Estado, sino a una actividad que puede prepararse y realizarse en cualquier parte; pero había necesidad de dirigir la guerra contra un Estado, y éste era Afganistán, gobernado por la secta fundamentalista Talibán que había impuesto un régimen de terror, y donde se refugiaba Osama Bin Laden, jefe de Al Qaeda.3

Dos años más tarde se publicó, también por la Universidad de Guadalajara, el libro El islam y la literatura occidental,4 de Wolfgang Vogt, con el objetivo de mostrar los encuentros entre las culturas musulmana y occidental a lo largo de la historia, a través de la literatura. Este recorrido muestra cómo la cultura islámica ha nutrido a la occidental desde sus primeros tiempos, y que el diálogo y la colaboración entre religiones promueve el florecimiento económico y cultural de los pueblos.

El libro que presentamos ahora, El islam y la cultura occidental, tiene como finalidad estudiar los nexos entre las culturas cristiana occidental y la musulmana oriental. Se trata de un tema relevante en la actualidad, cuando grupos numerosos de musulmanes emigran en condiciones terribles y tratan de integrarse a las sociedades europea y norteamericana huyendo de guerras y hambrunas, o simplemente para mejorar su nivel de vida. Destacamos tanto los aspectos que nos unen como aquellos que nos parecen lejanos a nuestra realidad. Las culturas se permean y se enriquecen cuando entran en contacto. Las primeras impresiones suelen ser fuertes, pero a partir de ellas deben propiciarse el diálogo y el respeto. Resulta difícil creer, por ejemplo, que la obra de Juan Rulfo haya sido traducida al persa y sea ampliamente difunda en Irán. Esto lo explicó el ayatola Muhamad Jatamí, expresidente progresista de Irán, en su conferencia en la Universidad de Guadalajara en 2009. Lo que Jatamí enseñó en aquella visita, además de mostrar a la literatura como punto de contacto entre civilizaciones, es que el islam no es terrorista, y que es en el terreno cultural donde pueden propiciarse los encuentros.

Vivimos en un mundo global donde todo se interconecta; de ahí la necesidad de que las diferentes culturas se conozcan mejor. Algunos pensadores asumen posturas radicales, como Samuel Huntington, quien habla de un choque de culturas o civilizaciones; otros más moderados y comprensivos, como Tzvetan Todorov, de un encuentro de culturas que nos enriquece a pesar de todos los conflictos que surgen cuando las minorías musulmanas se ven obligadas a integrarse en las sociedades occidentales de mayoría cristiana. Uno de los obstáculos principales para esta integración es la situación de la mujer. El estilo de vida occidental moderno, por ejemplo, en cuanto a la vestimenta de las mujeres o la elección del marido, choca con el tradicionalismo oriental. Estos conflictos se reflejan tanto en libros teóricos como en obras literarias. Pero dado que es en la narrativa donde mejor se describe la vida cotidiana desde la perspectiva de autores hombres y de las propias mujeres, las obras literarias tienen gran peso en el corpus de esta investigación.

Para muchos migrantes acogidos en países occidentales, vivir con dos identidades puede causar problemas psicológicos. Esto lo describen varios autores, como el franco libanés Amin Maalouf en su libro Identidades asesinas, o el germano egipcio Hamed Abdel Samad, a quien resultó muy difícil romper con el islam conservador de su juventud para poder integrarse por completo a su nueva patria alemana. Desde una postura radical, Samad trata de convencer a la minoría musulmana de hacer lo mismo que él o, por lo menos, no dejarse guiar por los prejuicios de un islam conservador. Otros autores como Todorov o Maalouf recomiendan soluciones más moderadas que permitan la convivencia pacífica entre orientales y occidentales, entre musulmanes y cristianos, aceptando y respetando las diferencias.

