Читать книгу La prueba - Mado Martínez - Страница 2
Оглавление.
La prueba
Experiencias cercanas a la muerte
y mensajes del más allá
Mado Martínez
Primera edición en Panamericana Editorial Ltda.,
bajo el sello Ápeiron, enero de 2021
© 2016 Mado Martínez
© 2020 Panamericana Editorial Ltda.,
Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 1) 3649000
www.panamericanaeditorial.com
Tienda virtual: www.panamericana.com.co
Bogotá D. C., Colombia
Editor
Panamericana Editorial Ltda.
Edición
César A. Cardozo Tovar
Diagramación y libro electrónico
Rafael Rueda Ávila
Diseño de carátula
Diego Martínez Celis
ISBN 978-958-30-6198-1 (impreso)
ISBN 978-958-30-6348-0 (epub)
Prohibida su reproducción total o parcial
por cualquier medio sin permiso del Editor.
Hecho en Colombia - Made in Colombia
Anaximandro, el gran filósofo griego, creía que el origen
de todo era el ápeiron, término con el cual se define la
materia indeterminada e infinita: se dice que “todo sale
y todo vuelve al ápeiron según un ciclo necesario”.
Nuestra interpretación gráfica del ápeiron, a partir
del símbolo del infinito, representa al ser y los cuatro
elementos (aire, agua, tierra y fuego) como su unidad.
En el sello editorial Ápeiron los lectores podrán encontrar
obras sobre bienestar, salud, crecimiento personal
y búsqueda del equilibrio entre mente y cuerpo.
Contenido
1 Destellos del futuro: la mujer que predijo la muerte de su hijo, y otros casos asombrosos
La mujer que predijo la muerte de su propio hijo
El hombre que volvió de la muerte con el reloj del presente adelantado
Volví a la vida para cuidar de mis hijos porque mi marido iba a morir
Elementos más comunes en una ECM
2 La morada de los muertos y los seres del más allá y el más acá: reuniones imposibles y revelaciones inexplicables
No todo en la muerte son muertos
El neurocirujano escéptico que estuvo en el cielo
3 ¿Quién cuida de los niños? Las ECM de los más pequeños
Colton Burpo: las emocionantes revelaciones de un niño
La niña que pasó tres días y tres noches perdida en la sierra
4 Expediente X. Encuentros en la tercera fase: alienígenas en el más allá y el más acá
El hombre que tuvo una ECM extraterrestre y otros relatos
Agujeros negros y de gusano: los túneles de la muerte
5 Experiencias cercanas a la muerte compartidas
¿Qué pasa cuando dos personas tienen una ECM compartida?
Los archivos de Burgess, Barrett y Osis
Visiones en el lecho de muerte
Oír la misma música
Dos versiones distintas de una misma ECM
Coincidencias en ECM compartidas (según Raymond Moody)
6 Visiones cercanas a la muerte
Vienen por mí
Cazadores de visiones cercanas a la muerte
A la caza de visiones cercanas a la muerte: modelo de cuestionario para el personal sanitario (Karlis Osis)
7 Las muertes que sanan: personas que se recuperan milagrosamente tras una ECM
Señora, ¡usted debería estar muerta! El increíble caso de Anita Moorjani
Mellen-Thomas Benedict, el vidriero con cáncer cerebral terminal que se recuperó tras una ECM
El hombre que sanó de una parálisis cerebral tras una ECM: el paciente 10 de Penny Sartori
¿Milagros o placebos?
8 Cuando la muerte te cambia la vida
La ECM que le costó el divorcio a Sharon Stone y otras historias de famosos que cambiaron
Soy otra persona: aproximaciones psicológicas a los cambios producidos tras una ECM
Cambios y transformaciones más comunes tras una ECM desde el punto de vista psicológico y sociológico
9 Los que mueren tres días: ECM entre los mayas ch’orti’ y otros pueblos indígenas
Los mayas ch’orti’: muertos visitantes
Una ECM mapuche
Experiencias cercanas a la muerte no occidentales
10 ¿Por qué los ciegos ven durante una ECM?
