Читать книгу ¿Cómo ves? Ecología urbana - Luis Zambrabo - Страница 7
Introducción
ОглавлениеRecientemente todos hablamos de las ciudades. Los centros urbanos se han vuelto el foco de atención de biólogos, arquitectos, políticos, economistas y paisajistas. Las ciudades han sido parte de la civilización humana desde hace más de 5 000 años, pero hasta hace unas décadas estamos tratando de entenderlas a fondo. ¿Por qué nos llaman tanto la atención estos lugares si ocupan menos de 3% de la superficie habitable del planeta? Hay varias razones, entre ellas, porque las ciudades son muy intensas en cantidad de personas, materia y energía; la humanidad pasó de ser primordialmente rural a citadina (más del 50% vive en ciudades); desde hace más de medio siglo crecen de manera exponencial (entre 1985 y 2015 las zonas urbanas se expandieron en promedio cerca de 10 000 km2 por año); todo ocurre a una velocidad vertiginosamente rápida, y tal vez porque las ciudades son como hoyos negros que succionan energía, alimento o cultura del planeta. Lo mismo sucede con los tratados comerciales.
Por estas razones y posiblemente muchas más, en este mundo que afronta grandes retos como el cambio climático, las pandemias y la reducción en la biodiversidad, los políticos, los científicos y la sociedad en general estamos volteando nuestras miradas hacia las ciudades. Éstas son fundamentales para comprender los caminos que nuestra civilización puede seguir para reducir nuestra vulnerabilidad frente a estos retos, que son mucho más grandes de lo que podemos manejar.
Sin embargo, hay de ciudades a ciudades y cada una es diferente de su vecina, incluso dentro de un mismo continente. Las ciudades contrastan desde su origen, edad, historia o la propia forma de edificarse. Curiosamente, los continentes que cuentan con las ciudades más antiguas del planeta, como África y Asia, son las que ahora están construyendo nuevas metrópolis para albergar a cientos de miles de personas en las próximas décadas. Algunos países europeos y latinoamericanos, como México, cuentan con ciudades maduras de miles de años que estabilizaron su crecimiento a finales de la década de 1980. Canadá y Estados Unidos tienen ciudades muy jóvenes (algunos cientos de años), pero también fijaron su incremento un poco antes que nosotros o los europeos.
Si a la madurez y al crecimiento se le añade la cultura que se cultiva en cada ciudad, se forma un collage urbano que se refleja en las contrastantes actividades que hacen todos los citadinos en cada región. Algunas ciudades comienzan muy temprano con la venta de la pesca nocturna; otras se despiertan más tarde con café y pan recién horneado; algunas más con personas semidormidas en transporte público con la prisa de llegar al trabajo. Esto repercute en los olores, la movilidad, la comida, la arquitectura, el carácter de la ciudad y en la razón de este libro: la forma en la que nos relacionamos los citadinos con la naturaleza urbana.
Centro Histórico de la Ciudad de México.
Y sí, los urbanitas vivimos dentro de un ecosistema que tiene procesos naturales constantes, a pesar de que nos pensamos aislados gracias a las capas de concreto que separan nuestros pies de la tierra que alguna vez vio el Sol. Pero incluso con ese aislante, es un hecho que los citadinos interactuamos con el ecosistema urbano que nos rodea.
La dinámica que el ecosistema ha tenido por milenios en la región donde se establece una ciudad influye en la vida cotidiana de los humanos que viven en ella. Y no sólo me refiero a barrer las hojas del árbol que está frente a nuestra casa o gritar cuando una araña osa traspasar las barreras de concreto y aposentarse en nuestro lavabo en espera de un mosquito; hablo de toda nuestra vida cotidiana.
Dependemos de la dinámica del ecosistema para tener agua para beber y bañarnos, para que no huelan mal las calles con nuestros deshechos, para respirar aire limpio y alimentarnos, o para caminar en días soleados sin deshidratarnos. Aun cuando no la vemos, la naturaleza está ahí dentro de nuestras casas, trabajos, escuelas, calles, parques y lotes baldíos.
La naturaleza ha estado presente desde antes de que nuestros antepasados construyeran la primera casa, pero es sólo cuando nos fijamos en las pequeñas cosas que cotidianamente suceden en nuestro hogar, en el parque y hasta en el metro, que podemos ver a la naturaleza desplegada frente a nuestros ojos. Conocerla y entenderla puede ser el último recurso para transitar hacia la sostenibilidad en las próximas décadas, ya que enfrentaremos eventos extremos por el cambio climático, pandemias por la destrucción del hábitat, y disminución de agua y alimento por la reducción de la biodiversidad.