Читать книгу Caperucita Roja y el Profesor Lobo - Luis Bernardo Yepes Osorio - Страница 7

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De lo que ocurrió a la salida de casa de la abuela. Río abajo

Después de despedirse de la abuela, el cazador le pide a Caperucita que den una mirada a la curva del río. La chiquilla se sorprende, pero lo sigue. Ya en la orilla, el cazador observa dentro del agua cristalina al lobo hundido en el fondo.

–Debemos echarlo a rodar –dice el cazador.

–¿Por qué? Ahí está bien, además ya los peces empezaron a comérselo –afirma Caperucita mientras lanza una piedra al río.

–Es contraproducente que los otros lobos lo encuentren cerca de aquí; podría haber dificultades.

–¡Ah! ¿Qué podemos hacer entonces?

–Ya verás, espera un segundo.

El cazador mira hacia todos los rincones y descubre dentro de la maleza una vara gigantesca. La toma y se acerca al río. Luego la hunde en el agua hasta acomodarla debajo del cuerpo del lobo y logra ponerlo a flote. El proceso es difícil porque Cabeza Gris tiene la panza con piedras; sin embargo, lo mantiene en la superficie por unos segundos que apro­vecha para darle empujones con la vara. Repite esa operación muchas veces, de esta manera la corriente del río lo arrastra, poco a poco, en su cauce, y lo aleja de la casa de la abuela.

Minutos después, el lobo ya está a una distancia considerable del lugar donde se ahogó y se encuentra en medio de un cauce mayor, momento que aprovecha el cazador para darle un último empujón con todas sus fuerzas. Seguidamente suelta la vara y les desea a los peces buen apetito.

–Ahora, a casa de mamá, Caperucita... ¿Dónde está la escopeta?

–Seguro en el lugar donde comenzamos a empujar al lobo –contesta titubeando.

El cazador suelta un suspiro de hombre per-dido y emprende veloz carrera hacia arriba. Lo si-gue Caperucita imitando sus zancadas y resoplando.

Cuando llegan a la curva del río, la escopeta no está por ningún lado y, además, Caperucita manifiesta estar preocupada por la suerte de la abuela. Mientras eso dice, busca con su mano la mano del cazador.

–¡Diablos! ¿Se apoderarían los lobos del arma? Sin ella es difícil enfrentarlos –exclama inquieto el cazador y sujeta la mano que le ofrece Caperucita.

–Es mejor regresar donde la abuela y tocar el toc, toc, tan tararán tan tan, toc, toc, tan tararán tan tan.

–Chist, Caperucita, no lo digas tan alto que te pueden escuchar; pero tienes razón, ¡vamos, camina!

De regreso a la casa de la abuela, desde un montículo cercano, ven a la viejecita asomada a la ventana frontal haciendo señas. Son una especie de manotazos desesperados.

–¿Qué le pasará a la abue?

–Eso quisiera saber –responde el cazador mientras saca su cuchillo resplandeciente.

Caperucita Roja y el Profesor Lobo

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