El capitán Gilbert Nobbs, un testimonio de la Primera Guerra Mundial
Recuerdos de un veterano de Vietnam
Investigaciones sobre las ECM en personas ciegas
La mujer que vio por primera vez al morir
Un ciego abrumado por la belleza del paisaje
Ver por primera vez no es fácil
11 Encuentros en la primera fase: ¿ese cuerpo es mío?
Tyrrell, el hombre que puso nombre a las EFC
De la extremaunción a la resurrección: la increíble historia de un catedrático de Anatomía
El vuelo del chamán
Los viajes de Robert Monroe
Ese de ahí soy yo: la muerte, principal causa de una EFC
Me encontraba cansado y de repente... ¡me vi a mí mismo!
Una EFC de lo más insólita: alguien quiere darme un consejo
Una EFC mientras se mantienen relaciones sexuales
¿Pueden las drogas producir una EFC?
Tipos de EFC
Adiós con el alma, que con el cuerpo no puedo
Bilocaciones oníricas o sueños dobles
Fantasmas que visitan el hospital y siembran el desconcierto
La doctora Buitre y el fantasma que le escribió una carta
Tribulaciones de un médium que abandonó sus estudios por el acoso de un espíritu vengativo
Casos verídicos de fantasmas que ayudaron a resolver su propio crimen
Fantasmas y aparecidos en la tradición medieval europea
13 Comunicación cercana a la muerte
¿Qué es una CCM? Investigaciones sobre este fenómeno
Mensajes del más allá: los casos más impactantes
El fantasma que visitó a su hermana y estrechó la mano a los invitados
Comunicación cercana a la muerte (CCM)
14 Experiencia de mediumnidad espontánea... con encargo de recado: la secuela más olvidada de las ECM
Mi cuñado muerto me pidió que transmitiera un mensaje a mi hermana
Encargos del más allá que estresan a los del más acá: la historia de Janie
15 Experiencias agradables frente a experiencias desagradables: ¿dos caras de la misma moneda?
Las ECM agradables como terapia psicológica
El más allá de las ECM: un mundo modelo para nuestro más acá
Visiones del inframundo: un soldado en el infierno
La brutal ECM de Howard Storm
El horror de la nada: Nancy Evans Bush
¿Corremos peligro en el más allá al morir?
Interés sociológico de las ECM de gais y lesbianas
16 Buscar evidencias de la vida después de la vida
Investigaciones clínicas
Las nueve líneas de evidencias de Jeffrey Long
Durante la muerte clínica sí hay actividad cerebral, ¡y mucha!
La teoría electromagnética de Van der Sluijs
La glándula pineal: ¿una fábrica de ECM?
