Читать книгу Vulnerable - María Agustina Murcho - Страница 9
ОглавлениеDesde que tenemos uso de razón, nos enseñaron que ser flaco/a es bueno y ser gordo/a es malo. Así, drásticamente, sin medias tintas.
Pensamos que la delgadez trae éxito y que es sinónimo de salud y cariño. En cambio, la gordura se asocia con el fracaso, con la enfermedad y con la carencia de amor. Y, por consiguiente, produce una falta total de aceptación, tanto personal como social.
Esa creencia tan absurda está muy instalada en nuestra cultura. No es casualidad que la mayoría de las personas se haya sometido a dietas en una sociedad donde lo importante pasa por ser delgado/a. Y parece que lo que menos importa es el costo: si tomas una pastilla que te destruye el cuerpo; si haces una dieta que deja secuelas psicológicas, emocionales y físicas; si tienes que dejar de ir a fiestas con tus amigos o prohibirte tu plato preferido. Solo interesa ser flaco/a.
El único fin es encajar en los estereotipos de belleza y que todos te acepten porque bajaste de peso. Buscas que te digan: “¡Qué flaco/a estás!”, y sabes que detrás de las felicitaciones vendrá la pregunta: “¿Qué dieta hiciste?”.
Por mi parte, más allá de haber vivido una historia complicada con la comida que voy a exponer en este libro, les cuento que es algo que veo a diario en el consultorio: trastornos de conducta alimentaria (TCA), dietantes crónicos, y personas sin problemas con la comida, con un peso saludable y una alimentación saludable, queriendo hacer dietas porque “se ven gordos/as y no están conformes”. Ahí es donde hay que hablar con el/la paciente, explicarle los riesgos que conlleva empezar una dieta y hacerle ver todo lo que mencioné anteriormente acerca de la presión social.
No podemos permitir que esta cultura de la delgadez nos impulse a empezar una alimentación que nos pueda destruir la mente y el cuerpo y que, probablemente, haga que terminemos teniendo un trastorno alimentario. A las personas que tengan obesidad o sobrepeso, debemos ayudarlas desde otros abordajes, no con una dieta restrictiva, donde se agrava el problema y no se soluciona nada. Para cada paciente se necesita un tratamiento diferente, porque todos/as somos distintos/as.
Sin embargo, les cuento que habitualmente empezamos a tener problemas con la alimentación por algo en común: somos influenciables por la sociedad que impone los estereotipos de perfección. Por supuesto que cada historia tiene su complejidad, pero esa obsesión por el cuerpo y la comida se produce por la importancia que le damos a ser delgados/as en lugar de saludables.
Como a la mayoría de las personas que tienen o tuvieron algún trastorno alimentario (o cualquier enfermedad psicológica), siempre me dio vergüenza contarlo y recién me animo a narrar la historia completa en este libro.
Padecemos trastornos sobre los que no hay conciencia. Además, pensamos que no nos van a entender, salvo quien esté pasando por lo mismo. De hecho, muchas veces ni uno/a mismo/a sabe lo que le pasa. Yo no entendía por qué hacía lo que hacía hasta que me lo explicaron en el tratamiento más intensivo que realicé, nueve años después de tener las primeras conductas.
Es difícil comprender cómo hay personas que no comen, otras que se provocan el vómito, que se destruyen el intestino con laxantes, que comen hasta no poder más, que tienen miedo de comer, etc. Toda enfermedad mental es difícil de explicar y de entender.
Nunca había contado mi historia públicamente porque tenía miedo de que me juzgaran. Temía que pensaran: “¿Una nutricionista tuvo este problema? ¡Qué contradictorio!”. Me daba temor que creyeran que por eso iba a ser mala profesional. Y, con el tiempo, me di cuenta de que este pensamiento estaba equivocado.