Nos enfocamos en el estudio de obras de autores orientales escritas en lenguas occidentales; pero, como en todo, hay excepciones. Incluimos, por ejemplo, al egipcio Naguib Mahfuz, Premio Nobel, quien escribe en árabe, cuyos libros impactan a la cultura occidental. Su narrativa tiene como tema importante el encuentro de la cultura árabe tradicional con la moderna del Occidente. Hablamos también de novelas utópicas como las de Eric Emmanuel Schmitt y Romain Gary, marcadas por la plena armonía y convivencia pacífica entre personas de diferentes religiones y culturas, aunque, por lo general, la realidad es más compleja y cruda. Existen muchos obstáculos en el camino de la integración y estos se reflejan en numerosas obras que comentamos en este libro. Un tema recurrente entre los autores que incluimos es el de los conflictos que surgen en el islam cuando entra en contacto con otras religiones y culturas.

No consideramos solo escritores musulmanes. Algunos, como Maalouf, son cristianos orientales con estrechos contactos con el islam, y otros forman parte de minorías religiosas como los drusos y jezidis que conviven, no siempre de forma pacífica, con los musulmanes. Tratamos de abarcar un campo bastante amplio y complejo que requirió un análisis diferenciado. Incluimos también obras polémicas o panfletarias, como las de Oriana Fallacci La rabia y el orgullo, que pretende ser un manifiesto contra un supuesto peligro musulmán, religión que la autora rechaza y desprecia. En este sentido, al igual que las novelas de la norteamericana Betty Mahmoody, escritas desde una perspectiva externa y poco comprensiva de la situación en Irán y la vida de los musulmanes son importantes, más que por su calidad literaria, por el impacto y difusión que tuvieron en países occidentales.

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Lo que nos interesa no es el islam en sí mismo, sino su relación con otras religiones. Los contactos entre el islam y el cristianismo existen desde la Edad Media cuando los moros ocuparon gran parte de la península ibérica. Los árabes fueron considerados una amenaza para la cristiandad, como en el siglo xv cuando los Reyes Católicos reconquistaron Granada, o a finales del xvii, cuando los turcos amenazaron la ciudad de Viena. En el siglo xix cambia la situación con la expansión colonial, cuando los europeos someten a los países musulmanes de Asia y África. Luego, a mediados del xx, los colonizadores europeos se retiran y se fundan países musulmanes independientes. A partir de entonces no emigran los europeos a sus colonias, como lo hicieron en el caso de Argelia, sino que son ahora los argelinos pobres quienes emigran a Francia en busca de trabajo. Se inicia una ola migratoria del sur hacia el norte que llega a todos los países europeos industrializados y a los Estados Unidos. Árabes, turcos, iranís, afganos y otros musulmanes se establecen en países occidentales. En los años noventa del siglo xx, debido a la guerra de Yugoslavia, mucha gente, entre ellos musulmanes bosnios, se desplazó hacia Europa occidental y Estados Unidos. Debido a estas migraciones es que en estos países encontramos mezquitas.

Otro tema importante son los musulmanes que emigran al mundo occidental. Durante los últimos años hemos visto muchas imágenes que muestran los flujos masivos de africanos y sirios hacia Europa. Los sufrimientos del trayecto quedan muy marcados. En Alemania se formaron organizaciones de la sociedad civil para apoyar su integración. Cuando Mariana Vogt trabajó como voluntaria en Colonia, una niña le preguntó si ella también había llegado de México en una balsa y había tenido tanto miedo de morir ahogada en el mar. Los jóvenes que emigraron, habiendo perdido todo, no obstante, fueron afortunados por lograrlo, pero tenían serios problemas para aceptar y adaptarse a la nueva cultura. El texto que escribe Mariana Vogt ayuda a comprender la polarización en la sociedad europea y el fortalecimiento de grupos de ultraderecha que se oponen de manera radical y violenta a la llegada de migrantes, ocasionando que las propias leyes de la Unión Europea se discutan y modifiquen para enfrentar esta nueva situación.

