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AGRADECIMIENTOS

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Este libro recoge parte de lo que presenté en mi tesis doctoral, defendida en el Doctorado de Estudios de Género de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba en abril de 2019. Cuando se concluye una ardua tarea como la que emprendí al realizar dicha tesis, y aún corriendo el riesgo de caer en lugares co- munes, una no puede dejar de reconocer un profundo sentimiento de agradecimiento hacia todas y cada una de las personas que fue- ron acompañando esa tarea en sus distintas etapas y que hicieron posible que finalmente se plasmara por escrito. Sin descontar el ries- go de olvidar a algunas/os, quiero nombrar a muchas/os de ellas/os

Comienzo por mi director de tesis, el Dr. Carlos Schickendantz, con quien me une un vínculo de largo tiempo. Sus valiosas y acertadas observaciones y su acompañamiento permanente, paciente, incondicional, me facilitaron enormemente la tarea. Agradezco igualmente a mi co-directora, Cecilia Luque, por su lectura atenta y sus sugerencias.

No puedo dejar de agradecer los apoyos recibidos desde la Uni- versidad Católica de Córdoba, particularmente, de Rafael Velasco, su ex Rector, de los ex decanos de la Facultad de Filosofía y Hu- manidades, Cecilia Padvalskis y Ramón Ortellado, sus secretarias, Fernanda Schiavoni y Cecilia Petit, como también de la directora del Departamento de Formación, Ana Carolina Díaz. Agradezco tam- bién a tantas personas de las otras dos Facultades donde trabajo, la de Ciencias Económicas y la de Derecho, a cada uno de los equipos de gestión, y, sobre todo, a las/os secretarias/os administrativas/os de las tres facultades, quienes tantas veces dispusieron para mí un lugar donde trabajar tranquila, o respondieron mis “dudas informá- ticas”. Sobre todo, agradezco la escucha siempre disponible, lúcida y afectuosa de Arturo Sandiano, exvicerrector de Medio Universi- tario.

Quiero agradecer también a la querida gente del CEFyT y del Lumen/ITeC, compañeras/os de tantos años de trabajo, que me posibilitaron crear y ampliar espacios de género… Con el nombre de algunos de ellos/as –Ángel Peralta, Mariza Fernández, Fernando Kuhn y Konrad Pucher (Koni) del CEFyT; Marita Barrionuevo, Mary Cardosso, Lucy Marasca, Guillermo Rosolino y Alejandro Mingo del Lumen/ITeC–, recuerdo y agradezco a todas/os y cada una/o de aquéllas/os con quienes compartí tantos años de quehacer teológico. Un reconocimiento afectuoso, además, a mis alumnas/os, de todos los espacios donde trabajé y sigo trabajando, porque con sus pre- guntas, inquietudes, propuestas, fueron un estímulo fundamental para seguir investigando y actualizándome. Entre ellas/os destaco particularmente a Marta Ibáñez, Élida Bazta, Gisela Giraudo, Alina Rosales, y algunos que llegaron a ser luego colegas míos, como Fer- nando Kuhn, Juan Carlos Stauber, Alejandro Mingo, Lucas Leal…

Agradezco también a la gente del Doctorado en Estudios de Gé- nero del Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC, particularmente a Adriana Boria, Alejandra Martín y Pilar Anastasia, y también a las/os Profesores/as y a mis compañeras/os. La amistad de algunas/os de ellas/os es uno de los regalos más ricos que me dejó el cursado del doctorado, más allá del bagaje intelectual recibido.

Un especial reconocimiento a quienes forman parte de mi Equi- po de Investigación, Subjetividades, corporalidades y discursos “entre barreras”. Investigaciones inter, multi, transdisciplinares desde la perspectiva de género, radicado en la Universidad Católica de Córdoba. A todas/os y cada una/o de sus miembros: Verónica Luetto, María Belén Elía, Lucas Leal, David Avilés, Julieta Rodríguez, Ximena Paira y, desde el segundo período, también Fernanda Schiavoni y Melisa Gorondy Novak y como colaboradoras Cecilia Padvalskis y Cecilia Petit. Con ellas/os me une esta pasión por las cuestiones del género y del/de los feminismo/s, por la cual pude compartir buena parte de la hechura de esta tesis en nuestros diálogos, discusiones y proyectos comunes. Un agradecimiento particular para Melisa que, además de investigadora, es artista, y me regaló su pintura para la tapa de este libro.