Reconozco que hubo algunas situaciones que hicieron que pudiera empezar a contar lo que me había pasado. Una de ellas tiene que ver con mis pacientes y mis seguidores/as. Veo que les da mucho pudor contarlo, no saben cómo hacerlo porque se sienten solos y creen que a nadie le ocurre algo igual. Entonces quise que se sintieran acompañados/as, que supieran que yo los entiendo. Y no solo por haber estudiado y seguir estudiando estas patologías, sino por experiencia propia.
Al animarme a contarlo, se sumaron muchas otras personas. Eso favorece que se hable más sobre estas patologías y que los que no se animan, pidan ayuda. Algunos/as no saben que tienen un problema hasta que escuchan a otro/a y lo detectan, y recién ahí pueden empezar un tratamiento.
Quiero contarles que un trastorno alimentario es una patología neuropsicobiológica. No tiene que ver solamente con lo psicológico (aunque, muchas veces, se diga que sí), porque hay otros factores: biológicos, genéticos, familiares, culturales, ambientales, etc. Se dice que es psicológica porque “pasa por lo mental”. Y no se ve en un estudio de sangre, como una diabetes o el colesterol alto.
Es importante que reconozcan que son múltiples los factores que hacen que alguien se enferme. Para que una persona desarrolle un trastorno alimentario tiene que cumplir con todos esos factores que mencioné y tener una personalidad que la haga vulnerable. No cualquiera desarrolla un TCA.
También hay historias familiares muy duras, familias disfuncionales, abusos, violaciones, bullying, pérdidas de seres queridos que hacen que seamos propensos a un trastorno alimentario.
A esto hay que sumarle la personalidad, el comienzo de la dieta y la presión social. Es decir que la enfermedad es multifactorial y en cada persona se da por causas diferentes. A veces hay comorbilidades, como otras patologías psiquiátricas (depresión, bipolaridad, trastorno de ansiedad). No siempre es “solamente el trastorno alimentario”.
También quiero que sepan que hay muchísimos trastornos alimentarios. No solamente la anorexia y la bulimia, que son los más conocidos. Voy a describir brevemente cada uno:
Anorexia: miedo extremo a subir de peso y rechazo a mantener un peso normal. La ingesta es mínima y se elimina la mayor cantidad de alimentos posible. En algunos casos hay purgas, aunque la ingesta haya sido baja (anorexia purgativa).
Bulimia: quienes la padecen presentan atracones seguidos de comportamientos compensatorios para prevenir el aumento de peso (vómitos, laxantes, diuréticos, ayunos prolongados, ejercicio excesivo). Los atracones y purgas tienen que darse como mínimo una vez por semana por un período de por lo menos tres meses para que haya diagnóstico de bulimia. Un atracón no es comerse tres alfajores. Es comer una cantidad industrial de comida en un período corto de tiempo, con sensación de pérdida de control.
Trastorno por atracón: al igual que en la bulimia se presentan atracones. Tienen que darse con la misma frecuencia. La única diferencia es que en el trastorno por atracón no hay método compensatorio.
Ortorexia: es la obsesión por comer 100 % saludable, llegando al punto de no poder asistir a eventos sociales, dejando de lado cualquier tipo de alimento que no le dé “tranquilidad” a la persona. Muchas veces se cocinan sus propios alimentos y los llevan a eventos, y necesitan ir a comer a lugares donde sepan cómo se hacen los platos. Son personas que, si consumen algo fuera de su “esquema” o algo que no es “sano”, llegan a angustiarse, a ponerse nerviosas e incluso a pensar que se están enfermando. Comer saludable es bueno y es lo que debemos hacer, pero cuando interfiere con nuestra vida ya deja de ser sano.
Vigorexia: se denomina también “anorexia reversa” o “síndrome dismórfico muscular”. Son personas con exceso de masa muscular, pero que en el espejo se ven débiles y muy delgadas. Por ende, llegan a tener graves problemas de salud por el exceso de actividad física y de consumo de sustancias como esteroides, anabólicos, abundancia de suplementos, etc. La autoestima de quienes sufren vigorexia depende de cuánta masa muscular tengan. Necesitan tener cada vez más para sentirse mejor. Esto hace que se aíslen de sus amigos y familia, y que empiecen a tener problemas laborales, ya que necesitan dedicarle muchísimo tiempo al gimnasio.