Conciencia cuántica y posibles multiuniversos
Ciencia y más allá
Anexos
1 Las ECM en la antigüedad: ¿Origen de las religiones del mundo?
La muerte no es igual para todos
Mediateca
1 La cine-biblio-disco-teca
Tengo que hacerles una seria advertencia: en este libro van a encontrar una serie de casos que desafiarán su lógica, historias tan asombrosas como enigmáticas que la ciencia no ha podido explicar todavía. No pretendo adoctrinarlos ni convencerlos de que el más allá existe, porque yo tampoco lo sé. No sé si creo en la vida después de la vida, pero sí creo en las personas. En la mayoría de las ocasiones, lo que realmente me llama la atención no es la experiencia cercana a la muerte (ECM) en sí, sino las inexplicables secuelas y efectos secundarios que provoca entre quienes las han vivido. Por ejemplo, ¿sabían que hay personas que tras sufrir una ECM no pueden ponerse relojes porque estos dejan de funcionar? ¿O que algunos supervivientes regresan a la vida encontrándose con una serie de habilidades psíquicas o extrasensoriales que antes no tenían? ¿Me creerían si les dijera que conozco a personas que, tras escapar de las garras de la muerte, fueron capaces de predecir con absoluta precisión hechos imposibles de conocer de antemano y cuyo posterior cumplimiento no podría achacarse, de ninguna forma, a la mera casualidad? No acaban aquí los sucesos misteriosos. ¿Cómo es posible que haya personas que puedan ser copartícipes de la ECM de otro sujeto que en esos momentos está muriendo, ya sea definitivamente o durante algunos instantes? De la misma manera, las visiones cercanas a la muerte que algunos moribundos tienen de familiares fallecidos o seres que parecen venir a buscarlos en el momento de la muerte son a menudo compartidas por sus cuidadores, familiares y otros presentes. Hay casos en los que un individuo, tras sufrir una ECM, empieza a experimentar episodios de mediumnidad espontánea con encargo de recado, uno de los efectos secundarios más inquietantes y olvidados. Más desconocidos son todavía los casos en los que una persona conoce al «otro lado» a alguien que, lejos de estar fallecido, está vivo, aunque ellos no lo sepan, y acaban encontrándoselo un buen día por la calle o se convierte en su pareja. ¿Lo pueden creer? Más desconcertante resulta saber que algunas de las personas que logran salir fuera de su cuerpo, entre las cuales destacan las que han sufrido una ECM, son capaces de aportar datos verificables sobre su experiencia, pues, aun con los ojos tapados, privadas del sentido de la visión o incapacitadas para alcanzar lugares de visión remota, son capaces de describir e identificar toda clase de situaciones y objetos, como un zapato sobre el tejado del edificio del hospital en el que se encuentran, que nadie, a no ser que tuviera un helicóptero, podría haber visto.
Me resulta difícil hablar de ECM, de personas que regresan a la vida trayendo mensajes y visiones del «otro lado» sin hacerlo de los que regresan «en espíritu». Me estoy refiriendo a los aparecidos, los espectros, fantasmas, «entidades» que de una u otra manera logran hacerse notar y transmitir un mensaje, comunicarse directamente, dar abrazos, estrechar la mano, escribir cartas delante de nosotros y dejarnos ese papel caligrafiado como muestra de su presencia. Precisamente eso fue lo que le ocurrió a la psiquiatra, escritora y tanatóloga —estudiosa de la muerte mediante el método científico— suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004), considerada la mayor investigadora de ECM de todo el mundo. Aparte de ser una persona extraordinaria, la doctora Kübler-Ross recibió un buen día, cuando estaba a punto de abandonar la investigación, la visita del fantasma de una de sus pacientes fallecidas, que no solo la acompañó hasta su despacho, sino que, además, le dio la mano y accedió a escribirle una nota delante de sus incrédulos ojos de científica escéptica. Pero existen muchos otros casos insólitos, emocionantes, asombrosos, inquietantes y enigmáticos ante los que solo puedo asegurarles una cosa: no quedarán impasibles. Ya les aviso de antemano que estos casos van a hacer que se replanteen muchas cosas.
Tengo estudios universitarios de Filología y Antropología, dos doctorados y muchas ganas de seguir aprendiendo, investigando y averiguando cosas, pero no me considero poseedora de ninguna verdad. De hecho, cuanto más camino hacia el conocimiento, más lejos me siento de saber nada. Por tanto, no pretendo adoctrinar a nadie. Ustedes son libres de pensar lo que quieran. Yo solo les invito a conocer.
Las ECM se identifican en el mundo occidental como aquellos episodios en los que una persona, tras haber sufrido una muerte clínica o haber estado a punto de morir, regresa a la vida convencida de haber estado en una dimensión en la que, supuestamente, la vida continúa a pesar del fallecimiento. La comunidad científica, representada por psiquiatras, neurocientíficos, psicólogos, médicos y un largo etcétera, lleva varios años observando, estudiando y debatiendo este fenómeno a partir de los testimonios de sujetos que han protagonizado una ECM, principalmente en Europa y Estados Unidos.