Agradezco a tantas teólogas, conocidas personalmente o no, que han pasado a ser referentes, compañeras, amigas, ya que sin sus aportes hubiera sido imposible mi quehacer teológico. Quiero nombrar a seis de ellas, sabiendo que puedo ser injusta con muchas otras a quienes no señalo, sólo por una cuestión de espacio. A Nelly Ritchie, pastora y “mujer obispo” metodista, porque fue la pri- mera que me acercó producción teológica hecha por mujeres, allá por 1994, cuando trabajábamos ambas en el Instituto Ecuménico de Cultura Religiosa. Mi deseo y decisión de hacer teología feminista (en aquellos tiempos no conocía ese apelativo) fue confirmándose y profundizándose desde entonces. Mi reconocimiento a Mercedes Navarro Puerto, de quien me entusiasmaron y siguen entusiasmán- dome sus estudios feministas –y no sólo los bíblicos–, por su soli- dez, por su diálogo interdisciplinar y sobre todo, cuando la conocí personalmente, por su humildad y coherencia. Agradezco a Elsa Tamez, a quien tuve el inmenso placer de leer y estudiar en profun- didad para los tres tomo de la colección Mujeres haciendo Teología, y después conocer personalmente y compartir más de un encuen- tro. Me impactaron sobre todo su compromiso con las/os pobres de nuestro Continente y ese esfuerzo por una lectura bíblica tan creati- va, abierta a los desafíos actuales, siempre en diálogo ecuménico y sensible a las/os excluidas/os. A Nancy Bedford por su teología tan sólida, tan fiel a su identidad evangélica y latina, y, a la vez, tan en- raizada en la vida cotidiana y comprometida con las/os más pobres. A Virginia Azcuy, y con ella a todo el espacio que supuso y supone para mí el colectivo de mujeres teólogas Teologanda. Le agradezco especialmente a Virginia cómo se ha jugado por abrir el espacio del quehacer teológico a tantas mujeres. Por último, a Mercedes García Bachmann, pastora de la Iglesia Luterana. Su sabiduría y su enorme generosidad me posibilitaron consultarla más de una vez para mis investigaciones. A través de estas mujeres nombro también a tantas que fui conociendo y con quienes fui realizando la pasión por la teo- logía en congresos, jornadas, seminarios, cursos, talleres, todas ellas valiosas referentes para las búsquedas y diálogos feministas. Com- partir con ellas fue mi propia experiencia de sororidad. Quiero se- ñalar, además, que cuatro de estas mujeres nombradas pertenecen a iglesias evangélicas. Lo asumo como fidelidad (de Dios, de ellas, mía propia) a una vocación personal ecuménica y agradezco también por esa experiencia, frecuente en el quehacer teológico feminista.

Estoy muy agradecida al ICALA (Intercambio Cultural Alemán Latinoamericano) por la beca “C” de estudios y a la UCC por las becas de posgrado que me otorgaron y que fueron una significativa ayuda para la realización de esta investigación.

Un agradecimiento especial a quienes fueron un apoyo funda- mental para poder plasmar este trabajo cuando parecía imposible lograrlo. A Silvia Fuentes, Beto Canseco, Silvia Franco, Ivana Alochis y a mis amigas de siempre, Adriana, Marisa, Iris, Mary, Cristina, que “están”, aunque muchas veces no nos podamos encontrar. A Graciela, la “segunda mamá” de mis hijas, que “cuidó mis espaldas” tantas veces, cuando yo no estaba en casa. A Samuel Almada quien resolvió mis dudas sobre traducciones del hebreo bíblico. Ellos/as forman esa red imprescindible que es la amistad y la sororidad, que nos sostiene y nos posibilita ser quienes somos.

A mis padres, Juan y Lucy, que me dieron la posibilidad y apo- yaron mi estudio de la teología, allá lejos y hace tiempo, cuando emprenderla como mujer y laica parecía una aventura alocada. A mis hermanos, Juancho, Pablo y Fernando, porque el afecto siempre está, entiendan y compartan o no mis ideas teológicas.

Finalmente, lo que no quiere decir en el último lugar, agradezco muy especialmente a mi familia. Todas/os y cada una/o han “sufri- do” un poco (o mucho) que la esposa, mamá y abuela haya estado tantos años abocada a esto que fue un sueño y ahora es una rea- lidad: Osvaldo, mi esposo y compañero; Agustina, Lucía Belén y Guadalupe, mis hijas; Anita, mi nieta y Bautista y Felipe, mis nietos (cuando entregué y defendí mi tesis, Joaquín todavía no había naci- do). Espero hacer realidad mis promesas y mis buenas intenciones de “volver a la normalidad” y poder gozar juntas/os del tiempo y el espacio que estuvo dedicado a la exigencia de la tesis.

A todas/os mi agradecimiento, porque sin ellas/os este trabajo no hubiera sido posible y, más aun, porque cada una/o, a su modo, me ayudó a ser quien soy.

La (in)visibilización de la violencia contra las mujeres en la Biblia

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