Читать книгу Descubre todo el poder que hay en ti - Lucien Liroy - Страница 7

Primera parte
La accióndel espíritu
Saber es poder
Los límites de la personalidad

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Se puede comparar al hombre con un autómata si se tiene en cuenta que está sometido a procesos físicos y psicológicos. Los mecanismos que presiden normalmente la elaboración del pensamiento, el mando de la acción, así como el funcionamiento del organismo, han sido objeto de profundos estudios. Son ellos los que nos animan en cada segundo de la existencia. Están formados por compartimentos interdependientes que en su mayoría son inconscientes. El consciente, por sí mismo, no funciona con la misma intensidad. Se numeran normalmente siete estados de conciencia: el coma, el sueño profundo, el sueño ligero con sueños, el ensueño o el adormecimiento, la vigilia amplia, la vigilia atenta y la vigilia excesiva. Veremos más adelante que existen otros, más eficientes, durante los cuales la conciencia ordinaria es al mismo tiempo absolutamente no activa e hipervigilante, puesto que es la supraconciencia*, o la pura conciencia, la que actúa y el pensamiento se genera en ese caso sobre el plano de lo absoluto.

Esta última precisión es muy importante. Se trata incluso de la clave de la acción psíquica.

Aunque es muy fácil comprender intelectualmente que el hombre es un ser múltiple, poca gente consigue concebir todo lo que ello implica.

Por ejemplo, nuestra conciencia de ser está extraordinariamente situada en el plano mental, en el cerebro físico. Cuando pensamos en la existencia ordinaria, es por lo tanto la personalidad física la que piensa, con todos los límites que esto supone. Sin embargo, la conciencia puede transferirse a los demás elementos del ser, y sobre todo a la supraconciencia. Por lo tanto, es en ese nivel y sólo en ese donde tiene lugar la acción psíquica. Sea cual sea el método utilizado – plegaria, telepsiquismo*, ceremonias varias—, la acción consiste en una petición de la mente a la supraconciencia, pero siempre mediante el intermedio de nuestro propio espíritu individual. Encontramos en este punto a la famosa trinidad. La mente no puede dirigirse nunca directamente a la supraconciencia.

Si he querido presentar, aunque de forma muy sucinta, la estructura psicológica del ser humano es para mostrar correctamente que, aparte de una acción voluntaria, estamos sometidos, aunque nos repugne tener que admitirlo, a la actividad inconsciente del cerebro.

El acto voluntario exige un conocimiento y una reflexión previa y un compromiso. En la vida diaria, son pocas las acciones que responden a esta definición, a menos que hayamos escapado, aunque sólo fuera parcialmente, de la tutela de los mecanismos instintivos, fisiológicos y psicológicos, y que nos mantengamos, además, protegidos de las influencias del mundo exterior que no son siempre positivas. Incluso cuando llega el momento, no son siempre buenas para nosotros.

En la actividad habitual del hombre normal, y sea cual sea su grado de inteligencia o de instrucción, la parte de los estadios no conscientes de la personalidad sobrepasa las nueve décimas. En la mayoría de los casos, la acción no es más que la resultante de las necesidades fundamentales, de los impulsos instintivos y de las necesidades mediatas e inmediatas condicionadas por todo lo que constituye la personalidad: el potencial hereditario, el atavismo, el instinto, el carácter, las necesidades fisiológicas y psicológicas, las latencias, la educación, la experiencia, los diversos condicionamientos y las exigencias del medio. En la vida corriente, se toma muy a menudo por reflexión lo que no es más que una racionalización a posteriori de una decisión subconsciente, consecutiva a estimulaciones interiores o exteriores.

El mecanismo de la racionalización se demuestra en la sugestión poshipnótica, la orden dada a un sujeto en estado de hipnosis y que tiene que ejecutar a los pocos minutos, a los pocos días o incluso varios años después de despertar. El sujeto puede dar explicaciones entonces perfectamente lógicas y creíbles de lo que está a punto de realizar cuando en realidad ha sido algo que se le ha impuesto de forma indiscutible.

El hombre se niega en general a admitir que pueda estar dirigido por la parte inconsciente de su psiquismo, pero en cambio es la realidad. El ser humano es un conjunto de rasgos de carácter que determinan cada uno de los tipos de comportamiento basados en el potencial hereditario, moldeados por las experiencias de la vida y que se expresan finalmente por las formas de conducta constantes presentes en cada individuo. Dicho de otra forma, la conducta humana está, hasta un cierto punto, determinada por elementos que no dependen en ningún caso de la reflexión y todavía menos de la voluntad. Está sometida a las leyes rigurosas que rigen la adaptación al medio. El verdadero problema para una persona normal consiste en comprender o admitir que está sometida a todos esos mecanismos y eso sea cual sea su edad, su situación, su grado de instrucción y su función en la sociedad, a menos que se haya decidido de forma voluntaria a dominarlos y, sobre todo, a trabajar en ese sentido. Además, este control tiene que efectuarse de forma permanente, puesto que las influencias internas o externas se ejercen de forma constante.

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