Oí hablar por primera vez de las ECM cuando tenía unos dieciséis años. Mi amigo Adolfo, mi profesor en el colegio donde yo había estudiado de pequeña, me regaló un ejemplar de La muerte: un amanecer, de Kübler-Ross, publicado en 1983 y traducido al español seis años después. Me di cuenta de que aquella obra la había escrito una médico psiquiatra con amplia experiencia en el campo de la tanatología y que, tras haber trabajado al lado de pacientes moribundos o protagonistas de ECM durante años, había reunido testimonios suficientes como para sugerir que la vida no se acababa con la muerte, que solo se trataba de una transformación, y que había un más allá. El libro me impresionó muchísimo. Le hablaba a todo el mundo de él. Yo tenía un enorme miedo a la muerte (en cierto modo, lo sigo teniendo), y leer sobre la posibilidad de que la muerte no existiera tal como yo, culturalmente, la había concebido hasta ese momento, me hacía sentir más tranquila.
Pasaron los años y aquel ejemplar de Kübler-Ross pasó de unas manos a otras. Un buen día, se lo dejé a una enfermera que vino a hacerle unas curaciones a mi abuela y jamás volví a recuperarlo. Era una pena, porque mi amigo Adolfo me lo había dedicado con las siguientes palabras cuando me lo regaló: «Para que las moscas de tu mente no te distraigan». Años después, plenamente volcada en mi carrera literaria y periodística, escribiendo para revistas especializadas, me vi de nuevo seducida por la temática de las ECM, hasta el punto de que no solo llegué a escribir varios reportajes sobre el tema y a recopilar y entrevistar a sujetos que hubieran protagonizado un episodio de este tipo, así como a científicos que hubiesen investigado sobre él, sino que además realicé un estudio doctoral titulado El espiritismo y su repercusión en el mundo científico, en el que dedicaba una buena parte a las ECM. Mi estudio fue galardonado en 2014 con el Premio Incógnitas Oblicuas al mejor trabajo de investigación, cosa que me animó muchísimo a la hora de seguir trabajando en esta línea. Hasta ese momento, mi conocimiento sobre la materia se limitaba, en cuanto al manejo de lecturas, bibliografía, testimonios y entrevistas, al mundo occidental. En este sentido, existía (y todavía existe) un debate en el ámbito científico sobre el origen de las ECM (consciencia versus cerebro) y una abrumadora cantidad de testimonios de personas más o menos homogéneas culturalmente, es decir, procedentes del ámbito occidental. Una de las cosas que más avivaba el debate, a raíz de los relatos de los sujetos que habían sufrido una ECM, era la enorme similitud en el proceso y las descripciones del episodio. Los defensores de la supervivencia de la conciencia tras la muerte llegaron a argüir que estas experiencias se daban en todas las culturas por igual, y que incluso los niños pequeños, antes de haber sido socializados en alguna religión, creencia o supuesto cultural, daban cuenta de los mismos relatos y realidades en el más allá. Como explico en diversas partes de este libro, esa afirmación no es del todo cierta y admite muchas matizaciones.
