Читать книгу El escocés dorado - Lourdes Mendez - Страница 7

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Johanna se encontraba parada en el centro del aeropuerto, Lidia notó que los ojitos de la muchacha estaban asustados como aquellos gatitos suyos cuando hacían alguna travesura, sabía que esto era algo más que una travesura, esto lindaba con la locura. Pues enviar a una chica inexperta, modelo, en plena crisis, a la otra punta del mundo a ocuparse de lo más sagrado para ella que era su trabajo, definitivamente era una locura, pero en su interior la ansiedad le decía que era una oportunidad y no podía permitirse perderla, debía estar en dos sitios a la vez y Johanna podía hacerlo bajo sus directrices; su mente sabía que no se trataba solo de ella, sino también de la joven modelo, necesitaba ayuda, atención, y Lidia estaba resuelta a dárselas.

Sin medir más palabras abrazó fuerte a Johanna a modo de despedida, le pasó la valija que ella misma había armado de manera pulcra antes de que el teléfono sonara en su casa.

— Es la maleta que iba a llevar, tiene toda la ropa necesaria, creo que con esto vas a estar bien por un tiempo, voy a girarte dinero para que compres algo que sea más de tu gusto— dijo Lidia intentando tranquilizarla—. Lamento que no hayas tenido tiempo de hacer tu propia maleta.

— Gracias, ¿vas a hablar con Dick?

— Le digo lo que quedamos, quedate tranquila, Johan.

— Tengo miedo, no estoy segura, pero tampoco quiero quedarme acá, necesito huir...

— Hui tranquila, nadie te va a seguir hasta allá— dijo Lidia mientras le extendió el pasaje junto al dinero—. Si cometiste la locura de casarte joven con un galán de novelas, esto te aseguro que va a ser un chiste en tu prontuario.

Johanna luego de varias horas de tristeza pareció olvidar su problema, embarcada en el delirio de su vecina tomó lo que le ofreció entre sus manos, sonrió porque sabía que alguien la necesitaba, era hora de demostrar al mundo de todo lo que era capaz, lo que ella debía hacer era algo muy importante, al menos lo era para alguien y el corazón le decía que sería importante también para ella.

Desembarcó del avión dirigiéndose a una cabina donde entregó su pasaporte, luego de escasos minutos extendió la mano tomando el documento que un hombre mayor trajeado le devolvió, leyó el sello sin poder creerlo «Immigration officer -6129 - 18 feb 2020 Edinburgh».

Con nerviosismo se dirigió con su maleta a la salida, allí debería esperarla alguien, internamente intentaba tranquilizarse, sabía que cometió una locura, quizá la más grande de su vida, pero algo por dentro le decía que era lo correcto, siguió los carteles que la guiaban encontrándose al final de un pasillo con la sala principal, donde observó a muchas personas esperando, llevando carteles escritos con diferentes nombres y apellidos, miró en alerta entre la multitud buscando el nombre de Lidia, leía de un cartel a otro sin hallarla, hasta que detuvo intrigada su mirada en un hombre que le llamó poderosamente la atención, era el primer escocés que propiamente veía con el típico atuendo.

Johanna se detuvo a mirar el kilt3, la amplia falda la cautivó, no podía creer que estuviera viendo una en vivo y en directo, era como si en ese preciso instante estuviese leyendo una de sus novelas románticas, nada más y nada menos estaba viendo a un verdadero escocés. Por un momento olvidó que debía buscar el nombre de Lidia Rodríguez para que la llevasen al hotel.

Siguió guiada por la curiosidad y caminó hacia ese kilt que de manera amplia se lucía entre las personas que la rodeaban. Era tanto el ir y venir de la gente que se entrecruzaba que no podía distinguir a quien llevaba la falda. Seguida por la intriga se escabulló entre la multitud siguiendo el llamativo tartán4 que mezclaba los colores entre tonos rojos, amarillos y verdes. De inmediato se preguntó de manera interna a qué clan correspondería ese tartán, una sonrisa se dibujó en su rostro, sabía definitivamente que ese escocés pertenecía a un clan, a uno verdadero.

