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El llamado iniciático

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El requisito primordial para ser yatiri es ser señalado para cumplir con tal misión. Este llamado puede presentarse de distintas maneras: por un hecho fortuito, por un accidente o acontecimiento extraordinario (la caída de un rayo, por ejemplo), por herencia familiar, o por adquisición mediante la formación con un curandero que transmite sus conocimientos. Para Rafael Briones Gómez (1997: 105), “la iniciación es un pasaje importante en la vida del curandero, conlleva un compromiso personal integral: físico, mental y espiritual”.

Don Teodoro hizo referencia a la importancia de las señales para ser yatiri y el don de sanación personal:

Bueno, nosotros tenemos un don, nacimos con un don; o sea, que esto viene, no somos herederos de nuestros abuelos, sino que uno nace con un don. Yo nací con cinco estrellas, con cinco coronas, digamos [se señala la coronilla]. Las cinco coronas son una señal, remolinos en la cabeza. Entonces por eso manejo estas cosas. Porque así por así no más la gente no puede acertar. Los gemelos por ejemplo aciertan. Especialmente los gemelos, ellos también saben, los que son ligados con el rayo relámpago esos también igual, con seis deditos en los pies, esos son los que tienen ese don. Sí, el don… yo tenía unos siete años por ahí, yo tenía un abuelo que manejaba esto también. Entonces, cuando en el campo llueve llega a granizar, esas cosas, muchas veces, eso hace mal a la chacra, todo eso, el abuelo me decía: “Tú tienes ese don, tú tienes que ser igual que yo”. El abuelo hablaba mal, yo nunca quise manejar esto, yo decía: “Nunca voy a ser igual que él”. Pero, llegado el momento, yo había tenido que ejercer este trabajo, porque él sabía mirarme las cinco coronas, me decía: “Tú tienes que ser igual porque naciste con ese don”.

El testimonio de don Teodoro refiere que el abuelo había percibido la señal, en este caso las cinco coronas en su coronilla, como el reconocimiento del don para ser yatiri. Gerardo Fernández Juárez (2004: 20) describe las señales para ser yatiri: “Los que nacen de un mismo vientre, gemelos o ispa; que nacen de pie, kalluni; con más de cinco dedos, sojtillos, y los que poseen ciertas marcas, defectos y deformaciones”.

Continuemos con el relato de don Teodoro:

Entonces me hacía ch’allar porque la granizada de allá está viniendo muy mal, tenía que hacerlo desviar, tienes que ch’allar así, desvíalo, yo lo desviaba. Yo tenía nueve años, diez años. Yo no quería manejar esto, yo había nacido con ese don para manejar esto. Entonces uno dice y lo acierta. Entonces por eso, es que yo estoy ejerciendo este trabajo.

El entrevistado recuerda cuando durante su niñez fue iniciado por su abuelo en el ch’allado (la ch’alla consiste en la aspersión con alcohol, aguardiente o vino) como parte del proceso de socialización curanderil, para con esa práctica mágica religiosa poder influir sobre el clima del lugar en caso de granizada.

El hermano Oscar comentó sobre el llamado, en su caso también vinculado al legado familiar:

Mi padre me dejó la herencia, yo soy el único de mis siete hermanos; el menor de mis hermanos me está ayudando allá en Perú, mis otros hermanos no, son profesionales, trabajan en otras cosas. Yo hace tres años y medio me vine por una misión, yo soy un chasqui en sí, yo vengo a dar conferencias, ahora estoy dando más conferencias, quiero difundir el chamanismo y las comunidades indígenas.

Oscar se refiere a la transmisión de conocimientos de sus ancestros y su raigambre cultural en la comunidad. Su caso corresponde a la descripción de Mario Polia Meconi (1996: 107): “Una de las formas de iniciación para el rol de curandero es la transmisión de padre a hijo mayor”. Además, Oscar resalta que su misión es ser chasqui (mensajero), por lo cual difunde el pensamiento indígena, actividad que viene desarrollando en conferencias y eventos en toda Sudamérica.

Oscar caracterizó así a los chamanes de Perú:

Los chamanes están en los pueblos, en los vaqueríos, en la Amazonía, son los verdaderos chamanes que hablan con los cerros, con las piedras, con los árboles, con los pájaros, que hacen su danza de tambor, están en contacto con la naturaleza. Son hombres que tienen sus chacras, no necesitan, curan a veces gratuitamente.

El entrevistado reconoce la cualidad del curandero rural que se comunica con las entidades de la naturaleza, y destaca el prestigio familiar en la comunidad de origen.