Pregorexia: son los trastornos alimentarios en mujeres embarazadas. En general, las mujeres que tienen trastornos en el embarazo, ya presentaban conductas desde antes. Por eso, es recomendable que la persona no quede embarazada hasta mejorar la relación con la comida.
Alcohorexia: es el consumo excesivo de alcohol junto con el trastorno alimentario. La persona no come durante el día para poder tomar alcohol y así no asimilar las calorías. Se dan “atracones de alcohol”, es decir que consumen una cantidad excesiva de alcohol en muy poco tiempo.
Diabulimia: se considera uno de los trastornos más peligrosos. Son pacientes con diabetes insulinodependientes que no se aplican insulina para no engordar. La insulina es una hormona que hace que la glucosa entre a la célula. Es una hormona “lipogénica” (genera grasa), pero esto sucede si el consumo de glucosa es muy alto. Las personas con diabetes, en general, suelen ser muy delgadas porque la glucosa no entra a la célula y no se metaboliza. Con la insulina ese peso se corrige, y esto es justamente lo que la persona con diabulimia quiere evitar. Entonces se ven las consecuencias de la diabetes, sumadas al trastorno alimentario.
Trastornos alimentarios no especificados (TANE): son situaciones en las que existen síntomas característicos de un trastorno alimentario pero que no cumplen todos los criterios de alguno de los trastornos mencionados. Esta categoría de trastorno alimentario también se puede aplicar cuando no existe suficiente información para hacer un diagnóstico más específico. Por ejemplo: vómitos y atracones, pero con menor frecuencia que una bulimia; mujeres que cumplen con los criterios de anorexia, pero no perdieron la menstruación; anorexia con peso dentro de los límites normales; masticar y escupir la comida, etc.
Estos son los trastornos alimentarios que se relacionan con la distorsión de la imagen corporal o con la obsesión por el cuerpo y el miedo a engordar. Pero, hay otras transformaciones de la conducta alimentaria que tienen que ver con comportamientos alterados, como “pica”, que se da cuando la persona ingiere sustancias que no son comestibles, como la tierra, por ejemplo. También existe el trastorno por rumiación, que se da por regurgitaciones repetidas sin náuseas ni enfermedad gastrointestinal asociada, y el trastorno evitativo y restrictivo de los alimentos (TERIA), que se produce en niños/as cuando evitan ciertos alimentos según el color o la textura.
Como verán, hay muchísimos trastornos alimentarios y una persona puede tener varios durante toda la vida, si no hay tratamiento. La mutación depende de varios factores. Por ejemplo, se puede pasar de una anorexia a una bulimia, porque la restricción es tan difícil y poco sostenible, que la persona empieza a tener atracones y métodos compensatorios. O puede pasar a un trastorno por atracón. En personas muy perfeccionistas y con personalidad muy obsesiva, se ve mucho que se pasa de la anorexia a una ortorexia, porque necesitan seguir controlando lo que comen.
Un claro ejemplo de mutación de un trastorno alimentario se da en personas que tuvieron anorexia y pasan a ser “bikini fitness”, que es una categoría del fisicoculturismo en mujeres. Mutan de una anorexia a una obsesión por la imagen y la alimentación, pero disfrazan la patología con un deporte. Esto se viraliza mucho por medio de las redes sociales. Hay noticias del estilo: “Tuvo anorexia, se recuperó y ahora es bikini fitness”, cuando en realidad hay una transformación del trastorno alimentario. Así hay muchísimos ejemplos, que van cambiando según cómo esté transitando la vida esa persona y si surge alguna situación movilizadora o disparadora.