Antes de decidir seguir adelante con mis investigaciones, sin limitarme ni encasillarme en el sesgo antropológico —que también existe, aunque algunos jamás lo reconocerán—, examiné el interés que durante años me había movido en mis investigaciones sobre las ECM: saber si había vida después de la muerte, algo que todavía no había averiguado y que, debo reconocerlo, estaba lejos de lograr. Así pues, en lugar de seguir por ese sendero, en aquellos momentos me pareció mucho más interesante buscar explicaciones culturales a esa inquietud occidental contemporánea. Independientemente de si los sujetos son cristianos (religión por antonomasia del canon occidental, y fuertemente arraigada en los países latinoamericanos) o ateos, esta inquietud sobrevuela la cultura de Occidente, una sociedad en la que la cultura científica podría considerarse casi otra forma de religión, a través de la cual se establecen creencias sobre lo que es y lo que no es, lo que puede explicarse y lo que no, lo demostrable y lo indemostrable, e incluso lo verdadero y lo falso. Así se entiende la ciencia a nivel popular, aunque, ciertamente, no funciona así a pesar de que muchas veces se tomen los discursos científicos como veredictos inapelables. Nada más lejos de la realidad, y esto es otra cosa que aprendí, también, estudiando Antropología, en concreto Antropología Política, con un artículo del sociólogo francés de la ciencia Bruno Latour sobre el objeto de las ciencias y la objetividad en el derecho, que comparaba las diferencias existentes entre la construcción de ambos discursos (el científico y el jurídico), habida cuenta del halo de poder y «sacralidad» que en nuestra sociedad se concede a ambos. Los científicos añaden conocimiento al conocimiento, alientan el debate, exponen su trabajo a la comunidad precisamente con ese fin, con el de someterse a prueba por sus pares, pero rara vez se alude a una sentencia definitiva sobre lo que efectivamente puede ser demostrado o no, ni existe un juez científico supremo que, remitiéndose a las pruebas de un expediente, diga que tal cosa está efectivamente demostrada mientras aquella otra no lo está.
Lo que entendemos por verdad admite una serie de consideraciones y variables (contexto, lenguaje, cultura, sociedad, lógica). ¿Cómo aceptar que hay verdades distintas a la nuestra? A esta pregunta, que Carlos Gershenson nos hizo a los asistentes a un curso sobre Pensamiento Científico impartido en la Universidad Autónoma Nacional de México, él mismo respondió: «Podemos empezar conociendo cómo adquirimos el conocimiento que consideramos verdadero». Y añadió: «¿Qué hacer si nos enfrentamos con ideas y conocimientos distintos a los nuestros? Primero debemos verificar si esos conocimientos utilizan nuestro lenguaje y si comparten nuestro contexto. ¿Qué sucede si no comparten nuestro lenguaje o contexto? No podremos comparar nuestras verdades y tendremos que aceptar distintas perspectivas del mismo fenómeno». Pues bien, partiendo de esta base, mi interés fue acercarme a las distintas perspectivas del concepto de ECM en otros contextos culturales, algo que me llevó inevitablemente a revisar también el concepto de muerte, el cual, por otra parte, ofrece más definiciones que las que se suelen considerar actualmente. Tampoco lo que los miembros de una determinada sociedad entienden por vida admite las mismas significaciones en todas las culturas. Por esa razón en este libro aparecen ECM tan chocantes, diversas e incluso contradictorias entre sí.
Me gustan los relatos de personas que aseguran haber visto a Jesucristo en un lugar de lo más parecido a un auténtico edén cristiano, al que llegaron después de atravesar un túnel al final del cual había una luz (este es el relato típico de una ECM occidental, especialmente a partir de la generalización del uso de Internet y del boom editorial de los relatos en primera persona de este tipo de experiencias), pero creo que es importante también explicar a la gente las experiencias de los indígenas mayas ch’orti’, por ejemplo, pues hay que tener en cuenta la dimensión sociocultural de la ECM, y no siempre se le da el valor que tiene, tal vez debido a intereses creados, así como a la evidente manipulación que algunos hacen de la ECM movidos por un afán de proselitismo religioso, convirtiéndola en un instrumento de propaganda moral, religiosa o de otro carácter.