El yatiri Ángel relató su testimonio de su iniciación en su ámbito familiar:

Yo esto lo heredo de mis abuelos, que eran yatiris; los chamanes de la comunidad. Yo aprendí de ellos, aparte de mis padres y mis abuelos; aprendí en la infancia y en la adolescencia. En mi comunidad, más que todo, mi abuelo era chamán, y entonces todos concurrían a consultar, hacer las preguntas, pedir las sanaciones. Yo le ayudaba. Cuando él se va de este mundo, entonces ya me conocían, yo me veía como obligado a suplantarlo, poco a poco comenzaron a buscarme, entonces yo me gané un lugar, es que uno se lo gana, no es que uno se autodenomina, se ubica en ese lugar, es la comunidad, es la consejera, en otras palabras, te vienen a preguntar, te ubican en ese lugar. Bueno, en esos tiempos vivía mi adolescencia, tendría diecisiete o dieciocho años, ya cuando mi abuelo se va de este mundo, y con todo el legado que él me dejó yo continué con las prácticas chamánicas hasta ahora; pero viene de esos tiempos.

El término yatiri significa “el que sabe”, que conoce la medicina natural, mediador con las entidades espirituales, la naturaleza y la comunidad de pertenencia. Por lo general vive en lugares alejados, y a veces se desplaza por las poblaciones rurales, con su medicina ancestral; los pobladores le brindan alojamiento y alimentación (Huanca, 1990). Polia Meconi (1996) hace referencias similares respecto de los médicos del Ande y Fernández Juárez (1998), con los especialistas del altiplano.

María Cristina Bianchetti (2014: 145) caracterizó a los adivinos denominados yatiris en los siguientes términos:

Tienen como deber buscar las causas ocultas de las enfermedades, entre ellas el robo del alma; el origen de los daños y enfermedades son reconocidos por predecir con particular acierto las circunstancias u origen de los padecimientos utilizando medios adivinatorios y sugestivos.

Oscar continúa hablando con referencia a los curanderos y su legitimidad en la comunidad:

El verdadero curandero no está en la capital, está en los pueblos, hay que diferenciar cuál es el certificado: es el que te da la comunidad. Si dice esta familia tal es buena, si el abuelo ha sido bueno, los nietos serán buenos porque se transmite. Ellos van a la comunidad, buscan, tienen el pensamiento, primero me voy a mi curandero y después voy a mi médico o viceversa también; y los médicos que conocen la población, médicos que tienen la mente abierta saben y dicen: “¿No fuiste de don Ramiro?”, “¿No fuiste de tal?”, “Sí, hay que reforzar estas cositas; yo me estoy encargando de curarte pero para este susto que has tenido, este vuelco de carro, haz que llamen su espíritu”.

En caso de problemas de salud, la comunidad recurre al curandero y luego al médico, quien a su vez reconoce el campo de acción del curandero, es decir, los pobladores en su recorrido de búsqueda de salud transitan en el sistema etnomédico referido por Good (1987) e Idoyaga Molina (2002).

De acuerdo con el testimonio de los entrevistados, si bien se reconoce la importancia de provenir de una línea familiar de reconocidos curanderos, finalmente es la comunidad la que otorga la certificación del curandero.

La sanadora Aura reconoció la tradición curanderil en su familia:

En mi familia, en sí, mi padre tiene ochenta y cinco años (viene como del pasado de parte de él que es curandero) y mi tío que ya falleció. Dentro de todo eso, la parte de sanación, en la familia de mi papá la llevan muy discretamente. Lo que hace toda la familia es la parte de las hierbas, del uso de la ayahuasca, pero con sumo cuidado.

Aura enfatiza que este don implica guardar secretos de los conocimientos propios del oficio sobre las plantas sagradas y los rituales de sanación.

La señora Naty comentó sobre su don de sanación:

Vengo de una cadena desde los tatarabuelos, ya me lo señalaron la familia desde que nací, uno no elige, no son todos, es quien tiene que ser, si es mujer o si es hombre, tiene que tener sabiduría. Se presenta en el sueño, tengo que soñar para decir, si se embaraza mi hija.

Por su parte, Aura destacó a su maestro guía y el legado curanderil familiar:

Mis maestros son mi tío y mi padre. Mi tío que era una persona que para mí significó mucho en mi vida y va a seguir significando; tenía dibujado el Espíritu Santo acá en la frente [señala el centro de la frente, sobre el entrecejo] y solamente con que le extendieras la mano él te decía todo. Desde pequeña supe que él curaba con mi papá. Dios le ha dado un don, porque él era puro con la gente. Me buscaba mucho, si bien es cierto que me fue dando, a mí me marcó mucho cuando falleció el papá de mi mamá. Yo estaba revolcada lavando mi ropa, en la casa de mi tío, entonces él bajó de un auto con su esposa, me tocó el omóplato y me dijo: “Dentro de un poquito no más vas a tener una tristeza muy fuerte”. Es que no pasaron dos horas y me entero que falleció mi abuelo. Entonces a mí me marcaba para bien, y después él me dijo: “Bueno, ahora me quedo tranquilo porque dejo una persona que continúa lo que inicié”. Yo soy igual en cualquier parte, soy como cualquier persona, como son todos; pero cuando necesitan de algo, ahí estoy.

De esta manera Aura obtuvo el pasaje de trasvasamiento generacional progresivo para ejercer el rol de sanadora en la comunidad de pertenencia.

En el caso de estas entrevistadas, se confirma la importancia del entorno familiar curanderil y de la cadena de transmisión de conocimientos de sanación por distintos medios, vía onírica mediante los sueños, por designio familiar, entre otros.