Con respecto al diagnóstico, muchas veces no se le dice al paciente qué trastorno tiene, porque se “etiquetan” y se justifican con eso. Antes de tener una enfermedad, se es persona. El diagnóstico es útil solo para que el profesional sepa cómo abordarlo. Obviamente, el/la paciente sabe que tiene un trastorno alimentario, pero pocas veces se le da el diagnóstico. De más está decir que, según la gravedad, se harán tratamientos más o menos intensivos.
Los trastornos alimentarios empiezan a manifestarse en la pubertad y/o adolescencia, ya que es el momento en el que el cuerpo empieza a cambiar, cuando la personalidad se está formando y la persona empieza a tener citas.
Hoy en día también se están viendo trastornos en niños/as de 8-9 años en adelante. Un ejemplo: las niñas que crecen en el ambiente de la danza, donde hay una exigencia corporal muy grande. En general, los trastornos no suelen aparecer en adultos. Puede haber casos, pero no es lo habitual.
Este libro no es solamente para personas que están atravesando un trastorno alimentario. También está enfocado hacia aquellas personas que están en tratamiento, padres, personas que estén con recaídas y quienes quieran pedir ayuda y no sepan cómo hacerlo. Además, es útil para aquellos/as que están atravesando un TCA y no conocen de qué se trata.
Puede ser una gran ayuda para profesionales de la salud que quieran especializarse en trastornos alimentarios y tenerlo como material de lectura, o simplemente para quien tenga curiosidad sobre esta problemática de la que se habla tan poco.
En este libro hablo sobre mi experiencia personal con un trastorno alimentario. Van a conocer la historia de cada etapa de mi vida y cómo se fue desarrollando mi enfermedad: cómo la viví, qué pensaba en cada momento, cuáles eran mis temores y la resistencia que tuve ante los tratamientos. Y también les cuento cómo es la vida después de la recuperación.
Cada capítulo comienza con el relato de mi vida en diferentes edades y luego aporto mi mirada desde mi labor profesional, cuento casos del consultorio y les doy la palabra a mis pacientes. Al final, doy algunos consejos como profesional y expaciente para ayudarte a mejorar y darte herramientas que quizás no conoces y que te motiven a seguir adelante.
Seguramente, la lectura de este libro te enseñe cosas que ignorabas y te provoque algunas reflexiones. Estos son algunos de los objetivos que me planteé al escribirlo y, por eso, me permito decirte lo siguiente:
Si estás en recuperación, pero con dudas acerca de seguir o no el tratamiento, persevera.
Si estás atravesando un trastorno alimentario y no pediste ayuda, pide asistencia a quien sea: amigos, familiares o un profesional.
Si tenías prejuicios acerca de los trastornos alimentarios, podrás empezar a mirarlos de otra forma.
Si eres profesional de la salud y detectas que un/a paciente tiene un perfil que indique un posible trastorno alimentario, derívalo a un profesional especializado.
Si sueles hacer comentarios acerca del cuerpo de los demás o sobre lo que está comiendo otro/a, piénsalo dos veces antes de decirlo. Puede estar pasando por un trastorno alimentario o sentirse vulnerable.
En este libro vas a aprender sobre algo de lo que no se habla. Vas a poder ver lo compleja que es la mente humana y lo difícil que puede llegar a ser un problema con la alimentación. Y vas a entender que la comida no es verdadero inconveniente, sino la punta del iceberg.
También vas a tomar dimensión de lo que significa el proceso de recuperación y de lo que ganamos cuando finalizamos un tratamiento.
Pero, fundamentalmente, a través de estas páginas quiero demostrarte que se puede salir de un TCA, que yo soy un ejemplo de eso, y que tener una vida que no gire alrededor de la comida es posible.
Quiero que sepas que estoy acá, acompañándote en el camino y revelando mi propia historia, que espero sea un puntapié para contar la tuya o para que puedas ayudar a otros/as a que la compartan.
Soy Agustina.
Soy nutricionista.
Transité un trastorno alimentario.
Me recuperé y ahora quiero contártelo.