Читать книгу La frontera interior - Manuel Moyano Ortega - Страница 9

NOTA DEL AUTOR

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Siendo joven, cuando examinaba los mapas del país, siempre atraían mi atención aquellas regiones en las que el entramado de carreteras y poblaciones parecía mucho menos denso que en el resto. Sugerían lo poco habitado, lo desolado, lo salvaje, lo apenas explorado. Una de tales regiones era Sierra Morena, y yo había nacido precisamente al pie de sus montañas.

Desde el punto de vista geográfico, Sierra Morena representa un escalón longitudinal de casi quinientos kilómetros de largo entre la altiplanicie central y el sur de la península Ibérica. Históricamente, y en cuanto que tierra de nadie, ha desempeñado un secular papel de frontera, de paréntesis territorial. Los geólogos, por su parte, la han catalogado como horst: un macizo tectónico limitado por dos fallas. Finalmente, desde una perspectiva poética, cabría imaginar que la Meseta Central fuese un vasto mar derramándose por uno de sus flancos sobre el valle del Guadalquivir; Sierra Morena sería, entonces, el conjunto de cascadas a través de las cuales sucede tal derrame.

Hace tiempo que concebí la idea de emprender un viaje que surcase esta cadena de suaves montañas en toda su longitud, un viaje que, hasta donde sabía, nadie había escrito antes. Por más que abarcase varias regiones —Andalucía, sobre todo, pero también Castilla-La Mancha, Extremadura y el Alentejo portugués— necesariamente debían existir a lo largo del recorrido unos rasgos comunes, genuinos, determinados por la vegetación, la fauna, la orografía y la historia; rasgos que, de algún modo, constituirían la argamasa del viaje.

A primeros de 2019 confluyeron por fin las circunstancias adecuadas para llevarlo a cabo. Días atrás me cité con varias personas a las que ni siquiera conocía, pero de quienes esperaba que constituyesen importantes hitos a lo largo del camino. Partí de casa cierto día de invierno, solo, al volante de un humilde utilitario e imbuido por la idea de que lo asombroso y la aventura pueden aguardarnos en cualquier parte. Trataba de imaginar que era un viajero anglosajón poniendo proa a la pampa patagónica o a las cordilleras del Asia central. Con ese espíritu inicié mi periplo y este libro.

La frontera interior

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