No nos concentramos solo en Europa. La literatura del Magreb, que se compone de las tres antiguas colonias francesas: Marruecos, Argelia y Túnez se presenta en un capítulo. Egipto desempeña un papel central en la literatura árabe, pero no menos importante es la de los países que se extienden desde el Líbano hasta Arabia Saudita. Acerca de la lengua de escritura, podemos decir que los escritores que llegaron a Europa en las últimas décadas del siglo xx y lograron integrarse a la nueva cultura utilizan las lenguas de sus nuevas patrias: los turcos escriben en alemán, los magrebíes y los africanos negros en francés, los iraníes, que en su mayoría emigraron a los Estados Unidos, publican en inglés, que también es el idioma principal de la literatura musulmana de la India y de Paquistán. El iraní Kadher Abdolah se convirtió en un escritor neerlandés; su lengua literaria es el holandés, pero la temática de sus novelas es persa.

Un caso especial es la literatura de la antigua Yugoslavia. En muchas de las novelas de los Balcanes se refleja el conflicto entre croatas católicos, serbios ortodoxos y bosnios musulmanes. Estos últimos miran hacia Turquía o Estambul, mientras los croatas se sienten atraídos por Viena y los serbios por Moscú. Ivo Andric trata en su narrativa de darles unidad a estas tres culturas, en tanto que los autores jóvenes expresan su desánimo a lo religioso y su vinculación con el mundo globalizado, sin fronteras ni territorios.

Así como en los Balcanes confluyen el cristianismo y el islam, en África negra entran en contacto y se confunden el animismo de los marabouts y el islam. En las novelas de Maryse Condé, una caribeña que investiga sus raíces africanas, y Amadou Kouruma, de la Costa de Marfil, se describe esta África negra tribal que se transforma debido al trabajo de los misioneros musulmanes y los colonizadores franceses.

No incluimos a Indonesia, donde cientos de grupos étnicos hablan diferentes lenguas, pero se unifican por el islam. Se trata del país con el mayor porcentaje de musulmanes en el mundo, cuyos habitantes hasta ahora no han emigrado a Occidente. Un referente es la obra de V. S. Naipaul, quien critica al clero musulmán de este país que aprende árabe y para el cual el centro del universo es La Meca, sin tomar en cuenta que la modernidad llegó a Indonesia con los colonizadores holandeses. Este es el tema central del autor indonesio más difundido a nivel internacional, Pramoedya Ananta Toer, quien da poca importancia a la religión y se concentra en sus novelas en la influencia holandesa. En la actualidad, el islam sigue creciendo en importancia en este país, debido a que movimientos islamistas radicales tienen cada vez más poder.

Las citas tomadas de libros en otras lenguas (alemán y francés) son traducciones nuestras. Respetamos la escritura de algunos términos árabes como se han escrito por los propios autores en otras lenguas; es el caso del nombre del profeta, que aparece a veces como Mohammed, Mahoma, o Muhamad, por ejemplo. Lo mismo sucede con términos como yihad (guerra santa), sharia (ley islámica), niqab (velo) etc., que por ser muy conocidos en Occidente se mantienen en el original árabe.