Además, debe considerarse el factor psicológico o estado emocional de las personas que experimentan un episodio de estas características. ¿Por qué algunas tienen visiones absolutamente maravillosas mientras que otras viven un auténtico infierno? En la mayoría de los casos, obviamos las ECM negativas como si no existieran, a pesar de que no suceden de forma aislada, ni mucho menos. Lo que sucede es que a nadie le gusta que le cuenten una historia sobre lo duro que es morir y el infierno que nos espera al «otro lado». Sean sinceros: ¿ustedes comprarían un libro en el que una persona les dice que, efectivamente, existe la vida después de la muerte, pero que una existencia horrible llena de castigos y sufrimientos es la que puede estar aguardándonos en el momento de perecer? Si alguien atraviesa una enfermedad terminal, próximo ya el momento de morir, o está lidiando con la muerte de otra persona, ¿sería el tipo de testimonio amable y esperanzador que podría anhelar? No, no lo sería, estoy de acuerdo. Y, por otro lado, tampoco a los que han pasado por una ECM de pesadilla les agrada hablar de ello. Sin embargo son más frecuentes de lo que pensamos y algunos investigadores calculan, de acuerdo a sus estudios con determinados grupos, que se dan en un cincuenta por ciento. Por tanto, en caso de vivir una ECM, tendríamos las mismas posibilidades de vivir una experiencia absolutamente maravillosa que de padecer el peor de los viajes. No tenemos ni la más remota idea de por qué es así. Son las dos caras de la misma moneda, el mismo fenómeno, aunque en ambos casos suelen provocar consecuencias psicológicas a largo plazo en los sujetos.
Al principio puede resultar un poco desconcertante enfrentarse a testimonios tan dispares. Se lo digo por experiencia. Encontrarse con el relato de una persona que asegura que en el «otro lado» todo es felicidad, paz y amor, no se juzga a nadie, no hay nada malo que podamos hacer y la decisión de quedarte allí o regresar a la vida depende de ti —de modo que existe el libre albedrío en este sentido— entra en seria contradicción con los relatos de aquellas otras que aseguran que al «otro lado» somos juzgados, a veces castigados, nos fuerzan a regresar a la vida, o nos amenazan con no permitírnoslo a pesar de nuestras súplicas, y todo es miedo, desgracia y sufrimiento. De nuevo, debemos estar atentos no solo al filtro sociocultural de cada sujeto, sino más bien al psicológico. Da la impresión de que uno vive la muerte de la misma manera que vive la vida. Recuerdo que, en una ocasión, mientras realizaba un estudio universitario sobre ciencia y mediumnidad, le pregunté a un médium por qué algunos de los espíritus desencarnados con los que ellos se comunicaban y a los cuales trataban de ayudar parecían estar tan perdidos y desorientados. El médium me contestó que quizá muchos de nosotros también estábamos perdidos y necesitábamos ayuda. También recuerdo cuando le pedí a Mellen-Thomas, superviviente de una de las ECM más famosas del mundo, que me definiese lo que popularmente conocemos como el «más allá». Su respuesta fue: «El más allá es ahora. Ya estás viviéndolo. La muerte solo es un tránsito hacia otra reencarnación, como la que estás viviendo ahora». Por tanto, los invito a disfrutar de esta vida que estamos viviendo al máximo y a hacer de nuestra existencia un remanso de sensaciones agradables y placenteras, entre las cuales no encuentro otras mejores que las de estar agradecidos por el milagro de la vida, querernos tal y como somos, porque somos perfectos, amar a los demás y fomentar actitudes y comportamientos que nos hagan más felices. Desenmascaremos nuestros miedos, traumas, sentimientos de culpabilidad, envidias, odios, prejuicios, frustraciones, violencias y fanatismos, porque nunca llegan a buen puerto y son la causa de los mayores desastres, desgracias y sufrimientos del mundo.