El lugar de la mujer yatiri en la comunidad andina se halla ligado a la familia, la maternidad –en relación con la fertilidad– y su correspondencia con la Pachamama.

Aura se refirió a sus maestros guía:

La principal persona que me guía es mi tío, fallecido, él era de Lima. Después hay otros, el compadre de mi papá y otro señor en las Huaringas de Huancabamba, ellos son de Piura. Lo utilizo muy discretamente; si bien nosotros somos curanderos, está la otra parte que no quiere que nunca le vaya bien, por eso siempre tenemos que mantenernos ocultos, para poder sanar mejor.

El testimonio revela la importancia de tener guías espirituales y en lo posible ejercer su don con cierta reserva para la protección de las malas influencias del entorno.

Para acceder al estatus de médico popular, el curandero tiene que atravesar una suerte de iniciación en la que adquiere poder, auxiliares y conocimientos.

Don Teodoro reconoce el carácter sagrado del cerro Pachjiri como lugar de aprendizaje/enseñanza:

Nosotros tenemos un lugar donde vamos a capacitarnos, hay un cerro grande, el cerro Pachjiri, donde están los grandes capos, vamos a dar examen (y esto está mal o no está mal); como estamos trabajando, ahí nos dan la mano también. Muchas veces en un trabajo que podemos fallar, vamos a consultar por el enfermo, por qué problema el señor no se sana. Entonces allá hay más capos que nosotros, dice: “Has fallado... no has hecho bien… un remedio… falta esto”. Entonces yo tengo que volver, sanarlo, curarlo bien. El Pachjiri es un cerro sagrado, ahí te enseñan magia negra, bueno todo; pero hay otros que te enseñan aparte.

Durante la entrevista lo llaman por teléfono: don Teodoro tiene que hacer un trabajo con una gallina negra para cambiar la situación desfavorable de un hombre que vive en Olavarría, provincia de Buenos Aires.

El cerro Pachjiri se encuentra en las cercanías del lago Titicaca. En él, los maestros curanderos enseñan a sus discípulos las artes del bien y del mal. Se hacen peregrinaciones hasta el cerro para celebrar rituales con la mediación de los yatiris.1

El nuevo yatiri debe realizar tres visitas al cerro para rendir pruebas de su conocimiento curanderil, que incluye la curación de un enfermo. La iniciación del futuro curandero abarca ayuno, dietas, abstención de relaciones sexuales y observación de aseo personal (Fernández Juárez, 2004: 26). Luego de la selección del candidato, el proceso de aprendizaje está a cargo de un maestro curandero.

Como afirma Fernández Juárez (2004: 23-24), el futuro curandero debe transitar por los pasajes del ritual de iniciación:

Luego del juramento, el “maestro” entrega el tari de coca al aspirante, quien debe sostenerlo junto a su corazón. A continuación, prepara una “dulce mesa” que se va a entregar esa misma noche en el “cabezal” o altar del cerro sagrado de la comunidad; después una ch’íyara misa (mesa negra), para que los seres malignos no molesten ni engañen al protegido, asperjadas con vino y alcohol. Después se emprende la subida al cerro; el postulante lleva sobre su corazón, durante todo el ascenso, el tari de coca y las mesas convenientemente empaquetadas. La noche es el momento en que los saxra y antawalla actúan, por lo que el “maestro” abre el camino ch’allando y asperjando alcohol en cada descanso y hacia las sombras que envuelven.

Respecto de las mesas, la mesa dulce se hace para obtener suerte en un emprendimiento, y la mesa negra para curar enfermedades producidas por una entidad maligna o conjurar maleficios.

En cuanto a las herramientas o elementos que el curandero utiliza en sus prácticas, el hermano Oscar mencionó cuáles son los elementos básicos:

Los curanderos tienen un poncho de protección, una bolsa de poder donde calan el ojo del águila, la uña del puma y el ojo del búho para ver en la noche, se contacta todo eso, que algunos llaman amuleto. Después tienen una alforja donde llevan hierbas de medicina, tienen sus maracas, sus utensilios, su tambor llamador para llamar a los espíritus, para tener contacto, para llevar al trance a la persona que está con la planta.

Los curanderos utilizan amuletos formados por elementos extraídos de animales con el objeto de obtener sus capacidades y aumentar los poderes; y mediante la utilización de hierbas alucinógenas establecen contactos con los espíritus del más allá.

Entre las herramientas del yatiri se halla en primer lugar la hoja de coca, junto con elementos vegetales, animales y minerales que configuren la representación de los cuatro factores básicos para utilizar en rituales y mesadas. Además, llevan lanas multicolores, campanas (para llamar a los espíritus) y crucifijos, alcohol y vino para realizar las ch’allas y las aspersiones en las mesadas (Fernández Juárez, 2004: 24).

Todos los entrevistados en sus testimonios de cuándo fueron llamados para ser iniciados en el camino de la sanación resaltaron que ello implica un compromiso social.

Los curanderos andinos de la pequeña Bolivia

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