Insistimos en que este libro pretende ser un puente entre la cultura y religión musulmana con el Occidente. Nos parecen más importantes sus encuentros que sus choques; la comprensión mutua y el enriquecimiento cultural, que los conflictos. Con buena voluntad, judíos, cristianos y musulmanes pueden convivir pacíficamente como nos muestran los dos ejemplos siguientes: José María Pérez Gay nos cuenta que Joseph Roth, judío converso al catolicismo, quien en sus novelas a veces se presenta como ferviente partidario de la monarquía austro-húngara, pero en su novela Job no se olvida de sus raíces judías, tuvo en París un sepelio donde coincidieron, sin querer, curas y rabinos. Roth era un católico que nunca dejó de ser judío. Vivir con dos religiones no es solo una contradicción, sino también un fenómeno humano. Ivo Andric en Crónica de Travnic nos habla de un bosnio en cuyo sepelio cristianos y musulmanes se pelearon para enterrarlo de acuerdo con sus propios ritos. Era un hombre que había vivido entre dos religiones y no podía identificarse con una sola. Judíos, cristianos y musulmanes afirman simultáneamente que su religión es la única verdadera. No toman en cuenta que nacen de una misma raíz y que adoran al mismo Dios con diferente nombre. Se trata de las religiones abrahámicas que representan al monoteísmo y cuyos dogmas coinciden en muchos puntos. Así lo describe el viajero inglés Tim Mackintosh Smith, cuando habla de un rey del Cáucaso: “Oraba los viernes con los musulmanes, los sábados con los judíos y los domingos con los cristianos”.5 Como este rey no sabía cuál era la verdadera religión, cumplía con los preceptos de las tres y así se aseguraba el cielo. Hoy en día se enfrentan fanáticos y tolerantes. Estos últimos tienen la convicción de que hay diversos caminos que conducen a Dios, como declara el Concilio Vaticano ii. Este libro quiere contribuir a la tolerancia y la convivencia pacífica entre creyentes de todas las religiones. Compartimos el espíritu de Johan Gottfried Herder, para quien ninguna cultura es superior a otra y que todas enriquecen a la humanidad. El paganismo de la antigüedad y el animismo de los africanos merecen nuestra atención igual que las tres “Religiones de Libro” o las tradiciones del Lejano Oriente, como el budismo, el taoísmo y el hinduismo, que no son tema de este libro y solo aparecen en forma marginal en el capítulo sobre la India, donde el islam lucha contra los que considera dioses paganos en este país.

El islam y la cultura occidental es resultado de muchos años de investigación y de reflexión conjunta durante los cuales quisimos conocer de cerca la cultura musulmana y sus practicantes. Tuvimos la fortuna de visitar varios países de tradición islámica para observar su vida y sus costumbres. Fuimos recibidos en el Instituto Alemán Goethe de Rabat, Marruecos, así como en varias universidades de Turquía, Croacia, Bosnia, España, Alemania, Francia y Holanda. Nuestra experiencia más reciente fue en Egipto durante el mes de Ramadán. Queremos agradecer el apoyo de Hans Jürgen y Lupita Augspurger por introducirnos en el fascinante mundo marroquí; a Mirjana Polic Bobic, por su apoyo durante nuestra visita a Croacia y Bosnia; a Darío Armando Flores Soria, Juan Diego Ortiz Acosta y Graciela Abascal Johnson, incansables compañeros del Centro de Estudios Religión y Sociedad; a Gabriel Gómez López, Raúl Aceves y todos nuestros compañeros del Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara; a Brahiman Saganogo, Ivan y Habibah Carrazco por compartir sus experiencias como musulmanes a nuestros estudiantes de Historia de las Religiones. En tono de broma comentan nuestros invitados a los alumnos: “venimos sin mochila para que no piensen que traemos bombas”, y a partir de allí se generan interesantes diálogos que seguramente contribuyen a combatir la imagen desprestigiada del islam tan difundida en Occidente.



2 Flores Soria, Darío Armando, Juan Diego Ortiz Acosta y Lourdes Celina Vázquez Parada (coords.) La guerra de los dioses. Análisis del fenómeno religioso y político en el conflicto entre grupos radicales del Islam y Estados Unidos. Universidad de Guadalajara. Campus Universitario del Norte, Colotlán, enero del 2003.

3 Manuel Rodríguez Lapuente, “Afganistán, política y religión”, en ibid., pp. 16 y ss.

4 Vogt, Wolfgang. El islam y la literatura occidental. Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de los Altos, Guadalajara, 2005.

5 Tim Mackintosh Smith. Viajes con un tangerino. Tras las huellas de Ibn Batuta, (Madrid, 2005), p. 135.

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