Siguió con la mirada el kilt mientras ella curiosa se acercaba, dos personas se apartaron abriendo paso, como en un grisáceo día cuando la entrada de los luminosos rayos de sol surgen, el camino se abrió dando paso frente a ella al escocés.

Imponente, la totalidad de su figura se presentó dibujada en una gran sombra, justo en el piso frente a ella; Johanna no lo podía creer, era estar en una fantasía real, observó la oscura sombra de contextura grande, fue levantando la vista de a poco con cierto temor que se entremezclaba con ansiedad y alegría, sí, ella sabía que le predominaba la alegría.

Fue levantando la vista de a poco, la emoción no le permitió ser brusca. Primero descubrió sus pies, unas botas de cuero marrones típicas del lugar y el kilt en su máximo esplendor se impuso robando toda su atención, pero al observarle las piernas no puedo evitar sentir una presión en el estómago, esas piernas eran imponentes como rocas, respiró profundo para evitar largar un suspiro en ese sitio tan concurrido, continuó subiendo la mirada preguntándose qué llevaría en el sporran5 que rodeaba la cintura. Un destello de luz al moverse el escocés iluminó el alfiler que unía las dos partes de la falda por delante.

— No puede ser— exclamó sorprendida Johanna, mientras pensaba intrigada si ese hombre llevaría en sus calcetines un sgian dubh6, por un instante imaginó que la pequeña daga estaba allí lista para ser usada.

Cuando terminó de levantar los ojos descubrió a un hombre de torso ancho, la contextura sin duda era grande y proporcionada en todas sus partes, arriba llevaba una remera blanca que le marcaba en los brazos la musculatura, cruzaba a un lado el tartán que venía desde su falda, aquellos grandes músculos que tenía en los hombros dejaron sin aliento a Johanna, pero cuando descubrió el varonil rostro que la estaba mirando fijo de manera risueña y burlona, la joven se alertó de inmediato por la expresión de él convencida de que ella estaba haciendo el ridículo al deleitarse sin reparos descaradamente ante aquel escocés, procedió a cerrar la boca que le había quedado abierta por la sorpresa de lo que sus ojos no se privaron de ver, aquel delicioso espectáculo de hombre nativo escocés.

Se sintió avergonzada por ser descubierta al mirarlo, él la contempló con esos ojos pícaros de que el secreto se descubrió; Johanna en ese instante experimentó un sentimiento inmediato, el cual transformó la vergüenza en un gran enojo.

— Idiota— dijo Johanna, aunque no supo si ese comentario fue para ella o para él.

Sin perder tiempo se volteó y siguió buscando el nombre de Lidia en algún cartel, pero nadie parecía tenerlo.

Johanna comenzó a preocuparse. «¿Y si nadie la esperaba? ¿Qué haría en otro continente sola, sin nadie que la oriente, sin saber qué hacer? ¿Pero por qué le haría una cosa así su vecina?», se preguntaba Johanna mientras unas náuseas se asomaban junto al nerviosismo.

Continuó buscando sin ver el maldito nombre de Lidia por ningún lado, sacó su celular para llamarla, quizá estaba a otro nombre, pero el intento fue en vano, el aparato no contaba con batería, allí Johanna se maldijo a sí misma por haber dormido todo el viaje y no haberse dedicado a cargar su celular durante el vuelo.

Se sobresaltó cuando una pesada y gran mano la tocó de atrás en el hombro. Pero más fue la sorpresa cuando al voltearse descubrió al escocés que observó antes, este pegado a ella le doblaba en altura, llevaba una hoja con el nombre de ella.

3 Falda típica, pero tiene la peculiaridad de que la visten los hombres.

4 Es un tipo de tejido asociado tradicionalmente con Escocia, el patrón consiste en líneas horizontales y verticales que cruzan formando un efecto de cuadrados.

5 Bolsa que se lleva en la cintura sobre el kilt.

6 Pequeña daga parte del traje tradicional de Escocia.

El escocés dorado

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