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72 EL ALCIÓN O SOBRE LAS METAMORFOSIS *

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Curioso y enigmático a la par que hermoso este brevísimo opúsculo llegado a nosotros con el título de Alción. La tradición nos lo ha legado en códices de Platón y de Luciano. Si hemos de hacer caso del testimonio de Diógenes Laercio, III 62, la atribución de este texto de Platón es de todo punto falsa, pero tampoco la asigna a Luciano sino que dice que es atribuida a un tal León por Favorino. Sobre la vida del tal León, inclinación filosófica y fechas, véase Macleod, VIII (Loeb), págs. 303-305. Pero dejando a un lado los por otra parte interesantes problemas de autenticidad y de autoría, lo cierto es que el diálogo entre Sócrates y Querefonte está lejos de la enjundia, la densidad y la profundidad de los auténticos diálogos platónicos llamados «socráticos» como de la vivacidad, el ingenio y la acritud de los auténticos diálogos lucianescos. De ahí las dificultades para establecer con certeza una autoría que personalmente nos parece no cuadra ni a Platón ni a Luciano.

QUEREFONTE . —¿Qué sonido ha llegado a nuestros [1] oídos, Sócrates, desde lejos, procedente del litoral y del acantilado aquél? ¡Qué agradable a los oídos! ¿Qué animal es el que emite ese sonido? Porque los seres que pasan su vida bajo el agua no tienen voz.

SÓCRATES . — Se trata de un ave marina, Querefonte, llamada alción, que destaca por sus llantos y lamentos, de la que los hombres cuentan una vieja historia 1 . Dicen que una mujer, hija de Eolo, a su vez hijo de Heleno, lloró con tristeza y con nostalgia de cariño la muerte de su esposo legítimo, Ceix el Traquinio, hijo de Astro de la Mañana, hermoso hijo en verdad de hermoso padre. Mas que después y por designio divino convertida en ave volaba en derredor de los mares en busca de aquél, pues luego de haber dado mis vueltas por la tierra no era capaz de encontrarlo.

[2] QUEREFONTE . — ¿Es el alción a quien te refieres? No había escuchado nunca antes su voz y me ha resultado extraña; en verdad es lastimero el canto que emite el animal. Y ¿qué tamaño tiene, Sócrates?

SÓCRATES . — No es grande. Por el inmenso amor a su marido los dioses la honraron sobremanera. Pues durante el tiempo de su cría el Universo tiene los llamados «días del alción» 2 en mitad del invierno, que se diferencian por su bonanza, de los que el día de hoy es un ejemplo perfecto. ¿No ves qué raso está el cielo, y que todo el mar, sin olas, en total bonanza, parece, por así decir, un espejo?

QUEREFONTE . — Llevas razón. Hoy desde luego hace un auténtico día del alción y ayer lo hizo prácticamente igual. Mas… por los dioses, ¿puede uno creer de los antiguos, Sócrates, que de unas aves surjan unas mujeres o al revés, de unas mujeres unas aves? Una cosa así desde luego parece de todo punto imposible.

SÓCRATES . — Querido Querefonte, miopes jueces, me [3] parece, somos nosotros de lo posible y lo posible. Conjeturamos según la capacidad humana, que es mala conocedora, poco digna de crédito, y prácticamente ciega. Pues a partir de las facilidades nos surgen muchas dificultades, y de lo eludible lo ineludible, con frecuencia por inexperiencia, con frecuencia por ingenuidad de nuestras mentes. Pues, en realidad, todo hombre parece ser un niño, hasta el más viejo, porque, en efecto, el tiempo de la vida es muy breve e insignificante con respecto a la eternidad. Y además, amigo, ¿cómo podrían decir si cosas de esa índole son posibles o imposibles quienes desconocen las capacidades de los dioses y de los espíritus 3 o las de la naturaleza en su totalidad? ¿Viste, Querefonte, qué tormenta hubo al tercer día? A cualquier observador le habría entrado miedo de aquellos truenos y relámpagos y de la inusitada fuerza de los vientos. Alguien podría haber sospechado que la tierra entera iba a venirse abajo.

Pero al cabo de poco tiempo se instaló una bonanza [4] formidable que se mantiene hasta ahora. ¿Cuál de estas dos cosas crees que es empresa de más envergadura e importancia, el que se produzca este buen tiempo a partir de aquella borrasca y aquel temporal, y que todo el Universo disfrute de bonanza o el que una mujer pueda metamorfosearse en ave? Algo de este tipo es lo que saben modelar nuestros niños en sus juegos cuando cogen barro o cera, y a partir del mismo molde muchas veces lo transforman en formas muy distintas según sus ocurrencias. Conque a una deidad que tiene una autoridad mayor e inexplicable en comparación con nuestras capacidades le resultan quizás sencillas empresas de esa índole e incluso más difíciles. Pues el firmamento entero ¿en qué medida te atreverías a afirmar que es superior a ti?