Ahora bien, ¿admitir que las ECM tienen una dimensión social, cultural y psicológica es negar la realidad del fenómeno como un misterio que podría trascender las fronteras cerebrales y para el que todavía no tenemos explicación? No, desde luego que no, pero es importante dar visibilidad a estas dimensiones si queremos seguir ahondando en este tipo de fenómenos fronterizos. La explicación de las ECM sigue siendo un reto y queda envuelta por una serie de hechos inexplicables y fenómenos fronterizos que desafían cualquier respuesta que podamos buscar. De hecho, hoy por hoy, es uno de los fenómenos más enigmáticos para la ciencia, aunque no todo en esta vida tiene que resumirse a ser debatido desde el punto de vista científico. Si estuviéramos dirimiendo la existencia de las ECM y los mensajes del más allá en un tribunal, ya habríamos ganado el caso a favor del sí. ¿Por qué? Porque en un juicio basta con el testimonio de un solo testigo para absolver o condenar. Pues bien, no tenemos un solo testimonio de ECM y mensajes del más allá..., tenemos cientos de miles, y muchos de ellos son tan insólitos, extraños y verificables que es difícil mostrarse escéptico, aunque se lleve el escepticismo en la sangre como yo. Por ejemplo, ¿sabían que hay espíritus que vuelven del más allá para ayudar a resolver su propio crimen? Tenemos casos judiciales, archivos policiales que lo demuestran. No solo eso, sino que algunas personas que han tenido una ECM han regresado a la vida con ciertas intuiciones y poderes de visión remota que han sido aprovechadas para resolver numerosos casos. Por ejemplo, Peter Hurkos vivió una ECM y llegó a resolver veintisiete desapariciones y asesinatos en diecisiete países. A lo largo de estas páginas, van a tener la oportunidad de asombrarse con estas y otras cosas increíbles a las que jueces, policías y abogados se han tenido que enfrentar en su carrera, admitiendo una realidad inexplicable y desconocida, pero innegable.
Mientras el mundo occidental se desvive por cazar a los espíritus con toda suerte de herramientas científicas y/o paracientíficas, buscando una señal que dé respuesta a la ansiedad que les produce su incertidumbre cultural sobre el más allá, en otras culturas —como la de los fangs, un pueblo bantú, por poner un ejemplo— la presencia de los espíritus es tan continua y primordial en su vida cotidiana que les parecería increíble que se pusiera en duda la existencia de estos. Asimismo, tampoco los estudiosos, procedentes de distintas culturas que se vuelcan en las investigaciones sobre la muerte, están a salvo de los problemas que surgen ante la diferencia de términos y concepciones. Un antropólogo occidental puede tener una visión radicalmente distinta de la de otro procedente de una cultura oriental. Lo que para el primero puede resultar extraño para el segundo puede ser irrelevante..., y viceversa. A mí me resultaron interesantes las ECM y las concepciones del más allá, porque lo que sucede para mí tras el momento de la muerte es un misterio que mi cultura y educación occidental y universitaria de corte científico no han podido resolver. Sin embargo para un antropólogo procedente de un ámbito diferente, con pleno convencimiento cultural y social de la existencia del mundo de los espíritus, el culto a los ancestros y la existencia de una vida más allá de la muerte, lo misterioso sería mi duda existencial sobre la vida y la muerte. El antropólogo inglés Nigel Barley se dio cuenta de esto a raíz de su encuentro con un colega japonés.
La gran lección de una conversación entre antropólogos
—Yo tenía la intención de estudiar su religión —dijo el antropólogo japonés—, pero sencillamente carecía de interés, entonces en vez de eso me fijé en su economía. Su sistema para fijar los precios de los ñames y su relación con los mercados urbanos era de lo más fascinante.
—¿Que la religión carecía de interés? ¿No tenían una forma bastante complicada de culto a los antepasados en la que se empleaban huesos y se destruía el cráneo y se realizaban toda serie de intercambios entre los muertos y los vivos?
—Sí, sí. Como ya he dicho, no era interesante.
Él era, por supuesto, un budista que tenía en su cuarto de estar un altar dedicado a sus padres desaparecidos, y en el cual realizaba ofrendas regularmente. Más tarde, dejó caer que se había llevado a África un trozo de hueso de la pierna de su padre, cuidadosamente envuelto en tela blanca, para asegurarse de que estaría protegido durante el trabajo de campo. Para mí, el culto a los antepasados es algo que hay que describir y analizar. Para él, sería la ausencia de tales lazos entre los vivos y los muertos lo que precisaría una explicación.
