Читать книгу Memorias de un presidiario (en las cárceles franquistas) - Manuel García Corachán - Страница 6
ОглавлениеNOTA DEL AUTOR
Si no otra, la presente narración tiene la virtud de haber sido escrita íntegramente, en su parte básica, durante mi permanencia en las cárceles franquistas; cada episodio comprendido en ella, con la impresión que en mi alma torturada produjo. Incluso las notas retrospectivas que en el relato se incluyen, pensadas también, e igualmente escritas, cuando, junto a millares y millares —millones— de víctimas de la cruel represión, estábamos pagando por el enorme delito de haber creído en la libertad y luchado por ella.
Sólo un cúmulo de circunstancias favorables, la casualidad unas veces y la astucia del preso otras, ha hecho posible que lo entonces escrito haya podido salvar las rejas de la cárcel y permitido ahora, después de diecisiete años, transcribirlo en estas mal pergueñadas líneas, sin otro afán que el de dejar constancia histórica de lo que entonces sucedió en el limitado ámbito por donde estuve, o me hicieron que estuviese, puesto que yo era nada más que un número, sin albedrío alguno sobre mi amordazada voluntad.
Estoy seguro de que, al igual que el mío, existirán otra serie de relatos reflejando el trágico transcurrir de aquellos años plenos de ignominia, y de que, con el conjunto de todos ellos, más si son acompañados de cifras estadísticas, hoy casi imposible de obtener, podrá completarse una verídica historia que, sirviendo de ejemplo a las generaciones venideras, impida la repetición de unos hechos que, aún siendo yo una de sus víctimas, me llenan de vergüenza al pensar que fueron cometidos por gentes que se hinchaban la boca diciendo ser, y lo eran, españoles ¡y cristianos!
Hoy, un día del mes de noviembre de mil novecientos cincuenta y seis, cuando me preparaba a ordenar lo entonces escrito, pleno de emoción extiendo ante mí los papeles donde quedaron jirones de mi alma, dispuesto a revivir aquellos inolvidables momentos de angustia y desesperación, en los que, cuando todo, hasta la misma vida, parecía perdido, sólo brillaba una indestructible esperanza, la seguridad de que la humanidad, el sentido humano del hombre, triunfaría, no dejándose aniquilar por las recias botas de las bestias.
Sería injusto terminase estas líneas sin un emocionado recuerdo de mi querido padre, primer lector de lo que yo llamaba «Mis memorias», quien, como él me decía, lloraba de pena, orgullo y rabia, al penetrar, a través de las palabras escritas en la cárcel, en mi vida de presidiario. Luego, antes de que yo franqueara los recios muros de la prisión reintegrándome al hogar, rindió tributo a la muerte, o a la vida, sin que pudiera asistirle, estar junto a él, en sus últimos momentos.