[5] QUEREFONTE . —¿Quién, de los humanos, Sócrates, podría pensar o incluso precisar algo al respecto de temas de esa índole? Es imposible decir nada.

SÓCRATES . —¿Es que no vemos la gran diferencia respecto a las capacidades e incapacidades de los hombres cuando se comparan entre sí? Pues en efecto la edad de los adultos con respecto a la de los bebés recién nacidos, que no tienen más que cinco o diez días, tiene una enorme diferencia en lo referente a capacidades e incapacidades en prácticamente todas las acciones a lo largo de la vida, y sus destrezas son muy diversas, así como las actividades que su cuerpo y su espíritu pueden llevar a cabo. Todo eso, como dije, a los niños pequeños no se les puede ni tan siquiera pasar por la cabeza.

[6] Y es imposible calibrar la fortaleza de un hombre hecho y derecho cuán superior es con respecto a la de los niños. Pues un hombre solo fácilmente superaría a un montón de ellos. Ya que en efecto la edad, sin medios ni recursos de ningún tipo, acompaña al hombre desde el principio según la naturaleza. Pues cuando un hombre, a lo que parece, difiere en tan gran medida de otro hombre, ¿qué pensáramos que pueda parecerles el firmamento entero con respecto a nuestras capacidades a quienes logran contemplar fenómenos semejantes? Tal vez parecerá verosímil a la mayoría que en la medida en que el Universo es superior en tamaño a los cuerpos de Sócrates y Querefonte, en esa misma medida y de modo análogo, su energía, inteligencia y designio difieren de nuestra disposición.

Pues tanto a ti como a mí y a otros muchos como tú y [7] como yo hay muchas cosas que nos resultan imposibles y que sin embargo resultan fáciles para los demás. Porque incluso tocar la flauta para los que no saben o leer y escribir para los analfabetos, hasta que dejen a un lado su ignorancia, no es tarea más imposible que el metamorfosear a las aves en mujeres o a las mujeres en aves. Pues la naturaleza, apartando primero en un panal a un animal sin patas, sin alas, proveyéndolo después de unos pies y unas alas, deslumbrante de belleza, variedad y matices de colores, nos dio a ver a la abeja, sabia trabajadora de la divina miel, y de huevos que no tienen voz ni alma modela muchas clases de seres alados y de animales terrestres y acuáticos, utilizando, como dijo alguien, las artes sagradas del éter inmenso.

Y respecto de las capacidades de los inmortales que son [8] enormes, nosotros que somos mortales e insignificantes, que no podemos ver ni de lejos lo grande ni lo pequeño, incapaces como somos de controlar la mayor parte de lo que nos sucede, ni tan siquiera podríamos hablar con seguridad ni de los alciones ni de los ruiseñores. Tal cual me la legaron mis padres entregaré a mis hijos la fama de los mitos respectos de tus cantos, ave de trenos melodiosos, y cantaré tu amor devoto y ardiente por tu esposo muchas veces a mis mujeres Jantipa y Mirto 4 contando entre otras cosas la estima que gozaste de parte de los dioses. ¿A que tú también vas a hacer lo mismo, Querefonte?

QUEREFONTE . — Por lo menos conviene, Sócrates, que las palabras pronunciadas por ti tengan una doble invitación a la convivencia tanto de maridos como de mujeres.

SÓCRATES . — Pues bien; tras despedirnos de Alción es ya hora de dirigirnos a la ciudad desde el Falero.

QUEREFONTE . — De acuerdo; hagámoslo así.


* M. D. MACLEOD , edición de la Oxford University Press, tomo IV, página 12, apunta una bibliografía en relación con los partidarios de su atribución a Luciano —él se cuenta obviamente entre ellos— y a Platón.

1 Estas líneas nos traen a la memoria las de la Ilíada IX 561 -564, las de OVIDIO , Metamorfosis XI 410-748, y los relatos en prosa de APOLODORO , Biblioteca I 7, 4, así como de LUCIANO , Historias verdaderas I 31 y II 40.

2 Este pasaje nos lleva igualmente a hacer memoria de unos hermosos versos de ALCMÁN , 94D, y SIMÓNIDES , 20D, en los que se hace mención a los llamados «días del alción» como paradigma y prototipo de bonanza en la mar.

3 Una vez más tropezamos con la dificultad de traducir el término griego daímon , aquí junto a theós . No nos convence «espíritus», pero tampoco «genios», o «duendes» como a veces parecería oportuno traducirlo. Creemos no obstante que aquí «espíritus» es el menos inapropiado.

4 Jantipa y Mirto aparecen citadas aquí como las mujeres de Sócrates. Véase el testimonio de PLUTARCO , Arist . 27, DIÓGENES LAERCIO , II 26, y ATENEO , XIII 556a. Quizás esta alusión a Mirto sea muy indicativa de que no se trata de una obra de Platón (cf. MACLEOD , VIII (Loeb), pág. 316).

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