¿Hay vida después de la muerte? Es la pregunta que llevo haciéndome durante toda mi vida y de la que ahora les hago cómplices a través de este libro. Eso sí, quiero pedirles un favor. Es un favor grande, y tal vez no tenga derecho a pedírselo, pero igualmente lo voy a hacer. Me gustaría que no se dejaran seducir en demasía por los maravillosos relatos de personas que han viajado al «otro lado» y han regresado con una visión absolutamente paradisiaca del supuesto más allá; tampoco se dejen desalentar por los testimonios de aquellos que han estado en las profundidades de un inframundo infernal y horroroso, donde las almas son maltratadas y juzgadas sin piedad. No permitan que un científico o investigador los convenza a la primera de cambio de que las ECM son reales y constituyen una evidencia fehaciente de la supervivencia de la conciencia; ni permitan que los depriman arguyendo que se trata de fenómenos «científicamente» no demostrados, una pura falsedad, una mera fantasía o alucinación cerebral. Para empezar, la muerte es un concepto no exento de significado cultural, y si bien la muerte nos sobreviene a todos, no para todos es lo mismo. Y respecto a la conciencia, ni siquiera sabemos qué es en realidad. En todo caso, yo siento un profundo respeto por los testimonios y opiniones de todas las personas que han tenido una experiencia fronteriza, así como por el trabajo de aquellas cuyo único objetivo no es otro que el de conocer un poquito más de lo que sabemos hasta el momento.
Al final de este libro he incluido una completa bibliografía en la que figuran las referencias que he mencionado o consultado, así como algunos anexos que pueden resultarles de gran interés. También, en un apartado final titulado «La cine-biblio-disco-teca», facilito películas, música, series, documentales y libros recomendados y relacionados de un modo u otro con el tema tratado en cada capítulo. De hecho, cualquier excusa es buena para volver a ver una película como Línea mortal (1990), protagonizada por Julia Roberts, Kiefer Sutherland, Kevin Bacon y William Baldwin, entre otros, que dan vida a cinco estudiantes de Medicina que deciden explorar qué hay más allá de la muerte provocándose a sí mismos la muerte clínica para ser posteriormente reanimados. No me digan que no es un buen plan acompañar la lectura de este libro con una de estas películas y unas buenas palomitas.
Por último, deben saber que este libro no lo ha escrito una antropóloga, ni una periodista, ni una escritora, ni una investigadora ni una científica... Bueno, sí, lo ha escrito una persona que es todas esas cosas y ninguna de ellas al mismo tiempo. La palabra que mejor me define es «curiosa», y esa misma curiosidad es la que me ha llevado a investigar durante tantos años las ECM, a recopilar tantos testimonios, muchos de ellos exclusivos, y a entrevistar a científicos de diferentes lugares del mundo en busca de respuestas. ¿Creo en el más allá? No lo sé, pero es gracias a esa duda e inquietud que ustedes tienen entre sus manos esta obra. Si hubiese tenido una idea clara sobre la existencia o no del más allá, jamás me habría embarcado en esta búsqueda de respuestas. Y creo que ese ha sido el gran mérito de esta investigación: una sed insaciable por querer saber, aunque como suele suceder en estos casos, cuantas más respuestas buscas, más interrogantes te surgen..., afortunadamente. Por eso al misterio lo llaman misterio. Sigo investigando. Les pido que, si tienen alguna experiencia que quieran compartir conmigo, se sientan libres de hacerlo a través del correo electrónico alaskaboreal@hotmail.com o me busquen en las redes sociales. Me interesa muchísimo escucharlos, saber de ustedes, conocer sus impresiones y que caminemos juntos en esta gran búsqueda.